Leyendo las imágenes del Apocalipsis
(Conferencia pronunciada en Munich, el 22 de abril de 1907)
Las revelaciones de Juan buscan decirnos lo que sucederá en el transcurso del tiempo. El Apocalipsis está escrito en imágenes que expresan la aparición del espíritu eterno del mundo. Juan, que las contempla, ha de registrar estos elevados misterios.
Para empezar, nos ocuparemos de las siete iglesias, representadas simbólicamente por siete candeleros y siete estrellas. Las estrellas son los ángeles custodios de las comunidades.
En la segunda visión Juan ve los cuatro seres vivos apocalípticos, el león, el toro, el águila y el Hombre, rodeando un trono donde se sienta el espíritu de Dios. Veinticuatro ancianos se sientan alrededor del trono del espíritu de Dios. “Vi también en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro, escrito por el anverso y el reverso, sellado con siete sellos” (Apocalipsis 5, 1). Un cordero abre el libro. El libro contiene, con la apertura de los primeros cuatro sellos, lo que se expresa simbólicamente en los cuatro jinetes del Apocalipsis; con la apertura del quinto sello aparecen los mártires. Estos son los que se han elevado hasta el conocimiento y la vida en el espíritu. La apertura del sexto sello es seguida de un horrible terremoto. Con el séptimo la revelación se hace audible: resuenan las siete trompetas. Misteriosas imágenes se revelan entonces; por ejemplo, un ser cuyas piernas son como dos columnas, un pie permanece sobre el mar, el otro sobre la tierra. “Vi también otro ángel poderoso, que bajaba del cielo envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza, su rostro como el sol y sus piernas como columnas de fuego. En su mano tenía un librito abierto. Puso el pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra” (Apocalipsis 10, 1-2). Juan debe comer el secreto de este libro. Entonces aparece una mujer vestida con el sol, y con la luna a sus pies.
Leemos más adelante: “Y vi surgir del mar una Bestia que tenía 10 cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos”. El sonido de las trompetas acompaña a esta visión. Se nos muestra en una imagen la victoria del bien sobre el mal. Se muestra una imagen que, en cierto sentido, se supone que representa para nosotros el principio del mal. Es la bestia de las siete cabezas y los diez cuernos.
Entonces apareció una bestia con dos cuernos como un cordero, una bestia que aparecerá en el futuro. “Vi luego otra Bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como una serpiente (en inglés “dragón”). Ejerce todo el poderío de la primera Bestia… Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleva la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre. ¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la bestia, pues es la cifra de un hombre. Su cifra es
Más adelante se relata cómo todos los enemigos son eliminados: Micael conquista al dragón, los elementos del mal; entonces surge un nuevo mundo. Esto fue profetizado en los primeros siglos Cristianos, y siempre se entendió como una referencia al futuro. La verdad es que los exégetas pronto supieron poco más que eso; pero una y otra vez, también en
Pero el pasaje correspondiente a la bestia de dos cuernos fue una verdadera cruz para los comentaristas. Habían oído un rumor relativo a la forma en que los números debían leerse, pero ello estaba impregnado de ocultismo. ¿Cómo se lee en números? Cada letra también significa un número; los esoteristas escribían en números cuando querían ocultar algo. Uno tenía que reemplazar cada número con la letra correcta; uno había de ser capaz de leer las letras y después también tenía que saber lo que significaba la palabra. ¿Quién, entonces, es la bestia cuyo número es el 666? Los comentaristas pensaron que debía ser algo del pasado. Uno escribió las letras en hebreo –incorrectamente- en lugar de los números. De ahí resultó “Nerón”. Los cuernos entonces se relacionaron con los generales o los enemigos de los romanos, por ejemplo, los Partos. Si alguien hubiera escrito correctamente las letras en hebreo (de derecha a izquierda) y después lo hubiera leído correctamente (también de derecha a izquierda), hubiera resultado lo siguiente: 60, Samech, 6 Waw; los esoteristas escribían 600 como 200 + 400: 200 Resch + 400 Taw. De ahí obtenemos 666, que en letras hebreas significa “Sorat”.
Sorat es también la palabra correspondiente en griego. Sorat ha significado “Demonio del Sol” desde tiempos remotos. Toda estrella tiene su espíritu bueno: su inteligencia, y su espíritu malvado: su demonio. El adversario de los poderes del bien del sol se llama Sorat. Cristo siempre fue el representante del Sol, es decir, la inteligencia del Sol. Sorat es, entonces, el adversario de Cristo Jesús. El signo de Sorat se parece a esto:
Diagrama 1
El signo de la inteligencia del Sol es el siguiente:
Figura 2
Este es, al mismo tiempo, el signo oculto del cordero. El cordero recibe el libro con los siete sellos. “Entonces vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro Vivientes y de los Ancianos, un cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra” (Apocalipsis 5; 6) Las siete esquinas del signo son llamados “cuernos”. ¿Pero qué significan los “ojos”?
En las escuelas de ocultismo, los signos de los siete planetas están escritos al lado de los siete ojos. Los siete ojos no significan otra cosa que los siete planetas, mientras que los nombres de los planetas designan los espíritus encarnados en ellos como su inteligencia. “Saturno” es el nombre del alma de Saturno. Los nombres de los planetas provienen de los espíritus de los siete planetas que se encuentran alrededor de la tierra. Estos tienen influencia en la vida humana. El cordero, Cristo, contiene los siete. Cristo es el alfa y el omega; los siete planetas están relacionados con él como miembros con un cuerpo completo.
El entrelazado de las líneas del signo representa de una maravillosa manera la interacción entre los siete planetas. Desde Saturno uno se eleva hasta el Sol, de allí uno baja hasta
Determinamos el tiempo de acuerdo con el movimiento de los cuerpos celestes. ¿Fue siempre igual que hoy el método para calcular el tiempo? Han cambiado cosas importantes. Si miramos un poco al pasado vemos la cultura Atlante antes del diluvio sobre la tierra. La época Lemúrica la precedió. Si retrocedemos aún más en el pasado, la tierra, el sol y la luna estaban aún unidos en un solo cuerpo. En aquel entonces el tiempo había de determinarse de una manera distinta a la de hoy. El día y la noche eran completamente diferentes. En Lemuria, las condiciones para toda la tierra eran las mismas que hay hoy en el Polo Norte, la mitad del año era de día y la otra mitad del año era de noche. Cuando el sol, la luna y la tierra eran aún uno, una masa unificada que se movía por el espacio.
Ya entonces se calculaba este movimiento mediante la sabiduría oculta, igual que hoy se calcula el tiempo de acuerdo con el sol que se mueve por el cielo atravesando los signos del zodíaco. 800 años antes de Cristo el sol estaba en el signo de Aries. Cristo fue originalmente adorado bajo el signo de la cruz, con un cordero tumbado a los pies de la cruz. La cruz, con Cristo sobre ella, apareció sólo en el siglo VI. Antes de eso se adoró al Toro, a Tauro, cuando el sol permanecía en este signo. Anteriormente se estaba en Géminis, los Gemelos, que eran adorados en Persia. El grupo de cabras que tiraba del carro de Thor tenía el mismo significado. Antes de eso se adoraba al Cangrejo, Cáncer, etc.
Antes de la época Lemúrica el sol, la luna y la tierra, unidas en un cuerpo, avanzaban en términos del zodíaco. El tiempo se medía siguiendo este movimiento. Por esta razón, los doce signos del zodíaco se caracterizan como el reloj celeste y se dibujan como tal.
Un planeta alterna entre un pralaya, una noche cósmica, y un manvántara, un día cósmico, al igual que nosotros pasamos alternativamente por el día y la noche. El planeta pasa a través de los signos del zodíaco tanto durante el pralaya como durante el manvántara; por esa razón los doce signos del zodíaco se cuentan dos veces, igual que nosotros también contamos dos veces doce igual a veinticuatro horas. Las horas simbolizan los signos del zodíaco. El sol, la luna y la tierra unidos también se movían a través de los días y las noches cósmicos según el reloj celeste.
Entonces ocurrió su separación. Pero en aquel tiempo los seres humanos no eran igual a como somos ahora. El alma sólo descendía gradualmente, y sólo gradualmente el ser humano se desarrolló desde un ser genérico a un ser individual específico. Si uno hubiera reunido las almas genéricas de los seres humanos durante las épocas Lemúrica y Atlante, entonces hubiera percibido algo muy extraño. El aura del ser humano está en continuo cambio; como todos los seres astrales está en movimiento continuo. Las almas genéricas se reflejaban en las formas de los animales, por ejemplo, en las esfinges, etc. Las antiguas almas genéricas Atlantes y Lemúricas estaban en constante cambio pero se expresaban una y otra vez de una manera cuádruple. La naturaleza cuádruple de las almas genéricas humanas se caracteriza por las cuatro criaturas vivas del Apocalipsis: el león, el toro, el águila y el hombre. El ser humano inferior se representa a través de estas cuatro criaturas, y el cordero simbolizaba el ser humano perfeccionado, es decir, la quinta criatura viviente.
Dos veces doce constelaciones celestes y cuatro criaturas vivientes fueron una vez los regentes del mundo. Poderosas fuerzas dotaban de alma a los signos del zodíaco y a las cuatro criaturas vivientes. Los veinticuatro ancianos del Apocalipsis son las dos veces doce estrellas del reloj mundial que en un tiempo fueron soberanos. La evolución del ser humano puede representarse en este dibujo:
El punto más bajo representa la clara consciencia diurna. En los tiempos pre-Lemúricos el ser humano tenía una clarividencia amortiguada. En aquel tiempo los seres humanos estaban más cerca de Dios que hoy. Entonces adquirieron la consciencia diurna. Los seres humanos acogerán aquella consciencia con el curso de su evolución ulterior cuando se aproximen de nuevo a Dios y se conviertan en clarividentes. Cada punto de la línea descendente se corresponde con un punto en la línea ascendente. Si pudiéramos vivir hacia atrás, podríamos ver todas las cosas que veremos en el futuro de una manera diferente, clarividente. En el futuro veremos de nuevo los doce espíritus de los planetas, y el sol, la luna y la tierra estarán unidos de nuevo, “el sol se puso negro como un paño de crin, y la luna toda como sangre…” etcétera (Apocalipsis 6; 12).
Cuando el alma descendió por primera vez del seno de Dios encontró a un animal humano sobre la tierra. Estos animales humanos tenían un aspecto grotesco, necesitaban ser transformados, superados. En el futuro, también habrá un animal que superar. Eso es lo que la bestia de los dos cuernos nos diría.
Sólo alguien que explique el Apocalipsis dentro de su contexto completo puede comprenderlo apropiadamente. El Apocalipsis es una explicación cósmica del mundo. El autor era un iniciado. Habló de leyes universales que se aplican al mundo desde su comienzo hasta su declive, desde el alfa hasta el omega.
Deberíamos dejar que los sagrados símbolos dados en el Apocalipsis actúen sobre nosotros. El signo de la inteligencia del Sol, por ejemplo, no debería ser un mero signo para nosotros; deberíamos sumergirnos en este signo hasta que sintamos que ya no está muerto, sino que fluye con vida. Los signos deberían ser para nosotros puertas que conectan el mundo físico con el espiritual. Entonces habremos cumplido nuestro deber: conectar los mundos físico y espiritual.
Rudolf Steiner
Traducido por Luis Javier Jiménez
Equipo Redacción Revista BIOSOPHIA
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