El Conocimiento de la Verdad
¿En que fundamentos firmes se puede apoyar el hombre en su camino de búsqueda espiritual, en la evolución y desarrollo de su actividad trascendente, según las características propias de la época cultural en la que vive, de desarrollo de la conciencia y de conocimiento de la realidad?.
En otros artículos ya hemos destacado el hecho de que hoy disponemos de ingentes cantidades de conocimiento e información, trasmitida de generaciones, tradiciones y culturas anteriores, que nos abarca e inunda, en función de la formación que hayamos recibido y del acceso que tengamos a los medios de comunicación de masas.
Como personas nacidas en el siglo XX estamos a caballo entre el pasado y el inicio de un futuro, interesados en la situación espiritual de la realidad. No podemos limitarnos a conservar todo lo recibido anteriormente como base de nuestra actuación en el mundo. Queremos penetrar más profundamente en el significado de la realidad, rebasar esa enseñanza recibida, en su mayoría de corte materialista, y empezar a conocer la conformación espiritual del mundo fundamentada en una gnoseología, o forma de conocimiento que tiene que llegar a la sabiduría, al asentamiento en la conciencia de cada uno, para que tenga validez.
Debemos crear los gérmenes de una voluntad amorosa-portadora de Amor que sólo puede devenir de la sabiduría, de ese conocimiento interiorizado del” Yo”, no de la mera información o conocimiento, por muy esotérico que sea. Y para eso tiene que estar basado en
Para conocer
El Pensar Consciente
Steiner nos dice que esa actividad, que nos puede permitir conocer
En su obra “Filosofía de
El pensar es el instrumento propio del ser humano, -el que nos hace personas-, sin él no podríamos comprender nada y nos asimilaría al reino animal de puro instinto y sensaciones. No lo valoramos en todo lo que vale sencillamente porque lo tenemos constantemente a nuestra disposición y de forma inmediata, y, quizás por ello escasamente lo utilizamos: podemos darnos cuenta de que la inmensa mayoría de la actividad mental y cognitiva que consideramos pensamientos, sólo son el producto automático y en general semiinconsciente de los sucesos y las cosas que nos pasan en la vida, al capricho del acontecer, sin control alguno de nuestra conciencia, lo cual no suele ser casi nunca un pensar consciente en el que actúe y sea sujeto activo y presente el Yo.
Si el “Yo” llega a comprender que es un ser consciente espiritual, y que vive en un mundo ficticio (“maya”) temporal, intermediario entre el mundo espiritual y el físico-material, entonces las percepciones materiales que nos están condicionando las podemos unificar con las espirituales, mucho más reales, si las comprendemos a través del pensar. Como nos dice Steiner el pensar es algo que sólo el ser humano lo puede hacer en el universo, ningún otro ser vivo.
En un trabajo de auto-conocimiento lo primero que precisamos hacer es darnos cuenta de lo que somos, donde estamos, de donde partimos y qué características tenemos, es decir, siempre la toma conciencia se efectúa mediante el pensar, requisito imprescindible para ello. Es un patrimonio que ahora tenemos todos los que formamos parte de la humanidad, como cualidad en la que tiene que apoyarse nuestro conocimiento y comprensión, nuestra actividad humana, y en general, todo nuestro desarrollo espiritual. Pero su eficacia y su valía va a estar en función de a qué dediquemos nuestro pensar, si a cosas triviales e intrascendentes, con fines espurios o egoístas de enriquecimiento material, ó bien a objetivos altruistas, en colaboración con otros, de mejoramiento de la vida, de estudio e investigación espiritual, etc.
Todo esto se puede hacer, o porque nos pongamos bajo la autoridad de alguna persona, institución, doctrina o maestro que consideremos superior, en una cómoda posición en la que no avanzaremos, ó bien, trabajando con nuestra propia reflexión a través del pensar consciente. Si lo hacemos autónoma y responsablemente entonces será una actividad individual de nuestro Yo, que que eventualmente, cuando pasemos al mundo espiritual, tras la muerte, podremos llevar como patrimonio personal y contribución al mundo espiritual al que pertenecemos. Esto es algo que todos tenemos que empezar a comprender y percibir en nosotros mismos, observando nuestro propio proceso de pensamiento.
Clarividencia y Pensamiento
Rudolf Steiner nos dice que todos nosotros hemos sido clarividentes, hemos vivido en mundos espirituales regidos por los dioses y hemos tenido inspiraciones divinas. Afirma asimismo que ha habido un apagamiento u obscurecimiento progresivo (un crepúsculo de los dioses) en un aparente abandono divino para que el ser humano pudiera ocuparse del mundo físico-material, algo imprescindible para poder evolucionar, desde una conciencia limitada, hacia una conciencia individual, aislada (separada del otro) y en libertad. El hombre nunca ha estado tan aislado como en nuestra época, en un proceso coincidente con el desarrollo de las ciencias naturales a partir del siglo XV, (comienzo de
El pensamiento nunca ha sido más rico y elaborado que lo es en la actualidad. Todas las antiguas civilizaciones, en cambio, han tenido una conciencia espiritual más amplia que la nuestra, en las que no se podía pensar en un pensamiento individual separado del colectivo, algo que había sido regalado por los Dioses, sin posibilidad de mayores especulaciones (con anterioridad al siglo XX no se podía hablar de un pensamiento materialista, tal como existe hoy día) Pero de esa forma el hombre no podía desarrollar una individualidad libre, con posibilidad de equivocarse generando “karma”, es decir, quebrantando las leyes espirituales, que es la forma que utilizan los dioses para que nos vayamos desarrollando a través de su corrección. Y fundamentalmente a partir de la entrada de
Trabajadores del Espíritu
Steiner siempre hizo hincapié en la necesidad de que hubiera personas dispuestas a cooperar con el mundo espiritual, colaboradores útiles del espíritu. Y únicamente lo podremos ser los estudiosos y aspirantes espirituales si nos basamos en esa fuerza que se apoya en si misma, que podemos reconocer como la que tiene sentido en ella misma: la fuerza del pensamiento. Sólo tengo que pensar, y después observar ese pensar. Me puede dar sentido a todas las cosas. Si pongo mi pensamiento al margen, ya no soy yo, no soy de utilidad.
Hace 3.000 ó 4.000 años era benéfico el no ser “yo”, porque ello nos hubiera alejado del mundo espiritual y no nos hubiera permitido “ver” a la divinidad con las facultades de clarividencia atávica de las que se disponía de manera generalizada. Hoy la evolución espiritual ya no lo permite. Continúa habiendo filosofías espirituales, Orientales, espurias, pervertidas, con “maestros” que sabiendo lo que hacen engañan constantemente a sus súbditos y “discípulos” y les hacen odiar el cristianismo, tergiversando y manipulando a la figura del Cristo histórico, y despreciando todo lo que suene a espiritualidad “Occidental”, (lo cual es bastante fácil considerando el papel desempeñado por
La realidad Espiritual actual
En las distintas corrientes esotéricas se sabía que en la primera mitad del siglo XX tenía que llegar la etapa del materialismo, algo que era necesario e imprescindible, pero a la vez muy peligroso, para que el hombre desarrollara su conocimiento en relación a lo físico-material (hasta el siglo XVIII esto estaba en las manos de unos pocos científicos, filósofos y académicos, lo cual empezó a cambiar y tuvo su culminación a mediados del XIX) Se trataba de conseguir que la forma de pensar se adecuara a los requerimientos del desarrollo de las Ciencias Naturales, para después incluir, pero ya de forma diferente, todo el contenido religioso pero con la nueva configuración de pensamiento recién adquirida.
La tragedia del siglo XIX consistía en que había llegado un momento en la evolución humana en que los dos mundos –el terrenal y el espiritual- estaban desconectados en compartimentos estancos. El mensaje del mundo espiritual no llegaba a la capacidad conceptual de la humanidad en la tierra, y los conceptos terrenos no tenían eco en el mundo espiritual, y entonces Steiner creó un lenguaje conceptual nuevo que podía resonar en el mundo suprasensible, tendiendo así un puente sobre el abismo que separaba a los dos mundos. Su Ciencia Espiritual antroposófica sería como el hombre (el anthropos) que acoge en su ser a sophia a partir del pensar espiritual y de la libre contemplación, como medios de acceder al mundo original de las ideas y de los conceptos espirituales libres y exentos de la contaminación psicológica y egótica.
¿Pero qué ha pasado realmente?: Steiner nos dice que en el siglo XX se ha reforzado el impulso de la influencia materialista a través de la acción de las inspiraciones de los espíritus ahrimánicos en
También se sabía que iban a surgir movimientos de oposición a ese incremento del materialismo, en el último tercio del siglo XX, por parte de las nuevas generaciones. Ello quedó reflejado en los movimientos “hippies” y contraculturales de los años 60/70, en un intento de búsqueda ó vuelta a lo meditativo y trascendente y a lo “espiritual” antisistema. Pero entonces ello fué contrarrestado por parte de las fuerzas opositoras a la correcta evolución espiritual del ser humano, mediante la distribución masiva de drogas y alucinógenos, comenzando por las universidades y focos en donde se formaban las mentes que iban a dirigir los movimientos contra-materiales. Se atacaba la conciencia en las bases, en California, de donde salían los movimientos orientalistas, con la distribución de drogas, como LSD, marihuana, heroína, etc., al objeto de destruir ó condicionar la mente de una serie de generaciones de las que saldrían los empresarios, políticos y economistas de los años 90 y 2000. De esta forma, la reacción contra-materialista ahrimánica se contrarrestaba con la luciférica, necrosando la conciencia e intentando anular el alma de conciencia.
Regeneración de la materia
Sabemos, por Steiner, que las fuerzas del materialismo no van a claudicar nunca mientras dure la evolución de
Se necesitan investigadores del espíritu, personas con una cierta pureza, sin ñoñerías, que luchen en contra de la contaminación anímica espiritual. No es una tarea fácil ni agradable, ni que aporte tranquilidad anímica. Se trata de generar, sin fanatismo alguno, luchadores guerreros del Cristo, siempre fruto de la inspiración del presente, sin rutinas. Siendo realistas podemos darnos cuenta fácilmente del nivel espiritual en el que todos estamos, que no deja de ser bastante deplorable en realidad, por lo que no podemos dejar de ser modestos y humildes. Pero también todos podemos, si nos lo proponemos, ir creciendo y desarrollándonos en un serio trabajo de auto-conocimiento y autoexigencia, escaso en los actuales ambientes espirituales.
El trabajo a realizar
Rudolf Steiner decía que para finales del siglo XX tenían que haberse encarnado y manifestado los descendientes de los “Platónicos-Aristotélicos”, como los representantes y el refuerzo del movimiento antroposófico (micaélico), lo cual se tendría que empezar a notar a comienzos del XXI. Dada la realidad espiritual actual no parece que ello se haya producido. ¿Qué esperanza podemos tener de que vengan esos Guerreros de Cristo, esos seres extraordinarios llenos de virtudes?. Y, a lo mejor, es que esos “guerreros” somos todos los hombres y mujeres normales y corrientes, los que estamos en el camino auténtico de búsqueda espiritual en el que el destino indudablemente nos ha puesto, y entonces, ante tamaña responsabilidad, nos podemos espantar. Pero hemos de afrontar que es esto lo que hay, somos nosotros, no son otros, y somos los que estamos, no hay más.
¿Hasta donde puedo Yo impregnarme de los valores crísticos?. Esta es la cuestión que cada uno puede hacerse y la tarea a realizar. Cada uno puede hacer algo, por poco que sea, trabajando con el patrimonio espiritual que posea. Si simplemente cada uno hace un trabajo serio, por mínimo que sea, sabemos que los resultados espirituales no se suman, se multiplican. No es despreciable el que sepamos, al menos, como son estas cosas, y siempre sabiendo que nuestro trabajo espiritual es necesario e importantísimo. Tenemos la tendencia a infravalorarnos ó menospreciarnos, y eso no es acertado. La cualidad de cada uno es importante y nosotros, como poseedores de unas claves que en nuestro camino espiritual nos han sido dadas, y de las que la mayoría de la humanidad carece, tenemos la responsabilidad de trabajar con lo que tenemos, que no es poco.
Equipo de Redacción BIOSOPHIA
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