Creación y evolución
Desde el punto de vista de la ciencia natural hablar de evolución significa hablar de unas leyes abstractas, de unas cosas que se ordenan y organizan por si solas, desde una ameba que no se sabe de donde surge, que se convierte en una célula y después se agrupa en organismos complejos, hasta acabar dando origen al ser humano. Para la ciencia espiritual o antroposofía de Rudolf Steiner esto es absurdo.
En primer lugar hemos de considerar y hablar de las Jerarquías Espirituales, de donde procede todo. Según la visión de Dionisio Areopagita, que desarrolla y completa Steiner, existen tres coros jerárquicos, cada uno de los cuales comprende a su vez tres clases de entidades espirituales, cada una con sus propias cualidades, atributos o fuerzas específicas.
TRINIDAD (Padre, Hijo y Espíritu Santo)
1ª Jerarquía: Serafines Querubines Tronos
Espíritus del amor Esp. De
Hombre Espíritu Espíritu de Vida Yo Espiritual
Cuerpo Físico
2ª Jerarquía Dominaciones Virtudes Potestades
Kyriotetes Dynamis Exusiai (Elohin)
Esp. Sabiduría Esp. Movimiento Esp. De
Cuerpo etérico Cuerpo astral Yo
3ª Jerarquía Principados Arcángeles Ángeles
Arkais Esp. De los pueblos Mensajeros
Esp. Del Tiempo Esp. Guardianes
Esp. Personalidad Tutores
En cada ser humano está la obra del Padre representada. Solo podemos referirnos al mundo manifestado, que es el único que podemos conocer.
Estas nueve Jerarquías son los artífices de la creación, del proyecto de
De la voluntad del Padre hay algo incomprensible; en el Hijo esta lo que se manifiesta en nosotros, la acción; en el Espíritu Santo está la conciencia que puede penetrar en un ser.
La tercera Jerarquía es la más próxima a nosotros y es a través de la cual como actúan en nosotros las otras dos, son como hijos de las otras dos superiores. Las primeras jerarquías que reciben el propósito de
En primer lugar somos un proyecto en la mente divina que comienza con la necesidad de estructurar esas fuerzas creadoras, primero en los Serafines, en los que todo es perfección absoluta en el amor, en una empatía absoluta que posibilita la capacidad de impregnación total de una sustancia de amor puro con la voluntad e inteligencia de
Con la labor de los Tronos comienza el acto creador propiamente dicho (voluntad, fuego, calor) originándose el ámbito en el que se va a desarrollar el conjunto de la creación, en un proceso térmico de calor de diferentes niveles que se manifiesta en la contraparte física térmica, reflejado en el calor interno que todos tenemos.
Al calor de los Tronos, manifestación de la primera Jerarquía, las Dominaciones van a infundir
El movimiento es imprescindible para que la realidad sea fluida. Todos los estímulos sensoriales nos están continuamente impregnando y ello exige una movilidad de nuestra conciencia. Cuando nuestro funcionamiento físico y emocional no depende del control de nuestra conciencia funcionamos correctamente (procesos digestivos, metabólicos, etc) en una forma espiritual siempre móvil.
Vemos pues que la creación comienza por la donación de
Con respecto a la tercera Jerarquía nos dice Steiner que cada uno de nosotros tiene un Ángel que custodia temporalmente nuestro Yo hasta que éste sea capaz de manifestarse libremente. Es el administrador de nuestro Yo a lo largo de todas nuestras encarnaciones y el custodio de nuestra memoria, de toda la suma del contenido de nuestras experiencias de todas nuestras personalidades desde la primera vez que encarnamos. Los Arcángeles actúan en grupos, pueblos o razas, cuya importancia era primordial sobre todo hasta el siglo XX, como seres que custodian los elementos espirituales de cada pueblo. Los Principados son los espíritus de la época, los encargados de conseguir las metas nuevas establecidas para cada periodo de tiempo determinado.
Esta tercera Jerarquía se nos dice está y actúa muy próxima al ser humano. Los Maestros y Avatares suelen ser seres humanos especiales que trabajan en conjunción con seres de esta tercera jerarquía, de la que son intermediarios.
Evolución y ciclos evolutivos
Los espíritus de la 3ª Jerarquía van a actuar en base a las sustancias donadas por la 1ª y 2ª Jerarquías. Como hijos de entidades creadoras ya hemos visto que lo somos de los Tronos, Dominaciones, Virtudes y Potestades. Cada una de nuestras estructuras está asociada a las sustancias donadas por cada una de estas entidades creadoras. Los Tronos nos donan el germen del cuerpo físico (calor); con las Dominaciones recibimos el cuerpo etérico, con las Virtudes el cuerpo astral o emocional, y con las Potestades recibimos el Yo, o el principio de la individualidad.
Asimismo de los Tronos recibimos el principio superior del Yo Espiritual, de los Querubines el Espíritu de Vida, y de los Serafines el Hombre Espíritu, tres principios superiores en estado germinal a desarrollar como proyecto futuro.
Podemos reflexionar y considerar que todas estas donaciones son efectuadas por entidades elevadísimas capaces de efectuar un sacrificio, que supone la donación de una sustancia de la que pueden desprenderse graciosamente y que siempre supone amor, para crear algo nuevo que puede emanar de ellas, manteniendo su independencia. Esta sustancia donada se ha independizado en la creación de algo nuevo que no existía, generando un ser relativamente autónomo que tiene que seguir creciendo y que ahora está alcanzando cierta madurez. El resto de las Jerarquías pueden seguir trabajando en esas sustancias donadas en los distintos cuerpos. Son los espíritus de la 3ª Jerarquía que evolucionan conjuntamente con el ser humano, en distintas fases.
Evolución y Karma
Nos dice Steiner que hemos de entender que en el Cosmos todo es absolutamente armónico, y así tiene que seguir siéndolo. El problema surge cuando empieza a pensarse en el proyecto de creación de una criatura para que pueda desarrollarse en base a un criterio de libertad, y por tanto con la posibilidad de romper esa armonía. Sabemos que todas las células de un organismo tienen que acatar el funcionamiento homogéneo del organismo global y que cuando no es así se desarrolla el cáncer. Nosotros somos como cánceres cósmicos, vórtices independientes que pueden tomar sus propias decisiones libres, al margen del condicionamiento de la voluntad de los dioses, si bien por el momento en una franja muy estrecha de la conciencia, pero que se irá ampliando. Tenemos de momento un campo pequeño de libertad ya que estamos siendo conducidos en una semi-libertad, con una conciencia de aislamiento del resto del mundo gracias a la cual podemos tomar nuestras propias decisiones, pero aún no podemos darnos cuenta de las consecuencias de ellas (karma)
Sabemos que donde no llega nuestra conciencia, hay otras conciencias que lo hacen por nosotros. Cuando el ser humano empieza a tener conciencia es cuando puede empezar a ser libre, pero las consecuencias no siempre son inmediatas. Los actos que cada uno hace pueden ser morales o inmorales, e incluso con cada respiración generamos consecuencias. Si fuera un proceso consciente estaríamos amedrentados y paralizados, no tendríamos iniciativas por medio a las consecuencias que ellas implican.
Nos dice Steiner que el ser humano va ampliando su conciencia y desarrollando su intelecto, y en la misma medida se van acallando las voces de los dioses. El hombre puede quedarse en el mundo de materia o puede ir avanzando hacia una conciencia espiritual, con lo que cada vez va a ir percibiendo en mayor medida la consecuencia de sus actos, y entonces de igual forma será globalmente responsable de sus actos, generando karma subjetivo.
El karma subjetivo es el que el hombre puede percibir, obrando bien o mal, actuando de forma egoísta, perjudicando a otros, etc., del que es consciente y tiene posibilidad de reparar el daño causado, son una especie de desgarrones armónicos que tiene necesariamente que corregir. El karma objetivo es el desequilibrio armónico que generamos inconscientemente, incluso sólo por el hecho de existir. Este karma no reparable humanamente y que nos impediría evolucionar, es el que toma a su cargo la fuerza del Cristo, compensando y reparando lo que el ser humano va estropeando desde el principio de su existencia, hasta que su conciencia se vaya abriendo a la comprensión de otras realidades y pueda ir compensando lo que desestabiliza.
Cristo y la Evolución
Cuando se establece una relación entre un ser humano y el Cristo, (el Verbo Cósmico) no se trata de que se solicite e invoque a un poder mayor para que haga algo; que el Cristo actúe es cuestión de que el ser humano quiera establecer dicha relación: “Tu fe te ha salvado” expresa esta relación. “Si no hubieras desarrollado esta fe, seguirías ciego”. Hay que creer en una fuerza para que la fuerza venga, que la creencia habite en el alma.
Cristo, a través de su encarnación en un cuerpo humano, el de Jesús de Nazareth, viene a dar un impulso, incluso físico, a la evolución del ser humano, que estaba en un proceso de parálisis, degeneración y atrofia, un impulso potentísimo a la humanidad y a todo lo que con ella se relaciona.
Con Cristo (“Y el Verbo se hizo carne”) la fuerza espiritual no baja a impregnar las almas, se incorpora en la tierra penetrando la materia para trasformarla, a través de nosotros (“no yo, sino el Cristo en mí”). Ya no son fuerzas solares, sino terrestres. El Hijo del Hombre es penetrado por el Cristo en la figura de Jesús, el representante arquetípico de todos nosotros, un ser humano cristificado.
Más importante que lo que sucede en la humanidad, con sus guerras, hambre y todo tipo de calamidades, es que el ser humano no se hunda en la materia, que se atrofie y degrade su espíritu, porque ello supondría el fin de su evolución. El hombre es un vórtice energético de conciencia moral y las decisiones del mundo espiritual decrecen en función del desarrollo de dicha conciencia, cuyo potencial es enorme. Es el relevo que la humanidad debe tomar. Lo que se necesita es conciencia de la realidad para que el mundo pueda solucionar sus problemas.
En Cristo nunca existe el premio o el castigo, sólo puede trasformar el mundo en la medida en que haya seres humanos suficientemente purificados para que sus fuerzas puedan actuar, lo cual no puede darse si no permitimos que fluyan las energías espirituales correctas porque sólo nos ocupemos de lo material y de nosotros mismos.
Entender el impulso de Cristo
Desde los púlpitos de
Evolución en el mundo material
La humanidad siempre se ha preguntado por su origen, por su esencia y por su destino, y la respuesta, siempre incompleta, se ha basado en unos fundamentos que hoy se consideran trasnochados y fanáticos, y sin explicación posible desde el punto de vista de la ciencia moderna. La concepción antroposófica, basada en la investigación metodológica espiritual desarrollada por Steiner, ofrece una clara explicación.
Estamos inmersos en ciclos o “manvantaras” puramente espirituales, en uno de los cuales, el terrestre, en un proceso descendente el ser humano es atraído a la materia para su consolidación en ella y posterior ascenso de vuelta al espíritu con los frutos obtenidos, en siguientes ciclos. En esa materia la sustancia física se mezcla con la espiritual que constituye al ser humano y las fuerzas opositoras, en una relación entre el bien y el mal, con el objetivo de que en una elección libre evolucione hacia un ser basado en el amor y en la libertad, y en su momento pueda redimir a las fuerzas del mal. Esa al menos parece ser la intención de los dioses al crear a su criatura.
Vemos pues que la fase evolutiva del ser humano en lo espiritual va entretejida con una realidad material, una fase breve de su proceso evolutivo, pero trascendente y crucial: el impulso espiritual se mezcla de tal forma en lo material que sus resultados van a depender de una manera determinante, no de la acción de los dioses, sino de la acción de los propios seres humanos en libertad de elección hacia el Bien,
Es una falacia el considerar que todos los caminos espirituales conducen a la redención o salvación, ni tampoco a la perversión. Estamos en una situación actual innegable, en el filo de la navaja, en donde se pone en juego si el hombre puede o no ser libre en un sentido cósmico. Se trata de que el hombre pueda conquistar su libertad, con la aceptación y ayuda del impulso crístico, y eso es algo que, por lo que sabemos, únicamente se lo plantea
Puede existir una involución o degradación anímica en un proceso de animalización del ser humano, incluso astral y físico material, que puede ya estarse produciendo a la vista de la situación actual en el mundo.
No hay nada seguro, pero parece absolutamente imprescindible que el impulso crístico penetre en el alma de los hombres. No se trata de la ayuda de algún avatar, ni de razas, escuelas o religiones. La humanidad necesita, tanto si lo quiere como si no, si lo conoce o ignora, que el impulso del Cristo, el del propio Verbo creador, penetre en el plano físico-terrenal a través, nunca a pesar, del ser humano, como una necesidad intrínseca desde que el hombre incorporó las primeras moléculas de materia. Desde ese momento se hizo necesaria la intervención del Cristo (que no tiene nada que ver con la concepción que de Él hace
Nos dice Steiner que hasta el Misterio del Gólgota todos los ámbitos de los “misterios” eran solares. El impulso del Cristo desde entonces no es solar, es un impulso divino-espiritual que se incorpora a la tierra, en donde Cristo trasfiere su morada al ámbito etérico de ella desde el solar, para controlar el desequilibrio que las fuerzas del mal estaban ocasionando (“estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”).
Andrés Piñán
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