¿Qué es el Juego de la Realidad?
Sería incongruente pretender resumir en un par de líneas la totalidad de los aspectos que sobre esta cuestión hemos estado considerando en los trabajos de los últimos años, y para lo cual, ineludiblemente, debemos remitir al lector a los ensayos correspondientes.
Sin embargo, y como una primera aproximación, podríamos decir que este ‘Juego de
El lector puede sentirse desconcertado con esta primera aproximación, e incluso sospechar que se le están ‘tendiendo las redes’ para hacerle caer en alguna clase de ‘práctica pseudoparanormal’, de las que tan abundantes nos encontrarnos hoy día en todo el ambiente que rodea a la recientemente resucitado ‘New Age’.
Sin embargo, no se trata de nada de eso. Es cierto que actualmente existen, en tales ambientes, numerosos proponentes de toda clase de métodos que ‘garantizan’ el éxito, el triunfo, el dinero, la salud, y el amor de todas las mujeres hermosas. Esta clase de gente, cuando menos ha tomado conciencia de un hecho, de que la realidad, al menos la realidad en la que nos encontrarnos cuando nos despertamos cada mañana, como antes decía, no puede ser razonablemente entendida más que como alguna especie de ‘Juego’. Un juego la mayor parte de las veces trágico, o cuando menos dramático, pero un juego, en definitiva.
La deficiencia en los planteamientos de estos proponentes de métodos mágicos es que pretenden ‘hacer trampa’, hacer ‘saltar la banca’ utilizando ‘dados trucados’, y eso, que, efectivamente puede funcionar a corto plazo, tiene sus costes a medio y largo plazo. Pero, para entender bien todas las implicaciones, es preciso que hablemos antes sobre lo que debemos entender por ‘Realidad’.
Ya varios autores en el área de la literatura fantástica, y también en la próxima a New Age, como Edward Bach, Carlos Castaneda, incluso varios insertos dentro de
Una realidad de tal índole, que únicamente se muestra consistente en aquellas dimensiones o sectores que resultan, a corto, medio y largo plazo como señaladamente lesivos para la inmensa mayoría numérica de la humanidad, por fuerza adolece de alguna clase de anomalía o de perversidad, lo que, epistemológica y propedeúticamente señala una inconsistencia en su misma estructura.
En el ámbito del Ocultismo, el señalar tal ‘inconsistencia ha sido siempre una inquietud de la mayor parte de los autores, siendo tal vez Gurdjieff el más señalado en este sentido, entre los conocidos por el público en general.
Existen razones para que las corrientes Ocultas más rectamente inspiradas se hayan abstenido hasta el momento de reclamar la atención de sus adherentes acerca de este extremo, de una forma particularmente singularizada. A diferencia de otras corrientes, en aquellas que tienen como requisito prioritario la consideración del status ético de sus seguidores, se ha evaluado como peligroso el enfatizar este punto, por una serie de motivos.
En estas líneas, que se difundieron a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, se estimaba que si ya resultaba altamente complejo para el ser humano promedio el ser capaz de desenvolverse con ciertos niveles de integridad en las condiciones imperantes, es decir, dentro de los referentes de la concepción de la realidad vigente en los últimos siglos, (desde el siglo XVII), la que sustenta la así denominada ‘Ciencia Moderna’, no se le iban a facilitar en absoluto las cosas por el hecho de derribar sus creencias y pretender sustituirlas por otra cosmovisión – infinitamente más compleja y etérea – que carecía de cualquier punto de contacto con sus vivencias, con sus hábitos de pensamiento y comprensión, establecidos por la educación contemporánea, y con su capacidad perceptiva del presente.
Más recientemente, y tras la experiencia lamentable de las dos Guerras Mundiales, que tuvieron lugar ocupando prácticamente la casi totalidad de la primera mitad del siglo XX, se ha comprobado más allá de toda duda razonable que la nefasta cosmovisión material-reduccionista implantada por Bacon y Newton, únicamente podía desembocar en la degeneración ética y en la destrucción física de la mayor parte del género humano. Es por esta razón que las corrientes Ocultas más correctamente orientadas, ya sean en un sentido Ahrimánico, como
Lo más característico o definitorio de este ‘Juego de
De hecho, esto no siempre ha sido así. A diferencia de lo que nos trasmiten habitualmente los cauces culturales institucionales y académicos, la humanidad del pasado no compartía estos criterios con nosotros, porque ellos disponían de otras facultades perceptivas y jamás habrían podido aceptar una cosmovisión como la que nosotros padecemos desde el Renacimiento, que únicamente hace referencia a lo muerto y desintegrado, y que mantiene con
Lo que no se puede negar a la actual cosmovisión materialista es que resulta coherente con la realidad a la que pretende describir, pues ni una ni otra presentan la menor consistencia frente al análisis. En efecto, toda la ciencia moderna se basa en la propuesta de la materia, a la vez como soporte y como criterio de lo real. Sin embargo, si se pregunta con rigor e insistencia a los representantes de la designada como ‘Ciencia Moderna’, lo que es la materia, terminarán haciendo descripciones de conceptos vagos y especulativos acerca de supuestas partículas subatómicas, de un carácter mucho menos consistente que las eléctricas, es decir, los protones y electrones.
Un Físico Cuántico – que es la rama más coherente de la ciencia teórica actual – explicaría que, en último término, la materia se halla integrada por oscilaciones de carácter probabilístico, lo cual, explicado en una terminología al alcance de todo el mundo, vendría a significar que, para que exista la materia, que nosotros percibimos como sólida y real a todos los efectos, es preciso, no que se amontonen pequeños ladrillos microscópicos, como era la teoría hasta el siglo XIX, sino que algo, cuya naturaleza no podemos determinar, aunque últimamente hayan dado en designarlo como ‘quarks’, que en sí no es material, no posee masa, no posee carga eléctrica, y prácticamente ninguna otra cualidad que pudiéramos relacionar con la materia, se halle presente en un determinado momento en el espacio, vibre de determinada forma, en una frecuencia específica y describiendo una precisa trayectoria.
Todo lo cual, en último término, y aunque jamás estarían dispuestos a reconocerlo públicamente, no se diferencia mucho de la ‘Música de las Esferas’ de Pitágoras o Kepler, o de las Danzas de las Divinidades de la mitología Hindú o China, como ya han resaltado algunos intelectuales de vanguardia en la línea de Fritjof Kapra.
Esto viene a significar que aunque la experiencia pareciera confirmar el carácter ‘consistente’ de la materia, esta es únicamente consistente respecto a sí misma, es decir, respecto a todo lo que se halla integrado de su misma sustancia. Explicado más claramente, a nosotros la materia nos parece consistente, porque no somos capaces de percibir otros ‘estados’ de la realidad diferentes. Registramos perceptualmente el estado sólido de la materia y el líquido; el gaseoso se nos escapa la mayor parte de las veces, y, a partir de ahí, somos incapaces de registrar nada.
Como nuestros cuerpos están integrados por materia, y nuestra conciencia se halla vinculada, inexorable e indisolublemente, a nuestro cuerpo, hasta el momento de nuestra muerte física; no somos capaces de concienciar ningún aspecto o dimensión de la realidad que no se halle en sintonía con nuestro cuerpo de materia sólida.
El Conocimiento Oculto conserva el patrimonio de todas las antiguas culturas, en las cuales la percepción no se encontraba todavía supeditada al nivel físico orgánico sólido del cuerpo material, como lo está ahora, y, por tanto, podían registrar directamente – por medio de sus sentidos, todavía no embrutecidos – la existencia de infinitos niveles de realidad, todos ellos más consistentes y determinantes que el físico material, que es, por así decirlo, como el depósito de los desperdicios de la realidad global. El ámbito en el que las energías se han ‘solidificado’, mediante un proceso gradual de enlentecimiento, hasta quedar ‘congeladas’ en el estado sólido, como ocurre con el agua, entre el estado de nube y el del hielo.
‘El Conocimiento es Poder’, esta frase es sobradamente conocida. Aunque quizás sería más ajustada a la realidad si se formulase de la siguiente manera: "El Conocimiento es indispensable para el mantenimiento del Poder".
Es por esta razón que los detentadores del poder material, a lo largo de la historia, ya comenzando en tiempos de Egipto y Roma, procuraron siempre garantizarse su estabilidad en el control de las situaciones, mediante la acumulación del conocimiento y su restricción al resto de sus contemporáneos.
Ya con
Los que, como Robert Fludd, no aceptaron semejante coacción, fueron perseguidos y desacreditados, y se procuró, por todos los medios que su propia existencia permaneciese ignorada para la posteridad.
De esta forma se consiguió que el verdadero conocimiento – el Conocimiento que versa sobre las dimensiones múltiples de
Este ‘basurero de
Ninguna incidencia efectiva sobre los fenómenos vitales puede ser llevada a cabo por la así denominada ‘Ciencia Moderna’, sobre los procesos de lo viviente o biológico, excepto en la dirección señalada, en la de su desorganización y deterioro.
Por lo tanto, los auténticos detentadores del Poder sobre el Mundo de Materia, no tienen que temer ninguna intromisión en su esfera de intereses. Su objetivo es la destrucción del proyecto de Realización de
1. Asegurarse de que nadie – hasta donde a ellos les es posible controlarlo – pueda llevar a cabo actividades que beneficien realmente los procesos de lo viviente.
2. Asegurarse de que nadie pueda hacer frente a su poder hegemónico, ejercido sobre los seres humanos comunes, que se hallan inermes frente a ellos, en base a su neta inferioridad comparativa.
Esta superioridad viene determinada por la posesión de un intelecto entrenado hasta niveles muy poco usuales y en cauces discursivos bastante anómalos, y una voluntad que es capaz de operar directamente sobre la psique de los individuos convencionales, y no entrenados en la forma particular en que ellos lo han sido.
En tanto permanezca vigente la actual cosmovisión material-reduccionista, con el conocimiento exclusivo del ‘basurero de
El peor despojamiento del cual estos individuos han hecho objeto al género humano, no ha sido el de sus bienes y recursos materiales, con todo y ser tan grave que está determinando la miseria y la muerte de millones de personas por la carencia de esos recursos que estos señores han acaparado y escondido a buen recaudo. La mayor afrenta y al mayor daño que han determinado sobre la humanidad ha consistido en robarle su patrimonio más íntimo, la conciencia de su dignidad y el conocimiento de la realidad trascendente a la cual originaria y ontológicamente pertenece.
No contentos con esclavizar sus cuerpos y sus destinos en el mundo fisico, también les han saqueado el alma y escamoteado su naturaleza y origen espiritual. Este es precisamente el pecado al que hace alusión Cristo en el Evangelio como el único que no recibirá perdón.
Estando así las cosas, nos desenvolvemos en una ‘realidad’ que siempre se ha sabido es la menos real, de todas las realidades posibles, en tanto en cuanto participa de una curiosa característica, a la que los antiguos hindúes designaban como ‘Maya’ o ‘Espejismo’ y que consiste en que la apariencia de las cosas y seres, su forma externa, muy a menudo se halla en directa contradicción con las cualidades de la cosa o el ser en cuestión, de tal manera que quien pretenda atenerse a lo que le ofrecen sus sentidos para tomar sus decisiones, corre terrible peligro de equivocarse una vez tras otra.
Siendo esta ‘realidad’, en la que se desenvuelve nuestra conciencia cotidiana, tal como hemos visto, no debemos, no obstante, ceder a la comprensible tentación de menospreciarla, porque, como explicaban los Gnósticos, su naturaleza ‘diabólica’ es lo suficientemente consistente como para acarrear tremendos sufrimientos y para producir muy considerables desestabilizaciones en nuestras almas.
Por lo tanto, no se debe subestimar su capacidad de dañar y destruir el cuerpo y el alma humana. Sin embargo, es asimismo esencial tomar cabal conciencia de que ninguna modificación sustancial puede llevarse a cabo sobre las condiciones de esa realidad, si nos limitamos a atenemos a los recursos y elementos que ella misma nos presenta, ya que, como resulta fácilmente comprensible, esta realidad es suficientemente homogénea y autocoherente, como para no suministrar elementos que pudiesen modificarla en ninguna forma sustancial.
Es como una de las actualmente frecuentes manchas de petróleo ‘accidentalmente’ vertidas por sus gigantescos transportadores en el mar. Por mucho que agitemos el agua contaminada en todos los sentidos y direcciones, continuará exactamente igual de contaminada, a menos que introduzcamos en su ‘interior algún elemento externo, de naturaleza contraria, tal como podría ser un detergente o, mejor aún, unas bacterias ‘comedoras de petróleo’, de las que han sido descubiertas últimamente.
Esta realidad, que es, como hemos señalado anteriormente, ‘el cubo de los desperdicios de la realidad global’, no puede descontaminarse utilizando los elementos propios de ella misma, que son los desperdicios, la basura, tal como lo definía
No existirá ningún impulso auténticamente revolucionario y redentor para el género humano, que no tenga como objetivo central la recuperación de la visión de la realidad tradicional, la que siempre ha poseído la humanidad hasta el siglo XV, cuando Nicolás Copérnico consiguió la divulgación de su planteamiento astronómico heliocéntrico.
Lo que nadie suele explicar con respecto a la sustitución de la visión geocéntrica de Ptolomeo por la helíocéntrica de Copérnico, es que, de hecho, no se trataba de dos versiones alternativas de una misma realidad, sino de modelos de la realidad absolutamente diferentes, y posiblemente esta confusión hubiera podido perpetuarse de no mediar la observación llevada a cabo por Rudolf Steiner.
Como Steiner pone de manifiesto, la introducción de la visión heliocéntrica de Copérnico lo que implica es la implantación, por primera vez en toda la existencia de la raza humana sobre el planeta, de la primacía de la realidad física sobre las restantes realidades. De ahí, el siguiente paso lo dieron Francis Bacon, Descartes y Newton, configurando un modelo de realidad en el que era precisamente el nivel físico de la realidad, el ámbito de los desperdicios de la realidad global, no ya el más importante, como se comenzó a aceptar a partir de la implantación de la visión Copernicana, sino, lo que es mucho peor, el único existente…
Tal como hemos analizado en varios ensayos, efectivamente, el hombre de conocimiento ha sabido prácticamente siempre, en cualquier etapa histórica, que
Lo que le interesaba al ser humano normal, a todo lo largo de la historia de la existencia humana sobre este planeta nuestro, es lo que sucede en los niveles superiores de la realidad, los niveles en los que se producen causas, que, posteriormente y en última instancia, repercutirán en el mundo físico.
Y lo que todo hombre dotado de auténtico conocimiento sabía perfectamente, es que, en aquellos niveles que realmente involucran fuerzas que actúan de manera determinante sobre el destino humano, los diversos cuerpos celestes se hallan todos orientados con respecto a
Esa era, de hecho, la auténtica cosmovisión designada como de Ptolomeo, que, de hecho, es la que siempre ha estado vigente, en los millones de años de la existencia de la humanidad como raza, hasta el momento en que en el siglo XV se determinó adoptar la visión Copernicana como de referencia para los intereses humanos, es decir, cuando se impuso una falsedad como si se tratase de un hecho científico.
Para beneficio de aquellos lectores que no se hallen demasiado familiarizados con las perspectivas que proporciona el Ocultismo, debemos hacer hincapié en que ningún conocimiento previo a los siglos XV al XVII, hace referencia al nivel físico de la realidad, sino a la realidad global, de múltiples niveles de existencia, de los cuales, el físico, es el menos importante, aunque el más directamente accesible a la experiencia mediante el cuerpo físico.
Es por esta razón que en todos los métodos de entrenamiento psicoespiritual, desde los de las escuelas de Misterios, a los de las tradiciones Orientales, o los mismos de los místicos Occidentales, siempre se ha buscado un camino de percepción alternativo al que suministran los órganos de los sentidos físicos, ya que todos sabían, sin lugar a dudas, que la percepción del cuerpo físico, únicamente nos relaciona con el nivel de los desperdicios, que no posee ningún auténtico interés para el verdadero ser humano, el ente anímico y espiritual que habita dentro del cuerpo, como el cuerpo lo hace dentro de sus ropas.
Decíamos antes, por lo tanto, que ninguna liberación de la humanidad podrá llegar por ningún camino que no nos reintegre con estos procesos de conocimiento que trascienden los sentidos físicos, y nos posibilitan entrar en contacto directo con las dimensiones causales de la realidad. No puede existir una medida más revolucionaria que ésta; más o menos en la dirección diametralmente opuesta a la afirmación de Marx acerca de que la religión es el opio del pueblo, una coartada intelectual idónea para la perpetuación del Poder Establecido.
Por supuesto todo auténtico ocultista sabe que la frase de Marx, paradójicamente, aún estableciendo un hecho que en sí es cierto, sirve como coartada para perpetuar una mentira. Explicándolo con la mayor claridad posible, podríamos decir que en tanto la religión ha utilizado el cascarón de unos restos absolutamente desfigurados del antiguo conocimiento de la realidad global, para, despojado de todo contenido, convertirlo en un instrumento de explotación y dominación al servicio directo del Poder, no es menos cierto que, sin recuperar ese conocimiento original y vivo, que
El conocimiento de la realidad global, especialmente de sus niveles causales, aquellos que estructuran y ordenan el destino humano, y la técnica que posibilita el contacto con esos niveles y los seres que en ellos actúan y habitan, y a los que en la antigüedad se designaba bajo el apelativo de Dioses, es indispensable para que el ser humano pueda recuperar el conocimiento de su auténtica naturaleza, y convertirse en un ente ciertamente autogestionado, inserto en la realidad global con la misma propiedad que el pez lo está en el agua, que constituye su medio ambiente natural.
El sistema establecido, con su cosmovisión material-reduccionista, nos ha hecho creer que la pecera es la única realidad existente. Precisamos reconocer que pertenecemos, esencial y ontológicamente, a las corrientes de los ríos y a las mareas de los mares, antes de poder reunir y concentrar las fuerzas suficientes como para hacer saltar los límites convencionales del engañoso cristal de nuestra pecera conceptual.
Para poder introducir cambios determinantes en el nivel de detritus que es nuestra realidad cotidiana, de carácter engañoso y traicionero por esencia, es preciso, previamente, aprender a buscar las raíces o causas originarias de las circunstancias y situaciones aberrantes que confrontamos aquí de continuo, causas que nunca se localizan en esta realidad, sino que siempre parten de los niveles causales de la realidad global, y de la misma forma que para tratar un tumor la medicina moderna ha aprendido a cortar el suministro sanguíneo que lo alimenta, y, así privado de nutrición, puede esperarse su desecamiento, de la misma forma, si se atacan las raíces del mal en su origen, y únicamente de esa manera, se puede esperar que las situaciones de injusticia perpetuadas en nuestro mundo puedan ser afrontadas con posibilidades razonables de éxito en algún futuro más o menos cercano.
De la misma forma que un cáncer no se soluciona por ningún procedimiento que se limite exclusivamente a atacar directamente a las tumoraciones ya desarrolladas, puesto que estas se reproducen una y otra vez, obedeciendo a las causas que las determinan, igualmente no podemos solucionar los problemas que se manifiestan en el mundo físico, sin acudir a los niveles en los cuales esos problemas se originan, y ese origen no se halla nunca en el nivel físico de la realidad.
Es preciso que el ser humano se dé cuenta de que el nivel al que se abre su conciencia cotidiana, cuando se despierta cada mañana, opera exactamente como si se tratase de un Juego de Rol, en el que el guión y la dirección se hallan en manos de seres que no siempre toman en consideración las consecuencias que sus decisiones determinan sobre sus personajes, exactamente igual que sucede con los escritores de narrativa de ficción.
El nivel de agresión que el Juego de
Frente a esta circunstancia, cada ser humano se ve necesariamente confrontado con la siguiente disyuntiva:
O asumir esta realidad como algo absolutamente predeterminado y acabado, frente a lo cual no existe ninguna opción de intervención, o, por el contrario, entender que una realidad que reviste características dantescas como es la nuestra, no permite como legítima la posición de que uno se limite a quedar cruzado de brazos y mirando hacia otro lado.
Si el individuo se aprecia mínimamente a sí mismo como ente humano, si se concibe como un foco autoconsciente, y como un ente que aspira a la autodeterminación, valorará su propia dignidad, y a la del conjunto de la humanidad, y no conceptuará como tolerables las condiciones que reinan en el mundo físico, absolutamente invisibles para más de las tres cuartas partes de la humanidad.
No existe la opción de alegar ignorancia al respecto, porque los mensajes de todos los auténticos Instructores Espirituales que la historia recoge, ya fueran orientales u occidentales, vienen a coincidir en los mismos puntos básicos, y no existe absolutamente ninguno de ellos que justifique la explotación de todo el género humano en beneficio de unos pocos individuos, que acumulan todos los resortes del poder y todos los recursos económicos del planeta en sus manos.
Por consiguiente, el conocimiento del Juego de
Christian Rosenkreutz aspira a facilitar a la humanidad una vía efectiva de salida para la trampa en la cual se encuentra apresada desde el siglo XV. En ese sentido, estimuló a su discípulo directo y amigo Rudolf Steiner, para que, a comienzos del siglo XX, pusiera al alcance de la humanidad el contenido del antiguo conocimiento tradicional, convenientemente actualizado mediante el impulso suministrado por
Actualmente, con el tránsito del siglo y los inicios del XXI, desea que el conocimiento inapreciable, generosamente suministrado por Rudolf Steiner sea convenientemente puesto al día y convertido en un auténtico ‘Manual de instrucciones de interacción con la realidad global’, para lo cual se sirve de la inspiración directa, suministrada a sus discípulos personales, diseminados por toda la superficie del planeta. En el presente, todavía son escasos en número, pero esa particularidad no afecta a su eficacia.
Pedro A. Quiñones
Texto tomado del cuadernillo sobre el Juego de
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