Karma versus Libertad
(y la disyuntiva doctrinal e histórica de J. Krishnamurti)
No sabemos si vosotros lectores, compañeros de viaje en esta trayectoria de vida en los tiempos cruciales en que nos ha tocado hollar el camino, os habeis cuestionado en vuestro fuero interno esa disyuntiva esencial que nos mantiene atados por destino y karma a nuestro propio drama vital, y a la vez al Dharma histórico de la Humanidad de la que formamos parte indisoluble dentro del diseño del Plan Divino, con las responsabilidades, cargas y compromiso que para cada uno de nosotros esa unidad global conlleva, y de la que somos parte consustancial e irrevocable. Es en ese orden de cosas que muchas veces me he planteado la pregunta del por qué y de la significación de que ese sabio ser humano de quien en tiempos recibí tanta enseñanza teórica y práctica acerca del Ser y de su contraparte el Yo personal, y que en aquel período de aprendizaje supuso todo un modelo de conducta y de servicio para mí y para tantos, eligiese su propia trayectoria y filosofía vital, rompiendo todos sus lazos y compromisos con sus anteriores mentores y con el rol transcendental que con respecto a la nueva y urgente Dispensación Avatárica se le había asignado con relación al mundo, en esta fase de tan singular importancia evolutiva para la Humanidad y para el Planeta. Me refiero a aquel Jiddu Krishnamurti, que hace ya casi 20 años nos dejó para continuar su camino hacia las estrellas.
Uno, en el respeto a la libertad de todos sus hermanos, pero a la vez en el intento de comprender el significado de las conductas de nuestros mayores (en sabiduría y en grado), se preguntaba cómo es posible que aquel humano adelantado, elegido por la Jerarquía a causa de su limpieza de corazón para ser uno de los que encarnarían de manera singular al Avatar de la Era Nueva, es decir al Cristo, tras ser oportunamente preparado y enseñado en esa dirección por los miembros más representativos de la Sociedad Teosófica así como de la misma Jerarquía de Maestros, incluído el mismo Señor Maitreya al parecer, resolviese en un momento dado y para gran sorpresa de todos eximirse de la responsabilidad y rol para él reservados hasta entonces y comenzar una línea absolutamente individual de enseñanza, al margen de cualquier papel avatárico o protagonista en la esperada Reaparición del Gran Instructor del Mundo.
Él, que conocía bien toda la parte esencial de la doctrina y sabiduría perennnes del esoterismo, decidía negar todo tipo de Jerarquías o misiones mesiánicas, dejando de lado todas las esperanzas en él depositadas durante años tanto por la Sociedad Teosófica como por más de 60.000 miembros de la Orden (de la Estrella) que él mismo presidía como fundamento de apoyo de su próxima labor y misión avatárica, y, aún habiendo constatado por propia experiencia la verdad sagrada y la evidencia dramática de su paso por la metamorfosis iniciática, resolvía abdicar de su anterior compromiso para reivindicar la libertad, como valor insoslayable del ser humano en la búsqueda de su propio destino divino, y oponerse, como premisa esencial de su discurso, al dolor como requisito consustancial y necesario para la evolución del ser humano.
Uno no podía por menos que preguntarse qué podría haber llevado a esta gran alma a segregarse de sus anteriores hermanos y a eximirse de su asumida responsabilidad, teniendo la constancia, a través de sus propios biógrafos y seguidores, de que habían existido factores concomitantes y no muy lejanos en el tiempo que pudieron coadyuvar a tal decisión, como pudieron ser el extremo dolor por la muerte de su querido hermano Nityananda, las aparentemente caprichosas asunciones de graduaciones iniciáticas y afanes de protagonismo de algunos de sus hermanos de la Sociedad Teosófica, y quizás también la experiencia de la terrible catarsis de sufrimientos y dolores al pasar el umbral iniciático por el que tuvo que atravesar. O quizás ninguno de estos acontecimientos pudo ser la causa real del repentino cambio de Jiddu, y a lo mejor tomó una decisión tan fundamental guiado por su propio Maestro Interno, o incluso por su Maestro externo…Aquél que supuestamente estaba destinado a encarnar, tal y como hizo Jesús 2.000 años antes. Pero entonces ¿cómo es que negaba la existencia de la Jerarquía como guía de la Humanidad?. Nunca quiso volver a referirse a sus experiencias dentro de la Sociedad Teosófica ni a sus evidenciados y probados contactos con los Maestros, y rechazó como fundamento de su futura enseñanza a cualquier tipo de gurú o autoridad externa o interna…..
Nadie como él en Oriente y en Occidente, que se sepa, ha visto más nítida y profundamente al señor mental que gobierna y esclaviza a la psiqué y personalidad del moderno ser humano. Aquel instrumento de la naturaleza inferior humana que tras haber sido el motor fundamental en el crecimiento y evolución de las vanguardias occidentales de la raza, se había convertido en el tirano separativo y egoísta que se come a sus propios hijos, con sus valores exclusivos de tiempo, memoria, religión, cultura, tradición, nacionalidad y raza. Aquel factor que, habiendo cumplido su papel evolutivo imprescindible, se había enseñoreado de los hombres, bloqueando el paso a cualquier transcendencia divina y espiritual…
Toda su vida la pasó Jiddu Krishnamurti pregonando que todas esas coordenadas del dios mental individualista y personal ya estaban agotadas. Amparado siempre por una “Presencia” protectora que le seguía a todas partes, y de la cual seguramente era voz, sostenía como premisa esencial de su praxis filosófica que un especial salto cualitativo habría de dar la Humanidad para ubicarse en un nuevo paradigma humano de unidad e inteligencia superior, y consecuentemente daba las pautas prácticas y meditativas para liberarse del yugo de ese mental inferior tiranuelo…Pero, digo yo, todo eso lo preconiza también el Plan Divino y la actual Dispensación Avatárica que dirige y coordina la Jerarquía de Maestros, y no hay contradicción aparente alguna, de cara al establecimiento final del Reino Espiritual en la Tierra, mediante precisamente la plasmación del Cristo Grupal en las almas de todos los seres humanos posibles…
¿Por qué entonces, nos vemos obligados a repetir, Jiddu Krishnamurti se separó de su rol emancipador y sublime, así como de esa Jerarquía que le había enseñado la esencia de todo lo que él después predicó, y de sus hermanos de la Sociedad Teosófica? Con tal ejemplo y afán de libertad e independencia ¿Qué hemos adelantado globalmente mediante sus enseñanzas la Humanidad entera a los 20 años de su ida? ¿De qué han servido, qué huella dejó en las vanguardias intelectuales, espirituales y políticas, cuáles son los frutos? ¿Se han diluído, se han desarrollado, se han metabolizado e integrado por las nuevas generaciones dirigentes del curso evolutivo humano? ¿Y qué hubiera pasado si, en vez de disgregarse de la Sociedad Teosófica y de los fundamentos y parámetros doctrinales de ésta para crear su propia doctrina, en esa su cruzada contra el yo mental inferior y sus aliados separativos materialistas, se hubiera cargado con la cruz que se le había diseñado? (la cruz que en otro tiempo cargó tan honorablemente el Maestro Jesús). Y por último ¿Cuál hubiera sido la repercusión global en la Humanidad y en el Planeta en este año 2005, en el hipotético caso de que Jiddu hubiera asumido, a su tiempo, la encarnación crística para él dispuesta?
Es sabido que todos llevamos nuestra cruz, nuestra ley, la huella y la marca de nuestras propias experiencias anteriores, y que nadie puede convertirse en juez crítico de su hermano, pues cada uno somos únicos y experimentamos nuestro propio y exclusivo camino, y antes o después todos cumplimentamos nuestro karma, y al final todos habremos de ejercer nuestra inevitable responsabilidad, que no ha de ser otra que servir y cumplir los designios del Maestro (interior y exterior) y del servicio al Plan, mediante el sacrificio de cualquier meta personal, por sagrada que ésta parezca a nuestro entender y a nuestra parcela de libertad provisional. Por ello es que miramos a aquellos hermanos iniciados que con la impronta de su vida nos pueden mostrar un ejemplo o posible referencia, y por ello es que concluímos que finalmente es cada uno, en su propia esfera íntima, y a su debido tiempo, el que decide entre su destino y su responsabilidad, entre su karma y su libertad, o, por el contrario, es capaz de aglutinarlos en un mismo nivel y en un solo objetivo.
Emilio Sáinz Ortega
Sociedad Biosófica
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