Cristo Parte I
La ciencia Oculta y las Religiones
El verdadero esoterista mira con respeto a todos lo que, sincera y abnegadamente, profesan un religión y en ella buscan el ánimo para mejorarse a sí mismo y al mundo de su alrededor. Pugna por la restauración de la enseñanza original de todas las grandes religiones, y por su preservación. Sabe y puede demostrar que todas derivan, en linea más o menos directa, de la Tradición Oculta o Esotérica, guardada por los Maestros universales de la Gran Fraternidad. No olvida que cada una de ellas es la exteriorización (o sea, el volver exotérico) -adaptada a cada civilización, cultura, tiempo y momento evolutivo de la Humanidad- de una parte de la Ciencia Universal del Espíritu, que informó a todas ellas en sus inicios, en mayor o menor grado.
Religiosidades distorsionadas
Ese auténtico esoterista, en sentido contrario, lamenta la superstición, la ignorancia, el sectarismo y el fanatismo religioso. Las guerras religiosas (¡¡en ocasiones llamadas “santas”!!) hicieron cantidades impresionantes de víctimas y de todo tipo de devastaciones. El oscurantismo religioso sembró el terror, la ignorancia, el prejuicio y hasta el martirio de algunas de las más nobles figuras de la historia de la Humanidad. Los cultos y los rituales alienantes, así como las dependencias de los veredictos eclesiásticos o de las creencias insensatas, esclavizaron y amoldaron el entendimiento de incontables seres humanos , siglo tras siglo.
Fue así que, hace aun escasas centenas de años, los europeos -considerados cultos, avanzados y piadosísimos-, dejaron en escombros (por medio de la fuerza, de la astucia y del embuste) maravillosas civilizaciones, desdeñosamente consideradas paganas, inferiores y hasta demoníacas y, por eso, merecedoras de tales atrocidades. Fue así que obras y documentos de incalculable valor, que constituían la investigación y la labor de generaciones y generaciones de sabios investigadores –y que conformaban el patrimonio de la Humanidad-, fueron destruidos, saqueados, quemados, como en el caso paradigmático de la Biblioteca de Alejandría 1. Fue así que Hypatia, Juana de Arco o Giordano Bruno fueron martirizados.
Y es así que, aún hoy, el mundo sufre la amenaza de los fundamentalismos de ciertos sectores religiosos, no solamente islámicos. Es así que, aún hoy, se ridiculiza lo que se desconoce. Es así que, aún hoy, en un mundo globalizado, el individuo considerado culto e informado tiene las nociones más primarias y equivocadas sobre la religión de la que supuestamente es seguidor (por norma, la que prevalece en el mundo en el que nace), e ignora en absoluto todo sobre otras religiones, considerándolas, a priori, como indignas de ese nombre, como síntomas de atraso cultural o de una rareza inexplicable.
Cristianismo y otras Religiones
Esto mismo acontece, también, con otros muchos de los seguidores de las Iglesias Cristianas. Tienden a pensar que todo, en su religión, está asentado sobre bases sólidas e incontestables, tanto en términos ideológicos como históricos; y que las restantes religiones son un conglomerado de incoherencias, de pretensiones fantásticas, y de imposibilidades históricas, y en la mejor de las hipótesis, una formas mitológicas pueriles.
Probablemente algunos lectores se quedarán sorprendidos cuando afirmamos que Krishna vivió cerca de 3.000 años antes de la Era Cristiana, y que un número significativo de los hechos narrados sobre su existencia vienen a surgir también, mucho después, en los Evangelios cristianos y en las más enternecedoras y conmovedoras leyendas de la vida de Jesús, y no en vano todo esto puede ser demostrado. Se quedarán sorprendidos al saber que muchos de los factores asociados a la vida de Jesús (así como muchos de Sus preceptos) son extraordinariamente idénticos a los del Señor Buda (Gautama), que vivió cerca de 500 años antes, y no en vano todo esto puede se demostrado. Se quedarán sorprendidos al leer que, en cuanto a su existencia histórica, así como las fechas y lugares del nacimiento y muerte de Buda o Mahoma están perfectamente documentados e imparcialmente establecidos, la vida de Jesús, hablando en términos históricos, está rodeada de puntos de interrogación (en cuanto a la fecha y lugar de nacimiento, a su muerte, a los hechos objetivos y palabras realmente pronunciadas, etc.) y envuelta en la niebla más cerrada, y no en vano todo esto puede ser demostrado.
Dudas Históricas sobre el Origen del Cristianismo
En verdad, los cronistas de la época en que, según se piensa vulgarmente, habría vivido Jesús, no le hacen referencia alguna 2, incluso cuando describen de modo cuidadoso y pormenorizado los movimientos religiosos de aquel tiempo entre los judíos; en contrapartida, hay manuscritos (como el Séper Toldoh Jeshu) 3 que se refieren a un Jesús Ben Pandira que habría vivido cerca de 100 años antes, y en cuya vida se encuentran trazos y hechos muy semejantes a los del Salvador cristiano; y otros existen, situados algunas décadas antes de la Era Cristiana, donde, referidos a un Maestro de Justicia, se encuentran innumerables elementos (muchos de ellos literales y concretos) de la vida y de las enseñanzas de Jesús referidos en los Evangelios. Las genealogías de Jesús constantes en los Evagelios de Mateo (cfr. 1: 1-16) y de Lucas (cfr. 3: 23-38) no coinciden entre sí. El censo que hubiera llevado a que José y María se trasladasen desde Nazaret a Belén ocurrió en los años 6 y 7 D.C., ya después de la muerte de Herodes (en el 4 A.C.), a pesar de que en el Evangelio según S. Mateo se declare que Jesús habría nacido en el reinado de aquél (cfr. 2:1); es muy dudoso que Nazaret existiese en tal fecha (y el epíteto de Nazareno puede proceder de la conexión con determinado grupo místico). La matanza de todas las criaturas con menos de dos años, relatada en Mateo 3:16, no es mencionada por ningún cronista de la época, cuando atendiendo al horror de un acontecimiento de tal tipo, si realmente hubiera ocurrido, es totalmente inverosímil que no fuese considerado suficientemente importante para ser registrado, por lo que todo indica que esa referencia constituye un calco (no histórico) de la leyenda asociada a Krishna, que había vivido tres milenios antes. Loa testimonios sobre la resurrección son presentados de cuatro modos distintos en los cuatro Evangelios canónicos (cfr. Mateo, 28: 1-17; Marcos; 16: 1-14; Lucas, 24: 1-46; Juán, 20: 1-29 y 21: 1-14); y, a pesar de sostener que Jesús se habría aparecido “a más de 500 hermanos a la vez” (Corintios, 15:5), que Su resurrección habría sido antecedida por la de muchos santos que saldrían de sus sepulturas, andarían por Jerusalén y “se aparecerían a muchas personas” (mateo, 27: 52-53), que se habría rasgado el velo del templo, que habría temblado la tierra, las rocas se habrían agrietado e inmensas tinieblas habrían aparecido en el día de Su crucifixión (Mateo, 27: 45 y 51; Marcos, 15: 33; Lucas, 23: 44-45) y que el propio Jesús (todavía según los Evangelios canónicos) habría anunciado previamente que resucitaría 4, a pesar de toda esa conjunción de hechos absolutamente extraordinarios, que deberían de avalar y convencer a todo y a todos… la mayoría de los judíos rechazó al Cristianismo y ninguna crónica de la época se refiere a tales acontecimientos (siendo insostenible la simplista explicación de Mateo, 28: 11-15).
Después, en contra de lo que se ha venido sosteniendo, San Pedro nunca fue obispo de Roma (y por tanto el Primer papa, como pretende la Iglesia Católica) 5. Es probable incluso que jamás hubiera viajado a esa ciudad. En la misma época en que se sostiene que S. Pedro estaría en Roma, S. Pablo escribió su Epístola a los Romanos, donde, casi al terminar, envía saludos a los cristianos que allí vivían (cfr. 1: 1-15) y, sin embargo… no se refiere a Pedro, el (supuesto) Jefe Universal de la Iglesia Naciente. El mismo S. Pablo escribió sus últimas cartas en Roma y jamás se refiere a presencia o actividad alguna de Pedro allí, o de cualquier “Papa”. Por el contrario, un viejísimo manuscrito hebreo (el ya mencionado Sepher Toldoh Jeshu) habla de Simón Pedro diciendo que murió en Babilonia, donde pasó los últimos años en la cima de una torre, componiendo himnos y pidiendo caridad, pero dentro de los límites del Judaísmo (aunque fuese un cabalista). Mucho antes de que se hiciera la selección de los cuatro Evangelios canónicos en el Concilio de Nicea (en el 325) y ratificada en el Concilio de Laodicea (en el 363), se escribieron numerosos Evangelios, llamados apócrifos, muchos de ellos total o parcialmente desaparecidos, entre los que se cuenta, por ejemplo, el Evangelio de los Ebionitas 6 o de los Doce Apóstoles; los Evangelios canónicos citan muchas veces documentos (Evangelios) después considerados apócrifos; y los primeros apologistas cristianos, hasta cerca de la mitad del Siglo II, nunca citan los cuatro canónicos, aunque reproduzcan pasajes de varios otros…apócrifos. En fin, que todo es mucho más confuso y problemático de lo que generalmente se supone…
El ideal de Cristo y la fuerza y el Valor del Cristianismo
Sin embargo, a pesar de éstas y otras contradicciones, omisiones y ficciones históricas, a pesar de los oscuros y repetidos crímenes practicados por las Iglesias llamadas cristianas, a pesar del simplismo o de la fragilidad de muchas de sus construcciones teológicas, el hecho es que el Ideal de Cristo nos arrebata e inspira aún hoy, como arrebató e inspiró a lo largo de cerca de veinte siglos a mujeres y hombres extraordinarios por su misticismo, por su generosidad, por su talento o genio artístico, por su inteligencia y hasta por su ciencia; el hecho es que en el Cristianismo encontramos tantos de los arquetipos que convienen a la mayoría de los occidentales y que moldearon algunos de los mejores aspectos de su civilización y de su cultura; el hecho es que, en esa gran religión encontramos los signos, aunque envueltos en simbolismos, de la misma Sabiduría Universal, de la misma Ciencia Espiritual que subyace en todas las grandes religiones.
¿Cómo es posible entonces esa aparente contradicción? ¿Y qué hace de Cristo una Verdad mucho mayor que los mismos hechos históricos, y que permite resistir a tantos y tan nefastos errores humanos?. Es lo que intentaremos responder en la 2ª parte de este artículo, en el próximo número de “Biosofía”.
José Manuel Anacleto
1 También, cuando Granada fue reconquistada a los musulmanes por los cristianos, éstos, bajo la égida del obispo Jiménez, quemaron 80.000 manuscritos árabes. Más recientemente, el régimen Talibán de Afganistán hizo destruir maravillosas estatuas del Señor Buda. Estos son apenas dos ejemplos de una lista interminable.
2 No tomamos en cuenta las referencias colocadas a posteriori por manos piadosas (¿?) que todavía y siempre primarán por su inteligencia: es así que en el Capítulo XVII de la obra de “Las Antigüedades Judaicas”, de Flavio Josefo, parece un pasaje en que Jesús es considerado supra-humano, el Mesías resucitado, aunque paradójicamente el (pretendido) autor de esas lineas no de vovió cristiano, permaneciendo fiel a la “dispensación judaica”… La interpolación es pues evidente.
3 Existe una traducción inglesa, relativamente reciente, cuyo autor es Morris Goldstein en 1950. Cfr. También “The New Testament Commentaries of H. P. Blavatsky, compilación y anotaciones de H. J. Spieremburg, Point Loma Publications, San Diego, 1987.
4 Gran parte de estos pasajes fueron manifiestamente intercalaciones posteriores.
5 Se afirma frecuentemente que fue encontrada la sepultura de S. Pedro bajo la Basílica que tiene su nombre. La verdad es que lo que se encontró en las excavaciones arqueológicas realizadas entre 1940 y 1949 fueron huesos de algunas personas, obviamente no identificadas ni identificables, Así se perpetúan tantos sofismas…
6 Sobre los Ebionitas, cfr. Algunas de las obras pricipales de Helena Blavatsky: “Glosario Teosófico”, “La Doctrina Secreta”, “Isis sin Velo”.
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