La accion de las Fuerzas Opositoras en la Materia y en el Hombre
En artículos anteriores de esta revista hemos visto como la concepción materialista en todos los ámbitos culturales y científicos tuvo su comienzo en el siglo XV, coincidente con el inicio en el hombre del desarrollo del Alma de Conciencia, cuya influencia se ha ido incrementando desde entonces, hasta alcanzar los niveles actuales de materialismo y cientificismo, en detrimento de toda la tradición milenaria y religiosa anterior, con el apoyo, más o menos consciente, de los gobiernos y representantes de la cultura.
En el presente artículo nos proponemos abundar en el propósito y la estrategia de las fuerzas que han actuado y actúan en el ámbito de lo material, y en el ocultamiento e ignorancia de lo espiritual, basándonos en la visión científico espiritual que nos aportó Rudolf Steiner.
Para ello tenemos que considerar la figura de ese poderoso ser suprasensible conocido en Antroposofía como Ahriman, y su cohorte de espíritus, logias y sociedades humanas a su servicio, del que también hemos hablado en artículos anteriores de la revista y al que también nos referimos en varios otros artículos del presente número.
En la antigua religión persa, en la doctrina del mazdeísmo de Zoroastro, Ahriman es el dios de la oscuridad, el destructor eterno de los dioses, personificación y creador de la maldad, portador de la muerte y la enfermedad, liderando las fuerzas del mal frente al dios solar Ahura Mazdao, el vencedor final del conflicto cósmico. Ese dios de las tinieblas es aquél ente que en
El mundo físico-material
Steiner nos dice que todo proviene del espíritu, que la materia es espíritu trasformado, corrompido o destruido. Fuerzas de vida espirituales son arrebatadas constantemente por fuerzas de muerte materiales, necróticas. Sabemos que lo físico no es lo material. Existen leyes físicas que actúan sobre lo físico invisible, que está relleno de sustancia material. Los moldes de formas físicas se “congelan” o rellenan de materia. Por eso nuestro plano es físico-material y lo primero que se genera en la estructura corporal humana inferior es el cuerpo físico, sin forma; las leyes físicas son anteriores a la aparición de la materia.
Ahriman es el arquitecto de la estructura física, desde la que dirige toda la humanidad. Ha creado todas las estructuras materiales del mundo maravilloso en el que vivimos. Nadie sabe más que él de este mundo físico material. A diferencia del Cristo, a quien desea suplantar y cuyo reino no es de este mundo, su reino sí es este mundo físico material. Su magia es apabullante y absoluta. Su inteligencia es la más poderosa del cosmos. No es cruel ni compasivo, carece de sentimientos, no tiene alma; es el maestro de la perfección y quiere que todo esté perfectamente estructurado. Steiner nos dice que astrológicamente le corresponde, a partir de principios del siglo XXI, su incorporación en un ser humano, su encarnación y aparición en la tierra, posiblemente en los EEUU de América, el país en donde más se ha desarrollado la cultura materialista. Presumiblemente se puede manifestar de cualquier forma, como dirigente político, religioso, etc. Ha estado preparando el terreno desde el siglo XV, con el comienzo del pensamiento científico, y su consolidación ha tenido lugar en el siglo XX, con el auge de la cultura del materialismo y con el progresivo abandono por el ser humano de las milenarias tradiciones religiosas.
En sus manos está el solucionar todos los problemas materiales de la humanidad, el hambre, las injusticias, las miserias y los errores del ser humano, el implantar el denominado “nuevo orden mundial” y el gobierno global. Una de las cosas que casi con seguridad hará en su advenimiento es ejercer su poder de fascinación, mediante el “glamour” y el incremento de la sensorialidad física, para lograr de esta forma un sometimiento, en principio voluntario, de millones de seres humanos, que posteriormente quedarán atrapados en sus redes, no sólo entre los entregados a una forma de vida materialista, sino también entre muchas personas de buena voluntad que llevan años trabajando solidariamente por los demás, luchando con un sistema injusto.
Su tarea parece fácil, a la vista de la situación actual en el mundo: un ser que demuestre que la realidad puede cambiar, aglutinador de la economía y del potencial de producción de los cinco continentes, abanderado de la paz y la fraternidad universal, capaz de acabar con las guerras, los desequilibrios, las confrontaciones y la explotación. La promesa de una situación idílica, de “paraíso en la tierra”. Sabemos que lo que hoy domina en el mundo, lo más importante, es el poder económico del dinero, hoy día en su mayoría convertido en impulsos electrónicos de ordenadores, lo cual es un espejismo, algo falso. Cuando Ahriman, incorporado en un ser humano demuestre esa falsedad y la posibilidad de acabar con la riqueza y la pobreza, y su sustitución por otro tipo de acuerdos que puedan acabar con el dolor y el sufrimiento humanos, la gente “despertará” hechizada en su espejismo y se dejará arrastrar por su mensaje y su poder. En sus manos estará igualmente el poder otorgar la clarividencia a los hombres, distinta a cada uno, no adquirida mediante una disciplina regular de ejercicios apropiados, sino una clarividencia fruto de disposiciones atávicas, una falsa clarividencia.
El precio a pagar
Si tal mensaje es tan ilusionante ¿cuál es el problema?. Pues que todo esto tendrá un precio a pagar. Será un mundo social y económico frío, carente de alma: de seres humanos robotizados, con todas sus necesidades materiales cubiertas pero sin posibilidad de ejercer su libertad individual. La libertad sólo puede ser interior, únicamente es real en lo cultural-espiritual, nunca en lo económico-legislativo, tal como demuestra Steiner en su “Filosofía de la Libertad”, y por tanto no está en función de que sea concedida o dependa de un tercero. Ahriman, aunque no lo dirá, exigirá: “todo esto os lo daré si, postrados ante mí, me adoráis. Sométete, sé dócil, yo me encargaré de todo lo demás, incluida tu clarividencia personal”. Será una prueba espiritual muy dura para la humanidad, que difícilmente podrá diferenciar el ahrimanismo del auténtico cristianismo. De su superación va a depender la supervivencia espiritual del ser humano. La alternativa será la caída en lo que se ha denominado la 8ª esfera, en un mundo ilusorio carente de espíritu. (ver al respecto el artículo anterior sobre la 8ª esfera, de Emilio Sainz, en esta misma revista).
Los auténticos seguidores de Cristo, escasamente preparados en la actualidad para defender el amor, la individualidad y libertad del ser humano, el compartir, la solidaridad y la auténtica fraternidad, por encima de cualesquiera otras normas, tendrán que afrontar esta difícil prueba. Nos podremos poner en contra de este mensaje, pero ¿seremos capaces, frente a él de mantener una actitud auténticamente cristiana que respete y reconozca al yo ajeno?. La gran apuesta pondrá a prueba e todo el desarrollo del plan divino en la tierra, pues se necesitarán seres humanos preparados, imbuidos del impulso crístico, que sólo puede ser libremente aceptado, hombres y mujeres capaces de superar esta difícil prueba.
Ya hemos destacado que Ahriman es especialista en la organización del mundo material, en cuyo campo es la verdadera divinidad de la inteligencia. Bajo su influencia incluso el ser humano podrá creer que sigue ejerciendo su individualidad, a no ser que anhele la inserción de la sabiduría espiritual en el plano físico-material, lo cual no es nada fácil. El auténtico cristiano, que ya hemos visto no tiene nada que ver con el tipo de cristianismo interesado que predican las iglesias católica y protestante, tendría que ir inyectando, poco a poco, la sabiduría divina procedente del Cristo en este mundo físico material, ante la “perfecta” solución ahrimánica.
Como seres humanos somos seres complejos compuestos de muchas realidades, sensibles y suprasensibles. Tenemos dentro de nosotros parte de todas las Jerarquías espirituales, desde los Serafines a los Angeles, incluidas las entidades opositoras luciféricas, ahrimánicas y asúricas, y un ejército inmenso de seres elementales repartidos por todos nuestros cuerpos, físicos, etéricos, astrales y espirituales. Un cosmos en pequeño, o microcosmos. Cuando el Cristo pueda penetrar va a formar parte de nosotros (no yo, sino Cristo en mí). Mientras tanto estamos deambulando por este mundo de materia, condicionados por los seres y las cosas que se manifiestan en el alma.
La evolución consiste en apropiarse, poco a poco, de lo que nos ha sido donado por la divinidad, en función de su conocimiento y aceptación, y del uso que hagamos de dicha donación. No olvidemos que el paso del ser humano por el mundo de materia, confrontando y superando las fuerzas opositoras con la ayuda crística, es necesario e imprescindible para que pueda evolucionar, desarrollando el amor y la libertad, conforme a los planes de la divinidad.
Al margen de que pueda parecer presuntuoso, el ser humano es único en el cosmos porque tiene parte de todas esas Jerarquías espirituales, regulares y opositoras. Por ello su potencial es el más grande que nunca haya sido creado, en el que destacan más las fuerzas opositoras, por estar su actuación limitada al mundo físico material. Y por ello somos tan distintos y problemáticos. En este sentido tenemos un peligro enorme por las fuerzas asociadas a nosotros.
La asunción del impulso crístico
La fuerza asociada del Cristo, que requiere su libre aceptación por nuestra parte, es la única que tiene la potestad de convertir lo peor en lo mejor, el mayor mal que pueda haber en nosotros en el bien más sublime. Todavía estamos en una fase infantil, en la cual empezamos a ver el bien y el mal que existe y que forma parte de nosotros. Es el comienzo de un conocimiento que nos va a dar la posibilidad de ir eligiendo entre ambos. Hasta ahora hemos sido criaturas capaces casi sólo de infligir leyes espirituales, generando karma negativo, pero con todo el potencial que tenemos podemos alcanzar límites insospechados. Para ello tenemos que dejar de estar “encerrados” en nuestros pequeños problemas personales y des-condicionarnos de todo el bagaje cultural que desde pequeños se nos ha enseñado y en el que seguimos creyendo, falso o verdadero, pero que no hemos elaborado individualmente y que por tanto no nos es válido.
En muchas ocasiones se ha planteado la cuestión de que al ser el impulso crístico fundamental y determinante en la evolución de la humanidad ¿que esperanza pueden tener tantos millones de personas de buena voluntad que no tienen la posibilidad de conocer al Cristo, inmersos en un mundo de materia en el que tienen que luchar para sobrevivir?.
En la tradición de las iglesias se nos han enseñado una serie de creencias y dogmas cuyo cumplimiento nos conducía a la salvación o a la condena eterna, como por ejemplo, en la iglesia católica, como es el que fuera necesario bautizar a los niños al nacer porque si morían podían condenarse. Afortunadamente el ser cristiano es algo que tiene carácter universal, al margen de la cultura, raza, iglesias o creencias. La iglesia católica no es Dios, aunque lo pretenda y se autoproclame como su representante en la tierra. Si no convencía a las conciencias, siempre tenía la posibilidad de recurrir a la tortura o al fuego de la inquisición, hasta hace unos dos siglos.
Las iglesias han ido perdiendo fuerza a partir de la Edad Moderna, sobre todo desde el Renacimiento, en paralelo a que la filosofía y la ciencia han ido generando la ideología materialista, cuya culminación, el declive de lo clerical, se ha producido de forma explosiva en la época actual. ¿Qué es lo que ha pasado?. A partir de entonces el individuo, más libre, no está condicionado por esas normas y doctrinas religiosas impuestas, al considerarlas irracionales e indemostrables. El hombre común ha pasado de las antiguas creencias en las tradiconales corporaciones eclesiales a conceder credibilidad y a tener fe en los parámetros científicos. Sus propias dudas están refrendadas por la ciencia. Esto es una espada de doble filo, que por una parte es beneficioso y por la otra, perjudicial.
Si las iglesias no hubieran perdido su fuerza de convencimiento y trasmisión de la fe, en muchos casos útil y beneficiosa para grandes grupos humanos, no hubiera imperado la ideología materialista, pero tampoco se hubiera podido dar en el hombre la capacidad de libertad y conocimiento intuitivo, liberándose de todas las normas y dogmas, credos y doctrinas milenarias que le impedían avanzar en su evolución como individualidad. Gracias a ello ahora todos nosotros tenemos la capacidad de sobreponernos a ese entablado normativo, en una posición de pureza y moralidad. Ello va a suponer el progresivo debilitamiento de todas las iglesias, según incremente el ser humano su proceso de culturización e individualidad, desarrollando su libertad.
Ya hemos destacado el hecho de que el ser humano de hoy día, no el de hace pocos cientos de años, puede aliarse libremente con el Cristo, aunque lo desconozca, a través de sus propias intuiciones, generando sabiduría en su alma, al margen de lo que pueda, o no pueda, aprender en doctrinas y catecismos, impregnándose de ella para poder afincarla en su alma. A partir de ahí, necesariamente se va a producir el lazo de unión con el impulso crístico universal, aunque no sepa nada del Cristo. Por ejemplo, todos los seres humanos tenemos el impulso, que no obediencia, hacia la fraternidad: para miles de seres humanos lo importante no es lo que les suceda a ellos, sino hacia donde se encamina la humanidad, los peligros y soluciones que habrá que adoptar para poner los remedios posibles. Esto es una actitud cristiana.
El Impulso Crístico está ahí para todo el mundo, se sepa o no. Cuando se empieza a conocer algo de lo que significa, se puede llegar a anhelar el poder vivirlo y asumirlo en algún momento, en esta vida o en las siguientes. Estamos atravesando un tiempo de profunda crisis, algo que puede ser beneficioso si ello genera en cada uno la búsqueda de soluciones. Desde el punto de vista espiritual nos dice Steiner que el mundo espiritual está esperando que cada uno de nosotros tome la decisión de establecer contacto con él. Muchas personas seguirán necesitando apoyarse en las muletas de las religiones, pero se necesitan otras que vayan abriendo camino hacia un nuevo cristianismo, profundizando en él y abriendo con ello puertas de esperanza y sabiduría.
Las Fuerzas Opositoras y su acción en el alma humana
Por tanto no es necesario indagar mucho para poder percibir la existencia del Mal, como algo consustancial al mundo físico-material en el que temporalmente transcurre nuestra existencia, tanto en el entorno terrestre como en la propia interioridad del ser humano. Somos conscientes de que la inmensa mayoría de las personas no tienen interés alguno en percibir, y por tanto reconocer, la existencia del mal; todo lo más admiten que, además de las tragedias naturales y enfermedades y plagas que se producen, casi inevitables, existen algunos hombres malos, o desviados del buen camino, y que están impidiendo que nuestro mundo sea un mundo feliz, y que la vida sea bella, conforme a los designios de un Dios que se supone todopoderoso.
Al margen de creer, o no, en la identificación de las fuerzas generadas por entidades adversas al correcto desarrollo evolutivo de la humanidad que hizo Rudolf Steiner, (*) cualquier persona desprejuiciada puede verificar fácilmente la actuación de las mismas, no sólo a lo largo de la historia de la humanidad, sino especialmente en la época actual, (o quinta época cultural post-atlante) considerablemente incrementada y con tremenda virulencia en el siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Síntomas de su actuación en la época actual
Como síntomas de la acción de las fuerzas del mal en nuestra civilización podemos destacar los siguientes:
Son patentes la agresividad e intensidad de los ataques que sufre el ser humano mediante un intento de destrucción de sus estructuras. Y así vemos que el cuerpo físico-psiquico se destruye mediante el uso de las diferentes drogas. El cuerpo etérico o vital es atacado mediante todo tipo de perversiones y dependencias, y como quiera que el concepto de normalidad en cuanto a la libertad sexual es de permisividad casi total, sea desviada o no, como jamás lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, el cuerpo energético es paulatinamente herido y desvitalizado. El cuerpo astral o emocional es a su vez más y más agredido mediante el fomento de todas las formas de violencia, a través del cine, la televisión, la publicidad, etc. El ataque al ser humano en su conjunto mediante la permanente incitación de un egoísmo materialista extremo, queda así sometido in crecendo a todo tipo de miedos y temores, a enfermedades y actos terroristas, etc. Ello menoscaba el ideal del individualismo ético, convirtiendo al hombre en un ser provisto sólo de un “yo inferior” como animal “pensante”, con una naturaleza sub-humana fácilmente sometido a las potencias adversas opositoras.
La capacidad de imaginación se intenta aniquilar desde la más tierna infancia con los juegos de ordenador, televisión, cine, realidad virtual, etc. La capacidad de intuición es vulnerada mediante la permisividad y el “todo vale”. Se intenta introducir al ser humano en su cuerpo físico, para que se identifique plenamente con él, tanto a través de la ideología materialista como en sus fuerzas de voluntad subconscientes, al margen de cualquier tipo de moralidad, conciencia o compasión. Este intento de que el Yo se identifique plenamente con las fuerzas sensoriales terrenas, hacia impulsos y pasiones animales, tiene el propósito de robarle al Yo humano la capacidad de acercarse al mundo espiritual en el que se encuentra el Cristo, haciéndole ignorar, y a veces incluso odiar y ansiar la destrucción de todo lo que sea de naturaleza espiritual.
Hay dos síntomas especialmente preocupantes, en los que se empieza a percibir que el mal más radical puede penetrar directamente en el hombre, al margen de cualquier ideología, el mal por el mal sin sentido ni explicación racional alguna. Son el del terrorismo y fanatismo instintivo pseudoreligioso, y la pederastia y crímenes demoníacos contra los niños. Este tipo de mal, nos dice Steiner, no podrá ser superado con los medios externos conocidos, sino únicamente con medios espirituales fundamentados en la ciencia espiritual moderna.
Desde el punto de vista de dicha Ciencia Espiritual, el incremento en la actuación de las fuerzas malignas en el siglo XX, y lo que llevamos del XXI, se manifiesta a través de determinados líderes y grupos humanos, de sociedades ocultas occidentales, de nacionalismos, de ideologías antihumanas como el nacionalsocialismo, el bolchevismo, o creencias y filosofías ultrareligiosas como el jesuitismo, y otros “ismos”, todo ello bajo inspiración del conjunto de todas las fuerzas opositoras. No olvidemos las consecuencias derivadas de esta acción incrementada manifestada en las dos guerras mundiales, los millones de muertos, campos de exterminio, genocidio de pueblos y terror. De ahí han surgido los impulsos anticrísticos más fuertes que nunca antes se habían conocido en la humanidad, auténticos enemigos del verdadero espíritu, en contra del desarrollo libre y consciente del Yo individual humano.
No obstante lo anterior, a la humanidad se le otorga, en la época actual, la oportunidad, única hasta ahora, de poder superar las fuerzas del mal en la evolución terrestre gracias a la ayuda del impulso crístico, desarrollando en su alma, primero, el verdadero conocimiento e intenciones de dichas fuerzas, no negando su existencia, y así reconociéndolas y no siguiendo su juego, para poder, poco a poco, ir preparando la libre creación del bien desde las fuerzas individualizadas del Yo humano. Tal como nos dice Steiner, la fuerza asociada del Cristo, que requiere su libre aceptación por nuestra parte, es la única que tiene la potestad de poder convertir lo peor en lo mejor, el peor mal que puede haber en nosotros, en el bien más sublime.
Su acción en lo más profundo del ser humano
En general, la mayoría de las personas no quieren reconocer que las fuerzas del mal actúan preferentemente a través de las percepciones del cuerpo físico, en lo más profundo de la psique del ser humano, en cuanto encuentran el terreno apropiado para ello, inculcándole el temor y el miedo, que es de donde parten todos sus males y dificultades. De esta forma el mal se puede adueñar de la conciencia y la voluntad humana, manifestándose en los principales errores morales o trasgresiones, generalmente caracterizados por una actitud de exceso o desmesura, como veremos a continuación.
Un exceso de auto-afirmación, que supera la mera supervivencia, es destructivo, tanto para el individuo como para su entorno, cuyo origen podemos buscarlo en la inseguridad y el miedo a perder el cuerpo físico, sin querer reconocer que éste es algo perecedero, identificándose la conciencia con el cerebro y el sistema nervioso. Puede conducir a lo que conocemos como soberbia.
La avaricia, o el deseo de acumulación excesiva de objetos y recursos, tanto en el propio organismo, como es el caso de la gula, como en el entorno, con bienes materiales, es otro medio que utiliza la psique para combatir el miedo a la extinción. Se combate subconscientemente mediante una acumulación material. Este deseo de acumulación también se puede manifestar en la obesidad y otros trastornos alimenticios psicológicos subconscientes, que a menudo funcionan como compensación psíquica frente a la depresión.
El exceso de los instintos, vinculado al contacto con otros seres, puede dar lugar a la absorción o vampirización subconsciente de energías vitales ajenas. Se puede manifestar como lujuria, la pederastia, el sadomasoquismo y otras aberraciones sexuales. Al igual que con el uso de las drogas, es una especie de suicidio inconsciente, como mecanismo de defensa psicológica frente al miedo que se siente y el deseo de acabar con la identificación con aquello que se teme. Por Steiner sabemos que en muchos casos este anhelo puede ser inagotable y por tanto requiere su extinción en el periodo del “kamaloca”, o estancia en el plano astral inferior post-mortem tras cada encarnación, hasta su total agotamiento, ya desprovistos del cuerpo físico que es la raíz de todos estos males. También nos dejó dicho que estos procesos pueden emplearse, de forma consciente, controlada y dirigida, en los entrenamientos ocultos del camino de iniciación por parte de la Magia Negra, que siempre ha sabido hacer uso de ellos, como método de absorción de energías vitales.
La ira, en su justa medida necesaria como instinto de supervivencia frente a las agresiones del entono, identificada como coraje o valor, también puede convertirse en un estallido irracional incontrolado y destructivo de furia, en forma de odio o aversión, de intolerancia racial, de fanatismo pseudo-religioso o nacionalista, etc. Con ello se convierte en una manifestación de las entidades adversas que existen, según Steiner, desde el principio de la creación, en el interior del ser humano.
En los entornos en los que se tratan temas espirituales o esotéricos, en Occidente, está muy presente el problema de la envidia. La idealización de personajes, o líderes, que por algún motivo se consideran relevantes, puede actuar como un fenómeno positivo. De la emulación se puede pasar a la imitación, y en lugar de desarrollar la persona las cualidades que admira en otros, se pasa a aparentar o fingir frente a los demás cualidades que no se han llegado a adquirir con el necesario esfuerzo anímico, no aceptándose las limitaciones cualitativas o temporales que se posean. De la sumisión y veneración inicial se pasa a la envidia, odio y resentimiento irracional, basándose en la supuesta igualdad de los seres humanos ante la ley, como una realidad fisiológica y psicológica, lo cual es erróneo y absurdo, cuando sabemos que no existen dos personas iguales, ni en el mismo nivel evolutivo. De ahí surgen los problemas en todos estos grupos, de indisciplina, de engreimiento y de exceso de “importancia personal”.
Otro ámbito de actuación de las fuerzas opositoras en el interior profundo del ser humano está basado en la fuerza de gravedad, la atracción hacia las fuerzas del centro de la tierra, lo que se manifiesta en la pereza, la pesantez e indolencia que conducen a la inactividad y el exceso de comodidad, tanto en lo físico como en lo anímico, en una actitud de “no complicarse la vida”, en una clara postura acomodaticia que imposibilita el correcto desarrollo del hombre.
(*) La Ciencia Espiritual, a través de la visión clarividente de Rudolf Steiner, nos habla de tres tipos de fuerzas o poderes adversos, (opuestos a la correcta evolución del ser humano, según los planes de las Jerarquías creadoras a través del Verbo Cósmico o Logos Solar, el Cristo) que se quedaron retrasados respecto a la evolución apropiada en los estados planetarios anteriores de nuestra tierra actual, o manvántaras, conocidos como antiguo Saturno, antiguo Sol y antigua Luna. Tales fuerzas opositoras son también denominadas, respectivamente en cada uno de ellos, asúricas (Archai o Principados que se quedaron rezagados en el antiguo Saturno), fuerzas o entidades del mal Ahrimánicas (Arcángeles rezagados del antiguo Sol) y fuerzas luciféricas (Ángeles rezagados de la antigua Luna). El ser humano recibió en estos tres estados planetarios anteriores los rudimentos de sus cuerpos físico, etérico o vital, y astral o emocional, por lo que las tentaciones que parten de estos tres tipos de entidades adversas se dirigen específicamente a cada uno de ellos: las luciféricas intentan, sobre todo, penetrar en el cuerpo astral del ser humano; las ahrimánicas aspiran a dominar las fuerzas etéricas, y las entidades que Steiner denomina como asúricas, intentan cada vez más acercarse al ser humano a través de las partes suprasensibles del cuerpo físico. Estas potencias adversas se emparentan también con los tres componentes anímicos del ser humano: la tentación de Lucifer especialmente en la configuración conocida como Alma Sensible, la de Ahrimán en el Alma Racional o intelectiva, y la de Asur, en el Alma Consciente, que es la que el hombre tiene que desarrollar en nuestra época, mediante el trabajo de su Yo individual.
Andrés Piñán

Si tal mensaje es tan ilusionante ¿cuál es el problema?. Pues que todo esto tendrá un precio a pagar. Será un mundo social y económico frío, carente de alma: de seres humanos robotizados, con todas sus necesidades materiales cubiertas pero sin posibilidad de ejercer su libertad individual. La libertad sólo puede ser interior, únicamente es real en lo cultural-espiritual, nunca en lo económico-legislativo, tal como demuestra Steiner en su “Filosofía de
Los auténticos seguidores de Cristo, escasamente preparados en la actualidad para defender el amor, la individualidad y libertad del ser humano, el compartir, la solidaridad y la auténtica fraternidad, por encima de cualesquiera otras normas, tendrán que afrontar esta difícil prueba. Nos podremos poner en contra de este mensaje, pero ¿seremos capaces, frente a él de mantener una actitud auténticamente cristiana que respete y reconozca al yo ajeno?. La gran apuesta pondrá a prueba e todo el desarrollo del plan divino en la tierra, pues se necesitarán seres humanos preparados, imbuidos del impulso crístico, que sólo puede ser libremente aceptado, hombres y mujeres capaces de superar esta difícil prueba.
Ya hemos destacado que Ahriman es especialista en la organización del mundo material, en cuyo campo es la verdadera divinidad de la inteligencia. Bajo su influencia incluso el ser humano podrá creer que sigue ejerciendo su individualidad, a no ser que anhele la inserción de la sabiduría espiritual en el plano físico-material, lo cual no es nada fácil. El auténtico cristiano, que ya hemos visto no tiene nada que ver con el tipo de cristianismo interesado que predican las iglesias católica y protestante, tendría que ir inyectando, poco a poco, la sabiduría divina procedente del Cristo en este mundo físico material, ante la “perfecta” solución ahrimánica.
Como seres humanos somos seres complejos compuestos de muchas realidades, sensibles y suprasensibles. Tenemos dentro de nosotros parte de todas las Jerarquías espirituales, desde los Serafines a los Angeles, incluidas las entidades opositoras luciféricas, ahrimánicas y asúricas, y un ejército inmenso de seres elementales repartidos por todos nuestros cuerpos, físicos, etéricos, astrales y espirituales. Un cosmos en pequeño, o microcosmos. Cuando el Cristo pueda penetrar va a formar parte de nosotros (no yo, sino Cristo en mí). Mientras tanto estamos deambulando por este mundo de materia, condicionados por los seres y las cosas que se manifiestan en el alma.
La evolución consiste en apropiarse, poco a poco, de lo que nos ha sido donado por la divinidad, en función de su conocimiento y aceptación, y del uso que hagamos de dicha donación. No olvidemos que el paso del ser humano por el mundo de materia, confrontando y superando las fuerzas opositoras con la ayuda crística, es necesario e imprescindible para que pueda evolucionar, desarrollando el amor y la libertad, conforme a los planes de la divinidad.
Al margen de que pueda parecer presuntuoso, el ser humano es único en el cosmos porque tiene parte de todas esas Jerarquías espirituales, regulares y opositoras. Por ello su potencial es el más grande que nunca haya sido creado, en el que destacan más las fuerzas opositoras, por estar su actuación limitada al mundo físico material. Y por ello somos tan distintos y problemáticos. En este sentido tenemos un peligro enorme por las fuerzas asociadas a nosotros.
La asunción del impulso crístico
La fuerza asociada del Cristo, que requiere su libre aceptación por nuestra parte, es la única que tiene la potestad de convertir lo peor en lo mejor, el mayor mal que pueda haber en nosotros en el bien más sublime. Todavía estamos en una fase infantil, en la cual empezamos a ver el bien y el mal que existe y que forma parte de nosotros. Es el comienzo de un conocimiento que nos va a dar la posibilidad de ir eligiendo entre ambos. Hasta ahora hemos sido criaturas capaces casi sólo de infligir leyes espirituales, generando karma negativo, pero con todo el potencial que tenemos podemos alcanzar límites insospechados. Para ello tenemos que dejar de estar “encerrados” en nuestros pequeños problemas personales y des-condicionarnos de todo el bagaje cultural que desde pequeños se nos ha enseñado y en el que seguimos creyendo, falso o verdadero, pero que no hemos elaborado individualmente y que por tanto no nos es válido.
En muchas ocasiones se ha planteado la cuestión de que al ser el impulso crístico fundamental y determinante en la evolución de la humanidad ¿que esperanza pueden tener tantos millones de personas de buena voluntad que no tienen la posibilidad de conocer al Cristo, inmersos en un mundo de materia en el que tienen que luchar para sobrevivir?.
En la tradición de las iglesias se nos han enseñado una serie de creencias y dogmas cuyo cumplimiento nos conducía a la salvación o a la condena eterna, como por ejemplo, en la iglesia católica, como es el que fuera necesario bautizar a los niños al nacer porque si morían podían condenarse. Afortunadamente el ser cristiano es algo que tiene carácter universal, al margen de la cultura, raza, iglesias o creencias. La iglesia católica no es Dios, aunque lo pretenda y se autoproclame como su representante en la tierra. Si no convencía a las conciencias, siempre tenía la posibilidad de recurrir a la tortura o al fuego de la inquisición, hasta hace unos dos siglos.
Las iglesias han ido perdiendo fuerza a partir de la Edad Moderna, sobre todo desde el Renacimiento, en paralelo a que la filosofía y la ciencia han ido generando la ideología materialista, cuya culminación, el declive de lo clerical, se ha producido de forma explosiva en la época actual. ¿Qué es lo que ha pasado?. A partir de entonces el individuo, más libre, no está condicionado por esas normas y doctrinas religiosas impuestas, al considerarlas irracionales e indemostrables. El hombre común ha pasado de las antiguas creencias en las tradiconales corporaciones eclesiales a conceder credibilidad y a tener fe en los parámetros científicos. Sus propias dudas están refrendadas por la ciencia. Esto es una espada de doble filo, que por una parte es beneficioso y por la otra, perjudicial.
Si las iglesias no hubieran perdido su fuerza de convencimiento y trasmisión de la fe, en muchos casos útil y beneficiosa para grandes grupos humanos, no hubiera imperado la ideología materialista, pero tampoco se hubiera podido dar en el hombre la capacidad de libertad y conocimiento intuitivo, liberándose de todas las normas y dogmas, credos y doctrinas milenarias que le impedían avanzar en su evolución como individualidad. Gracias a ello ahora todos nosotros tenemos la capacidad de sobreponernos a ese entablado normativo, en una posición de pureza y moralidad. Ello va a suponer el progresivo debilitamiento de todas las iglesias, según incremente el ser humano su proceso de culturización e individualidad, desarrollando su libertad.
Ya hemos destacado el hecho de que el ser humano de hoy día, no el de hace pocos cientos de años, puede aliarse libremente con el Cristo, aunque lo desconozca, a través de sus propias intuiciones, generando sabiduría en su alma, al margen de lo que pueda, o no pueda, aprender en doctrinas y catecismos, impregnándose de ella para poder afincarla en su alma. A partir de ahí, necesariamente se va a producir el lazo de unión con el impulso crístico universal, aunque no sepa nada del Cristo. Por ejemplo, todos los seres humanos tenemos el impulso, que no obediencia, hacia la fraternidad: para miles de seres humanos lo importante no es lo que les suceda a ellos, sino hacia donde se encamina la humanidad, los peligros y soluciones que habrá que adoptar para poner los remedios posibles. Esto es una actitud cristiana.
El Impulso Crístico está ahí para todo el mundo, se sepa o no. Cuando se empieza a conocer algo de lo que significa, se puede llegar a anhelar el poder vivirlo y asumirlo en algún momento, en esta vida o en las siguientes. Estamos atravesando un tiempo de profunda crisis, algo que puede ser beneficioso si ello genera en cada uno la búsqueda de soluciones. Desde el punto de vista espiritual nos dice Steiner que el mundo espiritual está esperando que cada uno de nosotros tome la decisión de establecer contacto con él. Muchas personas seguirán necesitando apoyarse en las muletas de las religiones, pero se necesitan otras que vayan abriendo camino hacia un nuevo cristianismo, profundizando en él y abriendo con ello puertas de esperanza y sabiduría.
Las Fuerzas Opositoras y su acción en el alma humana
Por tanto no es necesario indagar mucho para poder percibir la existencia del Mal, como algo consustancial al mundo físico-material en el que temporalmente transcurre nuestra existencia, tanto en el entorno terrestre como en la propia interioridad del ser humano. Somos conscientes de que la inmensa mayoría de las personas no tienen interés alguno en percibir, y por tanto reconocer, la existencia del mal; todo lo más admiten que, además de las tragedias naturales y enfermedades y plagas que se producen, casi inevitables, existen algunos hombres malos, o desviados del buen camino, y que están impidiendo que nuestro mundo sea un mundo feliz, y que la vida sea bella, conforme a los designios de un Dios que se supone todopoderoso.
Al margen de creer, o no, en la identificación de las fuerzas generadas por entidades adversas al correcto desarrollo evolutivo de la humanidad que hizo Rudolf Steiner, (*) cualquier persona desprejuiciada puede verificar fácilmente la actuación de las mismas, no sólo a lo largo de la historia de la humanidad, sino especialmente en la época actual, (o quinta época cultural post-atlante) considerablemente incrementada y con tremenda virulencia en el siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Síntomas de su actuación en la época actual
Como síntomas de la acción de las fuerzas del mal en nuestra civilización podemos destacar los siguientes:
Son patentes la agresividad e intensidad de los ataques que sufre el ser humano mediante un intento de destrucción de sus estructuras. Y así vemos que el cuerpo físico-psiquico se destruye mediante el uso de las diferentes drogas. El cuerpo etérico o vital es atacado mediante todo tipo de perversiones y dependencias, y como quiera que el concepto de normalidad en cuanto a la libertad sexual es de permisividad casi total, sea desviada o no, como jamás lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, el cuerpo energético es paulatinamente herido y desvitalizado. El cuerpo astral o emocional es a su vez más y más agredido mediante el fomento de todas las formas de violencia, a través del cine, la televisión, la publicidad, etc. El ataque al ser humano en su conjunto mediante la permanente incitación de un egoísmo materialista extremo, queda así sometido in crecendo a todo tipo de miedos y temores, a enfermedades y actos terroristas, etc. Ello menoscaba el ideal del individualismo ético, convirtiendo al hombre en un ser provisto sólo de un “yo inferior” como animal “pensante”, con una naturaleza sub-humana fácilmente sometido a las potencias adversas opositoras.
La capacidad de imaginación se intenta aniquilar desde la más tierna infancia con los juegos de ordenador, televisión, cine, realidad virtual, etc. La capacidad de intuición es vulnerada mediante la permisividad y el “todo vale”. Se intenta introducir al ser humano en su cuerpo físico, para que se identifique plenamente con él, tanto a través de la ideología materialista como en sus fuerzas de voluntad subconscientes, al margen de cualquier tipo de moralidad, conciencia o compasión. Este intento de que el Yo se identifique plenamente con las fuerzas sensoriales terrenas, hacia impulsos y pasiones animales, tiene el propósito de robarle al Yo humano la capacidad de acercarse al mundo espiritual en el que se encuentra el Cristo, haciéndole ignorar, y a veces incluso odiar y ansiar la destrucción de todo lo que sea de naturaleza espiritual.
Hay dos síntomas especialmente preocupantes, en los que se empieza a percibir que el mal más radical puede penetrar directamente en el hombre, al margen de cualquier ideología, el mal por el mal sin sentido ni explicación racional alguna. Son el del terrorismo y fanatismo instintivo pseudoreligioso, y la pederastia y crímenes demoníacos contra los niños. Este tipo de mal, nos dice Steiner, no podrá ser superado con los medios externos conocidos, sino únicamente con medios espirituales fundamentados en la ciencia espiritual moderna.
Desde el punto de vista de dicha Ciencia Espiritual, el incremento en la actuación de las fuerzas malignas en el siglo XX, y lo que llevamos del XXI, se manifiesta a través de determinados líderes y grupos humanos, de sociedades ocultas occidentales, de nacionalismos, de ideologías antihumanas como el nacionalsocialismo, el bolchevismo, o creencias y filosofías ultrareligiosas como el jesuitismo, y otros “ismos”, todo ello bajo inspiración del conjunto de todas las fuerzas opositoras. No olvidemos las consecuencias derivadas de esta acción incrementada manifestada en las dos guerras mundiales, los millones de muertos, campos de exterminio, genocidio de pueblos y terror. De ahí han surgido los impulsos anticrísticos más fuertes que nunca antes se habían conocido en la humanidad, auténticos enemigos del verdadero espíritu, en contra del desarrollo libre y consciente del Yo individual humano.
No obstante lo anterior, a la humanidad se le otorga, en la época actual, la oportunidad, única hasta ahora, de poder superar las fuerzas del mal en la evolución terrestre gracias a la ayuda del impulso crístico, desarrollando en su alma, primero, el verdadero conocimiento e intenciones de dichas fuerzas, no negando su existencia, y así reconociéndolas y no siguiendo su juego, para poder, poco a poco, ir preparando la libre creación del bien desde las fuerzas individualizadas del Yo humano. Tal como nos dice Steiner, la fuerza asociada del Cristo, que requiere su libre aceptación por nuestra parte, es la única que tiene la potestad de poder convertir lo peor en lo mejor, el peor mal que puede haber en nosotros, en el bien más sublime.
Su acción en lo más profundo del ser humano
En general, la mayoría de las personas no quieren reconocer que las fuerzas del mal actúan preferentemente a través de las percepciones del cuerpo físico, en lo más profundo de la psique del ser humano, en cuanto encuentran el terreno apropiado para ello, inculcándole el temor y el miedo, que es de donde parten todos sus males y dificultades. De esta forma el mal se puede adueñar de la conciencia y la voluntad humana, manifestándose en los principales errores morales o trasgresiones, generalmente caracterizados por una actitud de exceso o desmesura, como veremos a continuación.
Un exceso de auto-afirmación, que supera la mera supervivencia, es destructivo, tanto para el individuo como para su entorno, cuyo origen podemos buscarlo en la inseguridad y el miedo a perder el cuerpo físico, sin querer reconocer que éste es algo perecedero, identificándose la conciencia con el cerebro y el sistema nervioso. Puede conducir a lo que conocemos como soberbia.
La avaricia, o el deseo de acumulación excesiva de objetos y recursos, tanto en el propio organismo, como es el caso de la gula, como en el entorno, con bienes materiales, es otro medio que utiliza la psique para combatir el miedo a la extinción. Se combate subconscientemente mediante una acumulación material. Este deseo de acumulación también se puede manifestar en la obesidad y otros trastornos alimenticios psicológicos subconscientes, que a menudo funcionan como compensación psíquica frente a la depresión.
El exceso de los instintos, vinculado al contacto con otros seres, puede dar lugar a la absorción o vampirización subconsciente de energías vitales ajenas. Se puede manifestar como lujuria, la pederastia, el sadomasoquismo y otras aberraciones sexuales. Al igual que con el uso de las drogas, es una especie de suicidio inconsciente, como mecanismo de defensa psicológica frente al miedo que se siente y el deseo de acabar con la identificación con aquello que se teme. Por Steiner sabemos que en muchos casos este anhelo puede ser inagotable y por tanto requiere su extinción en el periodo del “kamaloca”, o estancia en el plano astral inferior post-mortem tras cada encarnación, hasta su total agotamiento, ya desprovistos del cuerpo físico que es la raíz de todos estos males. También nos dejó dicho que estos procesos pueden emplearse, de forma consciente, controlada y dirigida, en los entrenamientos ocultos del camino de iniciación por parte de la Magia Negra, que siempre ha sabido hacer uso de ellos, como método de absorción de energías vitales.
La ira, en su justa medida necesaria como instinto de supervivencia frente a las agresiones del entono, identificada como coraje o valor, también puede convertirse en un estallido irracional incontrolado y destructivo de furia, en forma de odio o aversión, de intolerancia racial, de fanatismo pseudo-religioso o nacionalista, etc. Con ello se convierte en una manifestación de las entidades adversas que existen, según Steiner, desde el principio de la creación, en el interior del ser humano.
En los entornos en los que se tratan temas espirituales o esotéricos, en Occidente, está muy presente el problema de la envidia. La idealización de personajes, o líderes, que por algún motivo se consideran relevantes, puede actuar como un fenómeno positivo. De la emulación se puede pasar a la imitación, y en lugar de desarrollar la persona las cualidades que admira en otros, se pasa a aparentar o fingir frente a los demás cualidades que no se han llegado a adquirir con el necesario esfuerzo anímico, no aceptándose las limitaciones cualitativas o temporales que se posean. De la sumisión y veneración inicial se pasa a la envidia, odio y resentimiento irracional, basándose en la supuesta igualdad de los seres humanos ante la ley, como una realidad fisiológica y psicológica, lo cual es erróneo y absurdo, cuando sabemos que no existen dos personas iguales, ni en el mismo nivel evolutivo. De ahí surgen los problemas en todos estos grupos, de indisciplina, de engreimiento y de exceso de “importancia personal”.
Otro ámbito de actuación de las fuerzas opositoras en el interior profundo del ser humano está basado en la fuerza de gravedad, la atracción hacia las fuerzas del centro de la tierra, lo que se manifiesta en la pereza, la pesantez e indolencia que conducen a la inactividad y el exceso de comodidad, tanto en lo físico como en lo anímico, en una actitud de “no complicarse la vida”, en una clara postura acomodaticia que imposibilita el correcto desarrollo del hombre.
(*) La Ciencia Espiritual, a través de la visión clarividente de Rudolf Steiner, nos habla de tres tipos de fuerzas o poderes adversos, (opuestos a la correcta evolución del ser humano, según los planes de las Jerarquías creadoras a través del Verbo Cósmico o Logos Solar, el Cristo) que se quedaron retrasados respecto a la evolución apropiada en los estados planetarios anteriores de nuestra tierra actual, o manvántaras, conocidos como antiguo Saturno, antiguo Sol y antigua Luna. Tales fuerzas opositoras son también denominadas, respectivamente en cada uno de ellos, asúricas (Archai o Principados que se quedaron rezagados en el antiguo Saturno), fuerzas o entidades del mal Ahrimánicas (Arcángeles rezagados del antiguo Sol) y fuerzas luciféricas (Ángeles rezagados de la antigua Luna). El ser humano recibió en estos tres estados planetarios anteriores los rudimentos de sus cuerpos físico, etérico o vital, y astral o emocional, por lo que las tentaciones que parten de estos tres tipos de entidades adversas se dirigen específicamente a cada uno de ellos: las luciféricas intentan, sobre todo, penetrar en el cuerpo astral del ser humano; las ahrimánicas aspiran a dominar las fuerzas etéricas, y las entidades que Steiner denomina como asúricas, intentan cada vez más acercarse al ser humano a través de las partes suprasensibles del cuerpo físico. Estas potencias adversas se emparentan también con los tres componentes anímicos del ser humano: la tentación de Lucifer especialmente en la configuración conocida como Alma Sensible, la de Ahrimán en el Alma Racional o intelectiva, y la de Asur, en el Alma Consciente, que es la que el hombre tiene que desarrollar en nuestra época, mediante el trabajo de su Yo individual.
Andrés Piñán


Por tanto no es necesario indagar mucho para poder percibir la existencia del Mal, como algo consustancial al mundo físico-material en el que temporalmente transcurre nuestra existencia, tanto en el entorno terrestre como en la propia interioridad del ser humano. Somos conscientes de que la inmensa mayoría de las personas no tienen interés alguno en percibir, y por tanto reconocer, la existencia del mal; todo lo más admiten que, además de las tragedias naturales y enfermedades y plagas que se producen, casi inevitables, existen algunos hombres malos, o desviados del buen camino, y que están impidiendo que nuestro mundo sea un mundo feliz, y que la vida sea bella, conforme a los designios de un Dios que se supone todopoderoso.
Al margen de creer, o no, en la identificación de las fuerzas generadas por entidades adversas al correcto desarrollo evolutivo de la humanidad que hizo Rudolf Steiner, (*) cualquier persona desprejuiciada puede verificar fácilmente la actuación de las mismas, no sólo a lo largo de la historia de la humanidad, sino especialmente en la época actual, (o quinta época cultural post-atlante) considerablemente incrementada y con tremenda virulencia en el siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Síntomas de su actuación en la época actual
Como síntomas de la acción de las fuerzas del mal en nuestra civilización podemos destacar los siguientes:
Son patentes la agresividad e intensidad de los ataques que sufre el ser humano mediante un intento de destrucción de sus estructuras. Y así vemos que el cuerpo físico-psiquico se destruye mediante el uso de las diferentes drogas. El cuerpo etérico o vital es atacado mediante todo tipo de perversiones y dependencias, y como quiera que el concepto de normalidad en cuanto a la libertad sexual es de permisividad casi total, sea desviada o no, como jamás lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, el cuerpo energético es paulatinamente herido y desvitalizado. El cuerpo astral o emocional es a su vez más y más agredido mediante el fomento de todas las formas de violencia, a través del cine, la televisión, la publicidad, etc. El ataque al ser humano en su conjunto mediante la permanente incitación de un egoísmo materialista extremo, queda así sometido in crecendo a todo tipo de miedos y temores, a enfermedades y actos terroristas, etc. Ello menoscaba el ideal del individualismo ético, convirtiendo al hombre en un ser provisto sólo de un “yo inferior” como animal “pensante”, con una naturaleza sub-humana fácilmente sometido a las potencias adversas opositoras.
La capacidad de imaginación se intenta aniquilar desde la más tierna infancia con los juegos de ordenador, televisión, cine, realidad virtual, etc. La capacidad de intuición es vulnerada mediante la permisividad y el “todo vale”. Se intenta introducir al ser humano en su cuerpo físico, para que se identifique plenamente con él, tanto a través de la ideología materialista como en sus fuerzas de voluntad subconscientes, al margen de cualquier tipo de moralidad, conciencia o compasión. Este intento de que el Yo se identifique plenamente con las fuerzas sensoriales terrenas, hacia impulsos y pasiones animales, tiene el propósito de robarle al Yo humano la capacidad de acercarse al mundo espiritual en el que se encuentra el Cristo, haciéndole ignorar, y a veces incluso odiar y ansiar la destrucción de todo lo que sea de naturaleza espiritual.
Hay dos síntomas especialmente preocupantes, en los que se empieza a percibir que el mal más radical puede penetrar directamente en el hombre, al margen de cualquier ideología, el mal por el mal sin sentido ni explicación racional alguna. Son el del terrorismo y fanatismo instintivo pseudoreligioso, y la pederastia y crímenes demoníacos contra los niños. Este tipo de mal, nos dice Steiner, no podrá ser superado con los medios externos conocidos, sino únicamente con medios espirituales fundamentados en la ciencia espiritual moderna.
Desde el punto de vista de dicha Ciencia Espiritual, el incremento en la actuación de las fuerzas malignas en el siglo XX, y lo que llevamos del XXI, se manifiesta a través de determinados líderes y grupos humanos, de sociedades ocultas occidentales, de nacionalismos, de ideologías antihumanas como el nacionalsocialismo, el bolchevismo, o creencias y filosofías ultrareligiosas como el jesuitismo, y otros “ismos”, todo ello bajo inspiración del conjunto de todas las fuerzas opositoras. No olvidemos las consecuencias derivadas de esta acción incrementada manifestada en las dos guerras mundiales, los millones de muertos, campos de exterminio, genocidio de pueblos y terror. De ahí han surgido los impulsos anticrísticos más fuertes que nunca antes se habían conocido en la humanidad, auténticos enemigos del verdadero espíritu, en contra del desarrollo libre y consciente del Yo individual humano.
No obstante lo anterior, a la humanidad se le otorga, en la época actual, la oportunidad, única hasta ahora, de poder superar las fuerzas del mal en la evolución terrestre gracias a la ayuda del impulso crístico, desarrollando en su alma, primero, el verdadero conocimiento e intenciones de dichas fuerzas, no negando su existencia, y así reconociéndolas y no siguiendo su juego, para poder, poco a poco, ir preparando la libre creación del bien desde las fuerzas individualizadas del Yo humano. Tal como nos dice Steiner, la fuerza asociada del Cristo, que requiere su libre aceptación por nuestra parte, es la única que tiene la potestad de poder convertir lo peor en lo mejor, el peor mal que puede haber en nosotros, en el bien más sublime.
Su acción en lo más profundo del ser humano
En general, la mayoría de las personas no quieren reconocer que las fuerzas del mal actúan preferentemente a través de las percepciones del cuerpo físico, en lo más profundo de la psique del ser humano, en cuanto encuentran el terreno apropiado para ello, inculcándole el temor y el miedo, que es de donde parten todos sus males y dificultades. De esta forma el mal se puede adueñar de la conciencia y la voluntad humana, manifestándose en los principales errores morales o trasgresiones, generalmente caracterizados por una actitud de exceso o desmesura, como veremos a continuación.
Un exceso de auto-afirmación, que supera la mera supervivencia, es destructivo, tanto para el individuo como para su entorno, cuyo origen podemos buscarlo en la inseguridad y el miedo a perder el cuerpo físico, sin querer reconocer que éste es algo perecedero, identificándose la conciencia con el cerebro y el sistema nervioso. Puede conducir a lo que conocemos como soberbia.
La avaricia, o el deseo de acumulación excesiva de objetos y recursos, tanto en el propio organismo, como es el caso de la gula, como en el entorno, con bienes materiales, es otro medio que utiliza la psique para combatir el miedo a la extinción. Se combate subconscientemente mediante una acumulación material. Este deseo de acumulación también se puede manifestar en la obesidad y otros trastornos alimenticios psicológicos subconscientes, que a menudo funcionan como compensación psíquica frente a la depresión.
El exceso de los instintos, vinculado al contacto con otros seres, puede dar lugar a la absorción o vampirización subconsciente de energías vitales ajenas. Se puede manifestar como lujuria, la pederastia, el sadomasoquismo y otras aberraciones sexuales. Al igual que con el uso de las drogas, es una especie de suicidio inconsciente, como mecanismo de defensa psicológica frente al miedo que se siente y el deseo de acabar con la identificación con aquello que se teme. Por Steiner sabemos que en muchos casos este anhelo puede ser inagotable y por tanto requiere su extinción en el periodo del “kamaloca”, o estancia en el plano astral inferior post-mortem tras cada encarnación, hasta su total agotamiento, ya desprovistos del cuerpo físico que es la raíz de todos estos males. También nos dejó dicho que estos procesos pueden emplearse, de forma consciente, controlada y dirigida, en los entrenamientos ocultos del camino de iniciación por parte de la Magia Negra, que siempre ha sabido hacer uso de ellos, como método de absorción de energías vitales.
La ira, en su justa medida necesaria como instinto de supervivencia frente a las agresiones del entono, identificada como coraje o valor, también puede convertirse en un estallido irracional incontrolado y destructivo de furia, en forma de odio o aversión, de intolerancia racial, de fanatismo pseudo-religioso o nacionalista, etc. Con ello se convierte en una manifestación de las entidades adversas que existen, según Steiner, desde el principio de la creación, en el interior del ser humano.
En los entornos en los que se tratan temas espirituales o esotéricos, en Occidente, está muy presente el problema de la envidia. La idealización de personajes, o líderes, que por algún motivo se consideran relevantes, puede actuar como un fenómeno positivo. De la emulación se puede pasar a la imitación, y en lugar de desarrollar la persona las cualidades que admira en otros, se pasa a aparentar o fingir frente a los demás cualidades que no se han llegado a adquirir con el necesario esfuerzo anímico, no aceptándose las limitaciones cualitativas o temporales que se posean. De la sumisión y veneración inicial se pasa a la envidia, odio y resentimiento irracional, basándose en la supuesta igualdad de los seres humanos ante la ley, como una realidad fisiológica y psicológica, lo cual es erróneo y absurdo, cuando sabemos que no existen dos personas iguales, ni en el mismo nivel evolutivo. De ahí surgen los problemas en todos estos grupos, de indisciplina, de engreimiento y de exceso de “importancia personal”.
Otro ámbito de actuación de las fuerzas opositoras en el interior profundo del ser humano está basado en la fuerza de gravedad, la atracción hacia las fuerzas del centro de la tierra, lo que se manifiesta en la pereza, la pesantez e indolencia que conducen a la inactividad y el exceso de comodidad, tanto en lo físico como en lo anímico, en una actitud de “no complicarse la vida”, en una clara postura acomodaticia que imposibilita el correcto desarrollo del hombre.
(*) La Ciencia Espiritual, a través de la visión clarividente de Rudolf Steiner, nos habla de tres tipos de fuerzas o poderes adversos, (opuestos a la correcta evolución del ser humano, según los planes de las Jerarquías creadoras a través del Verbo Cósmico o Logos Solar, el Cristo) que se quedaron retrasados respecto a la evolución apropiada en los estados planetarios anteriores de nuestra tierra actual, o manvántaras, conocidos como antiguo Saturno, antiguo Sol y antigua Luna. Tales fuerzas opositoras son también denominadas, respectivamente en cada uno de ellos, asúricas (Archai o Principados que se quedaron rezagados en el antiguo Saturno), fuerzas o entidades del mal Ahrimánicas (Arcángeles rezagados del antiguo Sol) y fuerzas luciféricas (Ángeles rezagados de la antigua Luna). El ser humano recibió en estos tres estados planetarios anteriores los rudimentos de sus cuerpos físico, etérico o vital, y astral o emocional, por lo que las tentaciones que parten de estos tres tipos de entidades adversas se dirigen específicamente a cada uno de ellos: las luciféricas intentan, sobre todo, penetrar en el cuerpo astral del ser humano; las ahrimánicas aspiran a dominar las fuerzas etéricas, y las entidades que Steiner denomina como asúricas, intentan cada vez más acercarse al ser humano a través de las partes suprasensibles del cuerpo físico. Estas potencias adversas se emparentan también con los tres componentes anímicos del ser humano: la tentación de Lucifer especialmente en la configuración conocida como Alma Sensible, la de Ahrimán en el Alma Racional o intelectiva, y la de Asur, en el Alma Consciente, que es la que el hombre tiene que desarrollar en nuestra época, mediante el trabajo de su Yo individual.
Andrés Piñán


En general, la mayoría de las personas no quieren reconocer que las fuerzas del mal actúan preferentemente a través de las percepciones del cuerpo físico, en lo más profundo de la psique del ser humano, en cuanto encuentran el terreno apropiado para ello, inculcándole el temor y el miedo, que es de donde parten todos sus males y dificultades. De esta forma el mal se puede adueñar de la conciencia y la voluntad humana, manifestándose en los principales errores morales o trasgresiones, generalmente caracterizados por una actitud de exceso o desmesura, como veremos a continuación.
Un exceso de auto-afirmación, que supera la mera supervivencia, es destructivo, tanto para el individuo como para su entorno, cuyo origen podemos buscarlo en la inseguridad y el miedo a perder el cuerpo físico, sin querer reconocer que éste es algo perecedero, identificándose la conciencia con el cerebro y el sistema nervioso. Puede conducir a lo que conocemos como soberbia.
La avaricia, o el deseo de acumulación excesiva de objetos y recursos, tanto en el propio organismo, como es el caso de la gula, como en el entorno, con bienes materiales, es otro medio que utiliza la psique para combatir el miedo a la extinción. Se combate subconscientemente mediante una acumulación material. Este deseo de acumulación también se puede manifestar en la obesidad y otros trastornos alimenticios psicológicos subconscientes, que a menudo funcionan como compensación psíquica frente a la depresión.
El exceso de los instintos, vinculado al contacto con otros seres, puede dar lugar a la absorción o vampirización subconsciente de energías vitales ajenas. Se puede manifestar como lujuria, la pederastia, el sadomasoquismo y otras aberraciones sexuales. Al igual que con el uso de las drogas, es una especie de suicidio inconsciente, como mecanismo de defensa psicológica frente al miedo que se siente y el deseo de acabar con la identificación con aquello que se teme. Por Steiner sabemos que en muchos casos este anhelo puede ser inagotable y por tanto requiere su extinción en el periodo del “kamaloca”, o estancia en el plano astral inferior post-mortem tras cada encarnación, hasta su total agotamiento, ya desprovistos del cuerpo físico que es la raíz de todos estos males. También nos dejó dicho que estos procesos pueden emplearse, de forma consciente, controlada y dirigida, en los entrenamientos ocultos del camino de iniciación por parte de
La ira, en su justa medida necesaria como instinto de supervivencia frente a las agresiones del entono, identificada como coraje o valor, también puede convertirse en un estallido irracional incontrolado y destructivo de furia, en forma de odio o aversión, de intolerancia racial, de fanatismo pseudo-religioso o nacionalista, etc. Con ello se convierte en una manifestación de las entidades adversas que existen, según Steiner, desde el principio de la creación, en el interior del ser humano.
En los entornos en los que se tratan temas espirituales o esotéricos, en Occidente, está muy presente el problema de la envidia. La idealización de personajes, o líderes, que por algún motivo se consideran relevantes, puede actuar como un fenómeno positivo. De la emulación se puede pasar a la imitación, y en lugar de desarrollar la persona las cualidades que admira en otros, se pasa a aparentar o fingir frente a los demás cualidades que no se han llegado a adquirir con el necesario esfuerzo anímico, no aceptándose las limitaciones cualitativas o temporales que se posean. De la sumisión y veneración inicial se pasa a la envidia, odio y resentimiento irracional, basándose en la supuesta igualdad de los seres humanos ante la ley, como una realidad fisiológica y psicológica, lo cual es erróneo y absurdo, cuando sabemos que no existen dos personas iguales, ni en el mismo nivel evolutivo. De ahí surgen los problemas en todos estos grupos, de indisciplina, de engreimiento y de exceso de “importancia personal”.
Otro ámbito de actuación de las fuerzas opositoras en el interior profundo del ser humano está basado en la fuerza de gravedad, la atracción hacia las fuerzas del centro de la tierra, lo que se manifiesta en la pereza, la pesantez e indolencia que conducen a la inactividad y el exceso de comodidad, tanto en lo físico como en lo anímico, en una actitud de “no complicarse la vida”, en una clara postura acomodaticia que imposibilita el correcto desarrollo del hombre.
(*)
Andrés Piñán
Comentarios recientes