Los Tres Reyes Magos
La aparición de los Tres Reyes Magos ante el Niño Jesús, recién nacido fue un hecho histórico; sin embargo, obraba en la historia la fuerza del mito. Un hecho tal, representa un acontecimiento espiritual en una envoltura de procesos sensoriales. Quien oye un mito verdadero percibe intuitivamente en su alma, el halo de un acontecimiento espiritual que está reflejado en la imagen.
De ahí, la gran fuerza de atracción por mitos y cuentos auténticos. La verdad ilumina cada corazón. En esto coinciden, en cierto modo, la historia y el mito. Era así como se sentía también el contenido espiritual de la venida de los Tres Reyes Magos desde Oriente hasta el Niño de Belén, profundamente en la subconsciencia, como el momento significativo e indispensable del secreto de Navidad.
Rudolf Steiner ha revelado múltiples aspectos profundos de este hecho espiritual-terrenal y los ha relacionado con la vida de los Antiguos Misterios.
“Cada mito”-indica Rudolf Steiner-“tiene siete aspectos justificados 1). También el corto relato del Evangelio de San Mateo puede conducir a través de
Los tres sabios o magos, como también se les llama, habían sido figuras majestuosas cuya sabiduría y experiencia espiritual inducía a veneración: Reyes en la esfera espiritual.
Ya sus nombres indican trasfondos de misterios de los tres hombres santos. Gaspar; significa traducido, Administrador de tesoros; Melchor, se refiere a la palabra semítica “Melech”, lo que quiere decir “rey”. Y Baltasar es la misma palabra que Bodisattva, lo que no quiere decir que el portador de este nombre lo fuera, pero que quizás fue inspirado por alguno de ellos. Procedían de tres diferentes santuarios.
Pero ya habían finalizado aquellos maravillosos tiempos de antaño en los que los templos de misterios eran al mismo tiempo moradas terrenales de los dioses y donde Éstos regalaban a los seres humanos –a través de los sabios sacerdotes– aquello que les tenían que dar como dones del cielo.
Ya tres siglos y medio antes, en los misterios orientales, en el fondo misterios en decadencia, se conservaban tradiciones que hacían surgir en ciertos seres fuerzas clarividentes. Pero lo grandioso del tiempo antiguo, ya no existía.
Reinaba un ambiente de profunda tristeza en estos antiguos lugares santos.
Alejandro Magno había querido llevar a los sabios de Oriente el consuelo de la ciencia natural aristotélica y su nuevo arte de pensar. Pero los altares permanecieron mudos, las estrellas ya no hablaban a los hombres y los sabios responsables de los misterios se sentían abandonados de la guía divina del hombre y de la humanidad. Tres siglos más tarde, la caída era más profunda aún.
Ahí hablaban malignos demonios antihumanos desde los altares: “El paganismo había llegado al extremo de tener por dioses a los demonios, y más aún, de representar en los ídolos, imágenes de las potencias demoníacas atraídas por las ceremonias; demonios que penetraban y se posesionaban de las gentes que allí estaban”.
Uno tiene que representarse tales sabios de oriente en su fondo anímico.
La grandeza de estos hombres radica entre otras cosas, en que tienen un horizonte mucho más amplio que otros, que pueden identificarse completamente con las cuestiones de un pueblo entero y hasta con el destino de la humanidad. Los Tres Sabios llevaban en sus almas preocupaciones profundas.
Otra cosa les preocupaba aún más: La conducción espiritual divina de la humanidad. Para los tres Sabios de Oriente –Reyes Espirituales– no puede haber sino un secreto, el que la humanidad fenecía con los cambios de los tiempos.
Los miembros constitutivos del ser humano ya estaban impregnados por Lucifer de tal forma que de las fuentes cósmicas no podían recibir nada. El aislamiento de las fuerzas originales significaba el marchitar y morir de los correspondientes miembros del ser humano. Ni siquiera podía conservarse lo espiritual del cuerpo físico, el fantasma.
¡Cuanta angustia mortal habrá pasado por el alma de los sabios sublimes capacitándoles para recibir las revelaciones grandiosas que les impulsaron a ir a Palestina y que les guiaron en su camino! La profecía de salvación sobre el Mesías no solamente se conocía en Israel; todos los grandes lugares de iniciación del mundo antiguo conocían
El Evangelio relata que como presentes, llevaron al niño: incienso, oro y mirra. Las tres sustancias son materias de culto sacramental. Se ofrecían en servicios divinos. Se “sacrificaban” (la palabra ofrecer en latín significa offere) y de allí se deriva “sacrificar”. Que quiere decir el sacrificio de incienso, oro y mirra.
El incienso sube hacia arriba; como el más alto de los sentimientos, la devoción se eleva sobre nosotros al mundo. Con nuestros sentimientos no quedamos distanciados como con los pensamientos; ya la palabra sentir demuestra que uno sale de sí mismo. Nos llenamos con sentimiento de devoción que dedicamos al objeto en cuestión. Así como el incienso, a semejanza de una nube, llena el aire con su fragancia. El sentir tiene su fundamento en el cuerpo etérico. En el estado del Antiguo Sol de
La cultura de
Desde tiempos primordiales se conocía el oro como expresión terrenal de la luz de la sabiduría. La fuerza de representación con la cual se puede comprender la sabiduría, tiene su sede en el cuerpo astral, que se llama también cuerpo de luz. El oro lo ofrece aquel rey en cuya patria se continuaban cultivando los misterios cúlticos persas. El sabio que sacrificó el oro será el impulsor de
La mirra es una sustancia sacral, que entre otras, se usaba para la conservación del cuerpo físico en los embalsamamientos cúlticos especialmente en Egipto. Tiene un efecto densificante, astringente. La corriente mistérica egipcia se caracteriza, entre otros, por su cultura de momias y tumbas, de los templos de roca y pirámides de piedra que son expresión de la atadura del hombre a lo físico-terrenal. Otras características del espíritu del Antiguo Egipto que menciona Rudolf Steiner son la agrimensura y la geometría, la medicina y el cuidado del cuerpo físico, el descubrimiento y los secretos del espacio y la práctica de sabiduría de épocas anteriores para la comprensión del plano físico. Se practicaba también la momificación para implantar el amor a las experiencias en el mundo físico. El cuerpo físico es la base de la voluntad. La ofrenda de la mirra expresa el sacrificar de la voluntad y al mismo tiempo el cuerpo físico. La quinta época cultural, la nuestra, tiene como tarea desarrollar el alma consciente, que tiene que ser llevada en la voluntad y ésta se desarrolla en el hombre a través de la confrontación del alma en el cuerpo físico. A menudo, Rudolf Steiner habla de la relación de nuestro tiempo con el de Egipto y dice que el último plantó los gérmenes para la orientación volitiva actual hacia el mundo exterior.
Con el incienso, el oro y la mirra los Tres Reyes Magos ofrecieron su sentir, su pensar y su voluntad; y al mismo tiempo “sacrificaron” también cada uno aquel miembro constitutivo en cual se fundamenta la fuerza anímica correspondiente. Ofrecieron al Yo (mayúscula) el cuerpo anímico, el cuerpo vital y el cuerpo físico para que llene estos cuerpos, los transforme y los espiritualice para que en el futuro puedan nacer el Yo Espiritual, el Espíritu de Vida y el Hombre Espiritual, de las envolturas marchitas y decadentes. El legado del Padre se había consumido, la luciferación de las envolturas humanas había llegado a su límite. La humanidad en su sentido intrínseco sigue viviendo porque el Cristo, el Yo de la humanidad ha empezado a penetrar como impulso de nuevo futuro al ser del hombre. El culto santo de los tres magos ante el niño Jesús, debía abrir este camino. El pasado humano en su totalidad se ofreció como sacrificio al Cristo para que lo redima y lo lleve hacia el futuro. Un culto sacramental es un acto físico que tiene que tener consecuencias espirituales. La ofrenda de incienso, oro y mirra a través de los Sabios Sacerdotes de oriente fue un acto de sacrificio en nombre de toda la humanidad. Con este acto, los tres hombres se habían unido de forma más profunda al Cristo y no podía quedar sin efecto kármico para aquellas personalidades. En la conferencia mencionada más arriba, Rudolf Steiner describe que esas tres individualidades murieron pronto después de su viaje, reencarnando al poco tiempo en Palestina. De nuevo hubo un encuentro decisivo con el Cristo. Fueron los tres seres humanos que el Cristo resucitó: la hija de Jairo, el joven de Nain y Lázaro-San Juan.
Hemos aprendido a entender que las experiencias anímicas de una vida terrenal se expresan en la constitución física de la próxima vida. Los tres sabios habían experimentado desconsuelo mortal ante la decadencia cultural, la desaparición de los misterios y la resecación amenazante de todo el ser humano. Las tres muertes que se describen en los Evangelios, no tuvieron una causa exterior; estaban condicionadas por la constitución de las tres envolturas correspondientes que pertenecían a los tres jóvenes que en su última vida habían ofrecido en sacrificio.
“La hija de Jairo es” –así dice Rudolf Steiner– “aquella individualidad que ofrendó en su día el incienso”. Ahora, en su duodécimo año de vida, está en el umbral de la muerte. No puede salir de la fase evolutiva en la cual se conforma el cuerpo etérico. Se queda en la situación de las fuerzas vitales puras, virginales, se queda anclada en un periodo de pasado y no puede seguir desarrollándose. La niña languidece en un cuerpo etérico endurecido que no quiere dar a luz al cuerpo astral. Con las palabras “Thalita Kumi” (doncella, levántate), el Cristo introduce en lo femenino-etéreo el germen para el Espíritu de Vida (Budhi) del futuro. Al final de la séptima época cultural estará superada la división de los sexos y la actual forma de engendrar a través de la influencia luciférica. El sacrificio del cuerpo etérico habrá encontrado su meta.
Es sabido que la resurrección de Lázaro-San Juan, tiene aspectos increíblemente profundos y extensos que no pueden ser tocados en este contexto. El sacrificio que el representante de los misterios solares persas había ofrecido ante el niño Jesús junto con el oro de sabiduría ahora se había transformado en la pobreza de Lázaro. El rico joven había donado sus riquezas espirituales y seguía a su maestro. El pasa hambre y los demonios le persiguen, los perros lamen sus heridas. No puede vivir sin la herencia antigua, sin las capacidades anímicas ricas del pasado. El se muere por el empobrecimiento del cuerpo astral, pero la fuerza espiritual Solar del Cristo le llama cuando le resucita de la muerte. Bajo la cruz Cristo le une con la nueva sabiduría, con la “Virgen Sofía” (María), la cual da a luz al Yo Superior, el Yo Espiritual. Sus últimas palabras son: hijos amaos los unos a los otros. Rudolf Steiner indica que la naturaleza característica de la sexta época cultural, la época de Manas será: fraternidad, ciencia espiritual, libertad religiosa.
Lo anímico-astral (el cuerpo astral) es lo que más cerca está del yo. Lo primero puede ya hoy acoger al espíritu y transformarse. La sustancia del Cristo puede entrar plenamente en San Juan, en él, el Cristo puede conseguir una iniciación total. San Juan se queda con Cristo, está al pie de
La individualidad del muchacho de Nain, en su día, junto con la mirra había ofrendado al Cristo su voluntad, y con ella su cuerpo físico. Como representante del impulso cultural egipcio. El Evangelio de Lucas lo introduce como el hijo de una viuda –los iniciados egipcios se denominaban así-. Él muere en el periodo de la pubertad -Rudolf Steiner llama a esta edad también la edad de la madurez juvenil-, cuando el adolescente irrumpe al mundo exterior a través del sistema óseo. Cada desarrollo consiste en un ir hacia abajo y arriba. En el “hacia arriba” se conquista el cuerpo astral, y en el “hacia abajo” el cuerpo físico. El muchacho de Nain se encuentra con el Cristo en el exterior de la muralla de la ciudad, pero como cadáver. Se ha liberado del aprisionamiento de su cuerpo, pero eso lo hizo morirse. El alma consciente sólo superará su atadura mortal a lo material si se llena con el impulso crístico a través de su fuerza volitiva. Con la resurrección del muchacho de Nain, Cristo implanta el brote de redención en el cuerpo físico y lo entregó de nuevo a su madre –al ser maternal del cual surgió físicamente-.
Así vemos que las tres resurrecciones tienen su punto de partida de tres partes diferentes del ser humano –que esta vez se sacrificaron de forma mucho más real– y por eso se realizaron en seres humanos de tres edades diferentes: en la niña del segundo septenio, en el muchacho del tercer septenio y en el hombre joven en el cuarto septenio. La primera resurrección se lleva a cabo en la casa paterna, la segunda en el camino ante la puerta y la tercera en un sepulcro de roca. La primera a la orilla del lago de la ciudad “propia” de Cristo, en Cafarnaún, la segunda en Naín, al pie del monte Tabor, y la tercera en Judea, en la tumba de Betania. La primera en la hija de un “padre” noble de sinagoga, la segunda en el hijo de una “madre”, la tercera en el hermano de dos “hermanas”, de las cuales una era muy femenina, la amorosa, entregada, María Magdalena y la segunda con rasgos más masculinos, activa hacia fuera.
En la luz del karma humano y de la humanidad, brillan las ofrendas de sacrificio de los Tres Reyes Santos y sus resurrecciones de la muerte, al mismo tiempo natural y misteriosa, como dos focos de toda la historia humana, como los lugares de reunión del pasado del mundo y del futuro del mundo entero-Uno, puede entender intuitivamente que este motivo primordial, único del devenir de la humanidad, resurge de nuevo en los momentos decisivos de la historia: En el tiempo del culto de Micael en el cambio al siglo XVIII, el espíritu humano más grande de aquel tiempo, Goethe, recibió la inspiración para su cuento en el cual tres reyes se levantan y ofrecen sus insignias a un joven y después del comienzo del tiempo de Micael, Rudolf Steiner deja obrar en su Drama Misterio “
Hoy se habla mucho de la desmitologización de
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