Cristo (Parte IV)
Un Cristo más alto que todas las iglesias
En los capítulos anteriores delimitamos algunas de las muchas dudas históricas (para los investigadores independientes) que rodean la mayor parte de los hechos respectivos a la figura de Jesús; hicimos referencia también a las matrices iniciales del Cristianismo (que lo legitiman como una perla brillantísima en el hilo dorado de la presentación pública de la Sabiduría Divina, Eterna y Universal); nos detuvimos un poco en los modos en que hombres sectarios e intolerantes (más tarde vistos como campeones de la ortodoxia) falsificaron esos orígenes, distorsionaron la realidad, destruyeron tesoros inmensos de Sabiduría que llamaron pagana y persiguieron a tantos de los mejores y más genuinos cristianos.
Un Cristianismo intemporal
Intentaremos ahora ver el significado de Cristo a la luz del Esoterismo, y sublimar la verdad intemporal (la Ciencia Espiritual) subyacente al Cristianismo, más allá de todos los circunstancialismos históricos, de todas las desfiguraciones y de todos los sectarismos a los que no quedó inmune.
En el primer libro que escribió Helena Blavatsky, “Isis sin Velo”, afirma en cierto momento: “ …Por Budismo, por consiguiente, entendemos la religión que significa literalmente la doctrina de la sabiduría y que precede en muchos siglos a la filosofía metafísica de Siddartha-Sakyamuni”. En el mismo sentido, escribió el Mahatma Koot Hoomi: Muchos prefieren llamarse budistas, no porque la palabra se vincule al sistema eclesiástico edificado sobre las ideas básicas de la filosofía de nuestro Señor Gautama Buda, sino a causa de la palabra sánscrita Buddhi: sabiduría, iluminación” 63, De forma similar, podríamos decir que por Cristianismo podemos entender la doctrina de todos aquellos que llegaron a volverse Cristos (de lo que esto significa hablaremos más adelante) y que por tanto no depende de la existencia de Jesús en un tiempo histórico específico, y menos todavía de cualquier otra interpretación, siendo en su consecuencia tal doctrina, como decimos, intemporalmente verdadera y sublime.
Grandes Instructores
Hace cerca de 2.500 años se vivió una de las épocas más notables de las que hay registro histórico. En diferentes partes del globo despuntaron Hombres y Eventos de rara grandeza, de cuya suntuosa luz aún hoy nos estamos beneficiando.
En la India, Siddharta Gautama se convirtió en un Buda, asomando al umbral del Para-Nirvana, después de (volver) a enseñar la Ley-Verdad (Drama) a los hombres, de señalarles el Octuple Noble Sendero que nos puede liberar de las garras de la ilusión y del dolor, estableciendo un código ético de perfección hasta entonces no asequible. Fue también la época de Mahavira, fundador o refundador de la religión jaimista y del gran Badarayna, reimpulsor del sistema vedantino. La Tradición Oculta afirma además que, pocas décadas después de la muerte de Siddharta, su Ego Astral encarnó como Shankara, el gran comentador del vedanta advaitista. En China dos grandes Instructores, Lao-Tsé y Confucio, dejaron un rastro de Sabiduría y Prudencia que aún hoy se estudian con admiración y reverencia. En Persia se vertió en escrito el Avesta, o al menos, algunas de sus partes. También, en el seno del pueblo judío, Esdras reunió y compiló los materiales que dieron lugar a la mayor parte de los libros del (conocido por los cristianos) Antiguo Testamento. En la Grecia Antigua irrumpió una cultura brillante, con filósofos, científicos, artistas y políticos de una estatura tal que aún hoy tiene sus discípulos, sus estudiosos, lo investigadores que encontraron allí una fuente prodigiosa de Conocimiento e inspiración –Tales de Mileto, Pitágoras, Platón, Anaximandro, Heráclito, Anaxágoras, Parménides, Empédocles, Aristóteles, Teofrasto, Leucipo, Demócrito, Hipócrates, Safo, Fidias, Apeles, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Heródoto, Tucídides, Xenofonte…- un nunca acabar de figuras notables.
Hace cerca de 2.000 años, en gran medida como consecuencia de esos movimientos anteriores, se verificó otra época extraordinariamente fecunda. También en la India, emergieron grandes sabios como Aryasangha, Asvaghosha o Nagarjuna; pero, como ya afirmamos en otro capítulo anterior, gran parte de ese vórtice giraba ahora a lo largo del Mediterráneo: los diferentes grupos gnósticos y/o cabalísticos de Egipto, de Judea, de Grecia; un tiempo de gran pujanza (tanto jurídica como literaria) de Roma; la gloriosa cultura de Alejandría; las ramificaciones del pitagorismo y del platonismo; seres de la grandeza de Jesús o de Apolonio de Tiana (del que volveremos a hablar más adelante) o, más aún, de Saulo de Tarso (san Pablo), Basílides 64, Valentín, Mación, Simeón Ben Jochai 65…
Fue en ese caldo de cultivo, en esa alforja de espiritualidad, acogiendo elementos de diferentes orígenes, pero que ya se coloreaban con lo que llamamos la “civilización occidental”, donde el Cristianismo despuntó. Y, por el contexto geográfico en que surgió, se revistió naturalmente de los arquetipos, de los términos y de los contornos que se adaptan a la mentalidad más occidental (en contraposición, por ejemplo, a la notable matriz de la espiritualidad hindú, a la cual tanto debemos, y donde en última instancia encontramos las raíces primitivas de la generalidad de las religiones y tradiciones espirituales llegadas hasta hoy).
Cristo y Sophia
Los errores, los equívocos, las contradicciones y hasta iniquidades que, según ha quedado demostrado, caracterizaron los caminos de la Religión Cristiana –en sus numerosas ramificaciones, sectas e Iglesias-, y sobre las cuales ya hablamos (muy parcialmente) en el capítulo anterior, no nos impiden reconocer el carácter sagrado del Cristianismo. En él encontramos, una vez más, la (re)afirmación de la Ciencia Espiritual, de la Sabiduría Eterna y Universal. En él encontramos la ética sublime de todos los Grandes Maestros e Instructores de la Humanidad y, de una manera muy particular, la promulgada por el Señor Buddha Gautama (cuyos ecos son manifiestos en el Cristianismo). En él encontramos las referencias del camino que habrán de trillar todos los que se disponen a seguir los pasos de los Grandes Seres (los Maestros de Sabiduría y Compasión), en que, mejorándose a sí mismos, mejorarían a su vez al mundo. Encontramos todo eso, y presentando un lenguaje que (a los occidentales) nos toca y nos conmueve en los cimientos, porque se adapta a nosotros maravillosamente, y porque se revistió de una belleza avasalladora, en una obra prima del Señor Cristo y de los grandes sabios gnósticos y cabalistas que redactaron la matriz prístina de lo que vinieron a ser los Evangelios.
En efecto, en la perspectiva esotérica, confirmada por cualquier estudio de religiones comparadas que no sea conducido bajo la égida del preconcepto de la superioridad de alguna de ellas en particular, hay un hilo conductor y una verdad común subyacente a todas las grandes Tradiciones Espirituales y Religiosas. Cada una de ellas mientras tanto está especialmente adaptada a un determinado contexto geográfico y cultural, a un determinado momento histórico, a un determinado tipo de necesidades y de tendencias, a una determinada fase evolutiva de la Humanidad. Es por eso que las Religiones son bellas en el color y en la riqueza de su diversidad.
Jesús…
El Cristianismo, en su matriz original, llegó así en el tiempo justo: cuando se requería una revigorización ética, sangre nueva en la vivencia espiritualista, reforma de rutinas y prácticas religiosas externas, síntesis de varias lineas religiosas que hervían a lo largo de la costa del Mediterráneo. Apareció en las zonas geográficas donde se recogieran los ecos de la Tradición oriental y se rasgó el camino para Occidente, donde surgiría una Civilización pujante (muchas veces también en su vertiente negativa), a la que, en su mayor parte, se adecúa mejor la formulación cristiana. Hace vibrar una tónica de atención delante (del dolor) del mundo externo, de postura activa –y no de mera renuncia pasiva-. Aunque equilibrada por una fuerte componente emocional 66.
Mientras tanto la Humanidad precisa de figuras de referencia, de un sentido de lo maravilloso y de la presencia de Seres no sujetos a la condición humana; para que ella pueda entusiasmarse y erguirse de su consciencia habitualmente rastrera, precisa de algo más concreto a lo que se pueda agarrar que las elevadas concepciones metafísicas –aunque éstas sean imprescindibles para quien pretenda desarrollar los niveles cognitivos y existenciales superiores y trillar consciente y determinadamente el camino de la espiritualidad. Necesita, eso sí, que se personalicen las cosas, necesita de historia(s), de leyendas, de mitos (en su debido sentido simbólico y abstractamente verdadero).
Una obra prima
Cualesquiera que hayan sido las fechas y las circunstancias exactas de la vida de Jesús, se eligió su figura ejemplar para, a su vez, construir toda una historia donde está expuesta la existencia típica de todos los Salvadores del Mundo, simbolizando el camino evolutivo de todo Discípulo, bien como las grandes coordenadas cosmogónicas 67, 68; para atribuirle la paternidad de innumerables enseñanzas de altísimo valor; para además elevarlo a referencia inspiradora. Se virtió una gran Sabiduría (Ciencia Espiritual) en frases y episodios de belleza profundamente vibrante, capaz de impregnar hasta los corazones más empedernidos. ¿Quién puede quedarse insensible al Sermón de la Montaña?
Se condensaron tesoros interminables de Conocimiento Espiritual en máximas muy simples en apariencia (y por eso susceptibles de ser entendidas hasta por los menos preparados) pero con capas de significados más profundos, más internos, más esotéricos (a los que pueden acceder los que tienen otra exigencia y sutileza). Tan extraordinaria fue la obra de los que construyeron la matriz y los textos a partir de los cuales, añadiendo diversos materiales, se generaron los Evangelios y los demás libros del Nuevo Testamento que, a pesar de todas las (tanto piadosas como malévolas) falsificaciones, cortes y adiciones, desvirtuaciones y traducciones sin ciencia, una luz fulgurante aún continúa brillando a través suyo.
En vasos nuevos
Lo que se ha dicho no significa que Jesús no haya existido históricamente. Y menos aún que no haya sido una figura de pureza, sabiduría y valor extraordinarios. Simplemente, los primitivos cristianos 69, los detentadores de la Gnosis y de las llaves cabalísticas que escribieron los textos más antiguos con enseñanzas atribuídas a Jesús y relatos de estos o aquellos episodios, nunca pretendieron transmitir Su vida histórica exacta. Ni tampoco se ocuparon de detallarla. Ellos transmitían una Verdad mucho mayor –por intemporal, por válida perennemente- que los meros hechos históricos concretos. Más tarde otros cristianos, más ignorantes, tomaron al pié de la letra esas narraciones, generando así fraudulentamente las (supuestas) pruebas de su exactitud histórica 70 –sin conseguir evitar de paso groseras incoherencias- y convirtieron a la religión cristiana, en tantos aspectos, en una ciega creencia. De esta forma, perdiendo la grandeza de los símbolos subyacentes, hicieron artículo de fe (¿?) de la creencia de que la Resurrección de Jesús, la virginidad de María, la concepción por la acción del Espíritu Santo, etc., etc., fueron hechos históricos literales (y, a falta de mejor argumento, invocaron el vergonzoso no-argumento Credo quia absurdum –¡Creo porque es absurdo!-). Todo esto es el Mito (con profundo significado, si es claramente entendido y asumido como tal). No obstante, la grandeza de Jesús resiste y en nada sale disminuída, sino muy al contrario. Si él fuera el Dios único, absoluto y omnipotente que las Iglesias hacen creer, entonces no podríamos apreciar su mérito ni comprender porqué no vino antes al mundo, sin dejar de sentirnos desconcertados; pero, como hombre que se volvió maravillosamente perfecto él es digno de toda nuestra reverencia y gratitud.
¿Qué decían los Gnósticos cristianos de Jesús? Ellos afirmaban que “Jesús era un hombre ensombrecido” 71 por el Christos o Mensajero de Vida” 72. “Los primeros Nazarenos 73 sostenían su (de Jesús) respeto a la misma doctrina del ‘ensombrecimiento’ divino de ciertos ‘hombres de Dios’, enviados para la salvación de las naciones, y para conducirlas al camino del bien (…) Cristo (el “ungido”), el príncipe de los Aeons, fue enviado, y tomando la forma de un devoto judío…” etc. “Después de que Jesús nació, Christos, el perfecto, uniéndose a Sophia, descendió a través de las siete regiones planetarias (…)y así Christos entró en el Hombre Jesús en el momento de su bautismo en el Jordán” 74, 75.
Sabiduría antigua…
Sophia es, en las concepciones gnósticas y cabalísticas, el Espíritu Santo, la Mente Universal, el Logos femenino, la Sabiduría Ordenadora del Mundo, para las leyes Divinas. La Virgen Sophia, la Sophia Celestial es, en el Arbol de la Vida, “La de la izquierda”, Binah, coronando el Pilar femenino del Rigor. Y Christos, “sentado a la derecha de Dios” 76 (dios aquí referido a Kether la más elevada de las Sephiroth y que está en lo alto de la Columna del Medio, el Pilar del Equilibrio) corresponde a Chokmah, coronando la Columna Masculina de la Misericordia. Tenemos aquí manifiestamente aludida la estrecha e imprescindible unión de esos dos pilares o columnas, la de Cristo y la de Sophia (correspondientes a Yakin y a Boaz).
Chréstos y Christos
Continuemos avanzando por las pistas señaladas por la Gnosis Divina, distinguiendo Cristos y Chréstos (término muy anterior al año 1 de la Era Cristiana, pues ya en el siglo V A.C. Esquilo, Heródoto y otros lo utilizaban). En su Glosario Teosófico Helena Blavatsky escribió: “Chrestos significaba un discípulo puesto a prueba, un candidato a la dignidad de Hierofante. Cuando el aspirante triunfaba, a través de la iniciación, de grandes pruebas y sufrimientos, y había sido ungido (…) su nombre era transformado en Christos, el “purificado”, en la lengua del misterio o esotérica. En la simbología mística, realmente, Christés o Christos significaba que ya se había recorrido el “Camino”, el Sendero, o alcanzado la meta; que los frutos de un arduo trabajo para unir la efímera personalidad de barro con la Individualidad indestructible, habían conducido a la transformación en un Ego inmortal” 77. Así, Jesús el hombre, puro y sublime, un Chrestos o discípulo en el Camino ascendente, había llegado a ser un poder mayor, Christos, al conseguir realizar la unión permanente con su Espíritu, la Mónada Divina, el Padre (“Yo y el Padre somos uno”). En ese estado crístico, Jesús se volvió apto para ser el vehículo de una Entidad (aún) más excelsa, un Maestro de Maestros, el Cristo manifestado en Jesús.
Todos los hombres pueden llegar a formar a Cristo en sí mismos (usando la expresión de San Pablo en la Epístola a los Gálatas, 4:19). De hecho, todo aquél que nace de la carne (la Personalidad), puede subordinarse al Hijo del Hombre (el Mental Superior, el Pensador); y éste, a su vez, puede llegar a ser un Hijo de Dios, la Tríada Monádica en el Hombre: Atman (Espíritu; Voluntad de Ser), Buddhi (Intuición, Razón Pura) es el aroma, la quintaesencia de Manas (la Mente Abstracta). El despertar, en cada hombre, del Cristo Interno (que se manifestará cuando los vehículos de la Personalidad ya no lo obstaculicen) es el gran objetivo que se nos ha propuesto, conforme a las palabras de San Pablo: “Cristo en nosotros, esperanza de Gloria”; “¡No soy yo el que vivo, sino que es Cristo el que vive en mí!”.
Grandes momentos históricos
La grandeza de Jesús está en haber realizado lo que nosotros estamos aún (más o menos) distantes de alcanzar y, de ese modo, haberse convertido en un (no en el) hijo de Dios, en un (no en el) Salvador del Mundo, en un (no en el) Gran Portador de Luz, en un (no en el) Gran Médico del Mundo, como Krishna, Zoroastro, Hermes, Gautama, Shankara y muchos otros. La reverencia por uno de esos Grandes Seres, no impide que reverenciemos a otros. La belleza del azul, no quita la del amarillo, del verde, del rojo o de otro color en el que la luz se diferencie. Hace dos milenios, el Señor Cristo confirió un impulso más en el desarrollo de la Humanidad, por medio de figuras notables para la Sabiduría y para el Amor, entre las cuales Jesús fue un exponente. Como ya vimos, son discutibles y confusas las circunstancias exactas de Su vida, comenzando por la fecha de su nacimiento. En cuanto a ésta es bien probable que las fechas aproximadas que se consagran en kos Evangelios y en la Leyenda Cristiana tuviesen el objetivo de referirse a la conjunción, en los Años 7-6 A.C., de Júpiter y Saturno, en el signo de Piscis –una señal de manifestación mesiánica- 78 consagrando así a Jesús como un Avatar y, particularmente, como el Gran Instructor (o mejor dicho, su vehículo) de la Era astrológica pisciana, entonces todavía en sus albores. Curiosamente, es por esos años en los que se sitúa el nacimiento del gran Apolunio de Tiana, a veces llamado “el Cristo griego”, cuya vida y enseñanzas son idénticamente ejemplares y sublimes 79.
Conclusión
La mentalidad común aún se caracteriza por un unilateralismo sectario (solamente una religión sería verdadera, constituyendo todas las demás falsas o meras falsificaciones, hechas a ciegas), por un relativismo escéptico (los fundadores de religiones eran todos más o menos bien intencionados, pero nada más que eso) o, más contemporáneamente, por un individualismo sin exigencia de la verdad (de cada religión sirvámonos en lo que pueda servir a nuestros intereses o caprichos, que eso de la verdad “es una cosa muy relativa” y en la religiosidad no hay ciencia).
De una forma totalmente diferente la Sabiduría Oculta sostiene la existencia de una Gran Fraternidad de seres que, habiendo alcanzado la cima de la perfección humana, están naturalmente enlazados y en sintonía en un trabajo en pro de la verdadera evolución, del ennoblecimiento, del progreso espiritual de todos nosotros. Todos ellos se volvieron ya Cristos. Así, Cristo es universal, antes o después de la venida de la religión cristiana. Que puedan por lo tanto todas esas religiones reconocer el tronco común del que proceden y reencontrar el Conocimiento Sagrado, sólido y fidedigno, fundamentado y demostrado, que sustituirá el tiempo infeliz de las creencias que tanto mal trajeran al mundo (fue precisamente en nombre de creencias religiosas, políticas, raciales, etc., que se cometieron las mayores atrocidades). Entonces podrán cesar los fanatismos y fundamentalismos, el triste separatismo que ensombrece la historia de la Humanidad, que ha caminado ciega, perdida y gastada por la ignorancia y por la ilusión. Entonces caminaremos hacia el surgir de la Tierra Una, hacia el advenimiento del Hombre Universal. Entonces, conforme las palabras del Apóstol Pablo (Colonenses, 3:11-16) “… no habrá ya griego o judío, ni bárbaro ni de aquí, ni esclavo ni libre, sino solamente Cristo, que será todo en todos. Por tanto, como elegidos de Dios, santos y queridos, revestiros de misericordia arraigada, de bondad, humildad, dulzura y paciencia. Soportaros unos a otros y perdonaros mutuamente, siempre que tuvierais queja contra otro. Como el Señor os perdonó, así perdonad también vosotros. Pero, por encima de todo, revestiros de amor, que es el vínculo de la perfección. Que triunfe en vuestros corazones la paz de Cristo, para la cual fuísteis llamados a fin de formar un solo cuerpo. Y sed agradecidos. Que la palabra de Cristo permanezca entre vosotros en toda su riqueza, de modo que con toda la sabiduría os podais instruir y exhortar mutuamente”.
José Manuel Anacleto
63 En “Cartas de los Mahatmas para A.P. Sinnet”.
64 Basílides fue otro de los grandes instructores gnósticos. Nació en la segunda mitad del Siglo I murió a mediados del siglo Ii: En torno al 125 enseñaba en Alejandría. Afirmabda hber recibido su doctrina de los Apóstoles Mateo y Pedro, a través de Glauco. Fue autor de 24 volúmenes de comentarios a los Evangelios, quemados porfanáticos. Con idesa platónicas ( e incluso con elementos aristotélicos y estóicos), mazdeistas (incluyendo una noción de dualismo universal), hinduistas (escribió un libro sobre espiritualidad hindú) y en general de los Misterios, trató de luchar contra la disociación del Cristianismo de la Sabiduría Universal. A pesar de todas las adversidades y oposiciones que se levantaron contra él, obtuvo un éxito considerable: su sistema tuvo gran influencia hasta el Siglo IV (cuando desapareció a consecuencia de las persecuciones desencadenadas por el poder religioso y temporal romano). Anteriormente los basilidianos estaban en gran número en Egipto y en el Sur de Europa.
Encontramos en Basílides un sistema de fuerzas divinas, en serie descendente de esplendor y pureza, desde la más alta e inefable (Abraxas), y descendiendo en numerosas emanaciones (eones, correspondientes a las Sephiroth cabalísticas) que en las diversas subdivisiones moraban en una serie de 365 esferas celestiales. La esfera inferior es la habitada por la raza humana y gobernada por un Demiurgo inferior (Jehová…). La palabra mítica Abraxas designaba al arcoonte que regía el ciclo solar y reunía la potencia de los 7 planetas: el nombre tiene 7 letras. En griego el valor numerológico de estas letras suma 365, siendo manifiesto en este valor la correlación de la Tierra con el Sol. El (los) Mundo (s) no son creados (directamente) por la Suprema Divinidad (Padre Oculto, Inefable): de éste emanó el Nous o Pensamiento (Divino), que emanó el Logos, o Verbo Creador. De éste emanaron las inteligencias, y de éstas Sophia (Sabiduría creadora) y Dynamis, la Fuerza Creadora.
Sobre Basílides recomendamos el ensayo “Gnostic Man: The Doctrine of Basílides”, de Giles Quispel, publicado en “The Mystic Vision”.
65 Simeon Ben Jochai fue un gran (instructor) cabalista del Siglo I. Según una tradición, dos de sus discípulos, los rabinos Aliecer y Abba, sobre la base de sus enseñanzas, habían escrito el Zohar o, al enos, parte de esta excelente obra cabalística
66 Diversos autores han señalado que el Cristianismo tiene mucho de Bhakti Yoga (el Yoga de la Devoción). Ello podría achacarse en gran medida al hecho de haber surgido (en sus inicios) de una Era de 6º Rayo, el Rayo de la Devoción, de la Dedicación, del Idealismo ardiente.
67 En este sentido cosmogónico, Cristo se configura como el Logos o Verbo, como vemos por ejemplo en el Evangelio segundo de San Juan, en varias Epístolas de San Pablo y en innumerables evangelios “apócrifos”. El estudio de la cosmogonía, muchas veces ininteligible o visto como árido –hasta falto de interés- por el vulgo, es la combre del Sistema Esotérico, del Conocimiento Espiritual. La genuína Tradición Oculta es detentadora de un extraordinario acerbo de datos, precisos y de fascinante rigor, sobre la Cosmogonía, enseñados a los que son aptos para el desarrollo de la Intuición y de la Mente Abstracta. Cuando se dirigen a la Humanidad común, para presentar una enseñanza necesariamente más simple, es frecuente sin embargo que los Maestros de Sabiduría no desarrollen tales temas.
68 Aquí está subyacente la distinción entre el Cristo histórico, el Cristo mítico y el Cristo místico.
69 Sobre los (verdaderos) cristianos originales, nos remitimos al Capítulo Ii de este artículo y también al Vol. IIi de “Isis sin Velo” de Helena Blavatsky, y también a “Los Misterios de Jesús” de Timothy Freke y Peter Gandy.
70 Repárese en que en el Credo, resumen de la “fe cristiana” en escasísimas frases, consta la afirmación “Padeció bajo Poncio Pilatos”. ¿Sería tan importante que la crucifixión hubiese ocurrido bajo Pilatos o bajo cualquier otro representante del poder imperial? ¿O ésta es apenas una forma de enfatizar un elemento de la historia literal de la vida de Jesús, justamente por ser un elemento controvertido?.
71 “Ensombrecer” corresponde aquí al “Overshadow” de los ingleses, queriendo decir que un poder espiritualmente más elevado flotaba sobre Jesús, iluminándole y conduciéndole.
72 H.P. Blavatsky, “Isis sin Velos”.
73 Sobre los “nazarenos” cfr. el Capítulo II y además el “Glosario Teosófico”.
74 Charles William King, “The Gnostics and their remains” .
75 H. P. Blavatsky, “La Doctrina Secreta, Vol. V” o “Escritos seleccionados, Vol. XIV”; William Q. Judge, “Ecos del Oriente”, Vol.III.
76 Marcos, 16:19; Efesios, 1:20; Colonensses, 3:1, etc.
77 La expresión “personalidad de barro” se refiere al Cuaternario Inferior (Kama-Manas, o Deseo-Mente Inferior; Linga Sharira, o Doble Astral; Prana o Vitalidad, y el Cuerpo Físico) y alude al Adán de Barro del Génesis (2:7), el producto del trabajo de los Pitris Barishad o Pitris Lunares (La Humanidad de una Cadena o gran Ciclo Planetario precedente).
78 Hecho probablemente prevenido en el episodio de los Tres Magos de Oriente y de la Estrella a la que seguían.
79 A pesar de haberse intentado, y en gran medida con éxito, apagar de la memoria de las gentes la figura de ese gran sabio al estilo pitagórico, su extraordinario conocimiento, su incorrupta pureza y sus poderes taumatúrgicos están claramente documentados. Entre otros testimonios, la vida de Apolunio está narrada en una biografía escrita por Filóstrato, cerca de 100 años después de su muerte. Ese lapso de tiempo no pellizca para nada la historicidad de Apolunio, en relación al cual hay muchas más certezas que en relación a Jesús. En efecto Filóstrato tenía a su disposición noventa y siete cartas de Apolunio (cedidas por la emperatriz Julia Domna, segunda esposa de Séptimo Severo), los libros de Moerágenes y el diario de Damis (compañero de viajes de Apolunio). El gran sabio de Tiana vivió, grosso modo, todo el primer siglo de la Era Cristiana (tal vez pasando en ambos sentidos los límites de ese siglo). Fue seguramente uno de los grandes maestros y benefactores que hayan vivido en el seno de la Humanidad. Filósofo, taumaturgo y médico (de cuerpos y de almas), por donde quiera que pasase insuflaba un nuevo rigor ético y un nuevo flujo de vida espiritual (sin distinciones sectarias de religiones)). El efecto moralizador y humanizador que inculcó en algunos de los principales dirigentes del Imperio Romano, incluyendo algunos buenos emperadores, fue magnífico. Es un pena que a partir de un determinado momento la Iglesia Cristiana lo viese como a un enemigo y no como un perfecto complemento de Jesús. San Justino, el mártir, preguntaba: “¿Cómo explicar el hecho de que los talismanes de Apolonio tienen el poder de calmar el furor de las olas, la violencia de los vientos y las envestidas de los animales feroces y que, así como los milagros de Nuestro Señor se conservan apenas en la tradición, los de Apolonio son más numerosos y se manifestaron realmente en hechos tan concretos que arrastran a todos los que asisten a ellos?”. Apolonio nació en Tiana (en la Capadocia, Asia Menor) y, en el curso de una existencia prodigiosa, viajó por todo el Imperio Romano, estuvo en la Península Ibérica, y llegó a India y a las regiones transhimaláyicas, donde entró en contacto con algunos de los Grandes Maestros de la Ciencia Espiritual. En la última fase de su vida instituyó una Escuela en Efeso.
Comentarios recientes