Cainitas y Abelitas
En los tiempos en que Rudolf Steiner era todavía el Secretario de
Con referencia a la historia que nos cuenta
La explicitación del mito en
De estos dos géneros humanos, los Cainitas se distinguieron a partir de entonces por su dedicación a las artes y las ciencias, al conocimiento y la tecnología, y al manejo del arte del fuego (el “fuego astral” de las pasiones, instintos y deseos, es decir del ámbito anímico personal interno), siendo algunos de sus representantes Matusalem, creador de la escritura, o Hiram, arquitecto constructor del Templo de Jerusalem, de quien luego trataremos en relación con
En realidad los hijos de Caín descienden de los Elohim de
Caín masculino y Abel femenino
Originariamente la humanidad era masculino-femenina y asexuada, hasta que, con ocasión del mito bíblico de la “caída” y de la expulsión del Paraíso, al principio de
Caín, como labrador de la tierra, fuerte y vigoroso para trabajar el suelo y elaborador intelectual de la materia, representaba lo material, lo masculino, y Abel, como pastor que no trabaja los rebaños del creador sino que solo los cuida, simbolizaba lo femenino y lo espiritual. Caín se dirige a la divinidad con el producto de su esfuerzo, de su intelecto y su libertad, mientras que Abel acoge receptivamente todo como espiritual y entrega los mejores frutos como ofrenda a su Dios, que los recibe con toda complacencia, y que extraña y desestima las artes y creaciones cainitas fruto de su esfuerzo, por ser tan solo un producto material y físico. Abel no transforma nada, acepta la realidad tal y como la recibe elaborada por la divinidad, al revés que Caín, no tiene que alcanzar la espiritualidad a través de su propio esfuerzo, sino que la recibe como un don, como una revelación.
Y esa es la diferencia primigenia que enfrenta desde su origen a lo femenino y lo masculino: es femenino lo que es inspirado espiritualmente, al ser recibido directamente de Dios como un principio de inspiración, que le permitirá ser sacerdote y pastor, mientras que lo que Caín tiene para ofrecer y dar de sí es masculino, por ser propiamente su trabajo humano para transformar el plano físico como labrador de la tierra, y sus descendientes como científicos o artistas, procediéndose con todo ello a diferenciarse y dividirse definitivamente la sabiduría espiritual femenina y la ciencia intelectual masculina, el cerebro masculino y el alma femenina. Sin embargo esta presunta predominancia de lo espiritual en el Abelita con respecto al Cainita no es más que aparente en cuanto al apego a la materia de una y otra rama, como luego se hará referencia. Tal y como sugiere Pedro Quiñones en sus estudios sobre el tema, en el Cainita (ya sea hombre o mujer) está exaltado y predomina el “Animus”, en términos jungianos, mientras que en el Abelita está acentuado el “Anima”.
Pero en todo caso, a partir de entonces lo que es la estricta diferenciación de sexos a la que se refiere el mito bíblico, como creación de lo que es hombre y mujer, ha de seguir existiendo en el proceso evolutivo de ambos géneros humanos hasta que eventualmente llegue el momento de su unificación y simbiosis, cuando se rebase y trascienda su actual necesaria diversificación en un alma espíritu que realice conscientemente ambos polos, lo cual no hace sino ratificar la dialéctica hegeliana que afirma que la realidad evoluciona confrontándose a sí misma en movimientos sucesivos en medio de una realidad dualista conflictiva que supone la tensión permanente entre los pares de opuestos, entre la luz y las tinieblas, entre el Bien y el Mal, entre el espíritu y la materia, y en suma entre lo Masculino y lo Femenino.
Jehová-Abel versus Lucifer-Caín
Tanto Caín como Abel son hijos de Dios, pero de Dioses diferentes. El Dios de Abel (Jehová) introduce a sus criaturas profundamente en el mundo físico, haciéndoles mantener una consciencia e inspiración dependientes de la divinidad, mientras que el Cainita no recibe la inspiración de los dioses, sino que la consigue de su propio Yo Superior, por medio del esfuerzo y el sacrificio constante, en su contacto consciente con las fuerzas instintivas de su estructura inferior, tratando de modelar la materia conforme al espíritu. Así como Abel procede de la procreación de jerarquías obedientes al mandato de Jehová durante
Este impulso Luciférico de esperar hasta poder controlar el cuerpo encarnado y dotarlo de una consciencia despierta parte del principio de libertad y autoconciencia que tales jerarquías luciféricas entienden como consustanciales para el hombre, así como del deseo de dotarle de un desarrollo espiritual propio. Los descendientes de Caín usan la sabiduría masculina para construir en el mundo externo, ya que carecen de la sabiduría e intuición femeninas que fluye en las almas Abelitas naturalmente por designio de su progenitor divino. Los Cainitas tienen que trabajar con esfuerzo y sacrificio (“con el sudor de su frente”), y en su necesidad de espiritualizar la materia e integrarla producen el llamado Ocultismo o Linea científica dentro del conocimiento espiritual, que solo podrá ser conquistado mediante un trabajo de adiestramiento iniciático, en un sistema de grados estrictamente establecido, que requería una prueba específica para cada uno de los grados. Paralelamente los Abelitas representan la antigua sabiduría sacerdotal al recibir el conocimiento espiritual (
Puede afirmarse que al Cainita, en lo transcendente y espiritual de su mundo interno, le inspira el ente luciférico que porta en su interior y que es quien le da el fuego del entusiasmo, que le permitirá enfrentarse solventemente a un mundo enemistoso y permanentemente adverso por medio de su voluntad y esfuerzo, mientras que al Abelita le protege y ampara permanentemente la divinidad que le creó, y tiene una relación mucho más fácil y sencilla con el mundo físico y las fuerzas que lo rigen. Y así el Cainita, más que amar el mundo, lo soporta y lo transciende por el conocimiento que tiene sobre las fuerzas ocultas que lo dirigen y de su propia alma que obligatoriamente le hace mirar y observar su estructura y funcionamiento, pues, a causa de una “aparente” maldición divina y por el hecho de no pertenecer a la linea generacional de Jehová y de no someterse a sus designios, ha de enfrentarse al Ahriman que como Señor del mundo material rige la materia y con el que el Cainita ha de luchar en su trabajo de transformación y regeneración sobre la tierra.
La diferencia entre ambas ramas humanas puede observarse en lo distintas que son las vías iniciáticas que históricamente les ha caracterizado, pues así como el Abelita evoluciona de afuera hacia adentro, y se ha venido iniciando dentro de las coordenadas de la llamada Iniciación Luciférica, mayoritariamente empleada antes de la encarnación de Cristo (dirigida a la consecución del nirvana espiritual), el Cainita progresa en sentido contrario, de adentro hacia fuera, realizando cambios y perfeccionamientos anímicos internos, para aplicar las energías etéricas así liberadas a la transformación de la materia, en un ámbito básicamente ahrimánico compensado por las fuerzas de Amor y Luz crísticas del Verbo Cósmico hasta conseguir la “Palabra perdida”. El conocimiento oculto que el iniciando Cainita adquiría versaba sobre la manera en que la realidad está construída y la manera de transformarla. Se puede afirmar que la iniciación cainita es ahrimánica (basada en el estudio disciplinado de la realidad material bajo la luz luciférica y por medio del entrenamiento oculto de las logias y cofradías), y que a la inversa la iniciación abelita es luciférica (basada en las Iglesias y religiones devocionales, al amparo y sobre la base de su positiva relación con la materia y el mundo físico). A los primeros Lucifer les confiere una clarividencia astral semiconsciente, y a los segundos Jehová les facilita una inspiración etérica inconsciente.
Por todo ello en su vida social el Cainita, en su tirón luciférico hacia el espíritu y hacia las alturas y en su desvinculación del mundo físico, suele ser más reservado y selectivo, socialmente inseguro y espiritualmente firme, mientras que el Abelita, dominado por su “Alma grupal” y apoyado por los dones gratuitamente a él otorgados por Jehová, es más integrado y existoso socialmente, está mas identificado con su personalidad y con la apariencia fenoménica del mundo material y por tanto está más atado a las atracciones y encantos del mundo físico. El Cainita, en general, y si no deriva hacia el lado adverso, “está en el mundo sin ser del mundo”, tiende a ayudar y redimir a los demás, y si triunfa en su entendimiento de cómo está construído el mundo, llegará a conocer las leyes de funcionamiento oculto del mundo y se convertirá en un sabio al servicio de sus hermanos, todos los hombres sin excepción.
Prometeo-Lucifer-Caín y Epimeteo-Abel
Prometeo robó a Zeus el Fuego divino para permitir que los hombres procedieran de un modo consciente en la senda de la evolución espiritual, transformando así el más perfecto de los animales de la tierra en un dios potencial y haciéndole libre de “tomar por la violencia el reino de los cielos”. (véase la leyenda y el mito prometéico en nuestro artículo sobre “Hércules en Capricornio, El mito de Prometeo y Cerbero” en el anterior número 7 de este Revista). El Prometeo que sustrae el fuego (la luz de la consciencia) del Rey del Olimpo, para entregárselo a los hombres para que éstos adquirieran un alma principio de la autoconciencia y dejasen de ser un rebaño de mansos semianimales provistos solo de alma grupal, no es sino una lectura mítica y metafórica de la encarnación en los hombres de los Aginsvattas luciféricos, y concretamente en los que serían los descendientes de Caín, desveladores de la divinidad oculta por medio de la llamada Inicación Luciférica.
De ahí la maldición que Zeus (Júpiter para unos, para otros el mismo Jehová y los Elohim o dioses opuestos a la autoconciencia inicial en el hombre)) lanzó contra el “rebelde” titán Prometeo. Encadenado a una roca, Zeus lo castigó enviándole un buitre que sin cesar le iba devorando las entrañas (alegoría de los apetitos y concupiscencias del cuerpo astral), hasta que el iniciado Hércules, al fin, le libró de tan cruel suplicio. Por eso Prometeo no es sino un dios verdaderamente filántropo y gran bienhechor de la humanidad, a la cual elevó hasta el intelecto y la civilización, y a la que inició en el conocimiento de todas las artes; es el aspecto divino del Manas que tiende hacia el Buddhi y se funde con él. Prometeo, cuyo nombre significa “previsor”, o “el que piensa y ve por adelantado”, o “el que ve el porvenir”, es una figura acerca de la cual Steiner se refiere como el Lucifer Griego, por la intrínseca similitud de sus simbolismos metafóricos. Prometeo despertó la consciencia en los humanos, lo cual representaba un peligro a los ojos de Zeus (o Jehová), por lo que Zeus encadenó a Prometeo en las montañas del Cáucaso. Pero Prometeo era paciente porque él conocía un secreto que no era conocido por Zeus. En el futuro Zeus yacería con una mujer mortal, Io, la cual dará a luz a un hijo que comenzará una linea de descendencia que conducirá al nacimiento de Hércules o Heracles, que significa “aquel que es llamado por Hera”. Este gran héroe, a quien Steiner señala como presagio del Cristo Jesús, crecerá hasta suceder a Zeus en su posición de autoridad como Legislador de los cielos. Hércules matará al buitre que se está comiendo el hígado de Prometeo, liberando entonces al gran Lucifer Griego.
Los Seres Luciféricos pertenecen al 2º Coro de jerarquías creadoras o angélicas, (para los hindúes son los Espíritus del Fuego o Agnisvattas, los Manasaputras o Hijos de
Si el principal hallazgo científico de todos los tiempos ha sido el fuego, y, decía Steiner,
Afirmaba Steiner que hay dos clases de seres humanos: aquellos que se conforman y adhieren a las cosas tal y como las reciben del mundo que encuentran, y aquellos que crean una nueva vida a partir de lo inanimado. Los Hijos del Fuego, los Luciferes Prometéicos, y sus descendientes Cainitas, que ansían obtener el desarrollo espiritual por sus propias fuerzas y con plena consciencia, aunque ello conlleve peligros, para aportar al mundo
En
Prometeo permaneció encadenado en un cuerpo físico, en donde las energías etéricas (el cuerpo etérico), representadas por el hígado, eran consumidas por el buitre de las pasiones (el cuerpo astral), hasta que 30 años después el Iniciado Hercules mata al buitre de las pasiones, y con la muerte del centauro Quirón (el hombre de Jehová, medio hombre espiritual medio animal), se posibilita la liberación de Prometeo y que vuelva al Olimpo de los Dioses. El centauro deja su lugar al hombre verdaderamente humano según la imagen diseñada por Cristo. Y así Jehová pierde su poder omnímodo sobre
Vino entonces a Jerusalem la reina de Saba, Balkis, y tras quedar prendada al principio de la sabiduría del rey, quiso conocer al arquitecto Hiram, del que la leyenda cuenta quedó cautivada inmediatamente, lo cual ocasionó los celos correspondientes de Salomón. Y cuando la construcción del templo llegó a su finalización, solo quedaba la pieza maestra de Hiram: la fundición de bronce que había de adornar el templo. Pero los tres aprendices de Hiram se aliaron con el rey para perjudicar y echar al traste la mezcla de metales correspondiente, para desespero del arquitecto cainita, al que se apareció su ancestro Tubal Caín, quien le dijo que entrara en el fuego que empleaba para dicha fundición para llegar al fondo y centro de la tierra, donde encontró al mismo Caín, que le inició en el misterio de la creación del fuego y de la fundición, y allí le fue entregado además un martillo y un Triángulo de Oro. A su regreso pudo realizar eficazmente la fundición de los metales y ganó la mano de
Entre los diversos significados de la leyenda, nos encontramos con que al constructor del templo de Salomón, Hiram-Abiff (encarnación previa del mismo Rosencreutz), al bajar al infierno y ver alli a su predecesor Caín, le fue anunciado que Jehová-Adonai es enemigo de los Hijos del Fuego a los que quiere destruir, y asimismo que tendría en el futuro un hijo que daría origen a una raza,
La sabiduría antigua sacerdotal y femenina de los abelitas, hijos de Jehová, ha desaparecido con el materialismo y el egoísmo, y también ha decaído la sabiduría masculina que inicialmente se depositó en
Emilio Sáinz Ortega
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