El Evangelio de Juan y las Jerarquías Espirituales
Vacío y plenitud.-
La vida anímica habitual siente al universo como un gran vacío en el que determinados lugares particulares se presentan como llenos. Estos lugares “llenos” del universo son los cuerpos universales, los planetas, estrellas, cometas, nebulosas…Sin embargo, este sentimiento básico no ha sido siempre así. Hubo tiempos en los que este espacio interplanetario se sintió asimismo colmado, como el suelo bajo los pies. Se sentía el espacio celeste lleno de sustancia. En esa sustancialidad flotaba
En tiempos aún anteriores, este sentir de fondo con respecto al vacío y la plenitud eran diferentes. El espacio universal ya no era sentido como algo lleno de la misma forma que
Simultáneamente a este paulatino proceso que lleva al devenir vacío del espacio cósmico para el sentir humano, acontecieron profundos cambios en la vida interior del alma. Pues así como el hombre que observa desde el cuerpo físico encuentra a su alrededor el mundo exterior, que puede sentir de diferentes formas, tal como lo hemos descrito, el hombre que mira a través del alma tiene a su alrededor un mundo interior que, de la misma forma, se puede presentar como plenitud o vacío. La relación con este espacio interior del alma ha cambiado radicalmente, del mismo modo que la relación con el espacio exterior del cuerpo. También aquí se ha retirado la plenitud de luz de la consciencia formadora de mitos, tomando su lugar el vacío oscuro. Y si anteriormente la consciencia cósmica del espacio abierto conformaba la plenitud de la vida interior, mientras que las representaciones, ideas, opiniones, etc…eran consideradas meras “cáscaras”, es decir, eran sentidas como algo vacío. Posteriormente se produjo otra relación distinta: así como los cuerpos celestes visibles que, anteriormente, eran cáscaras vacías en el espacio etérico, llegaron a ser “cuerpos” del espacio “vacío”. Los pensamientos y representaciones abstractas devinieron, de la misma forma, contenido del espacio celestial interior del alma, convertido en vacío.
Así llegó a suceder, de acuerdo con las disposiciones universales del destino, que el alma humana fue abandonada, tanto exterior como interiormente, por la plenitud (pleroma), llegando a estar circundada por los “campos” del vacío, en donde lo material y lo abstracto se encuentran meramente ante el alma como la única realidad.
Que el alma fuera abandonada por la plenitud del espíritu ocasionó su soledad. El vacío que rodea al alma la impele a buscar el lugar del mundo donde se halle todavía un fragmento de plenitud, de algo viviente. Y lo vivo es la propia alma. Pues ella vive, no es ni material ni abstracta. La tendencia al autoconocimiento surge en el alma al darse cuenta de su soledad.
El alma, no dependiendo ahora de nadie, tiene la elección de permanecer en la vivencia del hecho de su mismidad, o desde su realidad, a partir de su propia plenitud, llenar de nuevo el vacío del mundo. Aquí se trata de un despliegue interior de fuerzas anímicas, para lo cual dicha alma debería poseer el valor de afirmar: el vacío se extiende a mi alrededor, aquí no se encuentran ni la verdad ni la bondad, pero desde mí quiero irradiar bondad y verdad en un mundo carente de ellas.
Sin embargo, una decisión semejante del alma sería una mera utopía si no existiese la verdadera fuerza para llevarlo a cabo, es decir, si no existiera dentro del yo humano la posibilidad del despliegue de una plenitud semejante a la de los antiguos, que llenaba los espacios estelar y anímico. Esta fuerza, como plenitud divina del alma humana, se tuvo que revelar primeramente dentro de un ser humano, para que pudiese aparecer en el alma la firme confianza en el poder interior del yo. Esta revelación necesaria y anhelada de la plenitud divina en un hombre es la vida histórica de Cristo Jesús. El obrar terrenal de Cristo Jesús constituye el principio del proceso de llenar nuevamente la existencia con la verdad y la bondad (alteia kai charis) desde el hombre.
Con ello, la consideración de la plenitud y el vacío de la existencia nos lleva al reconocimiento necesario de la realidad del Impulso de Cristo, al que precede la realidad de Juan el Bautista, es decir, del alma que se conoce y reflexiona sobre sí misma en el vacío de la existencia (“la predicación en el desierto”).
La plenitud de las Jerarquías y Cristo
El evangelio de Juan se pone como tarea describir el obrar de la plenitud a través del cuerpo de Jesús, es decir, mostrarnos los procesos para colmar el vacío de la vida en sus tres estadios: el vacío anímico moral (“pecado”), el vacío anímico-corporal (“enfermedad”) y el vacío corporal de acuerdo al destino (“muerte”). Con otras palabras, el evangelio de Juan nos describe cómo la plenitud divina de la fuerza del yo llena el vacío de la corporalidad en su forma ternaria como cuerpo astral, etérico y físico. Pues en “Ël”
Ahora bien, el concepto “plenitud”, plétora o pleroma, no tiene únicamente el significado de ser lo contrario de vacío, sino también el de “obrar conjunto”, expresando una activa participación conjunta de una comunidad de seres. Así, por ejemplo, a la tripulación de un barco se la denominó también pleroma, indicando con ello una comunidad activa que guiaba y llenaba el barco. En el sentido cósmico, en el sentido del evangelio de Juan, el pleroma es lo mismo que la tripulación del barco universal. En cualquier caso, es importante hacer constar que pleroma no significa solamente sustancia, sustancia que llena algo, sino más bien actividad, y en verdad una actividad conjunta de una multiplicidad de seres activos. Con ello, pleroma no significa solamente contrario a vacío, sino también lo opuesto a indolencia, pesantez, pasividad, desacuerdo, división…Para poder traducir el antiguo concepto a nuestra comprensión actual, tendríamos que decir: pleroma es la activa concordia cósmica esencial. Esta definición abstracta corresponde en concreto a la realidad de las Jerarquías espirituales. Considerado de forma antroposófica, pleroma significa el actuar conjunto de las Jerarquías espirituales.
El autor del evangelio de Juan quiere presentar ese actuar conjunto de las Jerarquías espirituales a través del cuerpo de Jesús de Nazaret, al encarnarse en él la entidad de Cristo; abarcando este último
La consciencia de las entidades de la tercera Jerarquía (Ángeles, Arcángeles y Principados), tal como es descrita por Rudolf Steiner, se diferencia de la consciencia humana debido a que en vez de la propia vida interior, los seres de la tercera Jerarquía son “llenados de Espíritu” desde las Alturas cósmicas. En vez de una vida interior independiente del mundo exterior poseen un mundo exterior creado a partir de una vida interior. Con ello, el mundo exterior de estas entidades posee el carácter de lo íntimo, es decir, tiene un carácter de revelación moral; mientras que su vida interior tiene la cualidad de objetiva necesidad, es decir, es obrante de modo cósmico. El hombre, sin embargo, tiene a su alrededor un mundo amoral de hechos cristalizados, y en su interior, un mundo subjetivo de representaciones, sentimientos y deseos propios…
Si ahora, teniendo presente esta diferencia fundamental, dirigimos nuestra atención al evangelio de Juan, nos encontramos ante el hecho de que la descripción de la actividad del Verbo en el cuerpo humano, comienza con el Bautismo en el Jordán. ¿Qué nos dice en realidad el evangelista por medio de este hecho?…
El autor del evangelio de Juan nos dice con ello: me pongo como tarea mostrar la obra de
Pues antes, en el alma de Jesús había algunos pensamientos, vivencias, etc, que pertenecen a su ser y, por consiguiente, no se hallan dentro del marco de mi tarea. Ahora bien, en el Bautismo del Jordán, el espíritu cósmico descendió sobre él y colmó su alma; y a partir de ahora, en vez de sus propias ideas, representaciones, etc. posee la plenitud del espíritu, está lleno de espíritu, en él obra la espiritualidad cósmica. Debido a ello, a partir de este momento ya no tenemos que ver con un hombre, sino con un Ser Divino.
Y lo siguiente que sucede tras el Bautismo en el Jordán es el comienzo de la actuación del bautizado a través de los milagros. Se despliega el Poder de realizar Señales, y el evangelio de Juan describe siete de estas Señales.
Las siete señales
El lenguaje de estas siete Señales se puede leer en forma aproximada de esta forma: el hombre se halla rodeado por la realidad de los reinos de la naturaleza; en forma de piedras, plantas y animales. Estas realidades se encuentran allí sin que nosotros intervengamos, son completamente independientes de los seres humanos, son amorales. En la naturaleza exterior no se encuentra la bondad, las leyes naturales no son leyes morales. Lo moral está delimitado al recinto humano, no tiene el poder de las leyes naturales. Los hechos naturales son amorales, los impulsos morales no tienen el poder de los hechos naturales. Ahora bien, sobre
Con ello el evangelio de Juan nos describe en su primera parte (hasta el capítulo XII incluído) la primera gran enseñanza del Verbo hecho carne, su primer estadio de Revelación dentro de un cuerpo humano, es decir, la sustitución de la vida interior propia por la plenitud del espíritu (Bautismo de Juan); y frente al mundo natural dado, el propio mundo creador de los hechos morales, el mundo de las siete Señales.
Con ello vemos que la primera parte del evangelio de Juan nos presenta a la entidad de Cristo de tal modo que revela las características de la consciencia de la tercera Jerarquía dentro de las circunstancias humanas.
A través del Lavatorio de pies (capítulo XIII) se introduce otro estadio de la revelación del Verbo. Comienzan una serie de discursos (capítulos XIII-XVII). En lugar de las Señales aparece la palabra hablada. El discurso deviene el medio de revelación de Cristo. Si el discurso anteriormente (hasta el capítulo XII) se refirió a los milagros o señales, completándolos y explicándolos, el discurso en los siguientes capítulos (hasta el XVII) deviene una revelación directa independiente, llegando a ser ella misma una señal.
Si se profundiza en el llamado “discurso de despedida de Cristo”, particularmente en el texto primordial en griego, se vivencia una y otra vez lo característico de los profundos efectos de este discurso. En verdad, no constituyen ninguna información, bien de ideas o hechos, ni tampocode sermón alguno, sino mas bien de una corriente, que fluye a un ritmo propio, de un estímulo vital directo al corazón. Es un discurso directo, sin pasar por el “rodeo” de la comprensión mental, y también sin ninguna influencia en la voluntad a través de la fuerza, de la vehemencia…se va extendiendo en círculos concéntricos como una sustancia espiritual procedente del Ser de Cristo. Las fuerzas de su Cuerpo de Vida son dadas a sus discípulos. No tiene mucho valor el decir cosas como, por ejemplo, “el amor de los unos a los otros”, desde la consciencia y desde el punto del que emerge el lenguaje humano habitual. Sin embargo, el discurso sobre tales cosas adquiere el valor más grande cuando, no solo pone en movimiento el cuerpo astral de aquél al que habla, sino también a su cuerpo etérico. Es entonces cuando no se habla meramente sobre las cosas, sino que las cosas son Pronunciadas. Y el discurso de Cristo en un flujo hacia el exterior de su Cuerpo Etérico. Es, en el sentido más eminente, un hablar vivo, pues cada frase es una corriente que penetra de modo inmediato en el corazón del oyente, creando allí vida. El oyente no es solo alguien que recibe (pasivo), sino más bien un hombre que cambia. Su vida interior no solo queda enriquecida, sino también transformada, llegando a ser otra persona. El discurso de Cristo a sus discípulos es un proceso a través del cual acontece un efecto con la cualidad creadora de seres. Los “discursos de despedida” constituyen la Última Cena, descrita desde la consciencia inspirada, mientras que
Por otra parte, ha de considerarse el hecho de que cuanto más profundo es el efecto sobre lo corporal, más elevada ha de situarse la fuente de consciencia de la que surge tal efecto. La entidad creadora de imaginaciones (es decir, “la realizadora de señales”), no contempla simplemente imaginaciones, sino que hace ver a los demás estas imaginaciones, tal como se haya descrito en la primera parte del evangelio de Juan, obra desde el nivel de consciencia de la tercera Jerarquía, es decir, actúa como Mensajero del Espíritu; como si lleva a efecto
Del mismo modo una entidad creadora de inspiraciones, que no percibe únicamente inspiraciones, sino que hace percibir inspiraciones, ha de obrar desde un nivel de consciencia aún superior. La forma de dar a conocer un contenido como el del “Discurso de despedida” de Cristo, como es el de
Este discurso, no simplemente inspirado, fluye desde un estado de conciencia que se distingue tanto del “estar lleno de espíritu” como del estado propio de la mera conciencia de los objetos materiales. Ya no se trata de un hombre lleno de espíritu de un hombre, sino que ya se trata de un llenar de espíritu a otros hombres. En el interior fluye, directamente desde el Padre la corriente a través del hombre, alcanzando a otros hombres…configurándoles en su esencia. De esta forma poderosa se expresa este proceso, por medio de las siguientes palabras:”…Yo les he traspasado el irradiante Poder que Tú me diste, para que sean uno, así como Nosotros Somos Uno, Yo en ellos y Tú en Mí…”(Juan XVII 22.23). Aquí se expresa en forma fundamental el proceso del traspaso de
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Ahora bien, el estado de conciencia aquí descrito es el propio de las entidades de la segunda Jerarquía. Estas Poseen una consciencia que, por una parte, tiene el Poder de Exteriorizar su Obrar en forma de Creación de seres, de crear sus Imágenes. Reflejo, que son vivientes; (pero solo en tanto que este efecto sucede), y por otra parte están más entregadas interiormente al Espíritu Cósmico, que la consciencia de las entidades de la tercera Jerarquía. No están solamente “Llenas de espíritu” sino que son ya atravesadas por el Flujo del Espíritu. Una Corriente activadora de Vida convertida en Actividad Creadora de seres. Por ello
Los Discursos de Despedida de Cristo constituyen una Activación de Vida Creadora semejante llevada a la existencia humana. Con Poder movido por
Para transformar de forma permanente a los seres es necesaria la Actividad de las Fuerzas de la primera Jerarquía, la Plenitud de los Serafines, Querubines y Tronos; pues la segunda Jerarquía puede crear seres vivientes pero no les puede otorgar una existencia autónoma. Esta última se encuentra en el ámbito de Poder de la primera Jerarquía.
En la tercera parte del evangelio de Juan, que comienza con el capítulo XVIII, se nos describe un estadio posterior de la revelación del Verbo hecho carne. Aquí el Verbo ya no Obra a través de un poder creador que proyecta Imaginaciones desde el interior de Cristo (actividad de los milagros), tampoco a través de la fuerza activadora de Inspiraciones que se traspasa a los otros, sino por medio de una Fuerza que desde el exterior obra como un suceso de destino, es decir, una fuerza creadora por medio de Intuiciones.
Para ilustrar las tres formas de la actividad de Cristo, podemos emplear el siguiente dibujo esquemático:
Para representar la Actividad Creadora de Imaginaciones del Ser de Cristo, dibujamos un punto que representa la vida interior de Jesús plena de espíritu, desde la cual, por medio de la Fuerza de Proyección Imaginativa de Cristo, fueron creadas las “Señales” (milagros) para sus discípulos y para el pueblo en general.
El centro obra sobre la periferia… (se traza un círculo con un centro, y desde este una flecha hasta su superficie, a modo de radio centrífugo).
En el caso del Efecto Inspirativo de la entidad de Cristo, el centro del círculo se expande en la horizontal deviniendo periferia; el centro llega a ser periferia, es decir, la Vida Interior de Cristo se traslada a la vida interior de los apóstoles, llegando así a SER UNO.
El centro llega a ser periferia, expresado en la vida interior de los apóstoles. (Nuevo dibujo, el círculo anterior y hacia el interior varios círculos concéntricos punteados, punto central del yo, del que irradia una flecha hasta la superficie del círculo principal).
En el caso del Obrar activo de Cristo en Intuiciones, la actividad proviene desde el exterior, desde los hombres y acontecimientos del mundo dirigiéndose a Cristo Jesús, es decir, desde la periferia vuelve al centro.
La periferia actúa sobre el centro (dibujo del círculo y su punto central, hacia este parten diversas flechas desde la superficie del círculo, su periferia). La periferia actúa sobre el centro.
Con ello tenemos que ver, en el tercer estadio, con
Al presentar de forma conjunta la triple actividad de
Esta es asimismo la diferencia esencial entre Cristo Jesús y los iniciados humanos. Cristo no era un mero “contemplador” de los mundos espirituales, sino también Su Creador. Y ya este Hecho es suficiente para poder contemplar
Los sucesos del último capítulo del evangelio hay que concebirlos igualmente como Hechos de Cristo, semejantes a los milagros y a los discursos. Sin embargo, la consciencia activa hay que buscarla en un nivel distinto a los anteriores. Pues esta no solo vive en las cosas y seres del mundo exterior: llega a ser kármica. La entidad de Cristo, sin llegar ella misma a ser dependiente del karma, actúa en la forma y con el poder del Karma. Por esta razón sufrió un Cambio el Karma de la humanidad y de
Mientras que el efecto de
Con ello podemos afirmar que el Misterio del Gólgota es un Proceso referente a la nueva creación del núcleo esencial humano por una Fuerza semejante a la del Destino. Ahora bien, la primera Jerarquía es Creadora de seres, pero de tal manera que de ellos -en contraposición a la segunda Jerarquía, que no pueden crear ningún ser autónomo- lo creado deviene independiente, ya que dona el ser. Y una actividad semejante “donadora de ser” surge de la plenitud del Verbo hecho carne en el tercer estadio de su obrar terrenal. Tenemos que ver con la plenitud de la primera Jerarquía en la descripción de
Si queremos, por lo tanto, comprender de acuerdo al evangelio la Actividad de la Plenitud de las Jerarquías tenemos en la descripción de los siete Milagros una escuela para educarnos en la comprensión del actuar de la tercera Jerarquía a través de Cristo Jesús. Los siete Milagros constituyen la clave para la comprensión del mensaje del Espíritu del Tiempo obrante por medio del cumplimiento de la Misión del Espíritu del Pueblo hebreo. Son las consecuencias del obrar conjunto de los Ángeles (Mensajeros), Arcángeles (Espíritus de los Pueblos) y Archai (Espíritus del Tiempo) en Cristo Jesús. El esperado Mesías del pueblo judío, anunciado por el “Mensaje del espíritu” (Evangelos), se dirige sin embargo, al conjunto de la humanidad, es el primer Estadio de la Revelación del Verbo.
En el segundo estadio, Cristo pasa de la actividad enseñante a la vivificante. La palabra que fluye de modo directo crea inspiraciones. El creador de imaginaciones deviene inspirador. Y esta inspiración es un formación que se mueve portada en la sabiduría de la vida interior del inspirado. Es un Obrar conjunto de la segunda Jerarquía, de los Espíritus de la Sabiduría, del Movimiento y de la Forma en la Palabra Viva de Cristo Jesús.
En el tercer estadio de la Revelación del Verbo contemplamos, a través de los sucesos que acontecen, el obrante Poder de la primera Jerarquía. Ella Actúa como Poder universal del Amor, obrando como Formadora de Destino. El Misterio de los Serafines se manifiesta en el crucificado, como Acontecimiento de Destino universal, a través del Poder de los Tronos.
A esto sigue la muerte, la sepultura y la resurrección. Los tres día de la muerte, el abismo (descenso a los infiernos), la oscuridad y el silencio de la tumba…constituyen la cuarta forma de Lenguaje del Verbo.
En este Lenguaje se Revela algo aún superior: en los tres días del silencio de muerte en la oscuridad del sepulcro, nos encontramos ante el inefable Misterio de la Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y desde esta profundidad fueron Tomadas las Fuerzas de la Resurrección que superaron la muerte.
CUANTO MAS PROFUNDO ES EL EFECTO, MÁS ELEVADO SE ENCUENTRA EL SER QUE OBRA– este era un principio de la existencia que se mantiene plenamente expresado en los Hechos descritos. Si el Bautismo en el Jordán se vincula a un yo humano, si la actividad de los milagros -que a continuación se manifiestan- fue el despliegue a través de la tercera Jerarquía de las Fuerzas Creadoras de Imaginaciones procedentes del cuerpo astral de Cristo Jesús, si el “discurso viviente” fue un efecto Inspirador de la segunda Jerarquía a través del cuerpo de vida de Cristo Jesús, si el Poder de la primera Jerarquía se manifestó en el acontecimiento de la crucifixión del cuerpo físico de Cristo Jesús, el Poder mas Elevado de
(Nuevo dibujo en el que confluyen, en gradación descendente cinco amplias flechas que expresan el Descenso en
-Bautismo en el Jordán…comienza el descenso del Yo de Cristo en las envolturas humanas de Jesús de Nazaret.
-Señales, conjunto de los siete Milagros como expresión de la actuación de la tercera Jerarquía, por medio del Cuerpo Astral de Cristo Jesús.
-Discursos, conjunto de alocuciones -incluyendo las Parábolas y la Última Cena- públicas realizadas por Cristo Jesús, en las que se expresa la actuación de la segunda Jerarquía en el Cuerpo Etérico del Redentor.
-Misterio del Gólgota, actuación de la primera Jerarquía por medio del Cuerpo Físico de Cristo Jesús. (Crucifixión).
-Muerte, Descenso a los infiernos, Resurrección y Ascensión. Actuación de La Divina Trinidad en el Cuerpo de Gloria de Logos Cristo Jesús. (Elevación a la Esfera del Padre).
Por medio del “Descenso a los Infiernos” podemos afirmar, respecto a la entidad de Cristo “…que Está sentado a la derecha de Dios, desde donde Vendrá para Juzgar a los vivos y a los muertos…” pues Él ha devenido Señor del Karma.
Los estadios caracterizados anteriormente son los grados de llenar el vacío de la existencia (kenoma) por medio de la plenitud del espíritu (pleroma). Penetrando la plenitud desde el Yo en el cuerpo astral, después en el cuerpo etérico, mas tarde en el físico, y a través de este, en los infiernos. EL CUERPO DEL RESUCITADO ES UN FRAGMENTO DE LA EXISTENCIA ABSOLUTAMENTE COLMADO. Con ello ha comenzado la obra universal de llenar el vacío de la existencia.
A partir de la exposición anterior, se puede observar que el autor del evangelio de Juan describe efectivamente la progresiva revelación del Pleroma, es decir, del Obrar Conjunto de las Jerarquías espirituales en el organismo humano.
Valentin Tomberg
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