La Constitución del Ser Humano en la concepción Antroposófica
Como es sabido, el término Antroposofía significa sabiduría o conocimiento sobre el hombre. Rudolf Steiner, su fundador (1861-1925) utilizando este concepto quería contraponerlo a Teosofía, o conocimiento sobre Dios, intentando con ello que el conocimiento se hiciese desde el ser humano, no como conocimiento revelado por la gracia divina, según la concepción teosófica, sino desde las capacidades del hombre, de abajo a arriba. En este sentido habla de
El campo del conocimiento que abarca
Cuerpo, Alma y Espíritu
Todos los reinos de la naturaleza están presentes en el cuerpo físico humano. Inserto en nosotros hay una parte mineral, que principalmente constituye nuestro esqueleto. Con el reino vegetal compartimos las fuerzas que obran en nosotros de crecimiento y reproducción, fuerzas de vida que no tiene lo inorgánico y que generan una multiplicidad de formas en el mundo natural, al igual que en el ser humano. Con el reino animal compartimos lo que tiene de más representativo, que es la capacidad de percepción del mundo exterior y la interiorización anímica de las percepciones. Se puede percibir como el mundo exterior configura el mundo interno, participando en su estructura igual que en el hombre.
El ser humano constituye un reino específicamente “humano”, único que tiene la capacidad de comprensión del mundo y de si mismo, entendimiento que no se da en los otros reinos. No es una especie superior, sino que constituye por si mismo otra especie diferente que se sustenta en los demás reinos.
En el Cuerpo Físico destaca la capacidad sensorial, con los sentidos centralizados en un cerebro, y que son los que proporcionan las percepciones con las que tomamos contacto con la realidad y sobre las que se asientan todos los principios filosóficos existentes.
Podemos distinguir dos aspectos en el ser humano claramente diferenciados: un aspecto sensible, con el que percibimos el mundo físico-material mensurable mediante los sentidos físicos (ver, oír, oler, etc) en el que se sustenta el mundo del conocimiento basado en lo material y sus leyes físicas, y un aspecto suprasensible de cualidades no cuantificables ni físicamente cognoscibles (como son el amor o el odio, la suavidad, la dulzura, etc.). Cada uno de nosotros atribuye mucho más valor a lo cualitativo, que no se ve, que a lo cuantitativo sensible (por ej: es mucho más importante el que una persona sea amorosa y dulce que su peso o estatura), aunque los dos aspectos sean reales y no excluyentes.
La realidad que nos llega a través de los sentidos nos produce sensaciones, que pueden ser cuantitativas o cualitativas (frío, calor, suavidad, amabilidad, etc), agradables o desagradables. Después, esas las sensaciones generan ennosotros un sentimiento, o bien no nos impresionan y nos quedamos indiferentes. Cuando el mundo exterior nos impresiona (de forma inmediata o mediante los recuerdos), nos produce un determinado estado de ánimo, que siempre procede del mundo físico y que es distinto para cada persona. El mundo exterior entonces se relaciona con nosotros y se convierte en nuestro mundo interior, en nuestra alma o mundo anímico.
Las sensaciones, los sentimientos y nuestro estado de ánimo proceden del mundo exterior que nos estimula y que se convierten en nuestro mundo interior, en un nivel semi-consciente o inconsciente, normalmente involuntario. Son elementos informativos que nos dicen como es el mundo, como podemos relacionarnos con él, si es algo peligroso o beneficioso, etc., lo que nos sirve para aprender a través del placer o del dolor en su carácter didáctico/disuasorio. El sentimiento posee un aspecto formativo cuando aprendemos de las cualidades de otros seres o del entorno, en función de cómo nos impresionen.
Si el hombre solo estuviera constituido por un cuerpo físico y un mundo anímico de sensaciones y sentimientos no pasaría del nivel del reino animal. Pero el ser humano además puede comprender, que consiste en entender las leyes que rigen las cosas, lo cual significa poder penetrar hasta la esencia o el espíritu de los seres y objetos (por ejemplo, nos puede gustar o no escuchar la música desde la sensación y el sentimiento que nos produce, pero también sabemos que ha tenido una evolución, y con nuestro pensar podemos comprender que tiene una estructura en base a unas leyes inventadas por otros seres humanos). Sin necesidad de identificarnos podemos comprenderlo todo y luego tomar nuestras propias decisiones.
Cuando el espíritu trabaja para comprender ya no hablamos de un mundo interior anímico, sino de un mundo superior que tiene sus propias leyes. Casi siempre hablamos desde el punto de vista de lo anímico (de lo que nos agrada o desagrada). Si queremos comprender la realidad tenemos que hacerlo superando la simpatía o antipatía que tengamos, de nuestros gustos o desagrados: no podemos dejarnos guiar por nuestras preferencias subjetivas, sino comprender objetivamente. El conocimiento de las leyes naturales y espirituales está por encima de nuestro mundo anímico interior, constituyen las leyes que rigen el universo global, no el nuestro interior. Ello lo logramos con lo más elevado que tenemos: nuestro pensar. El alma no estaría completa si todo lo que llega a ella procediese exclusivamente a través de las sensaciones del cuerpo físico; también queremos comprender lo que nos viene de la compenetración con el pensamiento. Hay sensaciones y estados de ánimo causados por una actividad espiritual (como lo es el pensar), al igual que por la actividad corporal.
La naturaleza siempre se rige por la ley de la necesidad. La comprensión por el pensamiento, si no es algo que se efectúa de forma compulsiva u obligada, sino voluntaria, activa la parte espiritual del ser humano que se identifica con su libertad; de lo contrario siempre vamos a estar esclavizados por la necesidad de la naturaleza. Nos convertimos en personas cuando podemos pasar al estado activo de no sometimiento: la vida entonces será lo que cada uno de nosotros haga en el mundo, que es traspasar la propia interioridad o personalidad, dejando el sello de lo anímico interior en el mundo exterior, a través de la voluntad.
El alma constituye el terreno intermedio, la frontera entre lo físico-material y lo espiritual y el eslabón que une las dos partes. La vida de sentimiento, pensamiento, reflexión y recordación la hacemos siempre en el alma, terreno de trabajo interior en el que ocurre todo: es el escenario interior en el que se desarrolla toda la vida, es el centro de nuestra conciencia, pero no es nuestra esencia, no somos nuestra alma que va a desaparecer al igual que lo hará nuestro cuerpo físico; no lo hará nuestro espíritu, que es inmortal. Si el centro de la conciencia fuera nuestro espíritu, en lugar de nuestra alma, no tendríamos en cuenta para nada el mundo de la materia, y sabemos, por Steiner, que únicamente podemos evolucionar/involucionar espiritualmente por medio de nuestras experiencias vividas en el paso por el mundo físico-material, característica única del proceso de encarnaciones del ser humano.
Vemos entonces que el alma es nuestro centro de trabajo, donde nos llega todo, antes al sentimiento que al pensamiento, y en donde desarrollamos nuestro auto-conocimiento. El mundo conceptual nos ha venido dado en función de nuestra educación, entorno cultural, época, lugar de nacimiento, etc. y lo arrastramos a lo largo de nuestra vida. Podemos modificarlo en parte gracias al desarrollo de ese auto-conocimiento, en un proceso de pensamiento y reflexión. Hoy día nos creemos que lo “sabemos todo”, cuando en realidad lo que ocurre es que estamos identificados con el saber que nos ha sido impregnado desde nuestra infancia por nuestro entorno educativo y cultural, sin que haya habido una elaboración ni comprensión por nuestra parte. Tenemos mucha información pero escaso conocimiento o sabiduría.
En el proceso de auto-conocimiento, el darnos cuenta de “solo se que no se casi nada” es el reconocimiento de la ignorancia espiritual ante un mundo cultural que puede ser prolijo, pero pleno de un conocimiento “inútil”. Solo puede ser válido para mi el proceso de comprensión que yo haga a nivel espiritual (con mi pensar), proceso de individualización del conocimiento, y eso ya es un principio de sabiduría. No nos es válida únicamente una explicación racional de la realidad, sino lo que podamos comprender coincidente con nuestro esquema conceptual, para que lo podamos captar y no rechazar por la influencia de nuestra simpatía/antipatía. En este sentido cada uno debe revisar su mundo conceptual, lo que cree saber y lo que ha de revisar, de lo que es elaboración propia o de lo que nos creemos porque tenemos fe en quien nos lo ha dicho. El mejor maestro es el que nos va a hacer libres, no el que nos vaya a crear dependencias, nos gusten o no.
En la época actual la obligación de cualquier maestro espiritual debería de ser fomentar la independencia e individualidad de sus discípulos (en cualquier grupo, secta o religión), eliminando cualquier dependencia: dar información para una libre elección. Ante los estímulos que atrapan el alma continuamente hemos de seleccionar y elegir, dar prioridades y saber renunciar cuando sea necesario. El hombre ya está preparado para ser libre: si no lo es, entre otras cosas, es por que tiene miedo a su libertad y “necesita” tener a algo o a alguien detrás que le dirija: dogma religioso, autoridad científica, instituciones, etc. Ello le aporta seguridad, pero le merma libertad. El ser humano puede ser libre en función de la información (conocimiento) que tenga y grado de comprensión y elaboración abnegada, sin prejuicios, de ese conocimiento. Ortega y Gasset dijo: “mi vida es yo y mis circunstancias”; Si no se quien soy yo, solo quedan mis circunstancias, que entonces son las que guían mi vida, sin mi intervención.
Si no soy “Yo” toda la vida va a estar condicionada a un mundo anímico de sentimientos incontrolables, con los que me voy a identificar, pero “yo no soy ellos”, sino que han de estar a mi servicio. Si uno tiene su mundo interior ceñido a lo anímico únicamente puede actuar en la vida en función de su estado de ánimo, no en función de lo que en conciencia se necesite hacer, con un pensamiento y reflexión lúcida. Desde un proceso de auto-conocimiento podemos ver: ¿Cómo enfrentamos nuestra vida?, ¿Desde donde reaccionamos cuando nos surge alguna dificultad?. Es importante ser honestos con nosotros mismos y no auto-engañarnos, cosa muy fácil en la que caer. Cada alma humana tiene una estructura que se ha ido haciendo en base a su comportamiento: con los años se va endureciendo y cada vez es mas difícil modificarla. Tenemos que conocernos y saber como respondemos ante la vida.
En la actualidad las religiones ya no tienen ningún papel que cumplir: el ser humano ya ha alcanzado una madurez para poder ser él mismo, sin dogmas que aceptar. La vida de cada uno sigue estando dirigida más por el alma que por el espíritu. Cualquier acción arranca del sentimiento, pero luego se necesita poner por encima el proceso del pensar, que es lo que debe dirigir nuestras decisiones para garantizar que sean correctas.
Vemos entonces que el alma siempre ha sido, y continúa siendo, el lugar del trabajo interior del ser humano. Lo que no ha sido nunca igual es la conciencia, en constante evolución, y que es lo específicamente “humano” (no es propiamente humano lo que no podamos elevar al nivel de la conciencia). Estructuralmente los seres humanos de hoy día estamos mucho mejor preparados que hace 2000 o 3000 años en cuanto a nuestra individualidad consciente, con la posibilidad de ser libres, frente a la inspiración atávica de aquellos tiempos.
Paradójicamente nuestra actividad actual espiritual es “materialista”, y nunca lo ha sido tanto. Hace tan solo 500 años no se podía plantear siquiera el materialismo como objeto de conocimiento. Desde el siglo XV al siglo XX se ha extirpado la parte trascendente del ser humano en una cultura castradora de la actividad espiritual, actividad que ya no se puede desarrollar por si sola sino que tiene que ir imbuída dentro de lo cultural. En la actualidad lo “instintivo” está desapareciendo cada vez más, para ser sustituido por lo que se pueda aprender conscientemente en todo lo que influya en el comportamiento personal y social. Nuestra cultura está barriendo lo anteriormente instintivo: lo que yo haga deberá ser fruto de mi voluntad, de mi actividad consciente, de lo que yo quiera aprender sin que nadie me lo tenga que inspirar. El alma estará desolada a no ser que individualmente se cultive. La parte inconsciente está siendo reemplazada por la consciente, que es en donde se manifiesta el espíritu.
Es importante darnos cuenta de que el ser humano, en síntesis, es un ser de conciencia moral. Ya no es el momento de las religiones establecidas.
El hombre en la actualidad tiene mas conciencia que nunca, pero también con la cultura global mas pobre; se le ha arrancado lo trascendente, lo moral, solo tiene importancia el poder y el dinero, el mundo de la materia, no el del espíritu.
¿En que consiste la evolución?. Es algo que normalmente no se explica correctamente: la única evolución real que existe es la que se produce en la esencia del ser humano, en su espíritu, en su conciencia. De la vida creada y dirigida por las divinidades se ha ido pasando al fortalecimiento de la parte autónoma del hombre, debilitándose la inspiración que ha recibido a lo largo de su historia. La voluntad del ser humano siempre ha estado supeditada a influencias supra-sensibles (benignas o malignas), que seguirán hasta que éste no sea capaz de asumir su propia autonomía. En un momento de la historia surgió la necesidad de comprender y relacionar el pensamiento con el mundo natural, aislando al hombre por el desplazamiento de su conciencia a través de los sentidos, hacia el mundo de la materia, proceso necesario para el desarrollo del ejercicio de la libertad en el ser humano. Sigue en funcionamiento la parte subconsciente con las entidades que le guían, debilitándose lo instintivo en función del incremento de su capacidad pensante consciente. El conocimiento ha ido supliendo a la inspiración.
En la antigüedad los portavoces del nivel espiritual eran los legisladores y los sacerdotes que tenían la representación de los dioses, y el hombre necesariamente debía acatar sus preceptos. En nuestra época actual del materialismo imperante, todo lo trascendente se considera “anticuado”, como una excreción indeseable del ser humano. Sin embargo sabemos que el ser humano es el único ser espiritual que se asocia con un cuerpo físico: los otros reinos de la naturaleza también tienen un espíritu, pero no es un espíritu individual sino grupal, y reside en planos distintos al físico; no tienen que evolucionar como nosotros, están en otro nivel de sabiduría instintiva perfecta.
Cuerpo etérico, vital o morfogenético
Todo en el hombre funciona en conjunto, aunque debamos separarlo en sus partes constituyentes a fin de facilitar su estudio, al igual que lo hacemos anatómicamente en lo que respecta a su cuerpo físico.
Hemos visto ya el aspecto ternario del ser humano en sus partes de cuerpo, alma y espíritu y en sus actividades de percepciones, sentimientos y pensamientos. Vamos a ver ahora el aspecto de su cuerpo etérico o energético-vital, estrechamente asociado al cuerpo físico y relacionado con su parte anímica y espiritual.
Las fuerzas etéricas estructuran el cuerpo físico y son las responsables de la vida y el crecimiento, así como de los procesos regeneradores y curativos. Están especialmente concentradas en el útero materno en los embarazos. Son fuerzas formativas en un proceso organizativo del movimiento, estructurando y cincelando la forma de las sustancias en un continuo proceso de renovación y necrosis celular.
Heráclito habló de las sustancias de tierra, aire y agua como la manifestación de la materia. Hoy sabemos que no hay nada material vivo “per se”, que la ley aplicable a la materia es la de la entropía, la disolución o el caos, toda ella impregnada de eter (vida). Nos dice Steiner que desde la manifestación material más densa a la más sublimada pasamos del elemento tierra (lo sólido), al agua (lo líquido), al aire (lo gaseoso), al fuego (a mitad de camino entre lo material y lo espiritual) y al eter (que es lo que conforma la materia y da forma y vida a lo orgánico). A su vez en el plano etérico destacan los subplanos de eter de calor o fuego, eter de luz, eter de sonido o químico y eter de vida.
El proceso de pensamiento se realiza con las fuerzas etéricas sobrantes de los procesos que mantienen el cuerpo físico, lo cual es importante a tener en cuenta en pedagogía, para no forzar prematuramente el aspecto intelectual en niños en pleno proceso de formación corporal, no maduros fisiológicamente, lo cual redundaría en debilitamiento de su organismo y sistema inmunológico. Se necesita conocer al ser humano en todas sus estructuras espirituales reflejadas en lo físico. El reflejo del cuerpo etéreo se manifiesta en la facultad de memorización, en la capacidad de aprendizaje y sus procesos de habilidad y automatismo. De los
Los éteres aparecen por el siguiente orden en la creación, que se corresponden con los elementos terrestres señalados:
Celeste Terrestre
eteres elementos
Calórico fuego
Lumínico aire
Sonido/químico agua
Eter de vida tierra
No existen sustancias abstractas; las sustancias son la contraparte físico-material de seres espirituales (toda la materia esta constituida por seres espirituales o procede de ellos). Todos los reinos de la naturaleza tienen que ver con el ser humano, que es responsable de la relación que mantiene con los otros seres y objetos.
En el ser humano hay un reflejo de todo el cosmos, parte de la sustancia de los seres creadores. En el arte el hombre se entrena para la obra creadora que en su momento habrá de realizar como décima jerarquía espiritual (un ser creador es el que puede ofrecer parte de su sustancia en el altar de la creación usando sus fuerzas sobrantes, ofreciendo abnegadamente parte de su vida al cosmos).
Cuando se hizo la luz (eter lumínico) surgió la percepción espacial, el espacio necesario para contener el movimiento. La historia es la narración en el tiempo de lo que se ha hecho en el espacio. Tiempo y espacio han permitido la evolución gracias a los procesos de maduración y manifestación. El eter lumínico procede de la radiación solar, es iluminador y otorga vida al mundo vegetal (fotosíntesis); succiona las plantas contrarrestando la gravedad de las raices hacia lo terrestre. Su fuerza iluminadora perfila y delimita las formas materiales por fuera; por dentro origina fuerzas de crecimiento (sin luz hay raquitismo).
Gracias al eter de sonido o químico se pueden generar las sustancias y formas del mundo físico y los procesos suprasensibles de creación en el mundo espiritual. Es estructurador y tiene que manifestarse en el elemento agua (en lo líquido). Los procesos metabólicos del cuerpo son la manifestación del eter de sonido o químico en el elemento acuoso.
Para evitar el proceso de mineralización inorgánico, del endurecimiento de los seres y su necrosis prematura, es necesaria la actuación del eter vital, en un proceso de vida autónoma, en parte al margen del entorno. Es una fuerza regeneradora y curativa de los procesos degenerativos del cuerpo físico. Lo térreo (mineral) forma cuerpos sólidos y se impone hacia fuera, dependiendo de las condiciones externas, de erosión, etc. Lo vivo (el eter vital) depende de las condiciones internas, contraposición al proceso mineral de necrosis y muerte.
El sobrante de las energías del cuerpo etérico, tras su trabajo en el cuerpo físico, (reconformándolo y regenerándolo para que pueda mantenerse con vida) lo utilizamos para el proceso del pensar, convirtiendo las percepciones sensoriales en representaciones que han de ser comprendidas. Este proceso nos desgasta en mayor medida que el esfuerzo físico; para ello se requieren fuerzas etéricas de vida, no solo nutricionales.
El cuerpo Astral o Emocional
El mundo exterior que percibimos gracias a nuestra sensorialidad ha de ser convertido en mundo interior propio, en un proceso que compartimos con todo el mundo animal, aunque de forma diferente. El ser humano, no estando dotado del instinto especializado de adaptación al medio ambiente propio de los animales, se adapta a todos los medios gracias a su facultad de comprensión mediante el uso de su pensamiento. Es el único capaz de transformar conscientemente el mundo que le rodea, para bien o para mal. Al igual que el animal, interioriza el mundo exterior y actúa en consecuencia. A diferencia del ser humano, todas las especies actúan de forma adecuada a la situación presente del momento: no comprenden dicha situación, pero su instinto les guía de forma correcta, junto con las percepciones sensoriales, no pudiendo acumular experiencias en su memoria.
Nos dice Steiner que el cuerpo astral del ser humano en la antigüedad era semejante al de los animales, en una especie de instinto relacionado con una superposición moral en sus actos, que no tenía nada que ver con el intelecto, que es una adquisición reciente. Era como una imaginación que recibía en su cuerpo astral desde el mundo espiritual, sin proceso alguno de reflexión ni voluntad; una especie de semi-ensoñación en la que se manifestaban las contrapartes suprasensibles de las físicas.
Alma Sensible, Alma Racional y Alma Consciente
Cuando hablamos de alma nos hemos de referir a algo que es la paulatina transformación del cuerpo astral en el hombre. En ese camino empieza a conocer el mundo (todavía no a comprenderlo) a través del sentimiento. El instinto animal es mas sabio, mas fuerte y mas grupal: el sentimiento es mas individual. En el proceso de individualización el cuerpo astral va refinándose poco a poco. El ser humano empieza a vivenciarse y entenderse como ser auto-suficiente y autónomo, al margen del resto de la realidad con la que se relaciona: “yo y el mundo”.
El cuerpo astral que hoy tenemos no es igual que el que tenían nuestros ancestros: nuestra parte anímica se ha desarrollado y ampliado en un mundo de sentimientos y afectos propiamente humanos, base del espíritu. Dependiendo de la época que consideremos, el cuerpo y el alma han ido evolucionando ofreciendo distintos aspectos. En el siglo XX se ha acelerado la evolución, como nunca antes lo había hecho, lo que se relaciona con el cambio que se ha producido en el pensamiento durante los últimos cinco siglos.
El cuerpo astral del ser humano, todo su mundo de sentimientos y afectos se ha ido transformando en base a tres aspectos o configuraciones anímicas, gérmenes anímicos que se van solapando, astrológicamente fundamentados y que Steiner caracterizó como:
Época del alma sensible, aproximadamente del
Época del alma racional, aproximadamente del
Época del alma consciente, aprox. Desde el 1413 DC hasta el 3573 DC
Época del Alma Sensible
Se caracteriza este tipo de configuración o vivencia anímica porque el ser humano va a percibir la realidad con los sentimientos, además de con los sentidos físicos; va a recibir señales morales en forma de sentimientos que le van a hacer ver lo que es correcto o no, en función de si resulta nocivo o benéfico; va a servirle de guía para su actuación con pocas posibilidades de error.
Esa guía moral vive en el que la recibe, pero no siente que es él el que la genera; le sirve para orientarse en función de la sensación y del sentimiento consecuente. En esta época el ser humano conecta con la realidad sin necesitar comprenderla, le basta con conocerla. No es necesario el pensamiento, sino el sentimiento. La percepción sensorial lo era todo, no había análisis posterior, incorporaba el significado de las cosas en virtud de la cualidad de lo sentido: generaba sentimientos y su cualidad daba el significado. Era algo bastante gregario y automático, por lo que para que funcionase no debía haber mezcla de sangre, siendo fuerte el sentimiento de pertenencia a un grupo o tribu.
En esa época no había abstracciones, todo era fruto directo de la experiencia y no existían “individualidades”, siendo muy fuerte el sentido de pertenencia a un grupo o colectividad, como ya hemos visto. (No podemos confundir el individualismo, que tiene que ver con el egoísmo, con la individualidad, que es cuando el espíritu trabaja consigo mismo y que incluso hoy día escasea entre los seres humanos, permaneciendo fuerte el sentido de pertenencia a un grupo, algo atávico y no armónico con los tiempos actuales).
El predominio de este tipo anímico va a durar aproximadamente hasta tiempos de Sócrates, aunque pervive en la época actual en gran parte de la humanidad, caracterizada por el poco uso de la razón y el pensamiento.
El alma sensible ha ido en paralelo con el cambio que tiene que ver con nuestro sistema nervioso: ahora predomina el sistema nervioso central, final de un proceso de transformación en el que únicamente regía en la conciencia los sistemas vago y parasimpático, lo más apagado e inconsciente, en donde predominaban los sentidos más opacos (el olfato y el gusto). En la época de comienzo del alma sensible la conciencia estaba apagada para lo físico-sensible; se vivenciaba su contraparte espiritual. No se podía ver, ya que entonces, dice Steiner, la niebla saturada de agua tapaba la luz del sol. Cuando el aire se fue clarificando (el agua se desprende y forma los océanos en lo que se conoce como el diluvio universal) la estructura físico material del ser humano y su conciencia va cambiando, junto con la configuración de la tierra. Se empieza a “soñar” correctamente con los mundos espirituales.
El cuerpo etérico cambia en su relación con el físico, integrándose cada vez mas en él, con lo que se va a ir perdiendo la visión de los mundos espirituales a cambio de poder empezar a explicarse la realidad con el nacimiento del pensar (que va a surgir con
Los remanentes del funcionamiento del ser humano en base a una cierta sabiduría instintiva, culturalmente heredada por su pertenencia a una colectividad, ha estado operando hasta hace unas décadas. Cada vez vamos a tener menos recursos instintivos: todo lo que queramos lo vamos a tener que adquirir por nosotros mismos mediante el desarrollo individual con el aprendizaje. La adquisición de nuevas facultades siempre supone la renuncia a las viejas. En la época del alma sensible el hombre convivía plenamente con la naturaleza, en su “respirar” (todos estamos continuamente “respirando mundo”, interrelacionando nuestras sustancias con él). Hace 5000 años esto era algo indiscutible: se vivía y se convivía “inspirando” la realidad física y anímica, normalmente en armonía a través de los sentimientos “estéticos” (con el arquetipo de la belleza y que dio origen al nacimiento del arte) en imágenes con contenido. Se erigían monumentos para que los que los percibían sensiblemente recibieran lo que había detrás de verdad y belleza, como cánones de la realidad que pueden ser percibidos con sensaciones, sin necesidad de explicaciones posibles, en un sentir real grupal. Ya sabemos que en la época actual las cosas no funcionan de esta forma: el sentimiento es mas bien un elemento distorsionador, que tiene que ver más con el ego (egoísmo), aunque el influjo del alma sensible nos sigue inundando constantemente.
Época del Alma Racional o intelectiva.
Con Aristóteles comienza la posibilidad para el ser humano del uso del razonamiento (la lógica), más bien para una pequeña minoría de hombres, algo que se irá extendiendo hasta el siglo XV. El pensador “piensa” los pensamientos recibidos del mundo real arquetípico de las ideas. Aristóteles mira la materia en la naturaleza y en ella quiere encontrar la esencia (lo espiritual) de las cosas y seres que viven en ellas, por medio del pensamiento lógico. Lo importante ya no va a ser lo estético, sino lo real y la posibilidad de su comprensión mediante la razón, en un proceso de “extrañamiento” entre “yo” y el mundo.
Lo que se piensa puede ser verdadero o falso: si es verdadero va a surgir un sentimiento placentero al encontrar la verdad o finalidad de lo buscado, vivenciando que en ”mis pensamientos” hay algo que se piensa en “mí”. En el alma racional todavía existe un sentimiento de que hay una guía en la búsqueda de la verdad y comprensión del mundo, con una clara separación entre el sujeto y el objeto, entre el “yo” y el “no yo”. En los primeros pensadores aparece la necesidad de confrontarse con la realidad, alejándose de las propias vivencias para poder comprenderla. Surge con fuerza la necesidad de preguntarse por el “por qué” de las cosas.
El alma sensible se relaciona estrechamente con el cuerpo astral o emocional, el alma racional lo hace con el cuerpo etérico del ser humano, y el alma consciente lo va a hacer con el cuerpo físico.
Época del Alma Consciente
En el estudio de la estructura del ser humano desde el punto de vista anímico el alma consciente es la más importante para nosotros, ya que es en la que vivimos y la que está en pleno desarrollo (llevamos unos 600 años en ella y nos quedan unos 1500 mas).
El centro del ser humano es el “yo” (ego o personalidad), aunque es el elemento constitutivo mas joven, débil y menos evolucionado. El más “viejo” y perfeccionado es el cuerpo físico (que es el que ha estado permanentemente condicionando nuestra vida en la tierra), seguido del cuerpo etérico y luego el astral. Desde el punto de vista del alma, el centro lo constituye el alma de conciencia.
Ya hemos visto que lo anímico es el escenario en el que trabajamos y en el que se desarrolla toda nuestra vida; es el entorno en el que nos desenvolvemos permanentemente.
Todos somos esencialmente “yoes”, no “personajes”. La personalidad es algo temporal, transitorio, limitado a una sola encarnación y que nos sirve para desenvolvernos en la vida (no debe ser considerado nuestro centro, aunque nos identifiquemos fuertemente con ella). El actor soy “yo”, aunque el “personaje” cambie en función del drama específico en el que se desarrolle nuestra vida y a veces se confundan los papeles.
El alma es el escenario el en que podemos desenvolver todas nuestras sensaciones, percepciones, sentimientos, pensamientos y su comprensión, es el espacio de la vida en el que desarrollamos nuestra espiritualidad y conciencia, interiorizando el mundo en nuestra mismidad. Debo ser “yo” el que identifique el trabajo en mi alma en un proceso de auto-conocimiento, a través de la propia experiencia, verificando mis creencias en función de lo que se me haya enseñado y dicho, sin generar ningún tipo de dependencia a cualquier religión, secta o línea espiritual (incluida
El alma de conciencia, en desarrollo desde el siglo XV, es la más completa en el ser humano: es el aliado más poderoso que tiene y todas las fuerzas negativas que se oponen al bien quieren destruirla.
Cuando comienza a surgir este estado anímico de conciencia el sentimiento se va debilitando, siendo sustituido por el proceso de conocimiento: para el desarrollo del afán de conocimiento es necesario que el hombre se sienta “extraño” a la naturaleza, no participativo con ella. La realidad se va a dividir entre un “yo” (que soy y lo siento así) y un “no yo” (lo que me rodea, que no comprendo y extraño). Tengo la sensación de desconocer todo mi entorno y necesito conocerlo para poder comprenderlo (esto da origen a todos los movimientos filosóficos desde el siglo XV al XIX).
A partir del Renacimiento el hombre se plantea la realidad estableciéndose esa diferencia entre sujeto y objeto (entre yo y el mundo). Surge la necesidad del desarrollo científico, comenzando por lo mecánico (mecanicismo) como forma de estudiar la obra de Dios, en principio por parte de sacerdotes astrónomos, interesados en calcular los movimientos de los astros: el mundo sigue siendo obra de Dios, aunque una parte puede estudiarse matemáticamente.
En el siglo XX la cultura europea es la que se va a extender por todo el mundo, con unos gobiernos al servicio de los poderes fácticos interesados en que la ideología sea la materialista, necesario para el mantenimiento del sistema y sometimiento de la gente. Para ello se necesita la creencia en el materialismo, apoyándose en la necesidad de conocer la naturaleza como algo “objetivo”, es decir que no haya nada “subjetivo” en el conocimiento científico: que el sujeto no ponga nada de su sentimiento en la investigación del mundo exterior. La ciencia se basa en el desarrollo de la objetividad.
Es importante considerar que cualquier creación, (ya sea un coche o
Ahora bien, para que yo pueda comprender algo mi sentimiento tiene que identificarse con ello, sino será mera información, no conocimiento o sabiduría. Para que sea conocimiento tengo que comprender e individualizar la información, poner mi sentimiento, y entonces podrá ser “mío”. Si el conocimiento llega a la voluntad, entonces puede trasformarse en sabiduría (el conocimiento dentro de mi).
Hemos visto que el alma sensible se relaciona con el arquetipo de la belleza, el alma racional, con el de la verdad y el alma consciente con el del bien o la bondad, lo cual requiere el desarrollo de la libertad. Para que uno pueda ser libre no ha de tener nada que le presione o coaccione.
El siglo XX ha sido la época de máximo materialismo y dualidad sujeto-objeto, al estar vacía del sentimiento de trascendencia en el ser humano, algo que ha sido necesario para el desarrollo de la libertad. Se vive como realidad el que todo está en el interior de cada uno, que nada trasciende y por ello se puede usar esa libertad para obrar como a uno le plazca (para bien o para mal, no importa). Nos dice Steiner que nos daremos cuenta de la falsedad de esta creencia después de la muerte.
Es importante considerar que el ser humano solo puede progresar, o degradarse, en el plano de existencia físico-material, en donde puede desarrollar su libertad de forma experiencial. Lo que el alma cree, lo vivencia, sea verdad o mentira, y eso es lo que se va a llevar con sus pensamientos y sentimientos después de su muerte. Desde el punto de vista cultural pensamos que la opinión de las cosas solo importa al que opina, que es intrascendente, sin darnos cuenta que el pensamiento es la más libre y fuerte de las fuerzas que tenemos y es la que nos informa más claramente de la realidad, y que es trascendente. Es una fuerza que tiene relación con la “imagen y semejanza de Dios”, con la que compartimos cualidades con lo divino.
Nuestro pensamiento todavía no es creador, es creativo (se manifiesta a través del arte y la técnica) pero, según enseña Steiner, en un futuro lo será: somos responsables de cada pensamiento que emana de nosotros y que opera con las fuerzas que le son propias. Todo lo que pensamos está presionando las sustancias de la naturaleza. Toda la realidad está siendo constantemente generada; el proceso creador no acaba nunca. Nosotros, como criaturas, estamos empezando a ser co-creadores; nuestro pensamiento presiona la realidad y a los seres que la conforman, para bien o para mal.
Nuestro pensar siempre está sintonizando con una parte de la realidad que siempre es moral, en un sentido positivo o negativo, nunca neutro. Nada da igual, siempre hay compromiso y responsabilidad, lo queramos o no. Constantemente estamos generando “Karma”. Las fuerzas del egoísmo nos trascienden e impregnan la realidad con sus efectos negativos.
Nuestras posibilidades son mucho más grandes de lo que se nos ha hecho creer: podemos ser regeneradores, creadores o destructores: ello implica mucha responsabilidad y debería afianzarnos en la confianza que tengamos de nosotros mismos, como seres espirituales. Se nos inculca la mentira de que somos insignificantes, que no podemos cambiar nada del sistema económico “establecido”, de que las cosas son como son y que debemos ser sumisos, que somos débiles e intrascendentes. Desgraciadamente somos personas de fe y nos lo creemos (somos personas de fe cuando proyectamos nuestras creencias hacia algo), y sabemos que casi siempre se cumple lo que creemos.
Somos seres espirituales con una fuerza enorme. ¿Para que la empleamos?. Todo va a depender de la fe que tengamos en nuestra fuerza espiritual y del conocimiento que de ella poseamos. Entonces podríamos liberarnos y ser más conscientes de que cuando deseamos algo con toda nuestra alma, se cumple, que siempre va a haber una consecuencia a nuestro pensar y sentir.
Cuanto mejor conozcamos la realidad mejor estaremos en condiciones de relacionarnos con ella: tenemos una necesidad de conocimiento y sabiduría que debe ser individual: que lo que cada uno conozca, por poco que sea, que se conozca bien, por nuestro “yo”.
Cuando muramos nos vamos a llevar lo que hayamos desarrollado como sabiduría de la realidad global, que comprende los mundos material y espiritual. Será el patrimonio personal que nuestra personalidad puede ofrecer al Yo eterno; y es un trabajo (duro y difícil) que solo podemos hacer en nuestra encarnación física-material.
Para el desarrollo del alma consciente el ser humano, independientemente de su nivel cultural, debe sentir una rebeldía con lo que le han dicho o enseñado desde su infancia, no sentirse satisfecho con el mundo y entonces tener una actitud de búsqueda espiritual, una negación de lo que llevamos insertado en nuestro subconsciente de materialismo.
Resumen de la Estructura tripartita del Ser Humano, según Rudolf Steiner:
1.- Estructura Corporal—-Cuerpo Físico
Cuerpo etérico o vital
Cuerpo anímico o Astral -> Alma Sensible
2.- Estructura Anímica—- Yo, ego, personalidad -> Alma Racional
3.- Estructura Espiritual—Yo Espiritual -> Alma Consciente
Yo Superior
Bien,Verdad
—- Espíritu de Vida
—- Hombre espíritu
Equipo de Redacción Biosophia
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