Pistis Sophia y los Misterios Gnósticos
No es fácil la lectura y el acercamiento a Pistis Sophia; requiere muchas aproximaciones y dedicación poder llegar a captar el sentido profundo y el espíritu que se halla detrás de cada una de sus estrofas. La primera vez que cayó su texto en mis manos, a la vez que intuía estar ante uno de los máximos monumentos de la literatura sagrada humana de todos los tiempos, me obligaba a tener que aceptar humildemente la tremenda dificultad de acceder a su significado recóndito esotérico. La compleja terminología y los alegóricos conceptos que aparecen en su texto de manera contínua, fuerzan al lector a un permanente y respetuoso afán de transcender las barreras que guardan y velan el umbral de su sagrado entendimiento y comprensión. Ese ahinco, muchas veces esforzadamente reiterado, a la par que el trabajo interno desarrollado a lo largo de los años, me han ido permitiendo una paulatina entrada a los vericuetos e intríngulis de sus símbolos, sus arquetipos y sus principios, pero asumiendo siempre el carácter relativo de mi acercamiento y comprensión. La traslación y aplicación de todos sus conceptos y enseñanzas al campo microcósmico de nuestras vidas, así como la mística esotérica y oculta de su “gnosis”, continúan siendo un motor revolucionario en el laberinto de nuestras pulsiones espirituales más profundas.
En ningún Evangelio cristiano, ya sea apócrifo u ortodoxo, como en este denominado Evangelio Valentiniano o “Pistis Sophia”, aparece descrito y relatado tan puntual y exhaustivamente el descenso que el Cristo llevó a cabo a los mundos infiernos, al Hades subterráneo, tras su muerte hace dos mil años en el Gólgota, a fin de modificar y reordenar el status y poderes de las entidades que lo rigen y habitan y a la vez reestablecer la relación de las almas humanas desencarnadas con los seres y las potencias suprasensibles que pueblan y dirigen las esteras y planos ultraterrenos, en su camino posterior a la muerte, además de perfilar y conducir a ese alma, Sophia, en su camino de descenso y consiguiente ascensión iniciáticos hacia
Si en cada civilización y para cada religión existe un libro sagrado o Biblia, tal y como lo han sido por ejemplo para los hindúes antiguos el Bhagavad Gita, para los musulmanes, el Corán, para los taoístas, el Tao Te King, para los mayas el Popol Vuh, para los gnósticos su texto sagrado fundamental lo es
La Pistis Sophia ("Fe y Sabiduría"), la más célebre por tanto de las obras gnósticas en lengua copta, contiene una larga enumeración de los conocimientos (“gnosis”) de los que en su interpretación se benefician las Almas elegidas y redimidas por
Pistis Sophia, la trama textual
La historia que narra el libro parte de cuando, tras su muerte y resurrección, Cristo se reunió con sus apóstoles y discípulos (incluída María Magdalena, su madre
Sophia se arrepiente de sus pecados y suplica a
Finalmente
Yo declaro ante ti, ¡oh Luz! Que tú eres el Redentor y el Salvador eterno.
Y entonaré este canto a
Y tú me has preservado y protegido en todas las regiones, tanto en las profundidades del caos como en los Eones superiores.
Cuando descendí de las alturas, y recorrí las regiones en que no hay luz, y no podía regresar al treceavo Eón, mi morada.
Porque no había en mí luz ni poder. Mi fuerza se había debilitado completamente.
Y la luz me salvó de todas mis aflicciones. Yo entoné alabanzas a
Me indicó el camino en las regiones de los Eones para llevarme al decimotercer Eón, mi morada.
Yo te doy gracias, ¡Oh Luz!, porque me has salvado; y celebraré ante los hombres tus grandes milagros.
Porque cuando me faltó mi fuerza, tú me la diste, y cuando me faltó mi luz, tú me inundaste con luz pura.
Yo estaba en las tinieblas y en la sombra del caos, apresada por los terribles grilletes del caos, donde no había luz alguna.
Porque yo he provocado la ira de quien manda en
Y cuando yo descendí, perdí mi luz y mi fuerza. Y nadie me socorrió cuando mis enemigos me torturaban en mi camino de vuelta hacia la luz.
Y en mi aflicción, entoné alabanzas a
Y también rompió mis ligaduras y me sacó de las tinieblas y de la aflicción del caos.
Yo te glorifico ¡oh luz!, que me has salvado y por los maravillosos milagros que has llevado a efecto en la raza de los hombres.
Y tú has roto las elevadas puertas de las tinieblas y los grilletes del caos.
Y me permitiste partir de la región en la que yo había descendido y donde me habían quitado la luz porque yo había transgredido.
Pues terminé con los misterios que me correspondían y bajé a las puertas del caos.
Y cuando estaba siendo mortificada, entoné himnos de alabanzas a
Tu enviaste tu energía, que me devolvió las fuerzas y me salvó de todas mis aflicciones.
Yo te ensalzo ¡oh luz!, porque me has salvado, y por tus maravillosos trabajos en la raza de los hombres."
Después de la salvación y redención de Sophia, el libro continúa con la descripción por Cristo a sus Discípulos de los llamados Salvadores, de los rangos de su Reino, de los Espacios del mismo, de los diversos Misterios, de todas aquellas acciones a las que los hombres han de renunciar para poder acceder a tales Misterios, del perdón y del arrepentimiento, de la labor evangelizadora de su Apóstoles, y de los castigos a los pecadores
Pistis Sophia constituye así tanto un mapa del viaje kármico de
Entre todos los Dioses o Jerarquías Creadoras del Cosmos solamente Cristo ha conocido la muerte, al atravesar en un cuerpo humano y por propia voluntad los umbrales de dicho tránsito, para introducirse en el mundo de los Antidioses, los Asuras Arcontes del Destino que atormentaban a las almas humanas en su sendero postmortem, para finalmente vencerlos en su propio terreno. Mediante
Gnosticismo vs. Ialdabaoth
Sophia, en términos cósmogónicos y al margen de la historia narrada en Pistis Sophia, es
El mito y el texto gnóstico describen como Sophia intentó conocer e interpretar al Padre, al Ser Superior incognoscible, a través del conocimiento y el raciocinio intelectual, por lo que fue excluída de
Los gnósticos por consiguiente insistían en la salvación del hombre mediante la gnosis o sabiduría secreta, que es el trasunto esencial del libro Pistis Sophia, basando su creencia fundamental en ese dualismo ontológico que constituye la lucha del Bien y del Mal, o lo que es lo mismo la lucha entre el Dios Transcendente y el Demiurgo. La creación del mundo material por éste último es el resultado de la caída de Sophia, a la que un redentor enviado por Dios Padre, es decir el Cristo, trae la salvación mediante la gnosis secreta.
Los gnósticos creían, cuenta H. Blavatsky en su Doctrina Secreta, que Jehová-Yahvé (Ialdabaoth) era un Arconte (un dios menor) que se había rebelado contra Lucifer, y que al crear el universo o cosmos material creó el mal, atrapando en esa concepción a los Eones (emanaciones divinas de luz) y a los espíritus de los hombres, a los cuales exigió adoración y veneración. Para ayudar a los Eones a escapar de tal maligno influjo y sometimiento, Lucifer bajó a la tierra al Jardín del Edén bajo la forma de una serpiente para engañar a Jehová, y dar a Eva el conocimiento (“gnosis”) imprescindible para escapar de la prisión de Jehová y volver al Reino de Luz. Para la autora teosófica, así como para los gnósticos, Lucifer era el “Dios de
Es por ello que los gnósticos se refieren a sí mismos, en su concepción esotérica e iniciática del “religare” (o religión) con lo divino, como la “humanidad espiritual”, en contraposición a la “humanidad carnal”, para ellos demasiado ignorante para entender debidamente
En definitiva los gnósticos explican el problema del Mal basándose en el dualismo persa y en la teoría de los Eones, emparentada con ideas básicamente platónicas. Para ellos, como ya se ha dicho, uno de los Eones, participante de
Pistis Sophía por tanto, escrita por los mismos apóstoles (no está establecido por quién de ellos exactamente) vierte en su texto todas las instrucciones esotéricas cristicas que Cristo Jesús les diera en el Monte de los Olivos y en otros lugares santos, y contiene, para los creyentes gnósticos, todas las palabras del salvador del mundo, el Cristo Jesús, en su descripción de los mundos espirituales, los seres que lo habitan y las predicaciones del Señor Cristo. Este libro sagrado, que se había venido conservando en secreto durante muchos siglos constituye la obra maestra de los místicos esotéricos gnósticos y en ella se encuentran sus antiguas y más sagradas enseñanzas, en el sentido más completo de la palabra, capaz de transformar al ser humano. Para los Gnósticos
Sophia y la transcendencia del Ego
Dentro de las diversas y sucesivas fases prevenidas en el plan divino para la humanidad, en el proceso de individuación humana se llega inevitablemente a la construccion y constitución del ego, de manera que el yo forma parte ineludible y necesaria de ese desarrollo, para proceder posteriormente a su transcendencia y espiritualización, a través de la acción del Cristo Intimo que salva al alma de “las garras” del espejismo material del caos mundano. De tal forma que el “despertar” es llegar a concienciar que la realidad cotidiana –el mundo de la materia- es únicamente “Maya”, y la identificación consustancial con el propio ego es asimismo una ilusión ciclópea pero ciega hasta su constatación. Solo el Bien es Realidad, en tanto que el Mal es solo la negación de la realidad: no-realidad, espejismo, apariencia, ilusión. Y es el Iniciado Cristiano el que aprende a metamorfosear ese Mal en Bien en el proceso de purificación y limpieza iniciáticos de ese ego y sus identificaciones astrales. El Mal por consiguiente no es otra cosa que una enfermedad anímico-espiritual cuyo único papel consiste en posibilitar la generación de la individualidad humana mediante la aplicación de las fuerzas del Ego de los Asuras (Arcontes) internos.
Y en ese sentido el concepto Jungiano, el gnóstico y el teosófico del Ego/Yo vienen a coincidir con diversos matices con la lectura del Pistis Sophia, pues los gnósticos ven al Demiurgo como a un falso Dios que se cree equivocadamente que él es el creador y el ser más poderoso del universo, identificándole con el Ialdabaoth, el Yahvé Judeocristiano, un Dios celoso y egoísta, violento, caprichoso y autoritario, que se refleja en el Primero de sus Mandamientos “Yo soy el único Dios y a mí solo adorarás”, lo cual viene a coincidir con los predicamentos básicos del ego (“yo soy el mejor”). Sin embargo el Yo de los Gnósticos ha transcendido las fijaciones del Ego, y es por tanto más afín al Ser Superior en el que creen, el Dios Creador que reside en el Pleroma, del cual todos procedemos como chispas o mónadas hijas de tal Padre.
El Pleroma en la cosmología gnóstica, y en la terminología empleada en
El alma solo puede ser ayudada y liberada de entre las tinieblas del obstinado ego, con el auxilio de una fuerza superior a la mente. Afortunadamente, existe en nuestro interior esa fuerza de tipo superior capaz de eliminar de nuestro interior cualquier defecto previamente comprendido en todos los recovecos de la mente, y ese poder no es sino el Cristo Intimo, mediante el fuego sagrado de
Para los gnósticos, al igual que para los rosacruces y los antropósofos, la muerte en la vida del iniciado es el perecimiento del ego personal, a la que alude Cristo, y que es indispensable para nacer de nuevo a la auténtica vida (
Pistis Sophía representa al alma anhelante, el alma humana. Desde el punto de vista semántico, “Pistis”, es poder y fé, y “Sophía” significa sabiduría, cabría decir el poder y la sabiduría de la luz, lamentablemente atrapada por el “Obstinado” ego (uno de los seres que la persigue a lo largo de toda la obra). El Obstinado ego, pluralizado en lo que en el texto es referido como sus “emanaciones” es todo ese conjunto de errores, vicios y defectos de tipo psicológicos, tales como: la ira, lujuria, codicia, envidia, orgullo, pereza y gula que moran en nuestro interior formando parte del cuerpo astral o emocional y que lamentablemente tienen encapsulada y prisionera a la conciencia o alma humana. Y en ese sentido es importante hacer una clara diferenciación entre Sophia y la razón subjetiva del intelecto: Sophia es la razón objetiva del Ser, es conciencia despierta, y la razón subjetiva es producto del ego. El ego es tinieblas y Sophia es la luz de
El Gnosticismo Cristiano
Podemos simplificar estableciendo que el Gnosticismo es una doctrina filosófica y religiosa de los primeros siglos de
Constituye un movimiento filosófico-místico del mundo greco romano que abarcaba numerosas sectas surgidas en muy diversos lugares y bajo impulsos de distintos dirigentes. Básicamente respondían al deseo muy extendido de explicar la naturaleza humana como un compuesto del alma inmortal y etérea, y cuerpo mortal y material. Los orígenes del gnosticismo son oscuros ya que nunca fue un movimiento unificado, sino una serie de escuelas o de maestros cuyas ideas comparten rasgos comunes, de forma que al estudiar estos aspectos parece que confluyeron en el pensamiento gnóstico tendencias ya presentes entre los judíos, los griegos y los egipcios.
En el siglo I d.C. hay trazas de actividad gnóstica en Egipto y Palestina, y en el decurso de los siglos siguientes se aprecia su extensión por todo el Imperio romano y la vecina Persia. Muchos miembros de los grupos gnósticos eran cristianos y afirmaban que Jesucristo era el Salvador y había enseñado las ideas que ellos predicaban; otros, como los seguidores de Simón el Mago, no tenían que ver con la influencia cristiana; podemos pensar que los gnósticos no cristianos disputaron la atención del público a los primitivos cristianos.
A su vez los maniqueos eran gnósticos que reconocían la divinidad de Cristo, pero creían que su mensaje había sido superado por las enseñanzas más recientes del profeta Mani. Tanto los gnósticos cristianos como los cristianos convencionales eran seguidores de Cristo, pero diferían en varios puntos importantes. Los que llamamos cristianos convencionales enseñaban que Cristo era un ser humano verdadero, con un cuerpo físico real, lo cual contradice ya de entrada la concepción gnóstica de la corporeidad de Cristo en lo que constituye la herejía llamada docetismo, que se reducía a la idea de que Cristo no tomó un cuerpo físico verdadero, ya que la materia para los gnósticos es algo intrínsecamente malo. Y aunque el movimiento gnóstico ha sido una de las influencias más poderosas en
Después de la victoria de Alejandro Magno y de la sumisión de los pueblos orientales a los romanos, se infiltraron en el mundo grecorromano multitud de ideas orientales como el dualismo y cierto sentimentalismo, propios de los ritos de Oriente, añadiéndose a esto el rejuvenecimiento de las ideas filosóficas de Platón y en general de la filosofía griega. El fenómeno más saliente fueron los diversos conglomerados que llamamos sistemas o religiones sincretistas, en los cuales predomina siempre cierta ansia de lo divino y de un conocimiento más elevado, hasta que entrado el siglo II, se produjeron hechos que contribuyeron poderosamente a la fusión de aquellos principios orientales e idea filosóficas griegas con algunas doctrinas cristianas, que es propiamente lo que constituye el gnosticismo: el auge siempre creciente de los conglomerados sincretísticos de las religiones y cultos orientales con los principios y especulaciones neopitagóricos y neoplatónicos.
Caracteres gnósticos básicos
Los elementos principales del surgimiento del gnosticismo pudieron ser los siguientes: a) De la filosofía platónica se tomaron algunas cuestiones un tanto especulativas, como la teoría de las ideas, etc., aunque acomodada a las nuevas corrientes. b) Del neopitagorismo y neoplatonismo se tomaron ciertos principios ascéticos y morales, tales como la tendencia a la contemplación divina, el panteísmo, etc. c) Otros elementos se tomaron de las religiones de Egipto, Persia y Caldea, como principios y prácticas religiosas características del Oriente que fomentaban el sentimentalismo religioso y pretendían conducir a la unión con la divinidad. d) Elementos cosmogónicos tomados de los persas, hindúes y otros pueblos del Extremo Oriente: de ahí las emanaciones del principio supremo, los grupos de Eones, etc. Además de añadírseles la interpretación alegórica y fantástica de los mitos y de la teología primitiva. e) La idea más específicamente cristiana era la de la redención, aunque también está expresada de algún modo en las religiones orientales.
Para los gnósticos es característica esencial de la encarnación humana en la materia el sufrimiento de haber sido alienado de su espíritu, y en su concepción fundamental de que el mundo en que vivimos no lo creó el Dios más alto, sino otra entidad intermedia, en cuyo proceso quedaron atrapadas algunas «perlas» o chispas de la luz divina, entre las que figura el yo tal como lo concibe la gnosis, ese sufrimiento proviene de hallarse los humanos prisioneros en ese mundo, cuyo dueño es un ser trastornado o malévolo que finge ser Dios. Como ya se ha mencionado anteriormente, muchos gnósticos, en total contraposición con las opiniones de los cristianos ortodoxos, identificaron a este impostor con el Dios del Antiguo Testamento, y decían que Cristo no había sido enviado por éste, sino por El Dios más alto.
Si el cristianismo ortodoxo, al menos al principio, admitía la bondad del mundo material, entre los gnósticos hubo diversas posturas al respecto. En un extremo estaban los maniqueos, para quienes la materia era, sencillamente, el imperio del Mal. Otros grupos gnósticos profesaban que la salvación implicaba no tanto huir de lo material como un cambio de la conciencia. Según esta opinión, el mundo material tal como lo experimentan corrientemente las gentes a través del filtro de su ignorancia es, en efecto, esencialmente malo. A la luz de la realización gnóstica, sin embargo, se descubre que el mundo es el Reino de Dios mismo, una vez libre de la dominación del dios menor y desequilibrado que lo creó. El gnóstico siente en su esencia que «Yo soy un dios, hijo de dioses, brillante,, resplandeciente, radiante, perfumado y hermoso, pero ahora he caído en la miseria y el dolor. Innumerables y repugnantes diablos, moradores de las regiones etéreas y regentes de la materia, se apoderaron de mí y me redujeron a la impotencia y al sufrimiento». Tal y como reza Sophia en el libro sagrado gnóstico:
Sé para mí una roca protectora,
tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi Fortaleza.
Mi boca proclama tu alabanza
y anuncia tu gloria todo el día.
Pero ahora tengo mi lecho entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
como aquellos en los que tú ya ni piensas,
porque fueron arrancados de tu mano.
Me has puesto en lo más hondo de la fosa,
en las regiones oscuras y profundas;
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío,
de las garras del malvado y del violento!
Porque tú, Señor, eres mi Esperanza
y mi seguridad desde toda mi vida.
¡Líbrame, Dios mío!
¡Señor, ven pronto a socorrerme!
Que se avergüencen y sean humillados
los que quieren acabar con mi vida.
Yo soy pobre y miserable:
ven pronto, Dios mío;
tú eres mi ayuda y mi libertador,
¡No tardes, Señor!
Para los gnósticos el cuerpo es algo ajeno, que debemos soportar. Es una «tumba», una «prisión», un «cadáver», un «compañero indeseable», un «intruso», un «dragón devorador». Es un instrumento de humillación y sufrimiento, que hunde al espíritu en un sopor abyecto, en el «degradante olvido de su origen». Y no sólo el cuerpo domina al hombre, sino también un conjunto de pasiones, de seres demoníacos que penetran en su alma produciendo en ella deseos inferiores y groseros. El hombre posee dos almas: un alma celeste, su verdadero «Yo», y un alma inferior, compuesta por los vehículos inferiores, que ha sido puesta en él por los demonios para obligarlo a pecar.
Por ello el hombre gnóstico se siente arrojado a un mundo ajeno, absurdo, con el que no tiene afinidad. El mundo es el sitio de la muerte, la fealdad y el mal. «Libéranos de la oscuridad de este mundo al que hemos sido arrojados» ruegan las almas gnósticas, como Sophia, a su Señor. Arrojado al mundo, el hombre aspira desesperadamente a un «Más allá» que es donde se encuentra la verdadera vida, en libertad y plenitud. El hombre -dicen los gnósticos- tiene dentro de sí mismo un principio divino, exiliado aquí abajo. Mediante el conocimiento, la gnosis, él reconoce su origen y así se salva: «el conocimiento del hombre es el comienzo de la perfección». El hombre está en el mundo, pero no es del mundo. El mundo y su existencia en él es algo malo ya que es una mezcla violenta y anormal de dos naturalezas o dos modos de ser contrarios e irreconciliables, con exigencias opuestas: el Mal y el Bien.
Gnosis y Sophia
Tal como lo utilizan los gnósticos de los primeros siglos del cristianismo, la palabra Gnosis, podríamos traducirla por "intuición", además de su sentido habitual de “conocimiento”, y ello porque Gnosis entraña el proceso intuitivo de conocerse a uno mismo. En cierto sentido Gnosis puede entenderse como un método iniciático, alternativo al que desde tiempos remotos se venía efectuado en
¡Señor, mi Dios y mi Salvador,
día y noche estoy clamando ante ti:
que mi plegaria llegue a tu presencia;
inclina tu oído a mi clamor!
Me cuento entre los que bajaron a la tumba,
y soy como un hombre sin fuerzas.
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi Salvador,
y yo espero en tí todo el día.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
No recuerdes los pecados ni las rebeldías de mi juventud:
por tu bondad, Señor, acuérdate de mí.
¡Por el honor de tu Nombre, Señor,
perdona mi culpa, aunque sea muy grande!
Ten piedad de mí, Señor,
porque estoy angustiado:
mis ojos, mi garganta y mis entrañas
están extenuados de dolor.
Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: "Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos".
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
Mírame, Señor, y ten piedad de mí,
porque estoy solo y afligido:
alivia las angustias de mi corazón,
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mi aflicción y mis fatigas,
y perdona todos mis pecados.
El problema del gnóstico es saber de qué modo su alma -que es una chispa divina extraviada en la tierra- podrá retornar a las regiones superiores de donde ha caído. “Desde que fui unido a la carne -dice un salmo maniqueo que canta las desdichas del alma- olvidé mi divinidad. He bebido la copa de la locura, y me he rebelado contra mí mismo”. Por eso uno de los mitos más característicos de
Los Evangelios apócrifos gnósticos y los Códices de Naj’ Hammadi
En el año de 1945 un campesino árabe hizo un asombroso descubrimiento arqueológico en el Alto Egipto, cerca de la población de Naj’Hammadi, en
Estos documentos se sumaron a los tres códices descubiertos entre fines del siglo XVIII y el siglo XIX, conocidos como los rollos del Mar Muerto, que incluyen
Muy pronto se comprobó que los textos encontrados en Nag Hammadi eran traducciones en escritura copta hechas hace unos 1.500 años de textos aún más antiguos. Los originales fueron escritos en griego, el mismo idioma del Nuevo Testamento, y si bien la datación de estos textos los sitúa alrededor de los años
Tal y como el mismo Rudolf Steiner ha establecido reiteradamente el Gnosticismo está impregnado en toda su filosofía de un componente básicamente luciférico y prometéico, que impregna toda su doctrina y su praxis, y por eso mismo, en su individualismo y moral espiritual, los gnósticos se alejan de la ortodoxia cristiana en muchos aspectos, y fundamentalmente en su concepción esotérica del mensaje oculto de Cristo a sus discípulos, y a María Magdalena, su Madre María, Marta y Salomé, tras su resurrección y su recorrido por los bajos mundos subterráneos del mundo espiritual, tal y como aparece en Pistis Sophia. A los gnósticos les interesa el acceso directo a lo divino, a través de los Misterios (
Si bien la gnosis es una actitud fundamentalmente dualista que opone al mundo y Dios, la luz y las tinieblas, lo superior y lo inferior, el hombre participa tanto del mundo inferior como de la naturaleza divina y es un microcosmos donde aparecen todos los poderes y sustancias del macrocosmos, pues se compone de materia, pero contiene también al Logos, el Espíritu divino viviente que reina sobre las regiones superiores del Cosmos. El hombre es esencialmente un destello luminoso aprisionado en la carne, y su alma, la parte superior del hombre, es siempre un fragmento luminoso sustraído de la divinidad y aprisionado en la tierra. El problema es saber cómo el alma -chispa divina extraviada en la tierra- puede retornar a las regiones de donde ha caído.
Mientras que para el cristiano ortodoxo, por el contrario, en su comunión y asunción con la vida material, es mucho más importante su relación y convivencia con los otros, pues para ellos Jesús no conduce las almas fuera de este mundo para llevarlas a la iluminación, sino que él representa «la plenitud de Dios», bajando a la tierra con el fin de sacralizar la experiencia humana. El cristiano ortodoxo se ve como miembro de la familia humana y de la iglesia universal y para él convertir en sagrada la vida corriente se manifiesta a través de rituales destinados a celebrar los principales acontecimientos de la vida: compartir los alimentos, en la eucaristía; la sexualidad, en el matrimonio; el nacimiento, en el bautismo; la enfermedad, en la unción, y la muerte, en los entierros. Tales actos se celebran en comunidad y todo el cuerpo social se hace partícipe de ellos, de manera que el componente religioso formalmente asumido conforma la base y sustento de la estructura familiar y de la relación social, así como de la ética personal, y todo lo cual caracteriza suficientemente toda su vivencia cristiana, sin necesidad de ocuparse de los mundos mistéricos, esotéricos e iniciáticos y del espíritu crístico oculto que es el fundamento y objetivo y el motor del verdadero gnóstico cristiano, en su permanente anhelo y busqueda de la patria espiritual perdida.
Emilio Sáinz Ortega
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