El conocimiento de la Realidad
Siendo como es cierto que en el mundo y en nuestra Humanidad contemporánea existe una buena dosis de buena voluntad en toda serie de terrenos, sean éstos filosóficos, culturales o políticos, por cálidos que sean los sentimientos que la sustentan, tal bondad de intenciones no servirá de gran cosa si no se alumbran voluntaria y disciplinadamente el conocimiento, y la propia independencia de criterio. Y tales objetivos solo podrán derivarse de la Ciencia del Espíritu, que en nuestra Quinta Epoca Postatlante del Alma Consciente, tal y como adelantó Steiner (“Las necesidades de nuestra época”, Zurich, 10 de octubre de 1916), solo podrá conseguirse mediante la realización de tres grandes ideales básicos: Comprensión social del ser humano, Libertad de Pensamiento y Conocimiento de la Ciencia del Espíritu. Para el debido desarrollo de ese Alma Consciente y de la independencia interna del ser humano, y como bases y fundamentos del siguiente desarrollo que en la sexta época lo será del Yo Espiritual, esos tres ideales concretos dotarán al alma consciente de la capacidad de entender el Misterio del Gólgota y de recibir y asumir de una manera efectiva el impulso central de la evolución de la tierra, que no es sino el impulso de Cristo.
A fin de ennoblecer la vida y de impulsar la moralidad individual y social en sus múltiples aspectos, en esta Quinta Epoca Postatlante en que el ser humano se convierte indefectiblemente en un individuo solitario y casi ermitaño en su camino necesario hacia la individualidad, esas tres condiciones básicas habrían de penetrar y guiar nuestras vidas de forma completa, a fin de fomentar el conocimiento y comprensión del otro, el entendimiento mutuo y el interés hacia toda la humanidad, partiendo del hecho real de que ahora el Cristo penetra en la realidad de cada alma individual y de que todos llevamos a Cristo en nosotros. De esos tres ideales concretos que han de constituir las pautas ideales de esta época: en la vida social Comprensión Social, en el terreno espiritual religioso Libertad de Pensamiento, y en el terreno del conocimiento
En la actualidad existe la posición generalizada de que nadie está en posesión de la verdad, exceptuando a las instituciones científico-filosóficas del sistema establecido. En el ámbito filosófico se impone el “relativismo” más absoluto, coartado por lo “políticamente correcto”, o lo “tolerable” en base al pensamiento único dominante. La religión, como forma, pertenece al pasado de la humanidad, y aunque gran parte de la humanidad continúa posicionada en él, va decreciendo su importancia, siendo sustituida por los postulados científicos, en la mayoría meras hipótesis indemostrables tomadas por verdades absolutas que casi nadie pone en entredicho y que únicamente abarcan el aspecto físico-material de la realidad.
A través de los medios de comunicación, los personajes mediáticos, los “escogidos” por el sistema, se encargan, en cada momento, de indicarnos lo que debemos pensar y como debemos actuar. En este mismo año 2010 ya estamos asistiendo a un proceso psicológico en el que se nos intenta convencer de que no es conveniente ni necesario el que elaboremos nuestros propios pensamientos, sino que es el sistema el que nos tiene que dar los criterios, actitudes y creencias, disposiciones psicológicas prefabricadas para que las reproduzcamos en nuestro interior; en caso contrario se nos considera inadaptados o inconformistas, al no haber sabido sacar partido de las “oportunidades” que el sistema brinda a los más aptos, en función de las capacidades de cada uno. Un darwinismo social descarado en un mundo de triunfadores y perdedores, extendido desde los Estados Unidos de América al resto del planeta. Es la lógica imperante que confronta al hombre íntegro en su posicionamiento ante la realidad de este mundo.
La Cosmovisión Materialista
El sistema materialista impuesto nos quiere hacer creer en la limitación absoluta de nuestras capacidades de percepción de la auténtica realidad. A pesar de estar encerrados en cuerpos materiales, en la cárcel de lo cotidiano, somos seres espirituales capaces de plantearnos, a través de nuestro pensamiento (el instrumento más poderoso que tenemos), la realidad, con realismo, no con creencias o doctrinas impuestas que ya no desempeñan ningún papel sustancial en el individuo del presente. Ver el mundo como realmente es, es decir, una mezcla del Bien y del Mal, en donde la dimensión material de la realidad es constitucionalmente deshonesta, pozo o excremento de la realidad global, y principalmente un reflejo del mal que no puede sino descomponerse y pudrirse, pero cuya esencia es espiritual, en donde reside el cuerpo de Cristo como imagen en el plano etérico de la tierra, tal y como expone Rudolf Steiner.
En la lucha por la competencia, por la supervivencia del más fuerte, por triunfar en la vida a costa de otros, surge la violencia, la confrontación, la incomprensión y el odio, factores inseparables de la cosmovisión del sistema impuesto, dañina para el hombre por ser materialista y atea o agnóstica, porque hace desaparecer la dimensión trascendente del ser humano. Si no se atiende y alimenta a los otros cuerpos estructurales del hombre, además de la salud del físico, el energético o vital y el astral o emocional y de sentimientos, se producirá irremisiblemente un incremento de enfermedades nerviosas y degenerativas, especie de pandemia universal que ya se constata en nuestros tiempos, y que pronosticó Steiner para este siglo y los venideros.
Las nuevas generaciones se han visto, comparativamente, mucho más destruidas anímicamente por el proceso puesto en marcha por ese mismo sistema que dirige el mundo y que ha conseguido que la humanidad común actual quedase despojada de la facultad de elaborar criterios y juicios personales. Las generaciones más recientes, en su mayoría, sólo disponen de una única fuente de información, la TV, Internet y demás medios de comunicación, todos ellos sometidos a los principios de las grandes corporaciones e instituciones del llamado orden mundial, que proyecta y promueve un sistema de valores y de principios político-económicos educativo-culturales en los que predominan básicamente el materialismo, el egoísmo basado en esa supervivencia del más fuerte y en el hedonismo más inmediatista e inconsciente.
El Conocimiento Oculto
El conocimiento oculto no es otra cosa que el conocimiento de la realidad, no sólo de su apariencia. Es una técnica o proceso para, conociéndola, influir sobre dicha realidad y que permite llegar a abrir la percepción para la relación, a distintos niveles, con los seres espirituales. Todos podemos acceder al conocimiento oculto, pues no se le niega a nadie que se esfuerce y persevere lo suficiente. Cada uno puede acceder en el momento en el que se halle en condiciones de obtener provecho de la experiencia, independientemente de condicionamientos, ni de creencias, ni de ninguna otra índole, sino exclusivamente partiendo de la propia madurez y en función de que conciba la existencia de seres espirituales superiores.
El problema radica en si las motivaciones para su obtención son las adecuadas, es decir, dirigidas hacia el Bien de la humanidad y de todos los seres, en la cooperación para el desarrollo conjunto y en sintonía con los seres de las Jerarquías Espirituales de la línea del Cristo/Verbo de forma consciente, o sus objetivos están orientados de forma desviada, tal y como lo utilizan diversas Logias para sus propios fines, tentando a los más “ambiciosos e inteligentes” con el camino de la riqueza y el poder, de la corrupción como instrumento de las fuerzas malignas, contrarias a los planes del Creador, opuestos a los intereses del Verbo, interfiriendo en el adecuado proceso de desarrollo y maduración del ser humano, bien obnubilando la conciencia, o con impulsos que no se pueden asimilar dañando y distorsionando la realidad. Todos los actos del ser humano son consecuencia de impulsos espirituales, casi siempre inconscientes en función de seres espirituales, no siempre beneficiosos para el hombre, sino únicamente cuando provengan de aquéllos conformes con los planes divinos para la evolución, es decir, cuando los impulsos espirituales correctos van dirigidos al desarrollo de la conciencia del ser humano, y a poder formarse una comprensión coherente de la realidad para poder llegar a convertirse él mismo en creador.
Podría afirmarse que existen unas reglas básicas para poder analizar y juzgar la actuación benéfica, o no, de cualquier grupo espiritual o secta. En primer lugar, la no interferencia en el libre albedrío individual, en ningún sentido, otorgando plena libertad a sus miembros y respetando la de los que no lo son. En segundo lugar que sus propuestas nunca impliquen daño para ningún ser, así como la ausencia de cualquier clase de violencia y el predominio de la cooperación, la solidaridad y la protección a los más débiles. Cada cual debería ser dueño de sus propios actos y decisiones, siempre que no repercutan negativamente sobre otros seres. Y ello por la sencilla razón de que nunca la realidad es neutral, y por tanto nuestra visión de la realidad tampoco lo puede ser.
También sería conveniente el intentar conocer las biografías de los autores y guías que trasmiten conocimientos espirituales, desconfiando de las personalidades brillantes y ostentosas, de las reconocidas por las instituciones mundanas. El que realmente sabe no pretende convencer a nadie de nada, únicamente expone su visión a la consideración de los demás que quieran y puedan necesitarla. Vigilar mucho cualquier corriente o doctrina que respalde o reivindique al sistema establecido, el dinero, el éxito, la magia y todo lo que presente a unas etnias o grupos humanos como buenos, por encima de los demás. Nunca puede justificarse el juzgar apriorísticamente a una parte de la humanidad, ni decretar que nadie sea merecedor de ninguna clase de agresión, ni física ni de ningún otro tipo. La tortura, el dañar o matar a otro ser humano, han de ser erradicadas absolutamente del pensamiento de todo ser humano civilizado.
Igualmente deberemos desconfiar de toda descripción de la realidad en la que se halle ausente o se ignore el tema del Mal, o que base su actuación, en gran parte, en que el Mal sea solapado o pase desapercibido. La única diferencia que persistirá entre los seguidores del Bien y los del Mal, será de índole ética. Siendo conscientes de la existencia del Mal y sus estrategias, intentaremos defendernos de ellas con todas nuestras posibilidades, jamás poniéndonos en su lugar para causar daño a nadie, y menos aún físico.
El mundo de materia opera mediante la desestructuración del espíritu, pero, con los residuos de esa aparente destrucción, el Verbo/Cristo, fuente inagotable de vida, está generando el “material” necesario para su Reino, que no es de este mundo, transformando el Mal para elaborar el mayor Bien, con la colaboración de los hombres que libremente lo quieran.
Como seres humanos, los de buena voluntad, tenemos que empezar a actuar como colaboradores del Verbo/Cristo creador, sabiendo que la lucha actual no es física, sino psíquica o ética, y que ninguna ideología que no proceda de la maduración de la propia alma tiene validez práctica. En la actualidad la trasformación (la catarsis) significa la anulación o postergación de cualquier tipo de importancia personal, el trabajo sobre nuestra astralidad (instintos, sentimientos, deseos, pasiones y pensamientos), todo lo cual implica una cierta anulación de la creencia en el mundo de materia, en donde la personalidad es el traje que permite desenvolverse en dicho mundo, mundo de ilusión tendenciosamente proclive al mal, por su propia naturaleza anti-espiritual, desagradable, nefasto y muy problemático, aunque transitorio y necesario para el desarrollo evolutivo en libertad en el ser humano, que es quien tiene que enfrentarse a é mediante el permanente desarrollo de sus facultades y potencialidades.
Como personas convencionales colaboramos pasivamente con el Mal, en apariencia ignorándolo, o transigiendo de forma más o menos consciente con la inmoralidad e injusticias impuestas por el sistema establecido, siendo así tantas veces cómplices de sus valores y de su vigencia, sujetos por tanto a las consecuencias kármicas que de ello se deriven. El aceptar esta realidad, tal como se encuentra, no deja de ser una postura acomodaticia, con falsa ingenuidad, excluyendo deliberadamente el conocimiento de sus aspectos sombríos, y no pensando siquiera en la posibilidad de hacer algo para modificarla y mejorarla.
Todo lo que existe cambia, progresa, crece y se desarrolla hacia niveles y estadios más complejos, superiores o inferiores, evolucionando o involucionando, incluidos los seres espirituales que pertenecen a nuestro cosmos solar, que también evolucionan, según afirma Rudolf Steiner.
Construyendo la Realidad
Steiner nos dice que el mundo espiritual espera de nosotros el acceso al conocimiento oculto para el Bien, algo que sólo puede hacerse permitiendo que las fuerzas crísticas operen en nuestro interior, para que de esta forma el mundo pueda convertirse en un mundo celeste por la acción de la humanidad como portadora de dichas fuerzas de Amor y Luz del Cristo, sabiendo que las semillas del futuro se depositan en la acción del presente. Al morir, las almas desencarnan irremediablemente y, o bien se sumergen en las regiones a las que conduce la infracultura actual (la sub-materia), patrocinada por el sistema impuesto, o liberándose mediante la percepción correcta de la realidad global del presente, son conducidas al retorno a “ la casa del Padre”, conducidos por el camino del Hijo, del Cristo, que es el único que puede hacerlo, el primero que vino a hacer el camino incorporándose en un hombre, para mostrárnoslo a los demás.
En la etapa actual el hombre tiene que ser el protagonista de su destino, y para ello ha de convertirse en co-constructor de su realidad. Nuestra conciencia ya no puede aceptar que el mundo físico-material es el único, indiscutible y real: no tiene nada en común con nuestra esencia espiritual, es “maya”, ilusión, espiritualidad invertida.
La humanidad necesita “despertarse” de la pesadilla que vive en el mundo físico material, para poder salir conscientemente de su peculiaridad infernal. Los dirigentes del mundo de materia han intentado, y en gran parte conseguido, despojar al ser humano de la elaboración de sus propios criterios valorativos, obligándoles a depositar su confianza en escuelas, doctrinas, instituciones, en la ciencia oficial, etc. El aprendizaje y la maduración mediante las experiencias en las encarnaciones es lo que debe llevar al ser humano a poder conectar con la realidad del Logos/Verbo de Cristo, el único y universal Principio del Yo, el elemento solar que conecta con la totalidad de la Creación.
Rudolf Steiner manifiestó que, con posterioridad a 1879, entidades parasitarias demoníacas descendieron directamente al mundo físico expulsadas de los mundo espirituales, manifestándose tremendamente a lo largo del siglo XX, y aunque continúan siendo invisibles nos acompañan continuamente, ya en el XXI, con los efectos que todos los días podemos ver. Padecemos las acechanzas de estas entidades, sin tener constancia de que existen, sin verlas ni percibirlas. Y es ésta la lamentable posición en la que se encuentra toda la humanidad atrapada en esa pesadilla de la que sólo se puede salir “despertando”.
Hoy día estamos en un periodo terrestre que, aunque no maligno en sí, es muy peligroso, porque estamos inmersos en el materialismo como nunca antes se había desarrollado, de manera que la pérdida progresiva de la empatía con los demás seres humanos y con la naturaleza, así como con todo sentido de trascendencia espiritual, etc, a costa de un fortalecimiento excesivo de la egoidad, que si bien es una dinámica que era necesaria para el desarrollo de la individualidad, ocasiona la pérdida de lo que Pedro Quiñones denomina la “resonancia con el Cosmos”: Lo que nos importa, cada vez más, es lo mío (mis deseos, mis amigos, mi casa, mi bienestar, etc.), en una total identificación con lo material como sinónimo y referencia del propio poder personal y del “éxito” o fracaso en el mundo.
Para el necesario desarrollo de esa individualidad teníamos que pasar por esa separación y desvinculación del resto, que es lo que nos permite tomar decisiones, comprender la realidad sin condicionamientos para poder ejercer la libertad, siendo por ello una situación necesaria, pero momentánea y provisional. Tiene que pasar esa negación de todo y la afirmación exclusiva de uno mismo, hacia una auto-conciencia de uno mismo pero en conjunción con todo el entorno. Nuestra conciencia debe unirse con las de los demás, en una actitud participativa con el Cosmos, a través de la impregnación del impulso correcto, el impulso crístico.
El alma de la humanidad se ha visto obligada, ya desde el siglo XV y especialmente desde el XIX, a sacrificarse al Dios del dinero y a permitir que el mundo se convierta en un inmenso mercado libre, en donde impera la obtención de beneficios por unos pocos, a costa de la explotación del resto. Es una visión materialista a modo de nueva religión impuesta por la fuerza del sistema, apoyada ideológicamente en las obras de Francis Bacon, entre otros, en donde la realidad física, según establece el actual método científico unidimensional, no es sino un proceso gradual de embrutecimiento o extrañamiento del ser humano de su verdadera naturaleza espiritual, o trascendente, en base a un supuesto “progreso material civilizatorio”. Es una limitación impuesta por teorías de conocimiento, filosóficas, que se han escogido, de forma perversa, para su utilización, alejándonos de la realidad global, lo cual no constituye sino una parcialidad que se desarrolla como si fuera el todo completo, como la única realidad.
Por otra parte, ya hemos mencionado que lo que se desarrolló como religiones en las civilizaciones, hace miles de años, carece de utilidad actual, no tiene ninguna función para los individuos más avanzados; en lugar de religiones la humanidad tiene que recibir hoy los impulsos espirituales de índole religiosa que le están siendo enviados, acorde con las nuevas facultades que se deben desenvolver en el proceso de desarrollo del alma consciente.
Si la cuarta Epoca Postatlante del Alma Racional, la anterior a la nuestra del Alma Consciente, precisó de las religiones de grupo, pues la humanidad aún estaba predispuesta a la vida de grupo, con sus dogmas y principios religiosos que habían de ser impuestos a la fuerza a los grupos humanos, en la actualidad tales religiones grupales ya no alcanzarán al corazón y a la individualidad de las almas aisladas, pues en nuestro quinto período el Cristo penetra en la realidad de cada alma individual. Por ello, tal y como expresó reiteradamente Steiner, las religiones dogmáticas matarán la vida religiosa en la quinta Epoca, por el hecho de que las formas eclesiásticas tradicionales, como el Papado y el Jesuitismo dogmáticos, ya están periclitadas por ser básicamente contrarias a la Libertad de pensamiento que ha de regir y rige nuestra actual Epoca.
En definitiva, en esta Epoca se trataría esencialmente de penetrar en la vida real y concreta de un modo comprensivo, para lo cual solo necesitamos ser capaces de juicio y de criterio interno propio, y desarrollar esa capacidad más allá de lo que establezcan las autoridades culturales del momento, sea la ciencia oficial, el derecho, la economía, la medicina o cualquier otra materia, lo cual será perfectamente accesible mediante el estudio sosegado y ponderado de la Ciencia Espiritual, que habrá de transformar el entendimiento humano de tal modo que los seres humanos serán capaces de formar juicios independientes y libres. El Alma Consciente tiene en su nivel más alto al Yo Espiritual, que habrá de prepararse y desarrollarse en la siguiente sexta época postatlante, pero ello no podrá acontecer en ese futuro si no va precedido por la independencia interna del ser humano que se conseguirá precisamente mediante el desarrollo del Alma Consciente, y de la propia individualidad e independencia.
Equipo de Redacción BIOSOPHIA
El conocimiento oculto no es otra cosa que el conocimiento de la realidad, no sólo de su apariencia. Es una técnica o proceso para, conociéndola, influir sobre dicha realidad y que permite llegar a abrir la percepción para la relación, a distintos niveles, con los seres espirituales. Todos podemos acceder al conocimiento oculto, pues no se le niega a nadie que se esfuerce y persevere lo suficiente. Cada uno puede acceder en el momento en el que se halle en condiciones de obtener provecho de la experiencia, independientemente de condicionamientos, ni de creencias, ni de ninguna otra índole, sino exclusivamente partiendo de la propia madurez y en función de que conciba la existencia de seres espirituales superiores.
El problema radica en si las motivaciones para su obtención son las adecuadas, es decir, dirigidas hacia el Bien de la humanidad y de todos los seres, en la cooperación para el desarrollo conjunto y en sintonía con los seres de las Jerarquías Espirituales de la línea del Cristo/Verbo de forma consciente, o sus objetivos están orientados de forma desviada, tal y como lo utilizan diversas Logias para sus propios fines, tentando a los más “ambiciosos e inteligentes” con el camino de la riqueza y el poder, de la corrupción como instrumento de las fuerzas malignas, contrarias a los planes del Creador, opuestos a los intereses del Verbo, interfiriendo en el adecuado proceso de desarrollo y maduración del ser humano, bien obnubilando la conciencia, o con impulsos que no se pueden asimilar dañando y distorsionando la realidad. Todos los actos del ser humano son consecuencia de impulsos espirituales, casi siempre inconscientes en función de seres espirituales, no siempre beneficiosos para el hombre, sino únicamente cuando provengan de aquéllos conformes con los planes divinos para la evolución, es decir, cuando los impulsos espirituales correctos van dirigidos al desarrollo de la conciencia del ser humano, y a poder formarse una comprensión coherente de la realidad para poder llegar a convertirse él mismo en creador.
Podría afirmarse que existen unas reglas básicas para poder analizar y juzgar la actuación benéfica, o no, de cualquier grupo espiritual o secta. En primer lugar, la no interferencia en el libre albedrío individual, en ningún sentido, otorgando plena libertad a sus miembros y respetando la de los que no lo son. En segundo lugar que sus propuestas nunca impliquen daño para ningún ser, así como la ausencia de cualquier clase de violencia y el predominio de la cooperación, la solidaridad y la protección a los más débiles. Cada cual debería ser dueño de sus propios actos y decisiones, siempre que no repercutan negativamente sobre otros seres. Y ello por la sencilla razón de que nunca la realidad es neutral, y por tanto nuestra visión de la realidad tampoco lo puede ser.
También sería conveniente el intentar conocer las biografías de los autores y guías que trasmiten conocimientos espirituales, desconfiando de las personalidades brillantes y ostentosas, de las reconocidas por las instituciones mundanas. El que realmente sabe no pretende convencer a nadie de nada, únicamente expone su visión a la consideración de los demás que quieran y puedan necesitarla. Vigilar mucho cualquier corriente o doctrina que respalde o reivindique al sistema establecido, el dinero, el éxito, la magia y todo lo que presente a unas etnias o grupos humanos como buenos, por encima de los demás. Nunca puede justificarse el juzgar apriorísticamente a una parte de la humanidad, ni decretar que nadie sea merecedor de ninguna clase de agresión, ni física ni de ningún otro tipo. La tortura, el dañar o matar a otro ser humano, han de ser erradicadas absolutamente del pensamiento de todo ser humano civilizado.
Igualmente deberemos desconfiar de toda descripción de la realidad en la que se halle ausente o se ignore el tema del Mal, o que base su actuación, en gran parte, en que el Mal sea solapado o pase desapercibido. La única diferencia que persistirá entre los seguidores del Bien y los del Mal, será de índole ética. Siendo conscientes de la existencia del Mal y sus estrategias, intentaremos defendernos de ellas con todas nuestras posibilidades, jamás poniéndonos en su lugar para causar daño a nadie, y menos aún físico.
El mundo de materia opera mediante la desestructuración del espíritu, pero, con los residuos de esa aparente destrucción, el Verbo/Cristo, fuente inagotable de vida, está generando el “material” necesario para su Reino, que no es de este mundo, transformando el Mal para elaborar el mayor Bien, con la colaboración de los hombres que libremente lo quieran.
Como seres humanos, los de buena voluntad, tenemos que empezar a actuar como colaboradores del Verbo/Cristo creador, sabiendo que la lucha actual no es física, sino psíquica o ética, y que ninguna ideología que no proceda de la maduración de la propia alma tiene validez práctica. En la actualidad la trasformación (la catarsis) significa la anulación o postergación de cualquier tipo de importancia personal, el trabajo sobre nuestra astralidad (instintos, sentimientos, deseos, pasiones y pensamientos), todo lo cual implica una cierta anulación de la creencia en el mundo de materia, en donde la personalidad es el traje que permite desenvolverse en dicho mundo, mundo de ilusión tendenciosamente proclive al mal, por su propia naturaleza anti-espiritual, desagradable, nefasto y muy problemático, aunque transitorio y necesario para el desarrollo evolutivo en libertad en el ser humano, que es quien tiene que enfrentarse a é mediante el permanente desarrollo de sus facultades y potencialidades.
Como personas convencionales colaboramos pasivamente con el Mal, en apariencia ignorándolo, o transigiendo de forma más o menos consciente con la inmoralidad e injusticias impuestas por el sistema establecido, siendo así tantas veces cómplices de sus valores y de su vigencia, sujetos por tanto a las consecuencias kármicas que de ello se deriven. El aceptar esta realidad, tal como se encuentra, no deja de ser una postura acomodaticia, con falsa ingenuidad, excluyendo deliberadamente el conocimiento de sus aspectos sombríos, y no pensando siquiera en la posibilidad de hacer algo para modificarla y mejorarla.
Todo lo que existe cambia, progresa, crece y se desarrolla hacia niveles y estadios más complejos, superiores o inferiores, evolucionando o involucionando, incluidos los seres espirituales que pertenecen a nuestro cosmos solar, que también evolucionan, según afirma Rudolf Steiner.
Construyendo la Realidad
Steiner nos dice que el mundo espiritual espera de nosotros el acceso al conocimiento oculto para el Bien, algo que sólo puede hacerse permitiendo que las fuerzas crísticas operen en nuestro interior, para que de esta forma el mundo pueda convertirse en un mundo celeste por la acción de la humanidad como portadora de dichas fuerzas de Amor y Luz del Cristo, sabiendo que las semillas del futuro se depositan en la acción del presente. Al morir, las almas desencarnan irremediablemente y, o bien se sumergen en las regiones a las que conduce la infracultura actual (la sub-materia), patrocinada por el sistema impuesto, o liberándose mediante la percepción correcta de la realidad global del presente, son conducidas al retorno a “ la casa del Padre”, conducidos por el camino del Hijo, del Cristo, que es el único que puede hacerlo, el primero que vino a hacer el camino incorporándose en un hombre, para mostrárnoslo a los demás.
En la etapa actual el hombre tiene que ser el protagonista de su destino, y para ello ha de convertirse en co-constructor de su realidad. Nuestra conciencia ya no puede aceptar que el mundo físico-material es el único, indiscutible y real: no tiene nada en común con nuestra esencia espiritual, es “maya”, ilusión, espiritualidad invertida.
La humanidad necesita “despertarse” de la pesadilla que vive en el mundo físico material, para poder salir conscientemente de su peculiaridad infernal. Los dirigentes del mundo de materia han intentado, y en gran parte conseguido, despojar al ser humano de la elaboración de sus propios criterios valorativos, obligándoles a depositar su confianza en escuelas, doctrinas, instituciones, en la ciencia oficial, etc. El aprendizaje y la maduración mediante las experiencias en las encarnaciones es lo que debe llevar al ser humano a poder conectar con la realidad del Logos/Verbo de Cristo, el único y universal Principio del Yo, el elemento solar que conecta con la totalidad de la Creación.
Rudolf Steiner manifiestó que, con posterioridad a 1879, entidades parasitarias demoníacas descendieron directamente al mundo físico expulsadas de los mundo espirituales, manifestándose tremendamente a lo largo del siglo XX, y aunque continúan siendo invisibles nos acompañan continuamente, ya en el XXI, con los efectos que todos los días podemos ver. Padecemos las acechanzas de estas entidades, sin tener constancia de que existen, sin verlas ni percibirlas. Y es ésta la lamentable posición en la que se encuentra toda la humanidad atrapada en esa pesadilla de la que sólo se puede salir “despertando”.
Hoy día estamos en un periodo terrestre que, aunque no maligno en sí, es muy peligroso, porque estamos inmersos en el materialismo como nunca antes se había desarrollado, de manera que la pérdida progresiva de la empatía con los demás seres humanos y con la naturaleza, así como con todo sentido de trascendencia espiritual, etc, a costa de un fortalecimiento excesivo de la egoidad, que si bien es una dinámica que era necesaria para el desarrollo de la individualidad, ocasiona la pérdida de lo que Pedro Quiñones denomina la “resonancia con el Cosmos”: Lo que nos importa, cada vez más, es lo mío (mis deseos, mis amigos, mi casa, mi bienestar, etc.), en una total identificación con lo material como sinónimo y referencia del propio poder personal y del “éxito” o fracaso en el mundo.
Para el necesario desarrollo de esa individualidad teníamos que pasar por esa separación y desvinculación del resto, que es lo que nos permite tomar decisiones, comprender la realidad sin condicionamientos para poder ejercer la libertad, siendo por ello una situación necesaria, pero momentánea y provisional. Tiene que pasar esa negación de todo y la afirmación exclusiva de uno mismo, hacia una auto-conciencia de uno mismo pero en conjunción con todo el entorno. Nuestra conciencia debe unirse con las de los demás, en una actitud participativa con el Cosmos, a través de la impregnación del impulso correcto, el impulso crístico.
El alma de la humanidad se ha visto obligada, ya desde el siglo XV y especialmente desde el XIX, a sacrificarse al Dios del dinero y a permitir que el mundo se convierta en un inmenso mercado libre, en donde impera la obtención de beneficios por unos pocos, a costa de la explotación del resto. Es una visión materialista a modo de nueva religión impuesta por la fuerza del sistema, apoyada ideológicamente en las obras de Francis Bacon, entre otros, en donde la realidad física, según establece el actual método científico unidimensional, no es sino un proceso gradual de embrutecimiento o extrañamiento del ser humano de su verdadera naturaleza espiritual, o trascendente, en base a un supuesto “progreso material civilizatorio”. Es una limitación impuesta por teorías de conocimiento, filosóficas, que se han escogido, de forma perversa, para su utilización, alejándonos de la realidad global, lo cual no constituye sino una parcialidad que se desarrolla como si fuera el todo completo, como la única realidad.
Por otra parte, ya hemos mencionado que lo que se desarrolló como religiones en las civilizaciones, hace miles de años, carece de utilidad actual, no tiene ninguna función para los individuos más avanzados; en lugar de religiones la humanidad tiene que recibir hoy los impulsos espirituales de índole religiosa que le están siendo enviados, acorde con las nuevas facultades que se deben desenvolver en el proceso de desarrollo del alma consciente.
Si la cuarta Epoca Postatlante del Alma Racional, la anterior a la nuestra del Alma Consciente, precisó de las religiones de grupo, pues la humanidad aún estaba predispuesta a la vida de grupo, con sus dogmas y principios religiosos que habían de ser impuestos a la fuerza a los grupos humanos, en la actualidad tales religiones grupales ya no alcanzarán al corazón y a la individualidad de las almas aisladas, pues en nuestro quinto período el Cristo penetra en la realidad de cada alma individual. Por ello, tal y como expresó reiteradamente Steiner, las religiones dogmáticas matarán la vida religiosa en la quinta Epoca, por el hecho de que las formas eclesiásticas tradicionales, como el Papado y el Jesuitismo dogmáticos, ya están periclitadas por ser básicamente contrarias a la Libertad de pensamiento que ha de regir y rige nuestra actual Epoca.
En definitiva, en esta Epoca se trataría esencialmente de penetrar en la vida real y concreta de un modo comprensivo, para lo cual solo necesitamos ser capaces de juicio y de criterio interno propio, y desarrollar esa capacidad más allá de lo que establezcan las autoridades culturales del momento, sea la ciencia oficial, el derecho, la economía, la medicina o cualquier otra materia, lo cual será perfectamente accesible mediante el estudio sosegado y ponderado de la Ciencia Espiritual, que habrá de transformar el entendimiento humano de tal modo que los seres humanos serán capaces de formar juicios independientes y libres. El Alma Consciente tiene en su nivel más alto al Yo Espiritual, que habrá de prepararse y desarrollarse en la siguiente sexta época postatlante, pero ello no podrá acontecer en ese futuro si no va precedido por la independencia interna del ser humano que se conseguirá precisamente mediante el desarrollo del Alma Consciente, y de la propia individualidad e independencia.
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