La constitución integral del hombre
Capítulo III
¿CREER O COMPRENDER?
En el Capítulo anterior referimos los 7 Mundos o Planos de la Substancia-Energía Universal, que se diferencian por los patrones vibratorios y por las distintas posibilidades de Consciencia que en cada uno de ellos pueden ser experimentadas. Consideraremos, igualmente, la constitución septenaria del Ser Humano, esto es, sus diferentes vehículos y niveles de consciencia (o formas de relación entre el Espíritu y la Materia), que es importante saber caracterizar y jerarquizar.
¿Creer o comprender?
Ante todo sin embargo nos parece oportuno escribir algunas palabras sobre la necesidad de transferir estos temas del dominio de las simples creencias –irreflexivas, sin fundamento y conflictivas entre sí- al dominio de una Ciencia del Espíritu, o tal vez mejor, de una Ciencia Integral de la Vida (Biosofía). Existe una gran diferencia práctica entre creer y comprender, entre creer o saber; merece la pena hacer una pequeña pausa y dedicar este Capítulo (de mayor levedad y brevedad que los restantes) a tejer algunos comentarios sobre esa cuestión.
Hay quien cree en el Catolicismo, hay quien cree en alguna Iglesia Protestante, hay quien cree en el Islamismo, hay quien cree en alguna tradición Hinduísta, hay quien cree en el Materialismo (que, muchas veces de hecho es solo otra creencia al contrario). Si un individuo nace en Portugal será o se dirá, muy probablemente, católico; si nace en Inglaterra, seguirá muy probablemente a la Iglesia Anglicana; si nace en Marruecos o en Irán, profesará, muy probablemente, la religión musulmana, sea en la vertiente sunnita, chiíta o en otras; si nace en el seno de una tribu, creerá en el respectivo hechicero o chamán, etc., etc… En estos términos, ¿cuál es el valor de tales creencias? Ante la imposibilidad de demostrar que una de ellas es la correcta y las otras están erradas, ¿será que todas no pasan de ser el “opio del pueblo”, de supersticiones que se toleran cuando, institucionalizadas, desvirtualizadas y conformistas, se convierten en una más de las conveniencias sociales, con honras de representación estatal? ¿Deben sus diferencias resolverse a través de las mil y una “guerras santas” que tristemente la historia registra? Y ¿qué fue de los hombres que vivieron antes de poder adherirse a la “única creencia verdadera”, siendo verdad que hubo incontables milenios antes del advenimiento, por ejemplo, del Judaísmo (hace 4.000 años), del Budismo (hace 2.500 años), del Cristianismo (hace 2.000 años), del Islamismo (hace 1.400 años)?
La Ciencia Universal del Espíritu
Del creer irreflexivo al no creer igualmente mal reflexionado (y viceversa), se puede pasar con la mayor facilidad; en cualquier caso donde existe una Ciencia del Espíritu (que es Rigor, Amor y Esplendor), tenemos una base inamovible y demostrable, la única concepción no materialista capaz de subsistir (y, más aún, reforzarse) frente al progresivo desenvolvimiento mental de la Humanidad. Es seguramente mejor demostrar y comprobar que fomentar guerras y sectarismos religiosos, que dejarse envolver en mistificaciones, o que confiar en planteamientos simplistas y primarios.
De acuerdo con estas premisas, verdaderamente encontramos signos de las mismas grandes verdades fundamentales en las diferentes tradiciones religiosas o filosófico-religiosas… ¿Incluyendo el Cristianismo? – preguntarán gran parte de los lectores; evidentemente que sí, respondemos sin ninguna vacilación1. En lo que respecta a la constitución integral del Hombre (que retomaremos en el próximo Capítulo) además de otras referencias constantes en este libro, ver, por ejemplo, Juan, X, 34; Mateo, V, 48; II, Corintios, XII, 2; I Tesalonicenses, V, 23; I Juan, V,7-8, etc., etc.
Encontramos ecos de la misma Enseñanza Universal o Sabiduría Divina en todas las eras y latitudes, en las Escrituras Sagradas y textos tradicionales de los más diversos pueblos y religiones. Solamente es necesario saber elevarnos de la apariencia que divide a la esencia que une –“todos diferentes” (en sus formas externas), “todos iguales” (en la vida que interiormente palpita). Es a la luz de esa sabiduría universal y perenne – a la que permanecemos conscientemente fieles (no confundir con “fe ciega”) –que procuraremos definir los diferentes niveles existenciales del Hombre.
Capítulo IV
LA CONSTITUCIÓN INTEGRAL
DEL SER HUMANO
El Hombre es un ser que existe, que tiene cuerpos y que tiene consciencia –meramente potencial o ya despierta- en diversos Planos, reproduciendo en sí la constitución septenaria del Universo, sobre la cual escribimos ya anteriormente. Tenemos, pues, que considerarlo integralmente y no solo en la concepción reduccionista del materialismo (que limita al ser humano al cuerpo físico) o en las presentaciones religiosas simplistas –consecuencia de haber perdido la llave de la Ciencia del Espíritu, por mucho que posean las llaves para abrir las puertas del poder temporal-, en las que se habla vagamente de alma o espíritu (como si fueran sinónimos), considerados como una especie de vacío, sin substancia, que se diferencia (no saben muy bien cómo…) del cuerpo físico.
El Hombre Integral
El Ser Humano es complejo, y si reparamos bien, podemos y debemos distinguir en él:
1. El cuerpo físico que todos conocen;
2. El molde y las causas que dirigen la generación y formación de ese cuerpo físico, así como la vitalidad que lo anima y mantiene cohesionado;
3. Los deseos, emociones, afectos y sentimientos personales;
4. Los pensamientos y la capacidad analítica a partir de los datos observados y de las cosas sentidas;
5. Una inteligencia creadora, que funciona en términos abarcantes, y sin ser dirigida de fuera para adentro, por los fenómenos y por las reacciones que estos suscitan, antes por lo contrario sobreponiéndoseles, en un dominio de libertad (por esa razón se diferencia del tipo de pensamiento previamente considerado);
6. Capacidad intuitiva, i.e., de una sabiduría íntima, real y esencial, que adviene del contacto directo con la esencia de los seres y de las situaciones, lo que sólo puede ser compatible con un Amor inegoísta, fuerte, lúcido, y que no se reduce a la propia persona y a lo que le es próximo (se distingue así de los afectos anteriormente referidos);
7. Una latente Voluntad incondicional al Bien, que se puede manifestar solamente cuando ninguna señal de egoísmo o separatividad existe, en tanto es unísona con el gran Plan Divino, con el extraordinario Propósito Inteligente que subyace a todo el Universo.
Y, antes y después de todo, Es (y, siendo, puede expresarse en todas las formas que hemos enumerado).
Diferentes clasificaciones
La constitución oculta del ser humano se encuentra enumerada, de forma más o menos explícita y con algunos matices diferentes, en los textos sagrados de las religiones y de las grandes filosofías tradicionales (v.g., el Vedanta, el Hermetismo, el Platonismo, la Cábala). La mención más o menos explícita y pormenorizada, y algunas ligeras diferencias en la apariencia, dependen naturalmente, de los destinatarios de la enseñanza –en particular, de su mayor o menor capacidad de penetración metafísica. Con un estudio más profundo, es posible comprobar la identidad fundamental de todas las clasificaciones.
Al final del siglo pasado, Helena Petrovna Blavatsky2, sintetizando esas tradiciones y adaptándolas a la ciencia y a la psicología contemporáneas, presentó una clasificación septenaria de incuestionable rigor. En algunos aspectos, sin embargo, no era fácil de entender para la mayoría de los hombres, incluso por los interesados de manera definida y seria en el estudio de una ciencia espiritual. Por eso, su notable sucesora, Annie Besant3, expuso –a partir de su libro “La Antigua Sabiduría”- una nueva clasificación, ligeramente distinta, mucho más fácil de aprehender. Fue de ese modo adoptada por muchos estudiantes y escritores del área esotérica, como Leadbeater, Jinarajadasa, Geoffrey Hodson o Taimni y, también, Alice Bailey, Omraam M. Aivanhov, etc. (Esa clasificación igualmente surge en algunas ediciones del CLUC, aunque en otros momentos de la misma Obra, más profundos, se adopte la enumeración original). Visto que una parte significativa de los lectores de la presente publicación no habrán tenido aún la ocasión de profundizar en el Sistema Esotérico, nos reportaremos preferentemente a la 2ª clasificación (que está hoy más generalizada, y así en esta primera fase, no suscitaremos tan fácilmente a la confusión cara a otras obras corrientes). No obstante, será explicada y presentada a nuestra manera y con nuestras peculiares palabras, lo que permite hacer (por lo menos, así esperamos) un puente para la 1ª de las clasificaciones –en cierta forma más rigurosa, como ya dijimos, aunque de comprensión poco accesible para muchos.
Esta referencia de sentido histórico se hace para dejar constancia de que no se desconoce ni se desvaloriza la presentación de Helena Blavatsky4 –, antes al contrario. Al mismo tiempo, es importante aclarar que las dos aludidas clasificaciones son semejantes en lo esencial, considerando básicamente las mismas realidades, y solo dando más énfasis a este o aquel aspecto, lo que se demuestra con mucha facilidad. Consideramos sin embargo que será más conveniente dejar esa demostración para otro momento y lugar, con el fin de no hacer este asunto aún más complejo para gran parte de los lectores.
En relación a esto, debemos matizar que, si bien no pretendemos complicar, tampoco nos parece correcto caer en el simplismo. Se podrá creer que este estudio es árido e innecesario; que basta aplicar unos cristales, hacer unos pases de energía y “sentir mucho” para que cualquiera se convierta en “muy espiritual”. Si así fuese, la conclusión mínima era que los mayores Sabios, los más venerados Avatares y/o Instructores de la Humanidad –un Cristo, un Buda, un Krishna, un Sankaracharya, un Patanjali, un Kapila, un Hermes Trimesgisto…-, todos los Maestros de Sabiduría, al conservar una inagotable Ciencia Espiritual y al exponerla al mundo (en la medida de lo posible), estaban equivocados (y perdían tiempo), o entonces nos quisieron engañar (fingiendo que era preciso recorrer esforzadamente un camino cuando, al final, todo se conseguiría casi instantáneamente, con unos simples trucos y unas formalidades externas).
Quien ignore la jerarquía de los Planos, de los Principios de Consciencia y sus Vehículos, desconoce el mapa que le indica cual es la dirección a seguir –y, entonces, camina a ciegas, supone que está avanzando mucho, cuando sólo está malgastando energía y se pierde en laberintos (quizá desoriéntandose al colocarse en la dirección opuesta a la necesaria). El así llamado “esoterismo” de nuestros días, donde estridentemente se grita a favor de la “aplicación práctica inmediata”, está plagado de afirmaciones insensatas y desprovistas del más básico fundamento, lo que le expone al ridículo de todos los hombres y mujeres reflexivos; y peor todavía, de técnicas y prácticas que, cuando no son inofensivas, son manifiestamente peligrosas, por intentar manipular, liviana e ignorantemente, con fuerzas demasiado poderosas para que con ellas se pueda jugar. Es cierto que, bajo una perspectiva, hay diversos caminos; pero también es verdad que hay aún más fantasías e ilusiones confundidas con espiritualidad. De esta manera entendemos que este asunto es de la mayor utilidad y, además, revelador de una suntuosa Arquitectura del Cosmos.
La Mónada
Tal y como vimos anteriormente, la mónada Humana es la Unidad Divina Inmortal, el Yo Divino. Es una centella diferenciada en el Fuego Divino, de cuya esencia, por tanto, participa. En ella se refleja el Universo entero. Su naturaleza es espiritual, pura, inmortal y eterna. Corresponde al “Padre que Está en el Cielo”, del que habló Jesús (Mateo, V; Lucas, XI, 13, etc.), al Purusha de la Filosofía Sânkhya5 y del Yoga, al Atman6 de los Vedantinos7. En sí misma, es Existencia y Consciencia Divinas y Absolutas – por tanto, una pura Unidad.
Al manifestarse cíclicamente, es apenas un fragmento suyo que se proyecta sobre los mundos de la evolución humana –análogamente a lo que escribimos con respecto a la transcendencia e inmanencia de Dios en el Macrocosmos. El puro Espíritu, al manifestarse así, se vuelve una dualidad, usando Buddhi8 como vehículo y, seguidamente, una tríada, cuando Atma-Buddhi (o Alma espiritual) emplea la Mente Superior (el Alma Humana) como vehículo. El Espíritu o la Mónada en manifestación consiste en esta tríada.
La Tríada Superior
De esta manera, la Mónada, que en su propio Plano es pura unidad, se va a demostrar como trinidad, a través de la proyección de sus tres aspectos prototípicos: Voluntad, Amor-Sabiduría e Inteligencia Creadora.
Podemos decir esto de otra manera, afirmando que, debido a su extraordinaria elevación vibratoria, la Mónada sólo interactúa con los mundos inferiores indirectamente, a través de una naturaleza intermediaria: el Yo Superior (tal como, por ejemplo, en la simbología Cristiana, el Padre envía el Cristo o Hijo, “El Camino, la Verdad y la Vida”, por el cual únicamente se “va al Padre”). El Yo Superior engloba tres Principios o Potencialidades de Consciencia (por eso se designa, habitualmente, Tríada Superior), que enumeraremos y caracterizaremos a continuación:
* Voluntad Espiritual o Atmán –o mejor, una radiación de Atmán, a la que podemos llamar el Atma condicionado o el Atma inferior (expresión usada por Ikbal Taimni, un autor de calidad). Realmente, en una consideración más rigurosa, Atma es el Espíritu Puro y (uno con el Espíritu) Universal, la propia Mónada. En ese sentido, no podría actuar en ninguno de los mundos inferiores, a los que es transcendente. Entretanto, podemos recurrir a la analogía con las expresiones de algunos Upanishads9 que distinguen el Brahman Superior (Dios inmanifestado) y el Brahman inferior (Dios Manifestado). Siendo Atmán idéntico y consubstancial a Brahman, es legítimo aceptar la analogía y distinguir el Atman propiamente dicho (Atma superior o la Mónada) y su radiación condicionada (Atma inferior o, en la expresión de HPB, el Huevo Áurico). Este Principio es el reflejo de la Voluntad Monádica. Constituye la afirmación plena de Vida, de Ser, de Propósito Divino, correspondiendo a un tipo de consciencia aún muy distante de casi la totalidad de la Humanidad; significa algo así como una Voluntad continuada de Bien Universal, sin fisuras ni intervalos, plenamente consonante con el Plan Divino. Sólo un maestro es capaz de ella. Incluso S. Pablo, un iniciado, confesaba “hago no el bien que quiero sino el mal que detesto”10.
* Principio Intuicional, Búdhico o Crístico, que vibra en la substancia del Plano Intuicional o Búdhico. Tenemos aquí la capacidad cognitiva intuitiva –o razón pura- que permite aprehender, por comunicación directa, la verdad o naturaleza íntima de los seres, de los fenómenos, de las situaciones o de las cosas, y vivir un amor transpersonal, desinteresado, inegoísta y dirigido al Todo en cada una de sus partes. Es el reflejo del Amor-Sagacidad de la Mónada. Representa la fuente del verdadero discernimiento entre el Bien y el Mal, entre la Verdad y el Error, entre lo Cierto y lo Incorrecto, y la posibilidad de una sabiduría real e interna (distinta de un conocimiento superficial y basado en la siempre mudable ilusión sensorial). La verdadera Intuición es aún algo relativamente raro en la Humanidad, siendo lamentable que se vulgarice la referencia a esa vivencia, cuando se refiere tan sólo a premoniciones, presentimientos, instintos, “sensaciones muy fuertes”. Llegar a ser realmente intuitivo es el resultado de un largo y persistente esfuerzo evolutivo, que presupone un gran desenvolvimiento mental previo –no solo en sus niveles de concreción sino también en los más sutiles. La Naturaleza no opera por saltos y no se pasa directamente de la emoción personal al Amor-Sabiduría transpersonal (Intuición) sin estar bien consolidado el grado intermedio –o sea, el Mental.
* Mente Abstracta o Manas11 superior, funcionando a través de la substancia de los tres subplanos más elevados del Plano Mental o Mundo del Pensamiento. Por medio de él, puede el Hombre expresarse en términos de pensamiento abstracto, de conceptos globalizantes, de ideas arquetípicas o sintéticas. Lo capacita para comprender las leyes regentes, tanto del Macrocosmos cuanto del Microcosmos y, en esa luz, a autoinducir libremente su conducta, al revés de limitarse a reaccionar a estímulos externos, de los que, por eso, se vuelve esclavo y dependiente –como acontece cuando actúa al nivel de la Mente Inferior y del Emocional (ver más adelante). Refleja la Inteligencia Creadora Monádica, constituyendo el Principio más característico y diferenciadamente Humano. Consiste en la conciencia individual humana adicionada a los dos principios de consciencia (supra-humanos) anteriormente descritos. Entre tanto, la Humanidad está aún muy poco despierta a ese nivel, o sea, casi no es todavía capaz de pensar en términos amplios, abarcantes y límpidos, teniendo pues un largo camino evolutivo a recorrer.
El Hombre encarnante
Estos tres Principios componen el Yo Superior, nuestra naturaleza perenne. Es esa Tríada que encarna para recoger experiencias y desdoblar cualidades en los mundos inferiores. Más rigurosamente, la raíz de cada una de las muchas existencias es un rayo –un simple fragmento- de la Mente Superior (o sea, de Manas como vehículo de Buddhi), del Alma Humana, que cíclicamente encarna en un cuaternario de cuerpos –el Cuaternario Inferior o Personalidad.
La concepción de que “hay un alma y un cuerpo” es extraordinariamente simplista e imprecisa. Lo que reencarna no es nuestro psiquismo inferior (la Mente inferior y el Emocional, como veremos); y aquello en que (cíclicamente) encarna no es solo un Cuerpo Físico sino un conjunto integrado de cuatro vehículos que llamamos Personalidad.
La Personalidad
La palabra Personalidad deriva de la palabra griega “persona”, y “persona” era la máscara que los actores usaban en el teatro de la antigua Grecia. La Personalidad es precisamente aquello que oculta el Ser real. Es nuestra naturaleza mortal, que muda12 encarnación tras encarnación, consistiendo en:
* Cuerpo Mental o Mental Inferior, o Manas Inferior, formado por la substancia de los cuatro subplanos inferiores del Plano Mental. A través de él, el ser se expresa en términos mentales, de pensamiento analíticos, i.e., dirigidos hacia cosas, eventos o individuos separados – , al final para las partes. Es en este nivel que se comienzan a polarizar los llamados “intelectuales”. Se trata, entretanto, de un nivel relativamente limitado (por eso integrado en el Cuaternario Inferior) y así, las élites de la cultura oficial están significativamente alejados de una consciencia y de un entendimiento de real elevación, de una plataforma de verdadera espiritualidad o auténtica sabiduría…Por regla general, el Mental Inferior es servidor de los fenómenos captados por los sentidos físicos, es un mero repetidor y, cuando mucho, un eficiente encadenador de pensamientos ajenos deformados13, y está cubierto es sus juicios por los deseos y motivaciones egoístas del Cuerpo Emocional o de Deseos (Kama, en sánscrito); sus vistas son cortas, volcadas a lo efímero, impermanente, temporal. Lo que existe, en el hombre común, es más propiamente Kama-Manas, o sea, el Mental (Inferior) envuelto, dominado e ilusionado por los deseos o celos de la naturaleza mortal del hombre.
Entretanto, en cierto nivel evolutivo, comienza a verificarse una reorientación del Mental, que se va liberando de la ilusión, i.e., de la esclavitud de Kama o deseo/emoción personales, respondiendo crecientemente a la llamada de Buddhi o Intuición, a la que acabará, más tarde, por rendirse completamente, pasando a servirle de dócil instrumento. Afloramos aquí la cuestión del Antahkarana14, cuya construcción resume mucho de lo esencial del problema evolutivo de la Humanidad.
Podemos decir que toda la naturaleza mental oscila entre dos polos: Buddhi y Kama. Dominado por Kama, constituyendo el Kama-Manas –la llamada Alma Animal o Temporal; el selvático psquismo inferior, que constituye el más dificil de superar de los problemas humanos, la fuente de todas nuestras miserias –primero, morales y, en consecuencia, físicas también; dirigido por Buddhi, constituyendo el Buddhi-Manas el Alma Humana), representa la floración de la Humanidad –verdaderamente, un “puente para la eternidad”. Así, el Mental Inferior (y con él los sentimientos más elevados y las vivencias personales más nobles) es susceptible de inmortalizarse, al ser reabsorbido por el Mental Superior.
En suma, de modo más simple y simbólico, diremos que el Mental (Inferior) es un puente o una puerta con dos sentidos: uno conduce al infierno, el otro se abre para el Cielo.
* Cuerpo Emocional o Kama15, formado de la substancia del Plano Emocional. Por medio de ese vehículo, el Hombre suele expresarse en términos de deseos, de emociones y de afectos personales –no confundir con el verdadero amor, el cual no está matizado por ninguna coloración de egoísmo personal. Es el nivel animal, de la astucia, del instinto, del subconsciente (también aquí no debe confundirse con el supraconsciente16, que es algo distinto y diametralmente opuesto, correspondiendo al tipo de consciencia, aún poco común, del Yo Superior). La mayor parte de la Humanidad está motivada básicamente por consideraciones emotivas, egoístas, ilusorias, restringidas a su interés personal, separado. De este modo, se encuentra a merced de la mutabilidad de las circunstancias y de los correspondientes humores, vagando casi ciegamente al sabor de todas las contingencias, de todos los caprichos, de todas las fantasías, de todas las manipulaciones. De tanto querer saciar los deseos (de posesión material y emocional) de su yo separado, el hombre común se siente más insatisfecho y vacio. Estamos en el nivel de la seducción que engaña y aprisiona.
Es el Principio kámico que permite el impulso hacia la manifestación objetiva en los mundos inferiores. En el hombre más evolucionado, la energía kámica sublimada refleja, en el cuaternario inferior, la voluntad de actuar externamente –pero de manera “desintoxicada”, no condicionada negativamente.
* Cuerpo Etérico o Doble Astral, o Linga Sharira17 –Compuesto de la substancia de los subplanos superiores- no aprehensibles por los sentidos comunes- del Plano Físico18, impregnados y entrelazados por los niveles energéticos periféricos del Plano siguiente (Kámico o Emocional). Es no sólo la matriz (o el molde) a partir del cual es moldeado, precipitado, generado o (con)formado el cuerpo físico denso, sino también le sirve de canal por donde fluye la Vitalidad –Prana19- de los mundos suprafísicos (sin Prana, el Cuerpo Físico Denso se desintegraría y nunca sería capaz de cualquier movimiento, por estar destituido de aliento vital). En lo que respecta al Plano Físico, es el Cuerpo de las Causas Formativas (“Las cosas visibles son formadas por las cosas invisibles”-Hebreos,XI,3). Este es otro nombre posible para designar este vehículo; la expresión “causas formativas” fue usada varias veces por Helena P. Blavatsky para caracterizar algunas de sus funciones y, en algún lugar20, Rudolf Steiner adoptó la nomenclatura referida, que es aceptable y sugestiva, con la matización de ser la fuente generadora y formativa solamente en lo que respecta al Cuerpo Físico.
De hecho, resulta difícil “estabilizar” una designación para este cuerpo. Cuerpo o Doble Astral fue inicialmente usado por H. Blavatsky y Alfred P. Sinnet21 pero el término era o llegó a ser usado en otras acepciones y se hizo equívoco; Linga Sharira es empleado con otros sentidos en algunas escuelas orientales; Cuerpo Etérico tiene inconvenientes, entre ellos el de que el concepto de Éter, en Ciencia Esotérica, abarca varios niveles, aunque todos ellos diferentes del Éter sobre cuya existencia los científicos del Siglo XIX especularon22; Cuerpo Vital, usado por algunos (por ejemplo Rudolf Steiner y Max Heindel), necesita de la misma matización que “Cuerpo de las Causas Formativas” y apenas alude a una de las funciones de este vehículo. Así, se indican las varias designaciones existentes, hasta que una, además de correcta, se sobreponga claramente a las otras. De cualquier modo, lo más importante es percibir la realidad a la que nos reportamos, cualquiera que sea el nombre que se le dé.
* Cuerpo Físico (Denso), que es el único ya definidamente reconocido y catalogado por la ciencia oficial (que, no obstante, comienza a palpar el nivel siguiente). Está compuesto de la substancia de los subplanos inferiores del Mundo Físico, concretamente la de los estados gaseoso, líquido y sólido de la materia. Desde el punto de vista esotérico, no representa propiamente lo que se llama un Principio de consciencia: es solo el terminal donde se proyectan las causas de los niveles más sutiles, algo semejante a la pantalla de un ordenador o de un aparato de televisión. Entre tanto, el Cuerpo Físico es un instrumento que nos es útil y necesario en este mundo, por lo que tenemos el deber de respetarlo y cuidarlo bien.
Es importante referir, en referencia a los 7 Principios enumerados, que ellos se interpenetran, siendo cada uno de los relativamente inferiores, vehículo del que le es superior.
Nunca repetiremos demasiado que no somos nuestro Cuerpo Físico; ni somos lo que sentimos o deseamos; ni somos nuestros pensamientos concretos, dependientes de estímulos externos23. Es el Yo que se expresa a través de diferentes vehículos, los cuales le permiten actuar, sentir y pensar para, a través de las experiencias así proporcionadas, aprender a Crear, a Amar y a Querer sabiamente, en todas las circunstancias. Para eso, encarna centenas y centenas de veces, hasta organizar, coordinar y purificar los vehículos inferiores (los constituyentes de la(s) Personalidad(es), de manera a que éstos se transformen en instrumentos adecuados para expresar las potencialidades del Yo Superior, el cual engloba el Alma espiritual (Buddhi-Atma) y el Alma Humana (Buddhi-Manas). Sólo entonces se crean las condiciones para una más definida manifestación de los Hijos de Dios –las Mónadas (“la creación gime y sufre con dolores de parto… aguarda ansiosamente la manifestación de los Hijos de Dios…” –Romanos, VIII, 19 y 22).
“Cuando la mente concreta se haya vuelto un perfecto reflejo de la mente superior, los sentimientos personales reflejen límpidamente un amor universal y la acción física sea una consciente y poderosa expresión de la Voluntad de Bien…”24, el ciclo de necesidad de la encarnación humana se habrá superado.
Recapitulando…
…Somos una Unidad Divina Inmortal o Mónada, que participa del Todo Divino, de la Gran Mónada Universal. A semejanza de lo que acontece en el Macrocosmos, esa unidad se desdobla en una Trinidad: Mónada o Yo Divino, Yo Superior o Alma (en el sentido peculiar del que hablamos en el Capítulo II, esto es, excluyendo el alma animal), Personalidad o Yo Inferior. En el Cristianismo es esta constitución trina la que está habitualmente mencionada, en especial por S. Pablo (cfr. I Tessal., V, 23). A su vez, como vimos, esta trinidad da origen a un septenario. En todo se reproduce el gran esquema cósmico, del que dejamos un apunte en los primeros Capítulos.
Reencarnación
Cada una de las Mónadas encierra en sí todas las potencialidades –incluso, creadoras – de la Gran Unidad Cósmica: Dios. No obstante, esos poderes latentes necesitan ser activados (quiere decir transformados de potencia en acto) y eso sólo puede acontecer a través de muchas vidas, de muchos ciclos (re)encarnativos.
Existen muchos equívocos, muchos prejuicios, mucha ignorancia y muchas ideas simplistas relativamente a la cuestión de las vidas sucesivas. Sin embargo, si fuera bien comprendida (a lo que esperamos contribuir), la Reencarnación es de una lógica, de una justicia y de una evidencia maravillosas, encadenándose perfectamente con las (otras) grandes Leyes que rigen el Universo. Cualquier construcción religiosa o espiritualista que no la admita, necesariamente cae por la base, dejando únicamente incoherentes escombros. No tenemos la intención de ofender a nadie; pero basta reflexionar un poco –lo que raramente se hace, porque la religión es habitualmente una materia de simple creencia o de conveniencia – para verificar que así es. Por el contrario, la Reencarnación, bien explicada, sacía la mente y alegra el corazón. Como alguien escribió: “El alma del Hombre es inmortal y su futuro es el de algo cuya grandeza y esplendor no tiene límites”.25
Jose Manuel Anacleto
- “Puedo estar equivocado, pero es mi convicción más profunda que existe la posibilidad del renacimiento del primitivo Cristianismo en Occidente. Será entre las filas del clero que deberán ser encontrados algunos suficientemente valientes e inteligentes para conseguir remontar a los orígenes de su gran enseñanza, de su teología, hasta la antigüedad pagana, encontrando hermandad entre las concepciones semejantes de las antiguas razas, de Egipto especialmente, de Grecia sí, y de incluso Roma. Entonces la religión de Occidente tendrá sangre fresca corriendo por sus venas, una nueva revelación habrá llegado, viniendo del espíritu, y una nueva iluminación será lanzada sobre los secretos del pasado. Entonces el Cristianismo será correctamente comprendido, y será visto en su magnificencia; pues el primitivo Cristianismo fue espléndido porque era lo mismo que la Teosofía, la original sabiduría de los dioses”. “Studies in Occult Philosophy”, de G. de Purucker (Theosophical University Press, Pasadena, 1973).
- Sobre la vida y la obra de Helena Blavatsky, escribimos en el nº 1 de la revista “Biosofía” y en el libro “Duas Grandes Pioneiras” (Centro Lusitano de Unificação Cultural, Lisboa, 1999).
- Sobre la vida y obra de Annie Besant, puede ser consultado el mismo libro y el nº 3 de la misma revista.
- La referida clasificación, presentada por Helena Blavatsky, puede ser encontrada en sus obras “La Doctrina Secreta” y “La Llave de la Teosofía” y en otros escritos, concretamente los publicados en las páginas de la revista “The Theosophist”. Igualmente aparece en la importante obra de A.P. Sinnet, “El Budismo Esotérico” y en los escrito de William Quan Judge y sus sucesores en el movimiento teosófico que, en 1895, se separó de Adyar. A partir de la segunda mitad del siglo XX, fue también recuperada por autores como Arthur Robson, Geoffrey Barborka, Geoffrey Farthung, etc. La dejamos aquí sintetizada:1. Sthûla sharira (el Cuerpo Físico, vehículo de todos los otros “Principios” durante la vida); 2. Prâna (la Vida o Principio Vital); 3. Linga-Sharira (Doble Astral o Cuerpo Etéreo, vehículo de Prana); 4. Kama-Rupa (la sede de los deseos y pasiones animales); 5. Manas (la Inteligencia o mente humana superior, cuya luz o radiación une Atma-Buddhi, durante la vida, al hombre mortal), 6. Buddhi (el alma espiritual, vehículo del espíritu universal puro)7. Atman (el Espíritu, irradiación de lo Absoluto). Los 4 primeros Principios forman el cuaternario inferior; los 5º, 6º y 7º, integran la Tríada Superior imperecedera.
- Filosofía Sânkhya –Sistema Filosófico que remonta a Kapila, un grande y antiquísmo Maestro. Constituye una extraordinaria fuente de comprensión del Universo.
- Más radicalmente, a Paramatman (etimológicamente: “El que está más allá de Atman” o Espíritu; Es, pues, “el Yo Supremo”, que es uno con el Espíritu Universal).
- Vedantinos – Los apologistas de la Vedanta, que es un sistema esotérico oriental, que estriba en la interpretación del profundo significado de los Upanishads y en el esfuerzo de verdadero conocimiento de generaciones de sabios.
- Buddhi – palabra sánscrita, que significa Sabiduría, Discernimiento Espiritual, Intuición.
- Upanishads – Tratados de filosofía esotérica, o por lo menos de gran penetración mística, que constituyen la más noble y profunda división de los Vedas (escrituras sagradas de los hindúes).
- Cfr. “Luzes do Oculto” (Centro Lusitano de Unificação Cultural, Lisboa, 1998; 3ª ed. 2002), ed. española “Luces de lo Oculto”, Lisboa, 2000 y “Sete Chaves” (Idem, 1995; 2ª ed. 1999), ed. española “Siete Llaves”, Lisboa, 1995; también “A Grande Síntese” de Pietro Ubaldi (Editora Monismo, São Vicente, 1958).
- Manas – palabra sánscrita, que significa Mente, Intelecto.
- Esta mudanza no es absoluta, ya que hay que considerar definidamente el cuerpo causal y los átomos permanentes, de lo que hablaremos, aunque brevemente, en el Capítulo V.
- Pocos seres humanos tienen, individualmente, un pensamiento definido, limitándose a repetir las formas mentales presentes en el alma colectiva de la humanidad.
- Antahkarana –palabra sánscrita, aquí usada con el significado de puente, formado de substancia mental, entre el Yo Superior y el Yo Inferior.
- Kama – palabra sánscrita que significa Deseo, Pasión.
- Sobre la distinción entre supraconsciente y subconsciente y respectivas caracterizaciones, cfr. Los libros “Luzes do Oculto”, CLUC (cit.) y “Ascese Mística” de Pietro Ubaldi (Fundapu, Campos, 4ª ed. 1988).
- Linga-Sharira –etimológicamente, en sánscrito, el cuerpo de la fuerza creadora (o generadora).
- Aunque algunos estudiosos de la obra de H.P. Blavatsky contesten esta afirmación, fue ella misma que dijo: “El cuerpo físico no es un Principio, esotéricamente hablando, porque pertenece al mismo Plano que el Linga” (cfr. “A Doctrina Secreta, Vol. VI, p. 183, y “Collected Writings, Vol. XII”, p. 694)
- Prana – palabra sánscrita. Significa el Principio Vital, el aliento de vida. Aparece referida en este contexto como la parcela de la Vitalidad Universal – o Jiva-, asimilada a un cuerpo.
- En la revista “das Reich”, Tomo IV, año I. Cfr. Nota del libro “Teosofía”, también de Rudolf Steiner (Dominus Editora, São Paulo, 1966). Rudolf Steiner fue el impulsor de la Antroposofía, que se destaca especialmente por las soluciones creativas y útiles en campos como la Agricultura, la Arquitectura, la Medicina, la Pedagogía y, hasta la Economía. Sobre la vida y el trabajo de Rudolf steiner, se puede leer el nº 2 de la revista “Biosofía” (CLUC, Lisboa, 1999)
- En la ya citada obra “El Budismo esotérico” (Livraria Clássica Editora, Lisboa, 1916; Ed. Pensamento, São Paulo, 1986).
- Sobre este particular, sugerimos leer el artículo: “Sobre o Vacuo e a Realidad –á Procura do Gato…” en la Revista “Biosofía” nº 5.
- Si así fuese, ciertamente no seríamos inmortales, pues nuestros actos, deseos y pensamientos son manifestaciones fugaces…
- “Sete Chaves”, CLUC, Lisboa, 1ª ed. 1995, 2ª ed. 1999
- Mabel Collins, “O Idilio do Lotus Branco”, Ed. Pensamento, S. Paulo.
Nosotros propugnamos y defendemos que existe una Ciencia universal de Espíritu subyacente a todas las grandes religiones y escuelas filosóficas, un fundamento sobre el cual todos pueden comprender… y comprenderse. Todas esas expresiones religiosas y filosóficas constituyen la belleza de la diversidad que está contenida en la unidad. Si entendemos Leyes universales (el Pensamiento Divino inmanente en el Universo), en lugar de creer en la primera cosa (o en cualquier otra) que nos digan, entonces podremos cooperar en su descodificación y formulación, al revés de entrar en conflictos por creencias, que las vivimos tanto más agresivamente cuanto menos las tengamos fundamentadas.
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