El Arte de Curar y la visión científica espiritual
Conferencia pronunciada el día 17 de junio de 1924 (GA 319 1ª)
La dirección de
Será necesario que esta noche dé una especie de introducción y que el tema propiamente dicho de “la fecundación del arte de curar por la antroposofía”, sea tratado en las dos próximas conferencias, ya que, para satisfacción de los organizadores, han venido muchas personas que aún tienen pocos conocimientos de Antroposofía, y las conferencias sobre un tema tan específico estarían “descolgadas” si hoy no diese una conferencia introductoria que versara sobre Antroposofía en general, para después referirme a lo que toca específicamente a
Antroposofía no quiere ser aquello que se le atribuye desde muchos sectores, es decir, una especie de sectarismo o misticismo, sino que quiere ser una contemplación seria del mundo en un sentido científico, solamente que esta contemplación del mundo ha de ser dirigida al campo espiritual con la misma seriedad con la que hoy acostumbramos a usar los métodos científicos en el campo material.
Ahora bien, puede parecer, a primera vista, que el dirigirse a lo espiritual se da, para muchos hombres, como algo no científico si se parte desde el fundamento de una opinión general que considera que sólo puede abarcarse científicamente aquello que se reconoce por la experiencia sensorial. La opinión es la de que en el momento en el que uno pasa a lo espiritual ha de comenzar la resignación de lo científico, en el sentido que se sostenga que sobre lo espiritual sólo puede decidir una opinión subjetiva, una especie de sentir místico que cada uno ha de resolver consigo mismo. Que en el lugar del conocimiento científico ha de estar la fe. Mostrar que éste no es el caso es el tema de esta conferencia introductoria.
Consideremos el desarrollo del hombre desde su más tierna infancia. Vemos que el niño llega al mundo de tal manera que en su expresión de vida, en particular aquella que lleva en el alma, no posee aún nada de aquello con lo que el adulto maduro se orienta cognoscitiva y volitivamente. Por medio de la educación y enseñanza han de obtenerse del alma y del organismo infantil aquellas aptitudes que el hombre no trae maduras a este mundo. Debemos admitir que no seríamos personas eficientes en el mundo si a aquello que traemos por herencia no le agregáramos lo que se desarrolla por la educación. Luego nos incorporamos a la vida, algunos más temprano que otros en función del nivel de formación que recibamos, y establecemos una cierta relación con la vida. Tenemos la posibilidad de desarrollar una conciencia de lo que nos rodea.
Ahora, el que comprende las metas de
Así, en el campo antroposófico se inicia una especie de “autodesarrollo” que ha de llevar más allá del estado ordinario de conciencia. Ahora bien, en el alma humana existen tres aptitudes que se desarrollan sólo hasta un cierto grado en la vida común, pero que podrían desarrollarse aún más mediante
Comencemos por el Pensar. En la formación que hoy adquirimos usamos el pensar de tal manera que nos entregamos pasivamente al mundo. Incluso en la ciencia se exige que no se manifieste una actividad interior en el pensar, sino que aquello que está afuera en el mundo ha de hablar de un modo tal como lo describen los sentidos, y que en el pensar uno se entregue sólo a la observación sensorial. Se afirma que todo lo que vaya más allá de esta actitud pasiva conduce a la fantasía y a la ensoñación. Pero aquello de lo que se trata en Antroposofía no conduce a lo fantástico ni a los sueños, sino a todo lo contrario, conduce a una actividad intensa, tan clara como lo pueda ser cualquier ejercicio en el campo de la matemática o de la geometría. Precisamente el modo como uno se conduce en matemáticas o geometría se toma como modelo, si bien no desarrollando propiedades específicas como en estas ciencias, sino desarrollando aptitudes que tocan al corazón y al sentido humano. En el fondo, todo aquello que hay que ejecutar puede ser examinado por cualquier persona imparcial, sin necesidad de juicio previo. Se emplea, sencillamente, la aptitud de la fuerza del pensar, no para captar lo exterior, sino dejando que un pensamiento fácilmente comprensible, se mantenga en el alma humana durante un tiempo, entregándose uno enteramente a dicho pensamiento. Quiero describirlo más detalladamente:
Quien tenga la confianza necesaria para ello que pregunte a una persona con experiencia en este campo. ¿Cuál podría ser el pensamiento al que yo podría entregarme de este modo?. Entonces le dará un pensamiento fácilmente abarcable que, en lo posible, sea nuevo para aquel que lo busca. Si se utiliza un pensamiento antiguo surgen todo tipo de recuerdos y sentimientos, es decir, aspectos subjetivos desde el alma, y se puede caer fácilmente en la ensoñación. Si, en cambio, se usa un pensamiento que con seguridad sea nuevo, que no recuerde a nada, entonces uno puede entregarse a él y se refuerza cada vez más la fuerza del pensar.
En mis escritos, en especial en el libro “¿cómo se adquiere el conocimiento de los mundos superiores?” y en “la ciencia oculta, un bosquejo”, yo llamo “meditación” a este modo de activar interiormente el pensamiento. Se trata de una palabra antigua que hoy la queremos unir en un sentido que quiero explicar.
La meditación consiste en apartar la atención de las vivencias exteriores e interiores y no pensar en nada que no sea ese pensamiento al que nos entregamos y que ha de estar en el centro de la vida anímica. En cuanto se aplica toda la fuerza que uno tiene en el alma a un solo pensamiento, sucede algo con las fuerzas del alma comparable con el movimiento que hace una mano continuamente como ejercicio ¿Qué sucede con ello?: que se fortalecen los músculos. Exactamente lo mismo pasa con las fuerzas del alma. Cuando uno dirige estas fuerzas hacia un pensamiento, este se hace más fuerte y vigoroso, y si esto sucede por largo tiempo, por cierto no por mucho tiempo porque mas que nada se trata de que uno entre en una disposición anímica de concentración en un pensamiento, entonces , de acuerdo a la disposición personal de cada uno, el éxito será en unos días o en unos años. Con la repetición de este ejercicio, aunque sólo sea por cinco o quince minutos diarios, se llegará a sentir como el ser humano se llena de fuerza interior. Así como se siente la fuerza de los nervios en el pensar y en el sentir común y la fuerza de los músculos al recoger un objeto y al ejecutar distintas tareas, paso a paso cuando se crece desde la infancia, así también se aprende a sentir lo nuevo que lo compenetra cuando se ejecutan estos ejercicios del pensar que aquí tan solo se mencionan en sus principios.
Un día se siente que uno no snlamente peede pencar cosas externas, tal como antes también lo sabía, sino que ahora se siente que se posee una nueva fuerza del alma, algo que puede describirse como un pensamiento más compacto y fuerte, y que por fin, con este pensar acojo algo que antes solo conocía de forma nebulosa.
Aquello que así se acoge es, en el fondo, la realidad de la propia vida. ¿Cómo se conoce la propia vida de la tierra desde el nacimiento?. Se la conoce por el recuerdo que se remonta hasta cierto punto de la infancia. Surgen desde las profundidades indefinidas del alma los nebulosos recuerdos de los acontecimientos vividos. Comparen, tan solo una vez, cuan nebuloso es lo que surge como cuadro del recuerdo de la vida con las vivencias que se tienen día a día.
Si se capta el pensar en la forma que hemos descrito entonces termina lo borroso de los recuerdos. Se retoma en la propia vida terrestre y se vivencia aquello que se ha vivido hace diez o veinte años atrás con la misma fuerza y potencia interior que tenía cuando sucedió. Pero ahora no se vive tal como cuando se estaba en contacto inmediato con los objetos y los seres exteriores, sino que se vive un extracto espiritual de ello. Lo que se vivencia puede ser descrito claramente, por paradójico que esto resulte hoy: es como si de pronto se percibiera un poderoso cuadro y se tuviese delante , como en un panorama, toda la vida desde el nacimiento. No sólo los acontecimientos aislados en el suceder del tiempo sino que se tiene un cuadro de la vida en su conjunto. El tiempo se hace espacio. Aquello que se ha vivido está delante de uno, no como el recuerdo común, sino de tal manera que se sabe que aquello que está ahí es la profunda esencialidad humana, es un segundo hombre en el hombre que se tiene en la conciencia común, para luego llegar a lo siguiente: este hombre físico que se tiene en la conciencia común se forma desde las sustancias que tomamos del mundo que nos rodea, sustancias que estamos continuamente eliminando, incorporando otras nuevas, pudiendo decir con exactitud que en el espacio de siete u ocho años nuestro cuerpo m`terial ha sido todalmente reemplazado. Lo que es sustancia en nosotros es algo que fluye. En cuanto ejercitamos este tipo de pensar reforzado llegamos a conocer la propia vida, aquello que permanece durante toda la vida terrestre, y que es, al mismo tiempo, aquello que desde las sustancias externas construye y destruye el organismo. Y esto último es, al mismo tiempo, aquello que vemos como “cuadro” de la vida.
Ahora bien, aquello que vemos de esta manera se diferencia del recuerdo común por otra cosa más. En el recuerdo común los acontecimientos de la vida se presentan ante nuestra alma tal como nos llegan desde fuera. Recordamos lo que nos hizo tal persona, lo que nos ocasionó tal acontecimiento. En el panorama que surge ante nosotros por el pensar reforzado, aprendemos a conocernos tal como somos, lo que hicimos a un ser humano, como nos hemos colocado ante el acontecimiento. Aprendemos a conocernos a nosotros mismos, esto es lo más importante, ya que aprendemos a conocernos intensamente, tal como somos en nuestras fuerzas de crecimiento e incluso en nuestras fuerzas de nutrición, y como somos nosotros mismos quienes construimos y destruimos nuestro cuerpo. De ahí que aprendemos a conocer nuestra esencialidad interna.
Y lo esencial es que llegando al auto-conocimiento experimentaremos lo que por ninguna ciencia común puede experimentarse. Tengo que confesar que es aún difícil expresar a lo que se llega, por cuanto frente a lo que hoy se ve aceptado por motivos de autoridad, suena extraño. Pero así es. Es la experiencia que se hace con el pensar reforzado y que consiste en poder decir lo siguiente: tenemos leyes naturales que estudiamos aplicadamente a través de las ciencias. Estamos, con razón, muy orgullosos de lo que la humanidad ha aprendido como leyes naturales en física, química, etc. Quiero resaltarlo expresamente:
Tengo que expresar algo que tal vez, para quien piense desprejuiciadamente en esto, no es tan plausible, ya que, aparentemente resulta paradójico. Si tenemos en alguna parte una fuente de luz, sabemos que cuando se dispersa esta luz pierde intensidad. Y si nos alejamos en el espacio se hace cada vez más débil, de forma que al final estamos tentados a llamarla crepúsculo, en lugar de luz. Y llega un momento, según nos alejamos, en que ya no cuenta como luz. Así como describo este proceso para la luz, vale para las leyes naturales en el campo de
Aquellas leyes que aprendemos ejercitando el pensar reforzado viven ya en nuestra propia vida y nos muestran que nosotros, como hombres, no hemos surgido desde las leyes naturales terrestres, sino desde leyes cósmicas superiores. Las hemos traído con nosotros en cuanto llegamos a la existencia terrenal, y así aprendemos a reconocer, en el momento de captar el pensar vigorizado, que las leyes naturales sólo son aplicables al reino mineral. No podemos decir, como hace desde un error comprensible la física moderna, que las leyes naturales pueden aplicarse al sol y a las estrellas. Querer aplicar las leyes naturales al Cosmos es tan ingenuo como querer iluminar el espacio cósmico con la llama de una vela. En tanto ascendemos desde el mineral, que sólo aparece como tal en
Además de las leyes que actúan desde un punto central de
Podemos llegar más lejos aún si también trasformamos el sentir. El sentir que tenemos en nuestra vida común es un asunto personal y no una fuente de conocimiento. Pero podemos hacer que aquello que en el sentir vive subjetivamente se trasforme en una fuente de conocimiento objetivo, de la siguiente manera:
En la meditación uno se concentra en un pensamiento definido, se llega al pensar vigorizado y con ello se capta lo que actúa desde la periferia del universo al punto central de la tierra, en contraposición de las leyes naturales comunes que actúan desde el centro de la tierra a todos lados. Si se alcanza este tipo de pensar reforzado se alcanzará a ver la propia vida y también la vida de las plantas, extendida como un poderoso cuadro ante el alma. Se puede, luego de haber captado algo con este pensar vigorizado, extinguir, eliminar este mismo pensamiento. El que sabe lo difícil que es en la vida ordinaria el eliminar un pensamiento que nos tiene atrapados, entenderá que se necesitan ejercicios especiales para lograrlo, pero es posible hacerlo. No sólo se puede conseguir que un pensamiento, en el cual uno se ha concentrado, se elimine con toda fuerza del alma, sino también los recuerdos, y con ello la propia vida, retirando la atención. Aparece luego algo que se percibe claramente: se desciende un paso más en las profundidades del alma, a aquellas regiones que habitualmente sólo son accesibles para los sentimientos.
Habitualmente, en la vida corriente, cuando el hombre hace desaparecer las impresiones visuales, auditivas, etc. entra en el estado de sueño. Pero cuando uno ha desarrollado el pensar reforzado no se duerme al eliminar todos los pensamientos, incluso los reforzados. Ahí entra en un estado en el cual actúan las percepciones sensoriales, pero no los pensamientos. Este estado sólo puede ser descrito diciendo: el hombre está “despierto”, no se duerme, pero no tiene nada en su conciencia, está vacía, despierta. La ciencia espiritual descubre que este estado se puede dar en el hombre, que puede ser sistemática y metódicamente desarrollado; es decir, tener una conciencia vacía en pleno y total estado de vigilia, cuando normalmente este estado conduciría al sueño. Desde el dormir hasta el despertar tenemos una conciencia vacía, pero estamos dormidos. Tener una conciencia vacía en estado de vigilia es lo que se busca en un segundo estado del conocimiento. Pero la conciencia no permanece por mucho tiempo vacía, se llena. Así como la conciencia común se llena con las percepciones visuales, auditivas, con colores y tonos, este otro tipo de conciencia vigílica se llena con un mundo espiritual que se encuentra en nuestro entorno y en el mundo físico común. Una vez que la conciencia vacía descubre el mundo cósmico, que no está aquí en la tierra ni en el espacio cósmico, sino que está fuera del espacio y del tiempo, afecta a lo más profundo de nuestra esencia. Si hemos aprendido a mirar con nuestra conciencia reforzada mediante el pensar a toda nuestra vida terrestre como a una unidad, miramos primero con la conciencia vacía y ahora llena a aquel tiempo en el que hemos pasado una vida anímica espiritual antes de descender a la encarnación en la existencia terrestre. Aprendemos a conocernos como al ser que existía espiritualmente antes del nacimiento, un ser que vivía una existencia pre-terrestre, como un hombre espiritual anímico que ha recibido el cuerpo que lleva de sus padres y antepasados, que le ha sido trasmitido y que lo puede cambiar cada siete años, que en su esencia es lo que trae desde la existencia pre-terrestre.
Esto no se aprende mediante teorías o por un pensar intelectual, sino sólo cuando con humildad intelectual se desarrollan previamente las aptitudes correspondientes. Así aprendemos a conocer la esencia humana interior, la esencia propiamente espiritual-anímica. Se nos enfrenta cuando descendemos a la región del sentir, no sólo sintiendo, sino también conociendo. Pero tenemos que señalar que el esfuerzo por el conocimiento está unido a fuertes vivencias interiores que podría describir de la siguiente manera: Si ustedes tienen una ligadura en algún miembro del organismo físico que les impide el movimiento, por ejemplo dos dedos atados, lo considerarán desagradable, tal vez doloroso. Entonces están en un estado de percepción anímico-espiritual sin el cuerpo, no tienen la totalidad del cuerpo físico con ustedes mismos, viven en la conciencia vacía. El paso a esto está unido a un sentimiento doloroso. A partir de la experiencia del dolor, a través de la privación, se conquista la entrada a aquello que es nuestro profundo ser espiritual anímico.
Ante ello muchos hombres retroceden aterrados, pero no es posible reconocer la verdadera esencia humana, salvo del modo descrito. Si se aprende de esta forma lo que es el hombre en su esencia anímica, se puede dar un paso más, mediante el desarrollo, el cultivo de una fuerza cognoscitiva que en la vida corriente no se considera como tal. Hay que cultivar el “amor” como fuerza de conocimiento, la entrega altruista a las cosas y procesos del mundo. Si se cultiva más y más este amor, llevándolo al estado que he descrito, ahí es donde puede percibirse el mundo, libre del cuerpo, y se aprende a verse a uno mismo totalmente como un ser espiritual en el mundo espiritual. Entonces se sabe lo que es el hombre como ser espiritual, se sabe lo que es el morir, ya que en la muerte el hombre se deshace completamente de su cuerpo físico. En el conocimiento que ahora se experimenta por una profundización del amor uno aprende a conocerse fuera del cuerpo, en una imagen cognoscitiva de la separación del cuerpo.
A partir de este momento se sabe lo que se quiere decir cuando en la existencia terrestre uno se deshace del cuerpo al traspasar el umbral de la muerte. Se aprende a conocer la muerte, y también la vida en lo espiritual-anímico más allá de la muerte, la esencia espiritual-anímica del hombre tal como ha de ser en la vida después de la muerte. Al igual que con anterioridad se ha aprendido el descenso a la existencia terrestre desde el mundo espiritual, así se aprende de la prosecución del vivir, de la esencia espiritual anímica del hombre después de la muerte.
Aquí aparece algo por lo cual uno se percata de cuan imperfecta es la conciencia actual del hombre. Se habla desde la esperanza, desde la fé o la creencia en la inmortalidad. Pero la inmortalidad es sólo la mitad de la eternidad: la continuación del momento presente a la eternidad. Hoy el lenguaje no permite expresar, como aún sucedía en etapas cognoscitivas de tiempos pasados, en que a la inmortalidad se le agregaba la otra mitad de la eternidad: el ser no nacido. Porque tal como el hombre es inmortal también es no nacido; esto quiere decir que entra por el nacimiento desde el mundo espiritual a la existencia terrestre, al igual como por la muerte pasa del mundo físico a la existencia espiritual. De este modo se aprende a conocer la verdadera esencia espiritual del hombre que pasa por el nacimiento y la muerte, captándole así íntegramente.
Lo que aquí sólo he descrito brevemente es el contenido de, hoy día, una rica literatura que tenía por pasión la exactitud, la responsabilidad cognoscitiva de las ciencias más exactas que hoy pueden encontrarse. Con ello se menciona a una ciencia espiritual que quiere estar a la altura de la ciencia común.
Pero por ello, precisamente, se aprende a conocer algo que es distinto: cómo la vida consta en realidad de dos corrientes. Hoy habitualmente se habla de desarrollo diciendo que el niño pequeño se desarrolla, crece, adquiere peso y fuerza, que la vida brota y germina. Se habla de que seres vivientes inferiores se desarrollan y convierten en seres superiores, que la vida prolifera y se hace más y más complicada. !Con razón!. Es la corriente de la vida, que se aprende a reconocer se enfrenta a otra que también existe en cada ser viviente que siente: Es la corriente catabólica (proceso metabólico de desintegración o desasimilación, n. del T.). Exactamente como tenemos en nosotros una vida que brota y que adquiere fuerza, que es anabólica (proceso metabólico de asimilación, id.), tenemos también una vida catabólica. Mediante el modo de conocer que he descrito se aprende que no sólo se puede decir: nuestra vida asciende hasta el cerebro y sistema nervioso, y ahí organiza lo material para que dicho sistema nervioso pueda ser portador de la vida anímica. Así no ocurre; la vida germina y brota, pero en ella se introduce un continuo decaer; continuamente se deshace la vida en nosotros, realmente en cada momento morimos parcialmente. Continuamente nos reconstruímos. Pero en cuanto algo material se destruye en nosotros hay lugar para que algo anímicp-espiritual entre en nosotros y despliegue su actividad. Aquí nos encontramos con un gran error del materialismo cuando éste cree que la vida que germina se desarrolla en forma ascendente hasta los nervios, de igual forma que se construyen los músculos desde la sangre. Por el sólo hecho de formarse los nervios no se desarrolla el pensar, tampoco el sentir, sino que en cuanto los nervios, en cierto modo, se destruyen, se crean, por decirlo así, huecos, en los que se instala lo anímico espiritual. Tenemos que catabolizar, en primer lugar, lo material para que pueda aparecer en nosotros lo anímico-espiritual, para que nosotros mismos lo podamos vivenciar.
Éste será el gran momento en el desarrollo de las ciencias naturales: cuando se reconozca que en el lugar correspondiente a lo que continúa en el desarrollo se coloca lo contrapuesto, donde no sólo reconocemos el anabolismo, sino también el catabolismo, donde junto a la “evolución” se reconocerá la “involución”. Entonces se comprenderá donde actúa lo espiritual, captando lo material en el animal y en el hombre, en éste de un modo auto-consciente. Lo espiritual no capta lo material como su desarrollo opuesto sino cuando lo material se cataboliza. En lo catabólico lo espiritual encuentra su manifestación, su revelación. Así estamos plenos de espíritu, el cual está en todos los lugares donde hay “involución”, no en la “evolución”, donde hay des-desarrollo.
Luego se aprende a ver como se encuentra el ser humano delante de nosotros, en una contraposición polar opuesta a nosotros. En todas partes donde hay anabolismo, en cualquier órgano, ha de haber también catabolismo; en cuanto miramos a un órgano cualquiera, hígado, pulmón, corazón, etc. vemos un flujo continuo constituido por catabolismo-anabolismo.
¿Acaso no usamos un lenguaje particular cuando decimos, por ejemplo,: aquí fluye el Rhin?. ¿Qué es el Rhin?. No nos referimos a que “aquí está el lecho del rio”, sino al agua fluyendo. El Rhin tiene unos cien mil años, pero ¿qué es lo que está en cada momento ahí, cambiando continuamente según fluye?. Así está todo lo que está en nosotros contenido en la corriente del cambio, en anabolismo y en catabolismo. Y el catabolismo se hace portador de lo espiritual en toda la vida humana, en un estado de equilibrio entre anabolismo y catabolismo, desarrollando en el hombre su verdadera aptitud para lo anímico-espiritual. Pero este estado de equilibrio puede estar alterado, de tal forma que un órgano contrapone el correcto anabolismo a un catabolismo demasiado débil, de manera que su crecimiento se hace demasiado exuberante, o al revés, un órgano puede oponer a un catabolismo normal un anabolismo insuficiente, y entonces dicho órgano degenera, se seca, y de lo fisiológico entramos en lo patológico.
Sólo quien entiende lo que es este equilibrio puede entender también el trastorno de una hipertrofia de lo anabólico o de lo catabólico. Pero si reconocemos esto podemos dirigir la mirada al amplio mundo y encontrar en él aquello que circunstancialmente puede actuar equilibrando el anabolismo o el catabolismo alterados. Si tenemos, por ejemplo, el órgano dañado de un hombre, por un exceso de catabolismo, buscamos, con la mirada agudizada por los conocimientos adquiridos en la ciencia espiritual, algo en la naturaleza, como puede ser una planta que reconocemos dotada de anabolismo. Se da que en algunas especies de plantas siempre encontramos fuerzas anabólicas que se corresponden exactamente con las de los seres humanos, Así, cuando tenemos esta visión agudizada desarrollada por uno mismo, podemos encontrar, por ejemplo, que en los riñones tenemos fuerzas anabólicas, y si son demasiado débiles y están sobrepasadas por las fuerzas catabólicas, fuera, en el mundo de las plantas, encontramos en la “cola de caballo”, el equisetum arvense, las fuerzas anabólicas que corresponden exactamente a las del riñón. Si a partir de ella elaboramos un preparado y lo introducimos de la forma adecuada, a través de la alimentación, hacia el lugar en el que puede actuar, reforzamos las fuerzas anabólicas debilitadas del riñón.
Así podemos actuar en cada órgano. Si hemos captado estos conocimientos tenemos entonces la posibilidad de equilibrar nuevamente los procesos anabólicos y catabólicos con las fuerzas que encontramos en la naturaleza.
Si tenemos en algún lugar, por ejemplo en los riñones, fuerzas de anabolismo demasiado fuertes, y débiles del catabolismo, podemos reforzar estas últimas recurriendo a plantas inferiores, a helechos que refuerzan las fuerzas catabólicas.
Así podemos saber, por encima del mero probar y experimentar, si nos ayuda alguna sustancia o preparado, si entendemos las relaciones de equilibrio de los distintos órganos humanos y las fuerzas anabólicas y catabólicas en la naturaleza. Con ello el arte de curar se hace trasparente por cuanto no se utilizan los remedios en base a resultados estadísticos que han determinado que en un número de casos son útiles los remedios aplicados, sino que por la comprensión del hombre y de la naturaleza se conoce, en cada caso, como el proceso de la naturaleza puede ser trasformado hacia el factor curativo en el ser humano, en relación a las fuerzas anabólicas y catabólicas de los distintos órganos.
No ignoro los progresos extraordinarios realizados por la medicina moderna. También la medicina antroposófica reconoce estos adelantos. Nosotros no trabajamos con exclusión de la medicina moderna, la respetamos. Pero precisamente cuando se investiga lo que se muestra últimamente en el campo de los remedios eficaces vemos que en todos los casos se encontraron después de largas experimentaciones, lo que se ha confirmado totalmente de lo que se entendía de la naturaleza humana en los campos en los que la medicina ha tenido éxito. Para ello
Si se aprende de este modo a mirar de forma espiritual al ser humano, -y aún he de mostrar como campos particulares del arte de curar pueden ser fecundados por un verdadero conocimiento del espíritu – si se aprende a mirar la vida espiritual junto a la material entonces se puede vivir de forma racional, no ya de modo antiguo, de ensoñación, que encontró su expresión en los mitos, sino de un modo exacto: conocimiento y arte de curar. Se aprende a curar por un arte que crece desde una verdadera y artística visión del mundo. Con ella se llega otra vez a aquello que se tenía en tiempos antiguos, pero no en el modo como hay que hacerlo hoy después de tener detrás de nosotros la gloriosa ciencia, no por una especie de conocimiento soñante, en donde se llegaba al empleo de fuerzas espirituales frente al hombre sano o enfermo, frente al sano en la escuela y en la pedagogía social, y frente al enfermo en el arte de curar.
En tiempos antiguos existían los templos de misterios, en los que se cultivaba el conocimiento, se resolvían los enigmas de la religión y se satisfacían los anhelos de las almas. Al lado de estos templos existían los lugares de curación. Con razón hoy vemos como ingenuo lo que se cultivaba entonces, pero tenía un fundamento sano que entendía que el conocimiento del mundo llamado normal debía continuarse en el mundo anormal. Pero, ¿no es extraño que por un lado digamos que el hombre surge desde la naturaleza en un estado sano y luego desde las leyes naturales queramos explicar el hombre enfermo?. Porque toda enfermedad es a su vez explicable desde las leyes naturales. ¿Se contradice la naturaleza?. Veremos que esto no sucede cuando el hombre enferma. Pero el conocimiento ha de continuarse desde lo físico sano hacia lo patológico, con lo que el conocimiento alcanza su valor vital cuando al lado de los lugares de administración de lo normal en la vida se encuentran aquellos para atender a lo que enferma.
Ciertamente, en estos casos,
Asimismo hemos llegado, diría, con la mayor naturalidad a asociar el lugar de curación, aún muy modesto pero tal como ha de ser ante un verdadero conocimiento del hombre, en el instituto clínico-terapéutico de Arlesheim que surgió desde los esfuerzos de la doctora Ita Wegman, y que tuvo su imitación en el Instituto del Dr. Zeylmans Von Emmichoven, en Der Haag (Holanda). Con ello se tiene en Dornach, al lado del lugar de conocimiento para lo espiritual, su lugar para la curación. Y si para todo lo que es conocimiento del espíritu se precisa coraje, así también se precisa para esta forma de curación. Esto es lo que se vive en el Instituto clínico-terapéutico de Arlesheim, que pertenece al Goetheanum: el coraje de curar, para que aquello que fluye desde el hombre como dominio de las fuerzas de curación sea usado para bendición de la humanidad.
Por ello, un lugar de conocimiento que de modo humilde tiene por meta los misterios – en un sentido moderno – en donde debería cultivarse, junto a las grandes preguntas de la existencia el reconocimiento de las pequeñas cosas de la vida, puede tener a su lado el lugar de curación que tiene por meta la profundización del arte de curar de un modo espiritual. Especialmente desde que apareció, con más profundidad en la jornada de Navidad, aquello que se cultiva en Dornach.
Esto es lo que hoy existe como relación real entre
En esta ubicación exterior, el lugar del conocimiento al lado del lugar de curación, está la imagen externa de lo que interiormente ha de colocarse juntos: conocimiento antroposófico y práctica de la sanación desde una forma espiritual, en donde desde la visión del estado enfermo surge la visión de lo terapéutico, de lo curativo, donde estos dos no divergen sino que el proceso diagnóstico se continúa en un proceso de curación.
De esta forma
Lo que se puede decir, desde esta captación de lo que es el hombre enfermo y sano, y la ubicación en lo exterior del Goetheanum y la clínica que fecunda el arte de curar moderno mediante la profundización en la ciencia espiritual, se hablará en las próximas conferencias.
Hoy sólo quería exponer la esencia del conocimiento espiritual y señalar como, desde este conocimiento espiritual actúa una íntima compenetración de lo que actúa en el hombre, por cuanto que no sólo se acerca en forma teórica a las fuerzas de la naturaleza y del espíritu, sino que se aprende a manifestarlos desde el conocimiento espiritual para estructurar la vida en sus estados de salud y enfermedad.
La vida, con el progreso de la civilización se hace cada vez más complicada. Hoy ya obra en el fondo de muchas almas el anhelo de encontrar aquello que puede enfrentarse con esta vida cada vez más complicada.
Rudolf Steiner
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