La Inteligencia
La Inteligencia es el trazo de unión entre el Espíritu y la Materia. No es el Espíritu, pero es su representante, su actividad creadora y comprensiva en la materia, aquello que permite trabajar en y con la diversidad (ya que el Espíritu es pura Unidad). Y tampoco es la Materia, pero es la esencia y suma de todas sus propiedades operativas, la Ley que le es inherente, el orden que enlaza causas y efectos, la potencia propulsora de la evolución.
En el ser humano, la Inteligencia es el carácter distintivo y el gran campo de trabajo. Dice un vetusto axioma oculto que el hombre es el ser en el cual “el más elevado Espíritu y la más densa materia están unidos por el fuego de la Mente” o de la Inteligencia. Al fin y al cabo el Hombre es el Hijo de la Inteligencia. Es a partir del Plano Mental Superior, o del nivel Buddhi-Manas, que se encarna en los Planos y niveles más materiales; y el Ego encarnante, el Hijo del Hombre o Manas, es un rayo de la Mente Cósmica o Inteligencia Cósmica, Mahat o Maha-Buddhi. Por un lado ese rayo fue despertado en él (a mitades de la 3ª Raza Raíz, en la época de la Lemuria) por esas gloriosas Inteligencias Divinas a las que llamamos los Señores de la Mente, la Jerarquía de los Agnishvattas (más propiamente por una orden de esa Jerarquía: los Kumaras).
Tipos y Niveles de Inteligencia
Podemos mientras tanto distinguir varios tipos o formas de actuación de la Inteligencia, en especial en el ser humano.
Existe la Inteligencia mental o racional. Es la mente concreta y externa del ser humano, estrechamente dependiente del cerebro, y por eso mismo frecuentemente se la llama mental cerebral en Ocultismo. Registra y trabaja las impresiones de los sentidos; de ellos depende básicamente; a ellos es reactiva básicamente. Siendo reactiva, siendo condicionada y moldeada por este o aquel juego particular de circunstancias, no es un espacio de libertad. No es a causa de ese nivel, en la jerarquía de los principios humanos de consciencia, que somos libres.
Hay un nivel por encima de esta Inteligencia media a la que acabamos de referirnos: es la inteligencia espiritual, intuitiva, que actúa desde el interior hacia el exterior, sobreponiéndose a la huidiza apariencia fenoménica. Corresponde al Nous de los antiguos filósofos griegos (de Anaxagoras a Proclo) la consciencia supramundana autoinducida (Lokuttuta) de los Budistas 1, al Anandamayakosha de la Vedanta, o al Buddhi de la Filosofía Samkhya y de la clasificación septenaria de la Teosofía presentada en el siglo XIX. Actúa en el nivel de las causas, comprende la esencia de las cosas, contempla lo universal, se dirige a la realidad interna y no a la superficie de los seres y las cosas. Permite la Sabiduría Amorosa (o el Amor Sabio). Es el nivel inteligible de lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero. Es lo supraconsciente de la casi totalidad de los seres humanos, es decir aquello que está por encima de su consciencia normal. Formulaciones recientes, aún confusas y por conjugar, sobre la inteligencia creativa, la inteligencia espiritual y la inteligencia intuitiva, tantean este tipo de vivencia. Mientras tanto en ella no caben –como ya hemos escrito varias veces anteriormente 2– presentimientos vagos o inclinaciones súbitas. Suscribimos plenamente las observaciones de Arthur Robson: “Buddhi es habitualmente descrito como intuición. Esto sin embargo puede inducir al error, porque las personas frecuentemente consideran erróneamente un “pálpito” como una intuición. Entre este tipo de intuición y la intuición buddhica hay una diferencia esencial” 3.
Por el contrario, debajo de la inteligencia discursiva y racional, tenemos lo que podríamos llamar la inteligencia pasional, egoísta o animal. Corresponde al Kama-Manas y al Alma Temporal, al que ya nos hemos referido en varios artículos en números anteriores de “Biosofía” 4. Es un tipo de inteligencia velada por deseos personales, sensorial por sus móviles y en su actuación superficial, inestable, caprichosa, incoherente. No en vano es el registro en el que aún vibra la mayor parte de la Humanidad.
Los filósofos griegos, concretamente Plotino, distinguían tres tipos de percepción: opinión, ciencia y contemplación. La opinión es propia de la inteligencia pasional; la ciencia, de la inteligencia discursiva; la contemplación, de la inteligencia espiritual.
El instinto
Podríamos aún hablar del instinto: Es, tanto en nosotros como en los animales, el nivel de los automatismos adquiridos por larga repetición en el pasado –incluso en muchas vidas antes-, y que ahora ocupan nuestra zona del subconsciente, es decir de lo que está debajo de nuestra consciencia común.
Más ampliamente sin embargo, el instinto, sobre todo en los Reinos inferiores al Humano, corresponde a la expresión de una Inteligencia inherente a toda sustancia. En el ser humano que, al despertar la Inteligencia Racional, llega a conquistar un agudo sentido de autoconciencia individual, la dirección certera de este tipo de instinto se pierde en gran medida, para resurgir más tarde, en un nivel superior de la espiral, en su correspondiente (pero de orden muy superior, por espiritualizado), que es Buddhi, la intuición espiritual.
Es lo que expresa helena Blavatsky en su primer libro, “Isis sin velo” 5: “El instinto es el don universal de la Naturaleza conferido por el Espíritu de la propia Divinidad; la razón, el lento desarrollo de nuestra constitución física, es una evolución de nuestro material adulto. El instinto, tal como una centella divina, se esconde en el centro nervioso inconsciente de los moluscos ascidiáceos y de manifiesta en el primer nivel de acción de su sistema nervioso en una forma que el fisiólogo denomina acción refleja. Existe en las clases más inferiores de los animales acéfalos, así como de los que tienen cabezas distintas; crece y se desarrolla de acuerdo con la ley de la evolución doble, física y espiritualmente; y entrando en su estado consciente de desarrollo y de progreso en las especies cefálicas ya dotadas de aparato sensorial y de ganglios simétricamente distribuídos, esta acción refleja –que los hombres de ciencia denominan automática, en las especies inferiores, o de instintiva, en los organismos más complejos que actúan bajo la influencia del aparato sensorial y del estímulo que se origina como sensación distinta- es siempre una y la misma cosa.
Es el instinto divino en su progreso incesante de desarrollo. Ese instinto de los animales que actúan a partir del momento de su nacimiento en los límites prescritos para cada uno por la Naturaleza y que sabe como preservarlos infaliblemente, excepto en caso de accidente que procede de un instinto superior al suyo, ese instinto puede, si se quiere una definición exacta, ser llamado automático; pero debe de tener, en el interior del animal que lo posee, o fuera de él, la inteligencia de cualquier cosa o de alguien para guiarlo.
En cuanto a la cuestión del Instinto y de la Razón, ésta, de acuerdo con los antiguos, procede de lo divino, mientras que el instinto proviene de lo puramente humano. El uno (el instinto) es un producto de los sentidos, una sagacidad compartida con los animales más inferiores, incluso con aquellos que no tienen (no son detentadores) de razón; el otro es un producto de las facultades reflexivas, que denota el juicio y la intelectualidad humanas. En consecuencia, un animal desprovisto de poderes de raciocinio tiene, en el instinto inherente a su ser, una facultad infalible que es apenas una centella de lo divino que reside en cada partícula de materia orgánica, el propio espíritu materializado. En la Cábala judía, el segundo y tercer capítulos del Génesis son explicados de la siguiente manera: Cuando el segundo Adán fue creado del polvo, la materia se volvió tan grosera que reinaba como soberana. De sus deseos emanó la mujer, y Lilith poseía la mejor parte del espíritu. El Señor Dios,’paseando por el Edén en el frescor del día’ (el crepúsculo del espíritu, o la luz divina oscurecida por la sombra de la materia), maldijo no solo a aquellos que cometieran pecado, sino también al propio suelo y todas las cosas vivas, y la tentadora serpiente-materia por encima de todo.
¿Quien, a no ser los cabalistas, es capaz de explicar este aparente acto de injusticia?. ¿Cómo debemos comprender esta maldición de todas las cosas creadas, inocentes de todo crimen?. La alegoría es evidente. La maldición es inherente a la propia materia. Se deduce que está condenada a luchar contra su propia grosería para conseguir su purificación; la centella latente del espíritu divino, aunque asfixiada, aún permanece; y su invencible atracción ascendente la obliga a luchar con dolor y con sudor a fin de liberarse. La lógica nos muestra que, así como toda la materia tiene un origen común, debe de tener atributos comunes, y que, así como la centella vital y divina se encuentra en el cuerpo material del hombre, también debe de estar en cada especie subordinada. La inteligencia latente que, en los reinos inferiores, es considerada semiconsciencia, consciencia e instinto, es enormemente moderada en el hombre. La razón, producto del cerebro físico, desenvuelve a expensas del instinto la vaga reminiscencia de una omnisciencia otrora divina –o espíritu-. La razón, símbolo de la soberanía del hombre físico sobre todos los otros organismos físicos, es frecuentemente rebajada por el instinto animal. Como su cerebro es más perfecto que el de ninguna otra criatura, sus emanaciones deben naturalmente producir los resultados superiores de la acción mental; pero la razón sirve apenas para la consideración de las cosas materiales; es incapaz de auxiliar a su poseedor en el conocimiento del espíritu. Al perder el instinto el hombre pierde sus poderes intuitivos, que son la corona y el punto culminante del instinto. La razón es el arma grosera de los científicos, como la intuición es la guía infalible del vidente. El instinto enseña a la planta o al animal el tiempo propicio para la procreación de sus especies y guía a la fiera en la consecución del remedio apropiado en el momento de la enfermedad. La razón –orgullo del hombre- fracasa en frenar las propensiones de su materia y no tolera ningún obstáculo a la satisfacción ilimitada de sus sentidos. Lejos de llevarlo a ser su propio médico, su sutil sofisticación le lleva muy frecuentemente a su propia destrucción”.
En resumen, el hombre racional, aunque temporalmente, pierde para siempre los poderes del instinto y pierde provisionalmente (hasta que los readquiera con plena consciencia búddhica, después de desarrollar el mental y elevarse más arriba)los poderes de la intuición superior.
Despertar la inteligencia espiritual o intuición es el resultado de un largo y persistente esfuerzo de purificación, de sublimación ética, de sutilización de la sustancia que atraemos y con la que lidiamos. Implica una educación, una disciplina, un entrenamiento para liberar a la mente de la fascinación de los sentidos, de las cosas superficiales, de los fenómenos concretos y particulares, de los estímulos externos, y habituarla a pensar en términos amplios, dirigiéndose hacia lo que es universal y perenne.
Inteligencia Subjetiva e Inteligencia Objetiva
En el Arbol de la Vida cabalística, encontramos una inteligencia subjetiva, interior o (según el texto de Sepher Yetzira) inteligencia iluminadora, representativa de la cualidad vivencial del ser y correspondiente a Chokmah y al pilar del que esta sephirah es la cima (y que desciende por Chesed y Netzach); una inteligencia objetiva u ordenadora, representativa de la Leyes que rigen la sustancia y sus vehículos, y correspondiente a Binah y al pilar por encima de ella (y que continúa por Geburah y Hod) 6. Equilibrando las dos, respectivamente la Sabiduría y el Conocimiento, tenemos en el medio la columna del Ser o del Equilibrio, en lo alto de la cual está Kether, al que el texto del Sepher Yetzirah denomina “inteligencia oculta”. El hombre completo, equilibrado y perfeccionado conjuga las dos. Ciencia-Conocimiento sin cualidad interior o buena voluntad sin Entendimiento, ambas son opcionales al estar amputadas de su contraparte equilibradota.
La Inteligencia de la Naturaleza
Hasta ahora hemos hablado básicamente de la Inteligencia en el Ser Humano. Sin embargo todo en el universo y en la Naturaleza, desde un simple átomo hasta la más gloriosa divinidad, es inteligente, vive en el seno de la Inteligencia Cósmica y de ella participa, en mayor o menor grado.
Toda la Naturaleza Universal, como Manifestación, en el espacio y en el tiempo, de la Vida Una y Eterna, es la expresión del Tercer Logos. Y éste es “la Ideación Cósmica, Mat. o Inteligencia, el Alma Universal del Mundo; el Noumeno Cósmico de la Materia, la base de las Operaciones inteligentes de la Naturaleza” 7, la Ley y el Orden Manifestados 8. Es en el Alma Universal, en el Alma Mundi, que existen todas las unidades de vida; por eso todas ellas están penetradas por el Orden Inteligente, que preside todo el Cosmos. El Cosmos Uno es Inteligente, y así inherentemente inteligentes todas las partes que lo integran. En su gran sabiduría, afirmaba Plotino, en el Siglo III, en las Enéadas: “La Inteligencia no es apenas una: es una y muchas. De la misma forma hay simultáneamente un Alma y muchas almas (…). Algunas de las cuales son más racionales y otras (al menos en su existencia actual) menos racionales en la forma” 9.
La inteligencia en la Naturaleza es el potencial de aptitud que cada especie (y cada ser individual) actualiza en determinado grado. Ella está innata y universalmente diseminada; con todo, sus actores, que la vehiculan, apenas la concretizan en el grado que les es propio en cada momento.
La Vida se sirve de la Sustancia como de un espejo, en ella se lee a sí misma y se descubre. Al hacerlo se objetiva, o sea, produce (desvelándolo de sí misma) paulatinamente el mundo fenoménico, las cadenas de mundos y sus innumerables actores, de forma jerarquizada. En todo esto se da la revelación de la inteligencia, la objetivación de la consciencia, potencialmente contenida en el Absoluto, en la Vida Una, en el Ser Uno.
La Inteligencia surge de la materia pre-cósmica –o mejor, de la raíz pre-cósmica de la Materia, Mulaprakriti-, cuando Daiviprakriti 10, la correspondencia, en el nivel (inicial) de Manifestación Universal, de Parabrahman (o Absoluto), en ella (Mulaprakriti) despierta. Daivi prakriti, la sustancia divina, el poder evolutivo original de la sustancia, el dinamismo inteligente que impulsa a la manifestación, contiene toda la información, todo el plano que el Cosmos va a despuntar. En la Cábala, Shekinah es a Daiviprakriti lo que Ain Soph es a Parabrahman 11.
En cada nivel de la Jerarquía del Ser, un tipo de inteligencia se desdobla y manifiesta, siendo cada uno de esos tipos el correspondiente a la diferenciación septenaria de Prajna, la percepción inteligente. Encima del Reino Humano, brillan gloriosamente aquellas grandes órdenes de Inteligencias Espirituales, los Dhyan-Chohans de la espiritualidad oriental o los Querubines, Serafines, Tronos, Arcángeles, etc., de la tradición occidental, que son, de forma consciente, creadores de mundos y formas, directores de la manifestación y expresiones de la Ley, de acuerdo con los Arquetipos contenidos en la Mente Cósmica.
Presidente del C.L.U.C.
1 Cfr. Lama Anagarika Govinda, “The Way of the White Clouds” (BI Publications, Nova Deli, 5ª edición, 1977) y “The Psychological Attitude of Early Buddhist Philosophy” (Rider& Co., Londres, 1961)
2 Nuestros libros “Transcendencia e Inmanencia de Dios” (Centro Lusitano de Unificación Cultural, Lisboa 2001) y “Espíritu: Ciencia o Ilusión” (C.L.U.C., Lisboa, 2005) y el artículo “Buddhi” publicado en esta revista “Biosofía”.
3 En “Man and His Seven Principles” (Theosophical Publishing House, Adhiar, 1973).
4 Concretamente los artículos “Alma” y “Esoterismo, Psiquismo y Artes Ocultas”.
5 Ed. Pensamento, S. Paulo, 1990. En esta edición que desdobla en cuatro los dos volúmenes originalmente publicados en Inglés en 1877.
6 Los libros “La Cábala Mística” de Dion Fortune (E, Pensamento, S.Paulo) y “Arbol de la Vida”, de Z’ev bem Simón Halevi (Editora y Distribuidora Yug, México, DF, 1990) y el artículo “Introducción a un Estudio sobre el Arbol de la Vida”, de Humberto Alvarez da Costa.
7 Helena Blavatsky, “La Doctrina Secreta”, Vol, I.
8 Sobre el Orden e Inteligencia en el Cosmos, nos remitimos a nuestro artículo, de ese título, publicado en “Biosofía”.
9 En ausencia de una edición en lengua portuguesa, traducimos este extracto en Inglés publicado por Penguin Books, Londres, 1991).
10 Daiviprakriti stá referida, por ejemplo, en esa joya insuperable de la espiritualidad universal que es el Bhagavad Gita.
11 En el mismo sentido, Salomón lancri, “Estudios selectos de ‘La Doctrina Secreta’” (Editorial teosófica).
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