El periodista en crisis y la Crisis
Nacho, un periodista ya sesentón bastante conocido en los medios, agnóstico, por más señas, de los “tradicionalmente de izquierdas”, en tiempos marxista moderado, luego con el correr de los tiempos, como tantos, desencantado y escéptico,
siempre mantenedor incansable de la llama ácrata por insatisfecho existencial, cuestionador impenitente de instituciones y principios conservadores, machadiano sentimental en nombre del progreso y del pueblo, había visto renacer sus esperanzas con el movimiento internacional engarzado con el 15 M español y las expectativas levantadas por
la llamada primavera árabe, posibles nuevos vientos ante la decadente
civilización occidental y sus sacrosantos fundamentos capitalistas y católicos,
y ante las calamidades financieras globales y las geoestrategias cínicas del
imperio, voceadas machaconamente por todos los medios.
Todas la noticias
reflejaban la debacle del sistema político, económico y social imperantes desde
la segunda guerra mundial, que hacía aguas por todas partes: fundamentada en la crisis de la burbuja inmobiliaria y la especulación financiera aparecida desde 2007 en Estados Unidos, como resultante de la corrupción generalizada de la mayoría de las democracias occidentales, esa crisis se había extendido a la Unión Europea,
convirtiéndose ya en una crisis mundial,
que no sólo era financiera, originada por las prácticas incontroladas de
banqueros liberales y de especuladores muchas veces amparados en paraísos
fiscales, sino que también era una crisis alimentaria, petrolera, industrial,
comercial, laboral y ecológica. En realidad al estar basada en la fundamental crisis de valores éticos, era la
crisis sistémica del capitalismo neoliberal y del imperialismo norteamericano-europeo
global que asolaba a la humanidad en su conjunto
Nacho, en un tiempo
ferviente creyente en los valores democráticos y progresistas de aquella
izquierda liberal y republicana de los antiguos masones europeos y americanos,
alucinaba, cuando en los debates políticos y económicos en los que intervenía
como periodista destacado de un periódico nacional bien reconocido, constataba
las alianzas y subordinaciones de los partidos tradicionales progresistas y
socialdemócratas a las órdenes de los poderes financieros más conservadores y
capitalistas, estando como estaban a la orden del día los llamados “ataques de
los mercados”, que no eran sino la acción concertada de unos cuantos que
controlaban la economía de Occidente y a los que les molesta que perviviera esa
isla de estado del bienestar que aún era la Unión Europea. Era sorprendente que la economía
europea aceptase ser evaluada por unas agencias de calificación americanas
¿dirigidas por quién y con qué fines?. Pero claro, si uno, desde una óptica
racional y científica analizaba las raíces y factores del proceso
económico-politico en curso y miraba el panorama de políticos europeos y ministros economistas de los diversos
estados se dejaba en evidencia qué intereses representaban en realidad, más
allá de las expectativas de aquellos inocentes ciudadanos que les habían
votado. En España un señor llamado Guindos proveniente de la entidad
hipotecaria que había inaugurado la presente crisis con sus famosas hipotecas
basura: un empleado al servicio de Lehman Brothers; o un Mario Draghi
presidente del Banco Central Europeo antiguo vicepresidente de Goldman Sachs en
Europa; o un Mario Monti, primer ministro italiano ex director europeo de la Comisión Trilateral
(entidad al servicio del altruista y bondadoso Mr. Rockefeller) y a su vez
miembro de la directiva del club Bilderberg, y así tantos más. En unos momentos
en que más que nunca se necesitaba de una voz fuerte en la Unión Europea,
nuestros “honorables políticos europeos” elegían como cabezas visibles a
individuos tan independientes y éticos como el señor Van Rompuy, o la señora
Ahston, miembros a su vez de aquellos mismos secretos y ocultos Clubs…
Nacho alucinaba ante la evidencia insoslayable
por todos conocida, de que, siguiendo la pista de posibles responsables de tal
desbaratamiento, siempre salía a relucir la misma personalidad: la señora
Merkel, la cual como Consejera delegada del Deutsche Bank, era la que marcaba
las pautas en el Banco Centra Europeo y que luego su agente popular Sr. Rajoy
aplicaba a España mediante la subida de impuestos o el recorte de salarios que
afectaba a millones de españoles, o de que esa misma Sra. Merkel, al servicio
de los intereses de su Banco, regentaba una auténtica dictadura financiera que
iba dando a diestro y siniestro golpes de estado, y así desvencijaba a países
europeos como Grecia o Portugal o Irlanda, cuyos gobiernos hacía caer mediante
movidas de pánico perfectamente diseñadas para proteger los intereses de
aquellos bancos franceses y alemanes que se habían dedicado a comprar su deuda,
o de que era esa misma hija de pastor evangélico la que, en nombre de la más
pura y rancia democracia “cristiana”, propugnaba, como política fundamental de la Unión Europea que dirigía con
mano de acero alemán, el rescate de Bancos privados europeos con una lluvia de
miles de millones euros, y prohibía a los demás gobiernos que inyectasen dinero
en los países respectivos para incentivar la demanda, creando así millones de
parados. Y Nacho, como tantos, se preguntaba cómo era posible que ante tamaños
crímenes contra la humanidad, sus protagonistas y generadores continuasen
moviendo los hilos de tal desbarajuste precisamente en el continente más viejo
y experimentado del mundo, en la cuna de la democracia y de la civilización
moderna, en los países vanguardia de la humanidad, y desde sus adentros gritaba
sin voz: ¿Qué está pasando a estas alturas de la historia?, y ¿porqué lo llaman
crisis cuando es una estafa gigante, de proporciones inverosímiles?.
Y así una mente eminentemente racional, discriminadora e inquisitiva como la de Nacho no podía aceptar de ninguna de las maneras que tal crisis fuese determinada por la conjunción de una serie de poderes malignos, que para los más conspiranóicos de la redes internautas, representarían la confabulación de Sociedades Secretas Ocultas, Poderes Cósmicos innombrables y agentes cuasitelúricos o subterrenales del Mal, que plasmarían algo así como el Apocalipsis de las profecías mayas para aquel año 2012, anunciadoras del fin de un mundo materialista y decrépito. Pero como no podía creer en tan improbables supercherías y supersticiones se quería agarrar a la esperanza de que surgirían nuevas teorías economicistas para los nuevos tiempos, pero el caso era que los poderes europeos y americanos, basados en las teorías más conspicuas y clásicas de los más grandes premios Nóbel, naufragaban de forma sistemática, evidente y al parecer inexorable. Todo fallaba, se iba a pique el proyecto de una humanidad políticamente unida bajo los auspicios del Nuevo Orden Mundial de los Bush, los Kinssinger, los Adenauer, los Blair y hasta del nuevo esperado rey Midas Mr. Obama, y las expectativas eran cada día más negras y oscuras. Los nuevos jerifaltes banqueros y sus consejeros delegados, disfrazados de dirigentes políticos europeos, montaban todo un diseño a su medida desde dentro de las instituciones para desvirtuar el camino trazado inicialmente para la globalización europea, pues la existencia de un Estado del Bienestar sufragado con fondos públicos reducía considerablemente la expectativa de negocio y beneficio de los grandes emporios financieros. La concatenación de efectos nocivos era evidente cada día en un desordenado proceso de causas y efectos dominado por el caos y el absurdo: a más caída de las Bolsas internacionales, más subida de la prima de riesgo, o al revés si se quiere, a más déficit en las economías nacionales, más paro. En nuestro caso, le constaba a Nacho, todos los problemas de la economía española (elevado déficit, elevado paro y vulnerabilidad de su sector bancario) se unían en el mercado de renta fija para no dar tregua a la deuda española, agitada y aterrorizada por las misteriosas agencias de calificación, y algo fantasmalmente denominado “mercado”…. mientras que la prima de riesgo iba marcando nuevos máximos anuales en cotas que nunca se habían tocado en épocas anteriores.
Y así todo el
personal intentaba hacerse con el conocimiento de todos estos términos y
verborrea economicistas para poder controlar y apellidar la situación, en un mundo
evidentemente regido por intereses esencialmente económicos, y crematísticos y
por tanto básicamente materialistas. Era el reino del dios dinero como núcleo y
barómetro de nuestras vidas, a la búsqueda o pérdida del bienestar material, y
el concepto básico que se barajaba en todas las conversaciones, artículos y
corrillos políticos era el de crisis económica y su manifestación más cruda e
inmediata: el paro, que asolaba a cientos de miles de familias, millones más
bien. Y la gente especializada en la materia, los eruditos de la cosa,
interpretaban las causas materiales y los culpables y agentes del desaguisado
que cuestionaba todo el proyecto humano y la absolutamente necesaria sociedad
del bienestar, “lograda a base de tantos sacrificios”, según repetía Nacho en
sus expresiones periodísticas y televisivas. ¿Y qué pasaba mientras tanto con
la crisis espiritual, de valores, de principios, de ética y moral, subyacente
en todo ese proceso?. ¿Tenía algo que ver una cosa con la otra? ¿Qué estaba
pasando en los entresijos?. Nacho sabía que ambas crisis, la económica y la
crisis de principios estaban ínsitamente unidas, y que para salir de ella el
cambio en los fundamentos era inevitable. Nacho sería agnóstico y rojo, pero no
por ello carecía de un innato sentido de la ética casi espiritual y hasta
religioso, que achacaba al alma del pueblo sagrado, que “siempre tiene razón”,
y cuyo patrimonio más esencial todavía justificaba la adhesión inquebrantable a
la causa de la humanidad. Nacho era cristiano sin saberlo, por anticlerical
manifiesto, e intuía porque sí que las fuerzas del alma humana ni se compran ni
se venden. Su cara, dominada por un rictus triste y apesadumbrado, era el
espejo de una humanidad doliente que no puede perder la esperanza porque se
sabe detentadora de un origen y un destino sagrados. En el fondo Nacho era uno
de esos seres humanos que reivindicándose ateos, creen en los valores espirituales esenciales de
la humanidad mucho más certera y profundamente que cualquier católico que se
precie, de misa, comunión y procesión.
Sucedió entonces
que amaneció un movimiento popular de descontento e indignación que se vertebró
en torno a lo que se llamó el 15
M, una especie de mayo del 68 asambleario y
reivindicativo del cambio de sistema y de la moral política y social.
Movimientos populares ocupaban titulares y abrían telediarios y fueron muchas
las personas que se manifestaron en las calles ilusionadas por lo que se
llamaba “el poder de la gente”. El objetivo era modificar y mejorar de alguna
manera esta sociedad conformista, egoísta y en ocasiones deshumanizada, con el
ideal permanente en toda sociedad humana de buscar un mundo mejor, intentando
dar un giro a la política de arriba a abajo, descabezando a los políticos
democráticos al uso y a sus ideas. No se podía seguir aceptando de todo en ese
mundo de políticos y financieros corruptos, llenos de increíbles sueldos,
dietas, coches oficiales de cargos públicos, primas estratosféricas de
banqueros y empresarios, rescates millonarios de grandes firmas, mientras
seguían proliferando los desahucios, el trabajo inexistente y los sueldos
precarios, los recortes en educación y sanidad, y se continuaba practicando
sistemáticamente el dispendio en obras inútiles e innecesarias y todo tipo de
injusticias sociales.
El movimiento 15-M ponía claramente de manifiesto la distancia entre un poder real del pueblo y unas instituciones llamadas democráticas pero de hecho completamente entregadas a la oligarquía financiera internacional. Quedaba por ver la segunda parte: la capacidad de transformar un movimiento de protesta en una fuerza autónoma no sólo independiente del sistema estatal y representativo, sino asimismo capaz de arrancar a ese sistema la dirección de la vida pública. Pero quizás un poco romántica e inocentemente estos precursores revolucionarios no contaban con que el problema era que la poderosa maquinaria político-mediática de los grandes partidos y de las élites económicas y financieras tiene la fuerza suficiente tanto para vender cualquier modelo económico,
social o político, como para fagocitar o asumir cualquier proyecto reformador o
revolucionario a través de sus media, marketing, publicidad, emisoras de TV,
etc. Y así mediante los altavoces que sutil o estentóreamente detentaban tales
poderes tradicionales y conservadores eran evidentemente capaces de fomentar y
materializar cualquier valor o principio de su interés bajo la máxima
fundamental de que todo el mundo es
susceptible de ser corrompido y manipulado (naturalmente por las ideas que esos
mismos poderosos inoculan cual devoradores parásitos en los cerebros de los
ciudadanos de a pié).
Nacho se sentía
impotente, y se cabreaba ostensiblemente en los debates televisivos en los que
intervenía ante la enjundia, los exabruptos y la evidente manipulación de que
hacían gala sus colegas de controversia, representantes acérrimos de los
valores y principios de sus empresas mediáticas. Como era bien sabido la prensa
y los medios de comunicación constituían sin duda un Poder de primer orden en
todos los países, Poder con mayúsculas, y las grandes empresas y todos los
políticos lo sabían perfectamente. Y de ahí nacía la necesidad de tener claro que
cada medio tenía una política de comunicación en función de sus intereses y de
sus objetivos, donde lo que primaba no era precisamente la verdad objetiva y la
información ética y veraz. Por ello se sabía que existían verdaderos trust
informativos donde algunos poderes se dedicaban a comprar medios (léase
Telefónica y Antena 3 que se tragaban a las pequeñas emisoras sobrevivientes),
y a establecer simbiosis políticas-empresariales en función de sus intereses
específicos. Por todo ello de cada debate en televisión o radio Nacho salía con
la firme y deprimente impresión de que la polución, la desinformación y la unilateralidad
política imperaban en todas las intervenciones, de forma que lo que estaban
haciendo entre todos en sus enfrentamientos dialécticos era contribuir en mayor
manera al desánimo y a la confusión generalizadas. Más que exponer ideas
independientes y clarificatorias que pudieran ilustrar al ciudadano, lo que
hacía el personal era destruir o enturbiar las ideas del contrario. No se
buscaba la verdad informativa sino la destrucción del oponente, al que por
supuesto ni se escuchaba ni se tenía en cuenta, con lo que al fin y al cabo lo
que venían a hacer entre todos no era sino contribuir a la ceremonia de la
confusión, el escepticismo, la
incredulidad y la desconfianza en políticos y periodistas, la inmoralidad
sistemática de todos los medios, etc.
Con todo ello Nacho era testigo y protagonista del derrumbe socio-politico-económico del país y de
sus instituciones. Nacho sabía y le constaba que con su
actitud corroboraba y era cómplice del sistema que criticaba y a la vez
alimentaba, y con ello asistía como actor-agente de todo aquello que él mismo
cuestionaba. O sea que el capitalismo explotador que censuraba le había
digerido y le anulaba cada día al colaborar con él irremediablemente, ese
capitalismo que él conocía y odiaba, el mismo que había asumido la ideología
neoliberal implantada en los años 80 del siglo pasado por los presidentes
Reagan y Tatcher mediante la llamada “revolución conservadora”. Nacho sabía y
le constaba que los gobiernos se sometían “voluntariamente” a las poderosas
instituciones financieras y multinacionales. Que renunciaban a la propiedad
pública, a regular el comercio transnacional, a cobrar impuestos y tasas a las
grandes empresas, a controlar la especulación, a proteger el bien común de los
ciudadanos, a perseguir judicialmente la corrupción y a desmantelar los paraísos fiscales. Sabía y
le constaba que en Europa, el bienestar ciudadano había ido creciendo desde los
años 50 a
los 70, y que desde principios de los 80 venía bajando la masa salarial de los
trabajadores en casi todos los países para favorecer las ganancias de los
magnates que dominaban las finanzas y las economías mundiales. Sabía que ello
había perjudicado a la economía real, pues si los trabajadores ganaban menos,
menor sería el consumo, repercutiendo en la bajada de la producción y el
aumento del desempleo. Sabía que las clases dominantes, en su afán desmedido de
ganancias, pretendían un crecimiento productivo continuo, lo cual era
imposible, pues los recursos naturales de la Tierra eran limitados. Y por ello, le constaba
que los poderes económicos estaban obligando a los gobiernos de países
desarrollados a bajar las condiciones laborales de sus trabajadores y a
empobrecer a países en vías de desarrollo saqueando sus riquezas y abusando en
el mercado internacional. Si los recursos eran limitados, a mayor ganancia de
pocos, más empobrecimiento de muchos. Y
por supuesto Nacho sabía que para acumular más beneficios, los poderosos
mercados financieros reducían las inversiones en la economía real y productiva,
y las aumentaban en valores
especulativos de riesgo (acciones, créditos, bonos, compra-venta de empresas,
seguros, fondos de inversiones, fondos de pensiones, comercialización de
monedas y otros), valores que eran obviamente virtuales, inexistentes. Y como
los beneficios que se obtenían en la economía especulativa eran mucho más
grandes y más rápidos que en la economía productiva, ello aumentaba la
inversión en la especulación y disminuía en la producción. Y finalmente Nacho
era consciente de que las repercusiones de tal sistema eran, entre otras
muchas: falta de liquidez de los bancos y financieras, subida de las hipotecas,
muchísimas viviendas quedaban impagadas y vacías, suspensión de pagos de bancos
y multinacionales, quiebra de bancos y empresas, cierre a la concesión de
créditos y desconfianza entre bancos, etc. Y que todo ello había resultado en
un parón en seco de la producción, en despidos masivos de trabajadores, en
subidas y bajadas de precios, en descenso del consumo y menor fabricación de
productos, y con ello en el inevitable aumento del paro, freno a los salarios y
derechos laborales. En suma la crisis financiera había provocado la crisis de
la economía real, y ésta, la crisis laboral.
Esa era la parte “científica” de la cosa y su desarrollo causal y cronológico. ¿Y qué pasaba con la filosofía de fondo que había dado lugar a todo este desbarajuste?. Esa era la pregunta que rehuían todos y que si no afrontaban imposibilitaría de cualquier modo la salida de la crisis. Si las mayorías no cambiaban sustancialmente en cuanto a su planteamiento ético-moral y en su posición trascendental y espiritual ante el mundo y ante la humanidad ¿era posible el cambio y la salida de la crisis?. Aunque los analistas más coherentes adviertiesen que sin reactivar la economía nunca se saldría de la crisis, y así afirmasen que al reducir la capacidad de consumo de los ciudadanos para beneficio de las entidades financieras, la crisis aumentaría tanto en los países desarrollados como los subdesarrollados, se evidenciaba cada día más que sólo promocionando la ética consciente en el propio trabajo y en la propia conducta con el otro, y fomentando la moral de valores universales que transformase el brutal sistema capitalista en un sistema mundial solidario, se podría salir consistentemente de la
crisis sistémica global y neoliberal en la que se encontraban sumidos todos.
Era evidente por tanto que no era solamente por medio de las manifestaciones y
huelgas cada vez más mayoritarias y constantes el modo de ganar la partida de
la liberación de los oprimidos a los explotadores del mundo despertando del
lánguido sueño de los pueblos atrapados en el consumismo conformista. Y así
Nacho iba constatando que, quizás, en un futuro, sabe Dios cuándo, la salida se
fundamentaría en una posición individual y consciente de todos y cada uno en
esa dirección común. Menuda empresa. Para eso, en algún momento pensó, habría
de empezar por cambiar yo mismo,. ¿Cambiar yo?. Pero realmente ¿hay
alternativas reales y viables al actual sistema económico y financiero?. ¿Puede
sobrevivir el individuo en su mismidad espiritual y sagrada dentro de este
sistema?
Algún amigo prestó a Nacho un libro de un tal Rudolf Steiner en que se
planteaban vías alternativas sólidas al actual sistema. Algo teórico para su
gusto, quizás utópico tal y como estaba
el percal. Incluso se anunciaba un seminario sobre el tema. Steiner proponía una
organización de la sociedad que en la práctica sería revolucionaria con
respecto a la visión egóica, separativa, antiespiritual, competitiva y
materialista que caracteriza al actual capitalismo, que denominó la
triarticulación del organismo social (o “triformación
social”), y que básicamente requería que los hombres se conozcan
verdaderamente para crear formas que correspondan a su ser entero, y donde el
hombre se constituye como eje central de toda la economía. Sería un nuevo
modelo de sociedad nacido de la necesidad de humanizar el mundo económico y
financiero, que ya se había consumado en la fundación en Alemania del primer
centro bancario solidario (y también en España, como era Tríodos Bank) que,
desde entonces, se había copiado por toda una serie de movimientos alternativos
y verdes, y que consistía en tres máximas directrices de las diferentes
funciones sociales, como son: libertad,
igualdad y fraternidad. Libertad como
principio básico que debe regir la vida cultural-espiritual, igualdad como pilar fundamental del
ámbito jurídico-legal, y fraternidad
como sustento imprescindible para la actividad económica. La «triformación
del organismo social» designa la interacción de tres grandes esferas de
actividad en la sociedad: a) La esfera de la Economía (producción,
circulación y consumo de bienes y servicios); engloba todos los productos de la
naturaleza o de la producción humana. b) La esfera del Derecho y de la Política (elaboración y
seguimiento de las reglas que permiten la vida en sociedad); concierne a las
relaciones entre personas. c) La esfera Espiritual y Cultural en el sentido
lato del término (lo espiritual, la cultura, lo social, la ecología, lo
humano); concierne a lo que está aislado en cada individualidad y debe ser
incorporado al organismo social. Interesante todo ello, se barruntó Nacho, pero
demasiado bonito para su vena socarrona y escéptica. Había que ahondar en el tema
y quizás conocer a alguno de esos antropósofos para ver qué realidad podía
haber por ahí… Pero cuidado con las sectas y todo ese rollo alternativo de la
nueva era, no pisan tierra. Habrá que ver…
Y una mañana le ocurrió a Nacho que, cuando encendió su ordenador como hacía como primera cosa todas las mañanas al despertar y levantarse, encontró un correo electrónico en su dirección que le hizo pensar y que confirmó muchas cosas que sabía y que tenía que reconocer que estaba olvidando en medio de la vorágine de sus inercias profesionales y en sus relaciones personales con sus compañeros de profesión y con sus propios lectores. El correo decía:
Amigo Nacho:
Te leo y te veo en los debates televisivos.
Corroboro casi todo lo que manifiestas en tus opiniones y en tus diagnosis,
pues pareces íntegro y moral en tus posiciones y certero en tus
reivindicaciones. Pero básicamente me sirves para otros menesteres a la hora de
mejorar mi posición ante la vida en este aprendizaje permanente. Y es que me haces
de espejo para verme en tu obstinado desdén y desprecio por los derechistas
habituales que polemizan contigo en esas tribunas, o al menos por su aparente
prepotencia y su subconsciente fascismo nostálgico, de orejeras
guerracivilistas carpetovetónicas ancestrales. Es tan notable.
Para mí es cada día más
evidente que, a la hora de mantener y defender posiciones ideológicas,
filosóficas o políticas, nos movemos indefectiblemente por el impulso
irrefrenable de genes grupales con los que cada uno nacemos dentro de nuestro
ADN, que nos delimitan y determinan por encima de nuestra presunta libertad, y
que así de manera automática nos hacen simpatizar con el otro o por el
contrario rechazarle. Básicamente, con matices varios, habría tres de esos
genes en la sangre humana (o si quieres en su alma): un gen que podríamos
llamar de izquierdas, otro de centro-derecha-izquierda y otro de derechas, y
así es, si nos fijamos, en toda la gente, cada uno tiene uno de ellos con
exclusión de los otros dos (algo así como si hay tres razas básicas
postdiluvianas, los hijos de Sem, los de Cam y los de Jafet, dominadas cada una
por una fuerza espiritual distinta). Con el correr de mi vida me va pareciendo
que lo difícil es superar la inercia de tales genes para trascender esa nuestra
marca estigmatizadora que nos impide ver al otro como lo que en realidad es: un
yo con genes “políticos” (o filosóficos si quieres) al parecer opuestos a los
míos, un ser humano como yo con un enfoque diferente al mío que, como él a mí,
me impide entenderle en toda su amplitud y profundidad. En principio sus meras
manifestaciones me impiden apreciarle más allá de sus “bordes” ideologías, pues
así de entrada el tío me lo pone difícil,
es totalmente distinto a mí, y no se entera de lo unidimensional, egoísta o
cegato que es, o al menos que a mí me lo parece.
Y eso que me es evidente al ver como se
produce en ti, y que también me pasa a mí de manera automática si no lo pongo
freno y remedio consciente, me temo que seguirá siendo así dentro de veinte
años cuando te vea o te lea en sucesivos debates y periódicos…
Y es que son bordes con
narices, reivindicarás una vez más con tu acostumbrada pasión tras sufrir sus
insultos o su intransigencia. Y si quieres encontrar todas las justificaciones
del mundo que validen tu opinión dirás, por ejemplo (ya que siempre hablas de
la memoria histórica) que ocasionaron casi un millón de muertos en nuestra
última guerra y posguerra, o que su eje se cargó a cincuenta millones de almas
en la segunda guerra mundial, y que sabe Dios de lo que serían capaces sus
actuales hijos y nietos, ahora pseudoneoliberales, si les dejaran. Y sin
embargo, más allá de sus genes raciales más o menos fascistoides, son tan hijos
de Dios como tú y como yo (y es igual que no creas). No te quepa duda de que su
visión, tan aparentemente diferente a la tuya y a la mía, por pertenecer casi a
otra galaxia, es interesantísima, si soy capaz de integrarla en lo que vale,
por encima de mis proyecciones automáticas (y genético-estructurales) sobre lo
distinto a mí que es “el otro”.
Y si no, cuidémonos tú y yo del
cáncer que nos estamos generando por la mala leche que nos provoca su talante y
por despreciarlos tanto, por no quererles nada….
Emilio Sáinz
Comentarios recientes