Los ángeles desde la experiencia
La creencia en los ángeles y en los demonios no es actual ni ha sido considerada siempre, así se desprende de lo que concluyen los estudios realizados buscando su por qué y razón, remontándose al imperio persa los datos más antiguos y allá por el 700 adC con Zaratustra o Zoroastro, quien a su vez recopilaría las creencias de la época predicando y difundiendo sus teorías, a pesar de la oposición de los sacerdotes, en el actual Azerbaiján y en Irán, teorías que tuvieron continuidad un milenio después con el también persa Manes, de quien se deriva el maniqueísmo, con la coincidencia de que ambos afirman una dualidad como dos partes de un sistema en el que una se antepone a la otra.
Esta dualidad la hemos ido extremando cada vez más, tanto que la hemos exteriorizado fuera del ámbito humano creando un inalcanzable dios allá en el cielo así como el más perverso de los demonios en el infierno, pero asignándoles atributos y cualidades humanas en grado de infinito, separándolos, personalizándolos con las formas humanas y dotándolos del suficiente poder a cada cual como para que los hayamos constituido en auténticas entidades personales individualizadas, que al enfrentarlas en lucha constante creemos que no nos veremos afectados por la contienda y quizás no nos damos cuenta de que esa enconada y permanente batalla la estamos manteniendo en el interior de nuestros propios cuerpos en manifestación a modo de posesión, no faltando afirmaciones que con razón o sin ella, señalan que determinados pensadores no tan lejanos como Zaratustra y dentro de cada credo son los artífices de esta dualidad, como Agustín de Hipona, una de las voces que situó al bien y al mal fuera del hombre eximiéndole de responsabilidad y resumiendo la acción humana en venerar, adorar y cumplir con el culto que su creencia le exija a través del respectivo dogma.
La acción de venerar, adorar y cumplir con los preceptos de cada creencia impide que el hombre decida, y la falta de decisión supone no adecuar el presente al futuro, sino preservar el pasado en el presente evitando la acción del ángel que, para ponerse en movimiento necesita del proyecto humano, pues todo proyecto pertenece al futuro y su realización se corresponde con el presente. Para concebir un diseño y llevarlo a cabo hacen falta una energía y una fuerza, la energía es la voluntad y la fuerza la decisión.
Por lo que respecta a la parte del bien, los ángeles representan a los mensajeros de lo divino y son los portadores de parabienes, mientras que por la parte del mal, los demonios hacen lo mismo siendo la causa de calamidades y desventuras de todo tipo. Vamos a intentar exponer la evolución de estas creencias para compararlas y concluir con la necesaria experiencia que ello nos pueda reportar, para lo que hemos desarrollado los siguientes apartados:
Advertencia: No hemos comprobado la existencia de las referencias a los textos bíblicos que se reseñan en este trabajo, tan solo las hemos copiado de escritos pertenecientes a personas de distinto credo en las que no hemos encontrado motivo alguno de desconfianza.
1.- El lenguaje angélico es a la forma como el lenguaje humano lo es a la materia.
2.- La comunicación y el movimiento.
3.- La forma es a la energía como la fuerza lo es a la materia. La luz y la paz.
4.- Entre el espíritu y la materia, ¿quién ha de iniciar el movimiento?
5.- La materia, el mal y los ángeles caídos o demonios como copartícipes en la construcción del mundo material.
6.- Breve proceso evolutivo sobre la creencia en los ángeles.
7.- Consideración que le merecen los ángeles a la iglesia católica. ¿Son personas o espíritus?
8.- Consideración que merecen los ángeles en el Islam. Los Ifrit o genios.
9.- Consideración que merecen los ángeles para el judaísmo.
10.- Conclusión sobre las consideraciones monoteístas acerca de los ángeles.
11.- Los ángeles caídos o demonios. Una posible evolución de la creencia en ellos.
12.- Criterio que mantiene el catolicismo acerca de los demonios
13.- Sobre Satán
14.- Criterio del judaísmo acerca de los demonios
15.- Criterio del Islam acerca de los demonios
16.- Conclusión.
1.- El lenguaje angélico es a la forma como el lenguaje humano lo es a la materia
El que los ángeles están formados por una estructura de menor materialidad que la humana parece una creencia universal, constituye una afirmación de todos los tiempos y es un acuerdo unánime en todos los lugares. Asimismo, es unánime la lógica respecto de que la diferenciación y la diversidad corresponden a la materia y no son una característica del espíritu. Nuestra pretensión en este trabajo es exponer que al hombre le corresponde la consciencia de la diversidad y al ángel la de la unicidad. La tendencia del hombre hacia lo espiritual lo lleva en la dirección del ángel, mientras que el mundo angélico tiende hacia la diversidad material y su destino es encontrarse con el hombre.
Así las cosas, los ángeles se distinguirán entre sí por motivos distintos de los que nos diferenciamos los humanos y su lenguaje tendrá matices grupales y unitarios, por lo que les resultará normal vivir, relacionarse y comunicarse como grupo y no como individuos independientes, permaneciendo sus individualidades integradas en una tarea común debido a que su consciencia se desenvuelve en la consecución del propósito total y no del individual de cada uno de ellos.
Al analizar las relaciones humanas observamos que es justo al contrario, hacemos prevalecer la individualidad sobre el grupo, de manera que nos resulta difícil la integración grupal si no se cumplen nuestras expectativas individuales. Por lo tanto el lenguaje angélico expresa en mayor medida su relación grupal y el humano lo hace respecto de expresar su propia individualidad al grupo.
El proceso evolutivo hace que el hombre y el ángel tengan algo que aprender el uno del otro para beneficio del conjunto. Y lo primero que planteará este aprendizaje es cómo comunicarse. En la medida que el hombre logre aprender un lenguaje con matices grupales y pierda un poco el deseo de impregnar a los demás con sus manifestaciones individuales, logrará comunicarse con el ángel que, asimismo, tendrá que aprender otro lenguaje con peculiaridades personales y egotistas tal como el que ya usamos habitualmente los humanos. La diferencia estriba en que el hombre ha de aprender desde su estructura material y el ángel ha de hacerlo desde su composición espiritual. Si el hombre ya posee una potente individualidad y el ser angélico un marcado sentido de grupo, lo que se nos plantea es el trueque, a nosotros nos interesa la consecución angélica y a ellos la humana.
¿Qué puede hacer el hombre para acercarse al lenguaje angélico?, pues sirva como propuesta lo siguiente:
–disminuir del vocabulario la frecuencia con la que pronunciamos la palabra “yo”, bien para trasladar a los demás nuestra propia individualidad o la de otro.
–que los adjetivos calificativos expresen la realidad sin exagerarla ni ridiculizarla.
–evitar las expresiones egotistas, pues el egotismo es una característica del lenguaje humano, hablamos mucho de nosotros mismos.
–permitir las expresiones de los demás sin objetar nada.
Aunque la lista podría ser muy larga, nuestra intención no es enumerar las acciones concretas que podamos creer relevantes, sino despertar la comprensión de la necesidad para adecuar el lenguaje como instrumento de relación, pues si el ángel participa de la materia física en menor medida que el hombre, su relación se produce en un medio en el que se manifiestan energías y no fuerzas, ya que dados dos estados distintos de la materia, el de menor densidad constituye la energía que vivifica al de densidad mayor, así pues, habrá un lenguaje específico para la energía o materia menos densa y otro para la fuerza o materia más densa.
2.- La comunicación y el movimiento
En ese mutuo esfuerzo han de encontrarse el hombre y el ángel, de manera que cuando el hombre lo intenta, está cediendo al ángel parte de su estructura individual humana y recibiendo parte de la estructura grupal angélica. Se produce el trueque y la relación, ello implica movimiento porque algo angélico recibe el hombre y algo humano va hacia el ángel. Este movimiento tiene consecuencias que se manifiestan tanto en lo perceptible como en lo que no lo es, estando implicados en ellas el ángel y el hombre, solo que desde planos distintos, y aquí reside el esfuerzo para posibilitar la mutua comunicación, pues los humanos tendremos que aprender a expresarnos en el plano angélico y los ángeles en el humano.
Por esta razón invocamos a los ángeles pidiendo un deseo sin utilizar el lenguaje hablado común, acompañándonos de cierto recogimiento y serenidad tratando de evitar las influencias exteriores que nos molesten en un momento de silencio, al tratar de invocarlos cambiamos nuestra manera habitual de expresarnos porque lo hacemos a través de un lenguaje que no se oye y desde nuestra propia estructura humana, por lo que podemos deducir que sin abandonar una composición densa como lo es nuestro cuerpo físico, intentamos expresarnos a través de otra estructura menos densa como puede serlo un pensamiento o un deseo.
Al hablar de densidades materiales estamos diferenciando entre materia y forma, por lo que diríamos en principio que el hombre utiliza un lenguaje para la materia y el ángel otro para la forma. La lección del hombre consistiría en adquirir consciencia de la forma y la del ángel respecto de la materia, para que en ese estado de cosas se posibilite la relación, el intercambio, la comunicación y haya movimiento.
Ya apuntamos en nuestro trabajo anterior que todas las jerarquías angélicas oyen, que aquella con contacto más estrecho con la humanidad transforma el sonido en algo que la siguiente jerarquía angélica pueda tocar, y que esta ha de transmutar lo que toca en algo que la última pueda ver, convirtiendo en luz lo que era sonido y produciéndose así la relación humano-angélica, relación que supone que el hombre aprenda a emitir ese sonido en la frecuencia en la que puede escuchar el ángel, iniciándose de esta forma el ciclo de intercambios hasta que aquel sonido se haya convertido en luz, momento en el que se completa el ciclo realizándose lo que era un propósito.
El primer paso para nosotros consistiría en transformar nuestros deseos y pensamientos en un sonido comprensible para el ángel y el segundo se corresponde con el contacto directo con las jerarquías angélicas superiores porque habríamos desarrollado la capacidad de convertir en luz aquello que pensamos.
Así pues, los sentidos que nos permiten percibir la materia se tendrán que adecuar para dos tareas, por la primera se desarrolla la capacidad de percibir la forma y por la segunda se posibilita la emisión de ese sonido o mántram perceptible para el ángel y que lo pondrá en acción.
3.- La forma es a la energía como la fuerza lo es a la materia. La luz y la paz.
Históricamente se ha venido diferenciando entre materia y forma en todas las civilizaciones, así, Aristóteles afirmaba que “el alma es la forma del cuerpo y éste es su materia”. Se define a la materia como el “sustrato receptivo de la forma” y la Teología la conceptúa como “la cosa o acción que estructura la forma de un sacramento”. Por lo que podríamos afirmar que la materia es la base en la que se sustenta la forma porque constituye su parte más objetiva y perceptible.
A la forma se le atribuye la organización de la materia en la acción de “dar expresión precisa a lo impreciso”, de manera que en el poder de organización que la forma ejerce sobre la materia residen las fuerzas de atracción y de repulsión, originando un movimiento cuyo resultado será todo lo perceptible por nuestros sentidos, pues la mayoría de nosotros percibimos tan solo ese resultado porque no somos conscientes de las fuerzas que desde un determinado plano son capaces de organizar a las de otro inferior o de mayor densidad material, y esta capacidad es la que origina la conciencia.
Así pues, el ser humano percibe comúnmente aquello que ya está organizado y que genéricamente llamamos materia, mientras que el ser angélico se percata de las fuerzas que provocan esa organización constituyendo lo que llamamos propósito o intención.
La organización provoca movimiento, y aquello que se traslada de un lugar a otro lo hace para agruparse debido a aquella fuerza organizativa que posee la forma o energía, ese movimiento es el origen de la electricidad, a la que se define como “movimiento de electrones” cuando se trata de electricidad de carga eléctrica negativa, o de “movimiento de protones” si es la de carga eléctrica positiva. Toda electricidad genera un campo eléctrico que al afectar a masas materiales conductoras produce otro campo, el magnético, en el que se manifiestan las fuerzas de atracción y de repulsión residentes en cualquier lugar del espacio que nos rodea.
Pero no estamos influidos por un solo tipo de electricidad, ya que científicamente se reconocen tres principales sistemas eléctricos debidos a procesos enteramente naturales, el primero se ubica en la propia atmósfera con carga predominantemente positiva, el segundo tiene su lugar en el interior de la masa material de nuestro planeta en la que prevalece la carga negativa y el tercero se debe al intercambio entre las cargas eléctricas de uno y otro sistema para formar nuevas agrupaciones en las que no predomina un tipo de electricidad sobre la otra sino que se manifiesta cierto equilibrio, de manera que la materia así formada se constituye por unidades sin carga eléctrica predominante, lo que trasladado al campo conceptual humano equivaldría a decir que esta tercera electricidad constituye la base de la paz y de la fraternidad, cualidades que se manifiestan muy poco actualmente, de la misma manera que es escaso el tercer tipo de electricidad y como ejemplo de ello sirva la insignificante dimensión que alcanza la luz visible en el espectro luminoso o radiación gamma, pues dicho espectro está ocupado mayormente por las radiaciones alfa de electricidad positiva y por las beta de electricidad negativa.
La electricidad de carga positiva constituye la energía de la voluntad a través de la que ha de aprender a expresarse el hombre, mientras que la electricidad de carga negativa ha de ser controlada por el ángel, de manera que la mutua comunicación o intercambio podría producir un resultado en forma de radiación gamma ampliando la luz visible del espectro y creando materia luminosa por efecto del equilibrio, pues el mundo del que nos hemos rodeado contiene materias en las que ha predominado una electricidad sobre otra, de ahí la falta de luz y la ausencia de sonidos armónicos. Debido a lo expuesto anteriormente, el trabajo angélico no resulta equilibrado porque en los propósitos humanos predomina una de las dos electricidades y la materia resultante reflejará fielmente ese desequilibrio, es decir, se manifiesta la escasez de materia luminosa.
Así pues, distintos movimientos producirán distintas organizaciones que se manifestarán como materias diferentes, algo enunciado y demostrado por la ciencia, de manera que esos movimientos generan estructuras macrocósmicas y microcósmicas, tales como las órbitas de los planetas o las corrientes térmicas, gravitatorias y magnéticas del Cosmos, así como los orbitales atómicos debidos a los movimientos de los electrones, protones y neutrones ya organizados en átomos, cuya diferenciación consiste tan solo en el número que cada átomo posee de cada uno de ellos.
En un estado intermedio entre el macrocosmos y el microcosmos como nuestro plano humano, ese movimiento se manifiesta a través de corrientes de opinión y de pensamiento organizadas como partidos políticos, religiones, sociedades, asociaciones, diferencias en las maneras de actuar, …, puesto que en definitiva, son la consecución material de aquellos intereses que ha provocado una organización, de manera que si son egoístas y limitados al ámbito personal, producirán organizaciones del mismo cariz. Esta puede ser la razón de la materia que percibimos y nos rodea como resultado de nuestra propia creación, admitiendo la existencia de otras clases de materias independientemente de que las percibamos o no, pero que ahí están, y también son creación nuestra, solo que pocos de nosotros somos capaces de crearlas y asimismo, pocos podemos percibirlas.
De lo expuesto podría deducirse que la forma es la energía y la materia su fuerza, lo que equivale a expresar que la forma es un cuerpo etérico y la materia otro más físico, puesto que la relación entre ambos se manifiesta por el movimiento que la energía etérica origina produciendo unidades materiales elementales (protones, electrones y neutrones) para organizarse en átomos, que a su vez, se agrupan formando las distintas materias debidas a las diferentes formas de organización molecular que provocan las fuerzas de atracción y de repulsión magnéticas.
En cuanto el lenguaje humano se adapte a la forma y el angélico a la materia, se podría producir un movimiento entre cargas eléctricas tanto positivas como negativas, que originaría una electricidad resultante del equilibrio cuyo símbolo es la luz, esa luz que todas las religiones y credos preconizan, manifestándose en las cualidades humanas de la fraternización y la paz. La lucha tiene un ámbito de existencia limitado al plano donde se produce, pero no existe cuando lo superior o espiritual entra en contacto con lo inferior o material, ya que en un mismo plano están operativas tanto las fuerzas atractivas como las repulsivas, mientras que son inexistentes entre dos planos distintos debido a que el superior actúa como energía creadora y el inferior como fuerza responsiva.
Este puede ser el principio de la luz, de la fraternidad y de la paz cuyo secreto permanece en la capacidad de ejercer control en dos planos simultáneamente para lo que el hombre y el ángel tendrán que aprender a comunicarse. La cuestión que podríamos plantearnos ahora es a quién corresponde el primer paso, ¿al hombre o al ángel?
4.- Entre el espíritu y la materia, ¿quién ha de iniciar el movimiento?
Parece que la generalidad de creencias en las que nos sustentamos mantengan que estas consecuciones no son responsabilidad, ni atributos ni incumbencia exclusivamente humanos pretendiendo que sean los ángeles quienes nos los proporcionen, por lo que estamos tratando de educir en este trabajo una lógica coherente para admitir que todo equilibrio y armonía es el resultado de la acción conjunta entre el hombre y el ángel, insistiendo en que tan solo es necesaria una premisa, la de que nos relacionemos y para este fin hemos de comunicarnos expresándonos en el lenguaje del otro.
H. Bergson (1.896), en su obra “Materia y memoria” distingue entre el movimiento corporal y el espiritual, afirmando que “no existe cambio en la materia si no se produce antes en el espíritu”, e identifica a todo lo espiritual con el propósito o intención humana y a lo material con la impresión que produce dicho propósito en la materia, relacionando a ambos mediante la memoria o experiencia. De manera análoga pretendemos someter a la consideración de quien lea que le corresponde a la parte espiritual el primer movimiento, y esta la ostenta el ser humano cuya combinación con el ángel propiciará la experiencia del equilibrio en manifestación y no de un equilibrio que existe solo y permanentemente en el deseo, sin reflejo material alguno, por lo que nunca llega a ser realizado constituyendo la base de la ansiedad humana y de la constante búsqueda.
Así pues, existe un reconocimiento implícito respecto de quien ha de iniciar la acción, es la parte espiritual a través de un propósito o intención para que se manifieste esa energía organizativa en la materia, por lo que estamos afirmando que es el ser humano quien ha de iniciar ese movimiento desde el conocimiento científico, no desde el místico deseo.
A propósito de lo anterior, Maimónides ha dejado dicho: “El único camino para llevar a cabo el amor de Dios es comprendiendo las obras de su mano, el universo natural. Saber cómo funciona el universo es crucial para una persona religiosa, porque este es el mundo que Él creó”. Y en el mismo sentido, Albert Einstein decía: “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”
Este es el objetivo de nuestro actual trabajo, expresar la experiencia humana manifestada en el tiempo, tal como la memoria inserta en las construcciones arquitectónicas, en las artes, en las creencias o en la organización material de otros reinos, para ver su similitud respecto de las estructuras del universo, comparando y estableciendo analogías entre los movimientos macrocósmico y microcósmico así como entre los pueblos, asociaciones e individuos, lo que determina que las normas seguidas por la humanidad para expresar los cánones de la belleza y de la armonía son los mismos que siguen el reino animal, el vegetal o el mineral como así también el propio Cosmos, pudiendo llegar a la conclusión de que rige una Ley Universal, la misma para cualquier plano de manifestación y en cualquier reino, sea espiritual o material, diferenciándose tan solo en la organización cuyo efecto es la expresión material de un orden o propósito previamente gestado.
El movimiento es inseparable del proceso evolutivo, y parece que progresa en el sentido de que se van reduciendo el número de personas de cada creencia a cambio de aumentar el fanatismo, camino indicador de que la consciencia individual va adquiriendo mayor potencia que la grupal, ya que se reduce el número de individuos que forman un grupo mientras que aumenta la cantidad y potencia de las individualidades independientes que se bastan a sí mismas, lo que equivale a decir que el ser humano ha desarrollado mayor potencial individual de voluntad para gestar un propósito por sí mismo, acción que libera progresivamente del dogma a través de una mayoritaria fe, pues la creencia y la confianza en la propia individualidad carece de dogmas y espanta la ignorancia en las multitudes. Es este sentido interno de la fe en sí mismo el que pretendemos exponer a quien lea y que constituye la fuerza motriz del propio proceso evolutivo en el que han de combinarse dos elementos, el humano en cuanto a la percepción, conocimiento y control espirituales desde el plano material y el angélico haciendo lo propio respecto de la materia, pero desde su plano espiritual.
Esta acción o movimiento hace que siempre existan ángeles atraídos o repelidos por una determinada intención humana, manifestándose de manera semejante a como lo hace el fenómeno del magnetismo, significando que los ángeles no tienen voluntad tal como la percibimos los humanos ni poseen una conciencia sobre el bien y el mal como la nuestra. Estas fuerzas atractivas y repulsivas son las que originan el movimiento, pues de la misma manera que la electricidad es el efecto producido por el desplazamiento de cargas eléctricas porque una polaridad atrae a las cargas de la otra, así ocurre cuando dos personas dialogan intercambiando sus expresiones, provocando una electricidad cuya manifestación objetiva es todo aquello que percibimos. El camino quizás consista en evolucionar hacia la percepción de ideas siendo estas las que provoquen la sensación, que a su vez producirá la correspondiente respuesta física. De esta manera, probablemente nos rodearíamos de un mundo distinto.
Cuando la relación se produce entre seres incapaces de actuar conscientemente en planos distintos, hay que estar muy atentos y apercibidos porque siempre existe en nosotros la tendencia hacia la reacción, debido a que se están relacionando dos polaridades o centros del mismo signo, es decir del mismo plano o reino, tendiendo a imponerse la repulsión sobre la atracción o al revés, pero cuando el intercambio se debe a la relación entre seres que han desarrollado la capacidad de actuar conscientemente en otros reinos o planos de manifestación, el contacto se produce entre polaridades de distinto signo ejerciendo uno como polaridad positiva y el otro como negativa, el intercambio los trasciende a ambos y el orden o poder organizativo de un plano se manifiesta como energía en la materia o fuerza del otro plano, sin que ninguno de los dos planos haya tenido que elegir, ni pugnar ni justificarse para ser el superior. Aquí podría residir la razón del esfuerzo humano para alcanzar un estado de mayor perfección espiritual, o utilizando una mística expresión aunque muy significativa, diríamos para que el plano del cielo se manifieste en el de la tierra.
Así podría explicarse, quizás, el por qué de la afirmación esotérica referente a que estamos utilizando tan solo el aspecto negativo de la electricidad de nuestro planeta, ya que no somos capaces de relacionarnos a través del intercambio entre seres de diferentes planos en manifestación de la misma manera que no hemos encontrado todavía la manera de aprovechar las electricidades existentes de forma combinada, por lo que el movimiento general no sale del propio reino humano evitando que cambie de polaridad debido a que utilizamos tan solo ese tipo de electricidad, la de la masa material de nuestro planeta manifestándose en el comportamiento humano como repulsión, confrontación y lucha que provocan reacción, tal como corresponde a cargas eléctricas del mismo signo, que se repelen. Esta fuerza de repulsión no es otra sino la del egoísmo, esa fuerza que no permite que salga nada al exterior porque lo desea todo para sí mismo pareciendo que estemos describiendo a un agujero negro, pero será así mientras no desarrollemos la capacidad de actuar bajo la dualidad de propósito-realización, lo que facilitará de manera análoga, el descubrimiento de cómo generar esa tercera electricidad cuyo símbolo es la luz a la que hacíamos referencia en el apartado 3º, mediante la combinación entre la positiva atmosférica como parte espiritual y la negativa terrestre como parte material.
Este es el momento en el que tendremos que exponer a quien lea, algunas consideraciones acerca de la materia y del movimiento, concretamente tres aspectos, el primero sobre la experiencia que nos ha legado creer en los ángeles a través del tiempo, el segundo trata sobre la afirmación de que la materia es el mal y el tercero sobre el movimiento en espiral, la repetición de un ciclo o la reencarnación.
5.- La materia, el mal y los ángeles caídos o demonios como copartícipes en la construcción del mundo material.
Aristóteles y sus seguidores expresaban la estrecha relación entre materia y forma, de la misma manera que en el teatro griego intervenía un actor con la máscara de dos caras que simbolizaban un aspecto material y otro espiritual en el mismo personaje, lo que puede significar que para los griegos de aquella época, materia y forma constituían un conjunto y no dos entidades separadas, resultando que la sociedad persa preconizaba la dualidad y la griega la unidad, propiciando el enfrentamiento entre ambas sociedades, sin embargo Grecia adoptó el criterio persa y comenzó a escenificarse el bien y el mal mediante dos actores distintos para dar mayor poder representativo a cada uno de los aspectos, atrayendo la atención del espectador ahora hacia el bien y luego hacia el mal. Esta separación creó un afán por atribuir al aspecto del bien cada vez mayores cualidades diferenciándolo del mal, al que se le asignaban las peores veleidades para distinguirlo cuanto más mejor, evolucionando hacia la personificación y antropomorfización de ambos, de manera que se llega a la identificación del bien y del mal con cualidades, vicios y formas humanas.
¿Qué es el mal?. Lo hemos definido de muchas maneras, por lo que resulta manifiesta la diversidad humana y entre ellas resaltamos la que afirma que “es la privación del bien”, o la de Balmes cuando afirma que “es la privación de determinado orden”, y la de Tomás de Aquino cuando dice que “es la carencia de algo debido”, pero ninguna de ellas personifica al mal, tal como si que lo hacen las creencias mayoritarias, sino que generalmente se atribuye el mal a la carencia del bien, a la falta de una organización o a la anulación de un derecho, sin caer de lleno todavía en su antropomorfización.
El dogma que define al mal lo expresa diciendo que Dios creó por igual a todos los ángeles, pero cuando hay quien afirma que los demonios se rebelaron contra Dios porque se sintieron poderosos provocando el mal en el hombre, u olvida, o no sabe, o no le conviene saber alguna de las anteriores definiciones ya que, si el mal es la carencia o la privación de algo, podría interpretarse que Dios habría creado a unos ángeles mejor dotados que a otros y los menos poderosos se “rebelaron” quizás porque pretendían tener el mismo poder que los demás.
Argumentaremos sobre dos aspectos que estimamos necesarios para continuar con nuestras deducciones, el primero consiste en una escueta exposición sobre las tendencias y dogmatismos que se han seguido acerca de la creencia en los ángeles y en el segundo expondremos razones en las que puede subyacer el reconocimiento de que forman parte de la construcción del mundo material y debido a ello, se ha identificado dicha tarea con el mal siendo los demonios sus artífices, evitando la asunción de responsabilidad alguna por parte del ser humano que ha impuesto un sistema dogmático en el que se separa el mal de la voluntad personalizándolo a través de la creencia en el diablo, al mismo tiempo que se sitúa la máxima expresión del bien en una deidad inalcanzable y alejada de la humanidad, por lo que hemos creado un representante para las cualidades y otro para los vicios, de manera que nos sobra la voluntad para decidir un propósito que habría de ser concebido por el individuo y realizado en grupo, en cambio vivimos inmersos en propósitos grupales que los ejecutamos también grupalmente.
Así pues, parece que la labor de constructores del mundo material no sea tarea exclusiva del ángel, sino que tenga que producirse como resultado de la combinación entre la acción humana y la angélica.
6.- Breve proceso evolutivo sobre la creencia en los ángeles
La etimología de la palabra ángel nos remite al latín y al griego, cuyos significados coinciden en “mensajero”, de la misma manera que se describe en el Antiguo Testamento con la palabra hebrea mal’akh y a la que se le atribuye el mismo significado.
En el siglo VI adC, quedaron recluidos los judíos en Babilonia y condenados a la esclavitud, por lo que desarrollaron la creencia en unos seres espirituales más próximos a ellos de lo que sentían a Dios, ya que pensaban que los había abandonado al sufrimiento, bajo la esperanza de que les proporcionarían la liberación y les traerían la paz y el bienestar, emulándolos como seres protectores del pueblo judío a la vez que portadores del progreso social, del poder y de las riquezas que en aquellos momentos carecían y utilizando una simbología basada en la luz, pues en el libro de Daniel 10:5, se describe así al ángel: “Levanté los ojos y ví a un hombre vestido con tela de hilo y cinturón de oro puro, su cuerpo me permitía ver lo que había detrás, su rostro brillaba como el relámpago y sus ojos como encendidas antorchas”.
Para el culto israelita, Yahvé era un dios dual que propiciaba tanto el bien como las catástrofes (Deuteronomio, cap. 28), de manera semejante al teatro griego que representaba al bien y al mal en un mismo personaje. Esta creencia monoteísta convivía con otras politeístas en las que existía un dios para cada función humana, así como que se prestaba culto a deidades tanto de sexo masculino como del femenino, pues en Génesis, 3: 8-13, se considera a Dios como masculino, tal como lo hicieron los egipcios, los babilonios con Marduk o la ciudad de Nínive con Asur el Guardián. Estas deidades son asumidas como dioses menores que están al servicio de la deidad mayor y dado que el pueblo de Israel concede a Yahvé la única y absoluta divinidad, considera que las deidades menores no son dioses, por lo que reniega de adorarlos y mostrarles pleitesía. Comienza así la creencia en los ángeles en que se convierten aquellas deidades inferiores al servicio de otra de mayor poder, siendo todo ello el resultado de la conquista de un pueblo por otro, de manera que la deidad del pueblo conquistado y sus gentes han de mostrase sumisas ante las creencias del conquistador, hecho que propicia el camino hacia el monoteísmo.
Para el creyente israelita, los atributos de su propia divinidad le resultan ya inalcanzables, pues sometido al cautiverio y a la esclavitud, se siente abandonado por el poder divino que ha permitido que sufra y, además, se le prohíbe practicar la creencia en cualquier divinidad protectora existente en otras sociedades, por lo que recurre a los ángeles, dotándolos de alas y con los atributos de la luz y del resplandor simbolizando el poder concedido por los humanos a lo divino, asignándoles la misión de intermediar entre el hombre y ese inalcanzable dios como mensajeros en ambos sentidos y confiando en que elevarán al plano en el que reside la deidad, todas las invocaciones y peticiones humanas para conseguir el perdido estado de bienestar y de paz.
Se observa que la creencia en los ángeles pudiera haberse originado principalmente por dos motivos, en el primero por la falta de relación entre el ser humano y aquellas deidades menores que antaño protegían a cada lugar comunicándose con los hombres a través de oráculos, sacerdotes o revelaciones de cualquier otro tipo, y en el segundo por la necesidad de llenar ese vacío que dejaba la ausencia de relación con lo superior, materializándola de alguna manera a través de la creencia en una entidad sobrehumana para seguir expresándole devoción y rendirle el culto debido, por lo que comienzan a proliferar imágenes sobre dioses menores o ángeles en tal cantidad y de tal manera que llegan a prohibirse, tal como se afirma en el libro Éxodo 20:4, “No realizarás imagen ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra ni en las aguas debajo de la tierra” .
El movimiento entre lo divino y lo humano ha evolucionado desde ser una posibilidad objetiva hasta convertirse en una creencia que se nutre de la imaginación y del deseo provocados por una situación de necesidad y penurias a la que hay que añadir la falta de aquella relación objetiva y perceptible con las deidades menores, y dado que realmente no se produce ese intercambio sino que la comunicación se limita al propio reino humano en forma de ansiosa fe, se invoca a una deidad superior a las demás para que conceda determinado estado en el futuro pero rechazando lo incómodo y penoso del presente, por lo que podríamos diferenciar dos clases de relación consciente que producen movimiento:
1ª.-La que se sirve de las estructuras del pasado para que se repitan en el presente,
2ª.-y aquella que utiliza las estructuras presentes adecuándolas constantemente al futuro.
Ambas relaciones implican movimiento. La primera se produce entre el pasado y el presente, que son dos estructuras materiales ya existentes por lo tanto de la misma polaridad negativa y se repelerán, mientras que la segunda relaciona el presente como polaridad negativa con el futuro que, por no estar materializado aún, es de polaridad positiva, y en este aspecto rige la atracción como corresponde a polaridades de distinto signo, manifestándose como afinidad, fraternidad y ausencia de reacción. Este estado de cosas podría ser la paz. La relación descrita se estaría produciendo entre dos planos distintos, uno manifestado en la materia y que corresponde al humano, el otro que todavía no lo está y correspondería al ángel.
Pero ¿cómo puede efectuarse la relación consciente entre seres de otro plano si nos falta la capacidad de prestar atención y de ser conscientes de las que se producen en nuestro propio plano humano?
Todo movimiento implica necesariamente una acción, y parece que existan intereses en todos los tiempos para anularla evitando el movimiento, pues la relación con un ser de otro plano distinto al humano, sea llamado ángel o dios, la hemos limitado a su veneración, a adorarle y a temerle, esperando como última recompensa la posibilidad de contemplarle mirando su rostro, admirando su magnificencia y deslumbrándonos con su gloria, tal como reza en Mateo, en el 18-10, “Los ángeles ven de continuo el rostro de mi Padre que está en los cielos”, siendo esta contemplación tenida como la más excelsa de las manifestaciones de adoración y en ella se basa la recompensa de la fe, de la creencia y del cumplimiento del dogma establecido separando y excluyendo a quienes no crean lo mismo así como destinándolos a un fuego y sufrimiento eternos y cuando no, se les ha aniquilado. De esta manera vivimos inmersos en nuestro propio deseo sin trascenderlo, por lo que no salimos del mismo plano nutriéndonos de las fuerzas de repulsión existentes cuando predomina la misma polaridad, la de la materia o de la electricidad negativa, de ahí que las fuerzas que se manifiesten mayoritariamente entre nosotros no son otras sino las de la repulsión, constituyendo la base de nuestra humana separatividad.
En la antigua Persia se iniciaron una serie de reformas con la intención de abolir el culto politeísta invalidando a los dioses egipcios e indo-iraníes entre otros y haciendo prevalecer el culto a un dios único, Ahura Mazda, llevando este culto a lo largo de la Ruta de la Seda y a todos aquellos lugares en los que se comerciaba, así ocurrió con China y las religiones budista e hinduista que adoptaron a la luz como su principal símbolo, sin embargo, el zoroastrismo admite a las otras deidades considerándolas menores para confraternizar las creencias politeístas de aquellos pueblos en los que dominaba, aunque dicha confraternización fuese impuesta e interesada, atribuyendo a esos dioses la labor de mensajeros y sirvientes del dios principal para convertirse en los ángeles buenos, a la vez que separó del único y buen dios la actividad de producir catástrofes y sufrimiento, asignando este menester a Ahrimán, que de la misma manera que Ahura Mazda, también tenía sus mensajeros o ángeles pero malos y que tanto los buenos como los malos, se creía que coexisten en el interior del cuerpo de cada ser humano, convirtiéndose los malos en los demonios del catolicismo posterior. Ahrimán y Mitra eran considerados los dos hijos de Ahura Mazda, con la diferencia de que a Mitra se le tenia como una de las potencias de la luz y a Ahrimán de la oscuridad, pero Zaratustra abolió el culto a Mitra y al fuego para conceder todo el poder a un dios único asignándole como símbolo el resplandor del fuego, es decir, a la luz, dejando solo a Ahrimán como único representante de la oscuridad y del mal que provocan el poder al servicio de sí mismo, poder que abrasa y destruye. Se personalizó al bien y al mal convirtiéndolos en dos entidades externas y ajenas al hombre, representándolas a ambas mediante formas humanas en el interior de los templos dedicados a una deidad superior.
Las enseñanzas de Zaratustra se recogen en los escritos conocidos como “El Avesta”, cuya parte más antigua la constituyen los himnos “Gatha” transmitidos oralmente a lo largo de siglos, especulándose sobre si fue el propio Zaratustra quien los escribió bajo el mandato y revelación del mismo dios Ahura Mazda para que se conservara la verdadera religión, siendo redactados en un lenguaje muy similar al Rig Veda ya que sus lectores lo comprenden perfectamente. En todas las creencias se observa la secuencia repetida de que un ser humano recibe la revelación directa de otro ser divino para que la transmita y que constituya un dogma diferenciado de los otros, estableciendo una pugna entre dogmas que se disputan la auténtica revelación de la verdad. Es decir, que concedemos la más elevada de las consideraciones humanas ante la creencia de que alguien ha trascendido el plano humano y ha logrado comunicarse con algún ser de otro plano. Da la impresión de que vivimos en las mismas circunstancias en las que vivieron nuestros antepasados hace casi tres mil años.
El sistema de creencias que se anulan en un momento para restablecerse en otro, va derivando en dogmatismos adoptados por las distintas religiones, llegando hasta nuestros días a través de las tres monoteístas actuales, el cristianismo, el judaísmo y el islamismo, influencia reconocida en escritos, (como los del libro de Isaías en 45: 5-7), y en estudios sobre la influencia del zoroastrismo. Llegamos al momento en el que puede resultar oportuna la breve comparación entre las consideraciones que los ángeles merecen a las tres religiones monoteístas mayoritarias.
7.- Consideración que le merecen los ángeles a la iglesia católica. ¿Son personas o espíritus?
Pablo de Tarso dice en Hebreos 13:2 “No os olvidéis de la hospitalidad, porque gracias a ella, algunos hospedaron ángeles sin saberlo” En el IV Concilio de Letrán del año 1.215, y en el Vaticano-I, se afirma “Dios creó de la nada a una y a otra criatura, a la espiritual y a la corporal, es decir, a la angélica y a la mundana …” y en el Código de Derecho Canónico, canon 1364, se impone el castigo de la excomunión a quien niegue la existencia de los ángeles porque constituye pecado mortal.
En el Eclesiastés, 18-1, se afirma que “El que vive eternamente lo creó todo por igual” refiriéndose a que todo fue creado por la misma voluntad divina y así se evita la polémica sobre si los ángeles fueron creados antes o después que los hombres, polémica que pretendió zanjarse mediante el decreto Firmiter contra los cátaros, en el que se afirma que los ángeles fueron creados con anterioridad a los hombres, afirmación repetida por el Concilio Vaticano-I en el decreto Dei Filius, en el que se dice :”las criaturas corporales y las espirituales fueron creadas al mismo tiempo y después Dios creó a la criatura humana que, compuesta de espíritu y de cuerpo, abraza en cierto modo a las dos”.
Según lo expuesto, Dios crearía dos clases de criaturas en el principio, las espirituales y las corporales, y a las humanas las creó después a partir de las que ya existían. Otra afirmación a este respecto es la del papa Pío XII en su D.S. 3891, en la que diferencia entre tres clases de personas, las divinas, las angélicas y las humanas, admitiendo que los ángeles son personas y no espíritus. Sin embargo, el autor de la Epístola a los hebreos, en el 1-14, se pregunta: ¿es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación? refiriéndose a los ángeles.
Existe polémica, pues, respecto de si los ángeles son espíritus o personas, y en el seno del cristianismo encontramos afirmaciones que se contradicen entre sí, pues en los libros del Antiguo Testamento aparecen los ángeles ensombrecidos ante la relevancia del mensaje que transmiten al ser humano considerándoseles como impersonales. Por tal motivo y por pertenecer a la primera jerarquía angélica, son seres divinos que no pueden invocarse ni ser utilizados para los ministerios menores o exteriores, afirmación contenida en Tobías XII-15.
El papa Pío XII, en su afirmación sobre las tres clases de personas, sitúa a los ángeles en un nivel intermedio, a los hombres en el nivel más bajo y a las personas divinas en el más alto grado, considerando que los seres divinos no pueden relacionarse con las personas humanas debido a que nos destruirían por su poder y resplandeciente luz, emulando aquella creencia en la que Zaratustra abolió el culto al fuego quedando su resplandor, creencia extendida por doquier y que cada religión la ha adoptado a su manera, así, respecto de las personas divinas, las creencias orientales las denominan “los tres Kumaras” que se negaron a formar parte del proceso de la creación debido a su elevado grado espiritual que les impide entrar en contacto con la materia. Puede observarse cierta similitud entre lo oriental y lo católico.
La iglesia católica asigna la labor de aquellos “tres Kumaras” orientales, personas divinas o jerarquía angélica de orden superior, a los arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael. Gabriel es el comunicador, “Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios”, dice en Lucas 1-19, y su nombre significa “Dios es mi protector”. A Miguel le asignan el trabajo de luchar contra el dragón o demonio, su nombre significa “Nadie como Dios” y protagoniza el designio de enviar a los buenos al cielo y a los malos al infierno en el día del juicio final. Mientras que a Rafael se le da el significado de “Medicina de Dios” y su tarea es la de curar las enfermedades y proteger de las tentaciones del diablo.
La Anunciación: el ángel Gabriel anuncia a María que va a ser la Madre de Dios (El Greco, 1575)
Tanto las creencias orientales como las occidentales, han dividido al universo en 7 considerándolo septenario, unos respecto de los “7 Kumaras” y otros respecto de los “ángeles de las siete iglesias”, tal como aparece en Apocalipsis, asignando el símbolo de la luz o resplandor a la cuarta jerarquía intermedia debido a que permite el contacto entre las jerarquías superiores y las inferiores, teniendo todas las creencias a un representante de esa luz que contacta lo divino o superior con lo humano o inferior, llámese Cristo, Buda, Muhammad o Mahoma o de cualquier otra manera, siendo esta la misma creencia que encontramos al remontarnos hasta el imperio persa con Zaratustra y la esperada llegada del Peshotan, con idénticas características que las que actualmente profesamos respecto de la llegada del Cristo o de cualquier otro mensajero de Dios que en cada creencia y tiempo se venere.
Estas siete iglesias a las que se alude en las tres religiones monoteístas, tienen asignados a los arcángeles sus respectivos nombres que en algunas ocasiones son coincidentes, y debido a que parece que tengan la misma raíz zoroastriana, referimos los nombres del zoroastrismo también para que puedan compararse, con la advertencia de que ignoramos si se corresponden exactamente con el orden que les hemos asignado en esta última creencia:
Judaísmo Cristianismo Islamismo Zoroastrismo
Miguel …………… Miguel ………… Miguel ……….. Spenta Mainyu
Gabriel …………… Gabriel ………… Yibril ……….. Asha Vahishta
Rafael …………… Rafael ………… Israfil ……….. Xshathra Varya
Uriel .…………. Uriel ………… Azrael ……….. Spenta Armaiti
Sariel …………… Selafiel ……… Malik ………… Haurvatat
Raguel …………… Jegudiel ………… Munkar ……. Ameretat
Remiel …………… Baraciel ………… Nakir …….. Vohu Mano
Agustín de Hipona habla así del ángel: “El nombre del ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza te diré que es un espíritu; si preguntas por su oficio te diré que es un ángel”. La mayoría de las opiniones emitidas acerca de la influencia persa en nuestros días, afirman que Zaratustra fue el verdadero padre ideológico de Pablo de Tarso y de Agustín de Hipona, pues en el imperio persa ya se creía en “la caída” de los ángeles y en la pérfida naturaleza de los demonios, asimismo, ha servido de base para múltiples interpretaciones posteriores de las que se han servido especialmente las religiones monoteístas, encontrando motivos algunos investigadores para afirmar que han inspirado a autores místicos como Juan de la Cruz y Teresa de Jesús.
Tomás de Aquino, en la Summa Teologica, no se pronuncia sobre si son personas o espíritus sino que establece la lógica de que cada Reino se encuentra a determinada distancia de Dios y el reino de los ángeles es el más próximo, tal como corresponde a su categoría de “criaturas intelectivas y puramente espirituales”, mientras que al hombre le concede la facultad del “imperfecto entendimiento” porque está más alejado de Dios, situando a los demonios como los más alejados de la creación y por su propia voluntad.
En Hechos de los Apóstoles, 23:8 y también por boca del historiador judío Flavio Josefo, se denunció hace 2.000 años que los saduceos no creían en los ángeles, negaban la resurrección y la existencia de los espíritus, por lo que el cristianismo los consideró rebeldes y merecedores del castigo de Dios, castigo del que se librarían quienes creyesen. Asimismo, tampoco creen en ellos los materialistas y racionalistas, con los que la iglesia católica mantuvo una febril lucha a principios del siglo XIX bajo el papado de Pío IX con la publicación del Syllabus y las definiciones que impuso el Concilio Vaticano-I.
Dante Alighieri, contemporáneo de Tomás de Aquino, realiza un imaginario viaje en su obra “La divina comedia” explorando el cielo y las categorías angélicas, destacando un dato que se preconiza en aquel tiempo y del que todavía se sirven las creencias actuales, y es el referido al poder del ángel, pues cuanto mayor y más intensa sea la creencia en Dios mayor poder concede sobre la tierra, de manera que aquel que no crea, nada tiene que hacer, sea ángel o sea hombre. De esta manera se recoge en escritos como el libro Éxodo en 23, 20-22, en el que se afirma “si escuchas atentamente la voz del ángel y haces todo lo que yo diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios mis adversarios”, pues escritos como este se han tomado en referencia a la hora de criticar y considerar una u otra creencia, llegando a la violencia, a la imposición y a la barbarie.
Siempre puede encontrarse algún detalle común entre dos religiones, como lo es respecto de la función atribuida a los ángeles, a los que el Islam considera como escribientes y el catolicismo como testigos en el juicio final. Detalle en común del que, junto a otros muchos, podría deducirse la posibilidad de que ambas religiones, junto con el judaísmo, entroncasen en otra creencia anterior a todas ellas, sin embargo las diferencias sobre ciertos matices abren una brecha que lleva al fanatismo y a la separación.
Relativo al sexo de los ángeles no hay nada definido y claro, generalmente los refieren como masculinos, aunque existe alguna excepción, como la contenida en el libro de Zacarías, del Antiguo Testamento, en la que se relata la visión de “dos mujeres en las que había viento en sus alas, tenían alas como las de cigüeña”, considerándoseles como andróginos en otros textos. Es decir, que no lo sabemos, porque tratamos de analizar a los ángeles desde nuestro plano humano, y para poder hacerlo realmente tendríamos que desarrollar la capacidad de relacionarnos conscientemente con seres de planos distintos al nuestro o continuar creyendo en aquello que nos diga alguien que nos merezca confianza, y todos no coincidimos en ello.
8.- Consideración que merecen los ángeles en el Islam. Los Ifrit o genios.
El Islam considera a Yibrail, el arcángel Gabriel, como el más elevado de todos los ángeles, y que transmitió a Muhammad o Mahoma el libro sagrado del Corán. Se le asignan a Yibrail hasta seiscientas alas. Cree que los ángeles han sido creados de la luz, y no de la nada como dice el cristiano, y una de sus principales funciones es la de anotar todas las obras que hace el creyente, tanto lo bueno como lo malo, son los ángeles escribientes. Están dedicados exclusivamente al servicio de Alah y no al de los hombres, pues respecto a nosotros su labor es protegernos y transmitir al Creador todo lo que hacemos en la tierra.
Distingue entre dos clases de ángeles, aquellos que han sido creados de la luz, puros, sin voluntad y sin libre albedrío, y los que han sido creados del fuego pero sin humo, los genios llamados Ifrit, de agrio y maligno carácter aunque hay de ellos sin maldad, cuyo jefe es Iblís, que, como los humanos, tienen libre albedrío y voluntad, por lo que han podido elegir entre servir a Alah o a sí mismos. Queda de manifiesto otra notoria diferencia con respecto al cristianismo, ya que el Islam considera que los ángeles puros no tienen entendimiento ni libre voluntad, por lo que no pueden haber elegido el mal y dejar de servir a Alah.
También el Islam considera a tres clases de personas, tal como lo hace el cristianismo, así, el Corán, en 15, 26-27, dice: “hemos creado de barro al hombre, de arcilla moldeable. Antes, del fuego ardiente habíamos creado a los genios”. Para el Islam, los genios son la tercera raza creada por Alah, siendo la segunda los hombres y la primera los ángeles, además, los genios son tangibles aunque pueden tornarse invisibles al ojo humano, y cuenta la tradición que podremos verlos al final de los tiempos. Lo curioso es que el Islam considera que los genios pueden casarse y procrear como los humanos, y fue esta la razón por la que la jurisprudencia islámica del Medioevo llegó a regular el matrimonio, descendencia y herencia debidas a uniones entre genios y humanos.
En Marruecos, en una aldea del Atlas llamada Sidi Shamharush, se venera a uno de estos genios del mismo nombre que la aldea, al que acuden las gentes de todos los lugares para ganar la baraka o bendición del santo, cuya vida durante el día adopta el cuerpo de un perro negro y durante la noche tiene forma humana. El Islam cree que puede controlar a los Ifrit o genios y ha podido encontrar encantamientos mágicos para dominarlos, pues tal como se describe en “Las mil y una noches”, Sulaymán o Salomón, hijo de Daud o David, es considerado como el jefe de los Ifrit y aquellos que no le obedecieron fueron encerrados en jarrones sellados con plomo y con el nombre de Alah impreso. Para los tuareg, los genios son los tentadores en el desierto y actúan como ladrones nocturnos, y para otros muchos musulmanes, especialmente los de la India, son molestos invasores de la paz del hogar y agreden la inocencia de los seres más débiles, para lo que utilizan unos rezos o suras contenidos en el Corán a través de un ritual muy semejante al exorcismo católico.
El Islam también tiene ángeles femeninos, las huris o hermosas vírgenes del paraíso descritas en el Corán como que fueron creadas de azafrán, almizcle, ámbar y alcanfor, de tan radiante luz que “se pueden contemplar a través de 70 pliegues de seda”, cuya misión es la de recibir al creyente que muere y entra en el Paraíso, ofreciéndosele y dándole placer tantas veces como haya respetado el ayuno y realizado acciones buenas a su pueblo.
9.- Consideración que merecen los ángeles para el judaísmo.
Los israelitas estaban rodeados de culturas y creencias politeístas, y para evitar mayores confrontaciones con los pueblos vecinos adoptaron sus deidades bajo la forma de servidor y mensajero entre Israel y Dios, lo que acabó por acumular toda una corte celestial de deidades obedientes y respetuosas a las que asignaron alas, seguramente por la influencia de las culturas mesopotámica y persa. De la misma manera actuaron los romanos, absorbiendo las divinidades de los lugares que iban conquistando y haciéndolos dioses de Roma. De manera semejante en las tres religiones se relata la revelación de la verdad mediante la intercesión de un ángel de elevado rango, pues para los persas fue comunicada a Zoroastro repitiéndose el mismo modelo en todas las demás creencias, ya que para el cristianismo Gabriel anuncia a María, en el judaísmo Gabriel anuncia y revela a Abraham y en el Islam, Gabriel hace lo mismo con Mahoma.
Para el judío no existen los dogmas de fe, le bastan los halajot o normas de comportamiento contenidas en la Torá y que son 7, más sus derivados para los gentiles a los que hay que añadir otros 613, más los decretos rabínicos para los judíos, por lo que encuentran ridículo e inútil hacer especulaciones y pensar en los ángeles, debido a que sus funciones están fuera del alcance del entendimiento humano. Los ángeles están considerados por el israelita como seres puros y perfectos, por lo que no han tenido posibilidad de separarse de Dios y están incapacitados para hacer o desear el mal, de manera que los demonios o ángeles caídos no tienen fundamento en la verdad judía. Para el judaísmo, el ángel carece de libre albedrío y de voluntad propia, pues tan solo es un siervo sumiso a la voluntad de Dios, quedando marcada esta pequeña diferencia de matiz, (que será insalvable y enormemente grande para otros), respecto de sus vecinas el cristianismo y el Islam.
10.- Conclusión sobre las consideraciones monoteístas acerca de los ángeles.
El cristianismo preconiza la creencia de que los ángeles tienen entendimiento, libre albedrío y voluntad en un grado muy superior al humano, situándose en su extremo opuesto el judaísmo, con la creencia de que los ángeles no tienen tales entendimiento, libre albedrío y voluntad, sino que, como espíritus de extrema pureza, no tienen la capacidad de decidir el mal sino la de servir, contemplar y adorar a Dios. Mientras que el islamismo se sitúa entre ambos extremos adoptando la creencia de que existen unos ángeles provenientes del fuego con libre albedrío y voluntad propia, los genios, y otros, los propiamente denominados como ángeles, que provienen de la luz y carecen de aquella voluntad y decisión propias porque se han sometido eternamente a la voluntad de Alah.
Las tres religiones mantienen un fin doxológico respecto de lo divino, y la máxima expresión de la adoración se atribuye a los ángeles: “Bendecid a Yahvéh vosotros sus ángeles todos, alabadle todos sus ejércitos” de manera que se cree en que la máxima recompensa en el cielo consiste en ver a Dios, adorarlo y contemplar su gloria a través de Cristo, Muhammad, Moisés o cualquier otro profeta, como centros directores y organizadores del mundo angélico.
Y por estas diferencias, el ser humano ha sido y continúa siendo capaz de matar a otro. Matar es un movimiento, una acción que expresa nuestro separativo, exclusivo, diversificado e individualizado lenguaje, lo hace el animal y lo hace el hombre, y siendo como son reinos distintos, no se trata de que el hombre imite los actos del animal transportándolos al propio plano humano, sino de que el reino animal se humanice, es decir, que todo lo más material o inferior acabe siendo el fiel reflejo de lo superior o más espiritual, para lo que se necesita algo que reflejar y la capacidad de hacerlo.
11.- Los ángeles caídos o demonios. Una posible evolución de la creencia en ellos.
En el madrileño Parque del Retiro se exhibe una escultura dedicada al ángel caído de la que se afirman dos cosas, que impresiona y que es la única existente en Europa.
El Ángel Caído (R. Bellver, 1877), en Madrid (España).
La creencia en diversas deidades arraiga desde el principio de los tiempos y se erigía un templo para cada divinidad a la que se le rendía culto a través del que se le invocaba protección ante las calamidades y desastres, por lo que se creía en que unas deidades eran más poderosas que otras en función del grado de calamidad sufrido y se representaban en el interior del templo las circunstancias en las que se había producido algún hecho porque se creía que de esta manera, las personas que se encontrasen involucradas en parecidas situaciones estarían bajo la protección de una determinada divinidad y no sufrirían graves consecuencias, tal como ocurría con los dioses guardianes de las ciudades, así los mencionados dioses Marduk respecto de Babilonia o Asur del de Nínive.
Aparecieron templos dedicados al culto de unas divinidades en las que se habían integrado mayor número de circunstancias que en otros y se creía que protegían en mayor variedad de situaciones que las demás deidades, por lo que eran objeto de mayor veneración, así evolucionó la creencia en una sola deidad que era capaz de ofrecer protección en todo tipo de circunstancias, a la que se le dedicaban los mejores y más lujosos templos así como los de mayor tamaño, pues se debían representar en su interior todas las situaciones en las que se estaba bajo su protección, deidad que provocaba tanto las venturas y parabienes como todo tipo de desventuras y desastres, circunstancias en las que el rendirle pleitesía a través del culto y ofrendas era decisivo, pues se creía que el desastre llegaba por el culto insuficiente y mal hecho, lo que provocaría la ira divina. Es el camino hacia el monoteísmo.
En Deuteronomio, cap. 28, se dice que “Yahvé es el dios del que procede todo el bien y a su vez es el creador de las catástrofes”. Cuando los ejércitos caldeos destruyen el templo dedicado a Yahvé en Jerusalén, causan enorme conmoción en la creencia monoteísta y consideran que la divinidad ha montado en cólera en contra de sus creyentes provocando el desastre, con lo que comienza una etapa en la que la creencia monoteísta se centra en una divinidad sin representación en el interior del templo o de una ciudad determinada, pues los ejércitos centraban su lucha en conquistar y controlar aquellas ciudades que estaban bajo la protección de un poderoso dios, creyendo que de esa manera tendrían a aquella deidad a su favor y si la destruían acababan con su poder. Aquella destrucción de Jerusalén en manos de los caldeos constituye una acción repetida hasta la saciedad, en el mismo sitio que antaño y también en otros lugares distintos puesto que todavía se está repitiendo aquella acción en nuestros días, así las que se producen entre Palestina e Israel, entre EEUU e Irak, entre un partido político y otro, entre dos creencias, entre un trabajador y su patrón o entre marido y mujer, constituyen la manifestación de la preponderancia que se pretende establecer para someter a un pueblo y a sus intereses a la voluntad y a los intereses de otro.
El concepto de la protección divina, debido a que los intereses de una comunidad eran limitados a un espacio geográfico, quedaba circunscrito al lugar ocupado por dicha comunidad y durante un tiempo, apareciendo deidades que protegían en muchos lugares a la vez y bajo la creencia de que su poder no era destruido aunque se redujesen a cenizas sus templos o sus ciudades, por lo que el monoteísmo se centró en un dios atemporal y presente en todos los lugares posibles a la vez, siendo en esta etapa cuanto más prolifera la creencia en los ángeles, debido a que lo divino se ha vuelto inalcanzable y sin representación objetiva, así pues se cree en los ángeles como mediadores entre la divinidad y el hombre, ángeles que reflejan los atributos divinos y son representados mediante circunstancias en las que ofrecen a determinado individuo algún favor especial con la misión de transmitirlo a los demás convirtiéndolo en profeta ante la consideración general.
Siguiendo este proceso, Zaratustra suprime el culto a Mitra y los ritos con el fuego, así como toda clase de sacrificios cruentos, pero comprendió que no era bueno eliminar todos los elementos de los rituales, por lo que al suprimir el culto al fuego quedó su resplandor, la luz, y fue la luz el símbolo de la máxima divinidad, Ahura Mazda, una luz que no abrasa ni consume sino que vivifica e ilumina, que no produce sufrimiento ni la muerte sino ventura y la eternidad, reponiendo otra vez a Lucifer en el mismo lugar que ya ocupó en otros tiempos anteriores, aunque ahora con otro nombre.
El fuego fue a parar a Ahrimán, deidad a la que se le asignó la tarea de consumir, destruir, provocar sufrimiento, causar la muerte y toda clase de mal, asistido también por toda una corte de deidades de menor poder que eran los ejecutores de sus órdenes. uedó así separado el bien del mal protagonizados en dos deidades, una con su corte de dioses buenos o ángeles que transmiten a los hombres toda clase de bienaventuranzas mientras que la otra dirige el séquito de ángeles malos o demonios provocadores de desventuras y maldades, pero permaneciendo ambos integrados en cada ser humano “a su imagen y semejanza”, por lo que el templo de la deidad buena y el de la mala ya no era una determinada construcción o una ciudad, sino el cuerpo del propio hombre.
Respecto de la luz, queda simbolizada en distintos personajes o profetas a través del tiempo, bien sea Buda, Moisés, Jesús, Cristo o Muhammad, y en lo que respecta a la oscuridad, es Satán su representante, aunque se le han asignado otros nombres como podremos analizar más adelante.
Así pues, todas las creencias tienen la esperanza de la llegada a la tierra de un mensajero o de la venida de la luz, ambos como mediadores entre la suprema deidad buena y los hombres venciendo a la deidad mala, ora acabando con su poder ora iluminando, pero todas coinciden en que esta venida tiene connotaciones superiores al mundo angélico, tal como se cita por ejemplo, en la Carta a los Hebreos, cap. 1-4, que dice así: “a Cristo se le ha asignado un nombre y por lo tanto un ministerio de mediación, muy superior al de los ángeles”, quedando de manifiesto la labor mediática de la máxima categoría atribuida a Cristo como el ángel de supremo grado jerárquico. Se establece la división entre unos dioses que participan en mayor grado de la divinidad y son puramente espirituales, los ángeles propiamente dichos, y los otros que están más cercanos a los hombres y debido a que todavía tienen poder espiritual aunque sean más materiales que los ángeles, reciben la misión de producir todo lo malo respecto de la materia, son los demonios.
La controversia estaba servida, pues se discutía de la misma manera que se discute casi tres mil años después, sobre la mayor o menor divinidad de los ángeles o dioses menores y del alcance de su poder, y así había quien como los hebreos, creía que no eran dioses y otros creían que si lo eran, mientras que otros se quedaban en el camino medio y afirmaban que eran mensajeros entre la deidad y los humanos, teniendo un cuerpo medio divino medio humano, por lo que tenemos respuesta en los dos extremos y en medio también.
Como ejemplo, sirva el debate en el seno del catolicismo respecto de la divinidad o no de Cristo, que tuvo su momento central en el personaje de Arrio en el año 323, pues sostenía que Cristo no era dios como el Padre, solución netamente politeísta dentro de una creencia que pretendía imponerse como monoteísta, o la conocida como la “disputa de Barcelona” entre judíos y cristianos sobre el Mesías, disputa que se realizó en 1.263 durante el reinado de Jaime I de Aragón, acudiendo como representante del cristianismo Pablo Cristiano de Montpellier y por parte del judaísmo Moshe Ben Najman, conocido como Rambán, cuyo principal tema de discusión fue que los cristianos pretendían que su Mesías fuese el Mesías del pueblo judío. Esta división entre dioses se traslada a los ángeles, y de la misma manera que se atribuyen buenos actos a los dioses y ángeles buenos, se supone que los malos han de actuar vilmente y comoquiera que no tienen cuerpo físico, ejecutan el mal incitando a ello a aquellos que lo tienen, a los infelices seres humanos.
12.- Criterio que mantiene el catolicismo acerca de los demonios
El catolicismo sostiene que el ser humano tiene un lugar en el cielo gracias al sitio junto a Dios que dejaron vacío cuando se rebelaron los ángeles malos convirtiéndose en demonios. Los teólogos católicos hablan de la ceguera de algunos ángeles producida por la contemplación del poder que habían recibido de Dios y que les exigía a cambio un acto de absoluta sumisión y obediencia. Lo que se traslada al creyente católico exigiéndole la misma obediencia y sumisión bajo el respectivo dogma.
Esta ceguera se concreta en cuatro atributos humanos que se han asignado a los ángeles para que el creyente católico admita, de una manera dogmática a través de “un acto de fe”, la separación entre ángeles y demonios, estos atributos son el libre albedrío, la lujuria, el orgullo y la falta de entendimiento respecto de los actos divinos. Una de las hipótesis más admitidas, consiste en la creencia de que debido a la omnipotencia divina, Dios tenía en sí mismo dos lados opuestos, uno luminoso y el otro sombrío con el que se comunicaba con los hombres, pues si se hubiese comunicado con el lado resplandeciente nos hubiera destruido.
El lado sombrío se convirtió en la Voz de su Palabra y fue adquiriendo potencia de tal manera que se separó de Dios convirtiéndose en una solitaria divinidad, pero llena de sombras, a la que originalmente se le atribuyó el nombre hebreo de Ha-Shatan que significa “adversario”. Este lado sombrío de Dios, viene a repetir aquella figura del teatro griego en la que un solo personaje representaba a otros dos mediante dos caretas, una luminosa y la otra oscura, además de manifestar la creencia desde siempre en que los ángeles han formado parte de la creación como constructores y obreros de la voluntad divina moldeando la materia, de ahí que se les aluda como “la voz de su palabra” o como que “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, en el intento de manifestar en el dogma la subyacente verdad acerca de que la luz se encuentra en la ausencia de la materia, lo que constituye el cielo, mientras que este mundo material constituye las sombras y sus constructores son los demonios, que están en el infierno.
De esa creencia se inspiró probablemente Orígenes de Alejandría para distinguir entre aquellas criaturas que después de la creación del mundo se separaron de Dios aunque tan solo “un poco”, y son los arcángeles más elevados, los que se separaron más constituyen los ángeles, los que se alejaron un poco más se convirtieron en hombres y los más alejados de todos son los demonios, que por distanciarse tanto de Dios no pueden recibir su luz, viviendo en un mundo de sombras y fuego, el infierno. Sin embargo, Orígenes rechaza la condena eterna, pues afirma que los hombres pueden convertirse en ángeles y los demonios en hombres para seguir el mismo camino y que al final del mundo, todos se habrán convertido en ángeles superiores para permanecer junto a Dios, luego si que admite el infierno pero con carácter temporal.
En el IV Concilio de Letrán se decretó como dogma de fe la creencia sobre que todos los ángeles fueron creados buenos, pero que algunos se “han hecho malos por su propia voluntad”. Es decir, que si la voluntad angélica es emanación directa de la voluntad de Dios, ¿también Dios podría volverse malo por su propia voluntad?, pues si los ángeles tienen una voluntad muy superior respecto de los hombres y algunos de ellos han decidido separarse de Dios, puede suponerse que a mayor voluntad mayor es la posibilidad de decidir como ellos. Entre los cristianos se afirma que Lucifer fue el primer querubín creado y el de mayor poder, ya que después de Dios solo estaba él, pero quiso situarse a la altura del Creador y le siguieron una legión de ángeles inferiores, por lo que todos ellos fueron expulsados del cielo, y ante esta creencia cabría preguntarse: si Lucifer seguía en poder a Dios y se volvió vanidoso, ¿podría ocurrir lo mismo con Dios?.
Si el ángel más poderoso de todos, Lucifer, se rebeló y aquellos menos poderosos permanecieron fieles, cabe suponer de manera análoga a la voluntad, que a mayor poder mayor es la posibilidad de contrariar a Dios y convertirse en demonio, por lo que si la evolución lleva a la humanidad hacia cotas más elevadas de conocimiento y de espiritualidad que le conferirán mayor dominio sobre la materia y por lo tanto mayor poder, es admitir que en ese futuro y superior estado evolutivo, todos podríamos convertirnos en demonios cuando tengamos el suficiente poder y elijamos la vanidad.
Las discusiones acerca de si los ángeles fueron creados todos buenos desde el principio o si unos se crearon buenos y otros malos, se han ido solucionando en el tiempo a través del dogma, pues San Juan en 8-44 dice que “el diablo es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque la verdad no estaba en él”, y en 3-3 dice que “el diablo desde el principio peca”, por lo que deja entender que ya fue creado malo porque la verdad no estaba en él desde el principio, lo que contradice la afirmación de la propia iglesia católica respecto de que en el principio todos los ángeles se crearon buenos. Y ante esta creencia, cabría preguntarse si Dios creó a unos ángeles con la posesión de la verdad y a otros que carecían de ella, luego ¿por qué categoría de ángeles han sido dadas las revelaciones que se consideran divinas y sagradas?, es posible suponer que por ángeles inferiores, ya que después de Dios solo estaba Lucifer.
Anterior al Concilio de Letrán, en el año 561, se celebró el Concilio de Braga decretándose allí que “el diablo fue primero un ángel bueno creado por y a semejanza de Dios, siendo su naturaleza obra de Dios, por lo que no emergió de las tinieblas como principio y sustancia del mal”, estableciendo una contradicción más en el empeño de dogmatizar.
Parece que la lucha entre ángeles para arrojar a los malos del paraíso, no tuvo lugar tan solo entre los buenos y los malos, pues también existen escritos en los que se deja constancia de luchas entre ángeles buenos o protectores, así, en el libro de Daniel, en el 10: 13-21, se narra la lucha entre el arcángel Miguel defendiendo los intereses del pueblo de Israel contra el ángel protector de Persia, cuando se supone que ambos ángeles tendrían la misión de proteger a su respectivo pueblo, pareciendo absurdo que luchen entre sí dos ángeles buenos y protectores y lo que se está manifestando, una vez más, no es otra cosa sino los intereses materiales de un pueblo contra los de otro, trasladando la imposición política de unos contra otros como si procediese de lo divino y utilizándolo como justificación.
En la etapa en la que el pueblo de Israel sufrió la esclavitud y el confinamiento en Babilonia, a la vez que Zaratustra desarrollaba su labor unificadora y centralizada en el imperio persa, se trasladaron la conquista y el interés material a la creencia religiosa, dando continuidad a la tradicional práctica humana de hacer creer que las situaciones en las que una sociedad se impone a otra tienen su reflejo divino, estructurando una creencia dogmática en ese sentido. Esta práctica supone una justificación distinta para cada tipo de sociedad humana, creando diferencias que provocan la separatividad entre los pueblos, separatividad que se enarbola para justificar las violentas acciones de unos contra otros y todo ello defendiendo unos intereses materiales que encuentran su justificación en el beneplácito de la deidad del conquistador, deidad que no respetará a la del pueblo conquistado. Parece que continuamos de igual manera que antaño, trasladando al cielo nuestras propias guerras y haciendo creer que “allá arriba”, también luchan los dioses.
Quizá pueda ser esta una posible explicación a las palabras de Vicente Beltrán Anglada cuando afirma que “es tiempo de descubridores, no de conquistadores”. La conquista supone un esfuerzo que espera la recompensa de apropiarse de lo conquistado, mientras que el descubrimiento no se sustenta del esfuerzo sino de la propia convicción, por lo que no espera contrapartida. Conquistar algo es ponerle nombre para defenderlo y su lenguaje se sirve de expresiones como es mío, lo he hecho yo, defiendo lo que me pertenece para que otros no se apropien de ello,… , mientras que el descubrimiento tan solo pretende observar y contemplar, sin interés personal en ello, a través de un lenguaje tal como respeto lo que hacen los demás, no le pongo mi nombre, no es mío, lo utilizo y no me pertenece porque estoy usando lo que otros han hecho.
En este mismo sentido, no solo las religiones occidentales contienen luchas entre dioses, que no son otra cosa más que las luchas entre distintas creencias que se han apropiado de las voluntades de las gentes mediante la conquista, sino también las orientales como pueden serlo el budismo o el hinduismo, contienen narraciones de batallas entre deidades y la existencia de un infierno habitado por atormentadores demonios que hacen sufrir a los mortales pecadores o les ofuscan para evitar su iluminación, siendo esos pecadores todos aquellos que no participan de la correspondiente creencia. Si ello fuese así, debiera existir un cielo distinto para cada religión y una recompensa diferente, por lo que tenemos las ofertas de distintas deidades para convencernos de cual es el mejor, es decir, que hemos trasladado al cielo nuestra actividad mercantil humana. Y creemos en ello.
En el mismo Concilio de Braga se afirmó: “Dios creó a los ángeles como espíritus puros, con inteligencia y voluntad, y la mejor manera de saber algo acerca de los ángeles es a través de la revelación divina que es la misma palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos y que es la primera y única causa de todo lo que existe”, pues volvemos a lo mismo, ya que si cada pueblo tiene una distinta “revelación divina” podríamos preguntarnos cual de todas es la mejor y creer en ese revelador de la verdad.
Los demonios, a pesar de ser “puros de espíritu, decidieron separarse de Dios” para constituir la causa del mal y si el Creador es el más puro de todos ¿también Dios es la causa del mal?, no olvidemos que en otro tiempo se consideraba que un solo dios era causa tanto del bien como del mal, y la creencia dogmática actual deja la posibilidad de entender que a mayor pureza de espíritu no se anula poder hacer el mal, sino que se acentúa debido a la mayor inteligencia y voluntad, quizá por ello la teología predica la inteligencia y el amor pero anula la voluntad individual sustituyéndola por la ciega obediencia a un dogma y el cumplimiento de un culto.
La respuesta que se ha establecido es la de separar al diablo de Dios y responsabilizarle del mal, induciendo al hombre a realizarlo, de esa manera ni Dios ni el hombre quedan salpicados por la responsabilidad de lo que está mal hecho ya que la primera causa está en el diablo y en su “maligna” voluntad, pues en el IV Concilio de Letrán quedó establecido, una vez más, el dogma católico que obliga al creyente a que afirme la existencia del demonio separada de la de Dios: “El diablo y demás demonios fueron creados ciertamente por Dios buenos en su propia naturaleza, más por ellos mismos se hicieron malos y fueron expulsados al infierno”. Parece que si el ángel fue creado “bueno en su propia naturaleza”, pueda deducirse una vez más que esta misma bondad natural pueda tornarse mala por su propia voluntad, que en principio fue creada buena pero decidió otra cosa.
13.- Sobre Satán
El término hebreo Ha-Shatán se refiere a una entidad angélica enviada por Dios a la tierra para espiar las acciones de la humanidad y acusar ante Él a quienes han obrado mal. Y en este término no se contiene causa alguna del mal, sino una actividad angélica que solo le resulta molesta al hombre. Luego en otros tiempos no se atribuía maldad alguna a Ha-Shatán, simplemente una tarea.
En el libro de los Números, 22: 22-32, se llama “Shatán” al ángel mensajero de Yahvéh para impedir que el mago y vidente Balaam maldiga al pueblo de Israel, y en la jurisprudencia de los israelitas es el acusador ante el tribunal del fin del mundo, tal como se contienen en Salmos 109-6 y en Zacarías 3-1, libros en los que se denomina shitna a la acusación que pesará sobre cada acto malo. En el Islam vemos reflejada esta interpretación aplicada sobre los ángeles escribientes.Este término de “Shatán” tiene su equivalente en griego, que es “diábolo” en el sentido de acusador, adversario o calumniador.
El judaísmo identifica a Satán con Azazel y en el Antiguo Testamento con frecuencia se le denomina Belial o Belcebú, tal como lo encontramos en Génesis 1: 28-29 y en Marcos 3: 20-30, al que se le asigna el trabajo de incitar al hombre para que cometa pecado, mientras que en el Nuevo Testamento y en los Evangelios se le personaliza como enemigo de Cristo y es el protagonista de los exorcismos llevados a cabo por Jesús, tal como se narra en Marcos, Mateo y Lucas.
Así pues, el Antiguo Testamento lo denomina Satán, la Biblia repite nombre junto a los de Belial y Belcebú y el Nuevo Testamento lo denomina como Satanás y Lucifer, aunando ambos nombres en el genérico de diablo. Aunque hay referencias sobre el número concreto de ángeles y de demonios, nos interesa únicamente resaltar el carácter de agrupación que se desprende tanto sobre los unos como sobre los otros, así, en Marcos 5-9, un endemoniado es preguntado por Jesús sobre su nombre y contestó “mi nombre es legión, pues somos muchos”.
En la colonización de América, los evangelizadores y especialmente los jesuitas, trasladaron allí la personalidad de Satanás y los habitantes de aquellas tierras lo asemejaron con Añá, una maligna deidad guaraní, a la que también llaman Bartolo en el populismo ecuatoriano o Cachudo en países como Chile, Costa Rica o El Salvador. Lo que viene a demostrar que la creencia en que el mal es producido por diversas deidades y que el hombre es la víctima, constituye una constante universal consistente en la estrategia de trasladar la causa del mal fuera de la acción humana, por lo tanto se hace creer que no nos atañe, que somos los sufridores de la ira divina y de la intención del diablo, anulando la posibilidad del desarrollo del propio criterio y de la voluntad para realizarlo.
La influencia cristiana sobre la cultura indígena americana se introdujo a la fuerza y de tal manera que en la época barroca, se representaba a los ángeles arcabuceros, vestidos con preciosas ropas y joyas, exponiendo en sus manos un arma del último modelo de la época, dando a entender que lo propio de todo lo divino es ese lujo exclusivo para disfrute de algunos pocos e inalcanzable para la mayoría de creyentes, además del derecho de imponer con las armas esa creencia y que estaba autorizado por el cielo el asesinato de los que no creían lo mismo. Si esto nos parece una vileza, ¿continuamos haciendo lo mismo?
Óleo de un ángel arcabucero en Toledo (España).
Al hablar de demonios o ángeles caídos hay que hacer mención de los Grigori o “bnei ha’elohim” en hebreo, que significa “observador y vigilante”, a los que también se les ha denominado como “hijos de Dios”. Los Grigori son seres que se aparearon con mujeres humanas y de cuyas uniones nacieron los Nephillim o raza de gigantes, mencionados en Génesis 6: 1-4, estos llegaron a poblar la tierra de tal manera que se afirma que el diluvio universal se produjo para hacerlos desaparecer y limpiar la sangre humana de sus genes. El líder de los Grigori era Azazel, que en hebreo significa “la cabra del emisario” o el “chivo expiatorio” nombrado en Levítico 16: 8-10 y en el apócrifo Enoch, atribuyéndose a Azazel el mérito de haber enseñado a los hombres el arte de la forja y de las armas para la guerra y a las mujeres cómo utilizar y fabricar cosméticos. También encontramos otro significado para Azazel en la anterior referencia del libro Levítico, en la que se explica la ceremonia del chivo expiatorio, consistente en abandonarlo en el desierto junto con una cabra que se sacrificará en ofrenda a Dios, por lo que el chivo regresa libre de culpa y convertido en un “azazel” liberando de pecado a la comunidad y por lo tanto de la ira de Dios. En el poema del “Paraíso perdido”, John Milton menciona a Azazel como el lugarteniente de Satán.
Para los arameos, la constelación de Orión es Nephila, y sus descendientes son los Nephillim y en diversos textos bíblicos se nombran como titanes o gigantes, así en Números 13:33, se dice: “Cuando Moisés envió a los espías a la tierra de Canaán, regresaron con la noticia de que allí habitaban gigantes”, en Eclesiastés 47:4, se hace referencia a la lucha entre David y Goliat y en Sabiduría 4:6 se dice “Cuando los orgullosos gigantes murieron, la esperanza del mundo se refugió en una balsa que conducida por Tu Mano dejó la semilla de la nueva humanidad”.
En su obra Suma Teológica-1, Tomás de Aquino nos explica que el ángel utiliza aire comprimido para construir su cuerpo no siendo capaz de leer la conciencia humana, por lo que para que conozca nuestras necesidades hay que expresárselas de alguna manera y tradicionalmente se ha establecido como método para invocarlos el de “desear algo”, llegándose a extremos en los que se pretenden solucionar pequeñas contrariedades de la vida diaria mediante la invocación angélica, tales como que nos toque la lotería, que nos curemos o aprobar un examen, como si tuviésemos un ángel servidor que se dedica a facilitarnos la solución ante cualquier acontecimiento de manera que nos favorezca a nosotros antes que a otros porque hemos rezado más, aunque para ello tenga que producírsele alguna situación desfavorable a otra persona, pues nuestro ángel debatirá con otros para facilitarnos a nosotros la solución antes que a los demás.
Ya tenemos la lucha entre ángeles buenos, lo que viene a decir que estamos creyendo en lo mismo que ya creían los humanos de hace casi tres mil años. Pero no son los ángeles quienes están luchando, sino nosotros mismos contra nuestros semejantes, ¿acaso no lo manifestamos así en nuestras habituales relaciones?
Parece que sea una creencia generalizada lo de la batalla entre el bien y el mal, así el apóstol Juan nos la describe en Apocalipsis-12, en la que el lugar donde se desarrolla es en el cielo y que el resultado final siempre es la victoria del bien, expulsando al mal del cielo y arrojando sobre la tierra a los demonios vencidos. ¿Así nos quiere Dios que nos lanza encima al diablo? La opinión de que el demonio fue creado bueno por Dios y se convirtió malo posteriormente, no fue seguida por todos, pues hubo sectores en los que se opinaba de manera diferente, así por ejemplo, los cátaros afirmaban que el demonio tiene su origen en algún centro del mal y no en Dios, luego ¿podría deducirse que el dios de los cátaros es mejor creador y más puro?
A través del comercio y procedente de la Europa oriental, seguramente de la antigua Tracia, llegó a la parte occidental europea una creencia religiosa existente ya en el siglo X, la de los bogomilos, palabra que significa “amigo de dios” y que, como Zaratustra, tiene una concepción maniquea respecto que Dios había tenido dos hijos, Miguel o el bien y Satán o el mal. Repetimos creencia respecto de los dos hijos de Ahura Mazda, Mitra y Ahrimán, pero con nombres distintos.
La iglesia católica también admite esta diferenciación maniquea mediante los nombres de Luzbel o Lucifer como “portador de la luz” y Gabriel como “portador de la fuerza y del poder de Dios”, constituyendo ambos los dos lados opuestos del mismo poder divino. ¿Es quizás la copia de aquel personaje griego con dos caras?
Los emperadores bizantinos casi exterminaron a los bogomilos y cuando los otomanos invadieron los Balcanes en el siglo XV, los bogomilos se aliaron con los turcos en contra de los cristianos y, unos se convirtieron al Islam sumnita mientras que otros emigraron hacia el sur de Francia y norte de España, constituyéndose la comunidad de los cátaros o albigenses, comunidad cruelmente perseguida pero que gozó de la protección del duque Guillermo de Aquitania así como de varios de sus nobles y que el catolicismo condenó en los sínodos de Charroux y de Tolosa, ciudad en la que fueron ejecutados la mayoría de ellos y todos sin juicio. Creían los cátaros que el mundo material lo había creado el “Demiurgo” al que identificaron con el Satán cristiano y que todos los demonios pertenecen a este mundo material, mientras que pretendían restablecer el reino angélico para elevar a la humanidad hacia los cielos en los que solo había un creador, Dios y sus ángeles buenos.
Se afirma por el catolicismo que el temor a Dios es el principio de la sabiduría y de la vida, mientras que el temor a Satanás es el principio de la ignorancia y de la muerte, pues temer a Dios es adorarlo y venerarlo en sumo grado tal como se merece, mientras que temer al demonio es rendirle culto.
La demonología es la rama de la Teología que se ocupa del estudio de los demonios y se relaciona estrechamente con la angelología, siendo su más importante manifestación en occidente el Malleus Maleficarum de Jacob Sprenger y Heinrich Kramer, obra en la que establecen distintas formas para reconocer el poder de la brujería, constituyendo un verdadero manual en estos procesos durante varias décadas, recopilándose estas maneras de reconocimiento acerca del diablo en unos escritos llamados grimorios o libros en los que se describen procedimientos de magia oculta o magia negra para convocar, invocar y someter a los demonios bajo la voluntad del conjurador, escritos en su mayoría en los siglos XVII y XVIII, en los que se contempla desde cómo fabricar un talismán, elaborar pociones de encantamientos y curaciones, hasta invocar y exorcitar entidades sobrenaturales, tanto benéficas como maléficas, pues en estos tratados se ofrecen datos sobre listas de nombres concretos respecto de ángeles y de demonios.
Símbolo de un Grimorio
Ello provocó el morbo, el deleite y la venganza de algunos que pretendían disponer de este poder haciendo prevalecer sus intereses personales o los de la organización religiosa o política a la que pertenecían, asignando el calificativo de brujería y demoníaco a lo que hacían otros porque contrariaban aquellos intereses personales u organizativos, pero lo que ellos practican no es magia negra sino la defensa de sus propias conveniencias y creencias, luego otra vez estamos con el traslado hacia lo divino de la conveniencia egoísta humana y su justificación en el cielo, pero claro, en el cielo de cada cual.
Uno de los primeros grimorios y de los de mayor influencia fue el de Jámblico de Calcis, denominado “Sobre los misterios egipcios” y escrito hacia el siglo III, en el que se basaron la mayoría de los grimorios posteriores y fue tanta su influencia que llegaron a denominarse como “libros negros”, promulgándose algunos en respuesta y como reacción a los existentes, como el del papa Honorio III, el llamado “Liber Juratis, Grimorium Honorii Magni”.
Tratados sobre magia invocativa o Grimorios
Actualmente, el Necronomicón de H. P. Lovecraft, inspirado en la mitología de los sumerios, es uno de los más conocidos junto con el Ars Goetia y Las Claves de Salomón, tratado sobre cómo invocar demonios.
14.- Criterio del judaísmo acerca de los demonios
La religión judía hizo algo parecido a los romanos, pues asumieron a los dioses paganos como servidores de un dios único y más poderoso que todos, asignando a estos dioses la categoría de ángeles y conjugaron de esta manera el politeísmo con su propio monoteísmo. Esta creencia afirma que fueron creadas tres clases de criaturas, unas con forma y materia cambiantes, como el ser humano, los animales, vegetales y minerales; otras con forma y materia pero que no cambian, como los planetas y sus órbitas o el universo, y otras que poseen forma pero sin materia, y estas son los ángeles que, a su vez, están divididos en jerarquías, siendo la menor de todas la que se comunica con los hombres a través de sus profetas.
La invocación a los ángeles no está bien vista en el judaísmo, pues preconiza la invocación directa al Padre sin intermediarios. Para el judío, Azazel significa “un peñasco en yermo páramo”, y considerado geográficamente es un lugar en las inmediaciones de la ciudad de Jerusalén al que se abandonaba un cabrito o “chivo expiatorio” creyendo que cargaba con los pecados del pueblo de Israel, que, después de arrepentirse y una vez muerto el animal, quedaban expiadas sus culpas. Se trata de un ritual que se prescribe en la misma Torá como procedimiento para la expiación de los pecados, procedimiento que se ha trasladado al catolicismo como el acto de la confesión.
El judaísmo hace alarde de no tener que someterse a dogmas de fe y que la persona es libre de creer en lo que le resulte más conveniente, sin embargo establece un límite para esa libertad de creencia, y ese límite es el conjunto de normas denominado las halajot o preceptos legales para ellos, asimismo, no siguen la creencia de un dios trino ni de un hijo humano de dios, Cristo, ni un libro que sustituya a la Torá. Para el judío, la comprensión acerca de los ángeles no es alcanzable por el ser humano, por lo que entiende que puede resultar hasta peligroso el pensar sobre la cuestión angélica, ya que en la Torá no se contienen y son irrelevantes las figuras relativas a diversos ángeles así como la de Satanás o la de Jesús, a las que consideran como falsas e inexistentes potencias espirituales.
En el ámbito de la religión judía, se diferencian tres tipos de entidades espirituales a las que otros llaman demonios y que no hacen más que desempeñar la función encomendada por Dios al crearlos, función que puede desagradar al hombre y considerarla perjudicial, pero que es necesaria para el bien de todos. Entiende el judío que puedan existir los demonios, pero niega que sean emisarios de otro demonio superior o diablo, sino que se presentan como parte integrante de la naturaleza humana a la que hay que exorcitar mediante la práctica de la oración, la devoción a Dios y la observancia de los métodos validados por la Torá. Una de las tres categorías de demonios para el judío es la denominada rujot-ra, que se manifiesta como malestar y reacción en contra de la vida y de uno mismo, provocando el ataque a otras personas y a sí mismo. La categoría siguiente es la que conforman los mazikim, que constituyen las tendencias de la propia persona, manifestándose en enfermedades tales como la esquizofrenia, el desprecio a sí mismo, la falta de estima, las fobias o las inseguridades. Por último, la tercera de las categorías de demonios es la de los sheidim, cuya característica es que se manifiestan en el ámbito externo de la persona mediante los actos que ejecuta.
Satanás no es contemplado por el judaísmo, sino que lo hace respecto de Satán, al que considera un siervo de Dios e incapaz para hacer el mal así como de rebelarse en Su contra, al que se le ha encomendado determinada función y es la de acusar ante Su Trono a aquellos que han ejecutado alguna mala acción, y lo tiene como relevante debido a que esta acción promueve el esfuerzo del ser humano por alcanzar lo que es bueno, evitando vivir de manera pasiva y actuar como marionetas porque no se conozca otra opción. Satán, para el judío, no es una potencia en contra de lo divino sino un obrero al servicio de Dios, constituye una oportunidad para el hombre que le permite tomar conciencia del pecado.
La creencia en los ángeles caídos carece de fundamento para el judaísmo y se basa para ello en dos premisas, la primera es que no se encuentra mención alguna acerca de ellos en el Tanaj o Antiguo Testamento, y la segunda es que no tienen libre albedrío para decidir la opción del bien o la del mal, sino que han sido creados por Dios para servirle y obedecerle.
15.- Criterio del Islam acerca de los demonios
Es una religión monoteísta basada en Al Qur’an o Corán, libro sagrado que se cree fue dictado por el ángel Yibril o Gabriel a Muhammad o Mahoma, su divino profeta. Creen que Jesús, Abraham, Noé y Moisés fueron profetas pero sin el atributo de divinos. El Corán, para los del Islam, se diferencia de otros libros en que afirman que no ha sufrido modificación alguna por parte de ningún hombre a lo largo del tiempo y que permanece tal como lo redactó Muhammad por revelación directa y divina en el siglo VII.
Copia manuscrita de una parte del Corán
Las dos fracciones mayoritarias del Islam las conforman los sunníes y los chiíes, junto con otra casi extinta que es la de los jariyitas y el sufismo al que no se le considera como una rama del Islam sino como su derivación filosófico-esotérica, y estas diferencias dentro del propio Islam no existen a la hora de rechazar de pleno cualquier forma humana atribuida a Dios así como las imágenes de otros seres incluidos los ángeles y los demonios.
Participa de la creencia judaica al negar la trinidad en Dios y denomina a Satán como Iblis o Shaytán, acompañado de una corte de demonios o genios a los que denominan djinn, seres que provienen de los muertos y del fuego, mientras que los ángeles tienen su origen en la luz, como ya vimos anteriormente. Estos djinn o genios, son considerados por los tuareg como ladrones nocturnos y tentadores hacia el mal así como otros pueblos del Islam los consideran como molestos invasores de los hogares a los que hay que expulsar de manera análoga a como se practica en la religión católica a través de sus exorcismos.
16.-Conclusión
Queda la impresión de que todas las religiones en el mundo han adoptado las mismas creencias con alguna que otra variante habiendo conferido distintos nombres a idénticos criterios, y nos servimos de la separatividad y exclusividad de cada creencia para justificar las más atroces acciones de unos contra otros alegando a razones y motivos que provienen del más allá, de aquel plano al que nos atrevemos a denominar como divino y al que trasladamos nuestros personales intereses humanos, plano en el que creemos que moran los dioses contemplando cómo luchamos y nos exterminamos en nuestra ansia por la verdad y en la defensa del dios más poderoso y justo de todos, con la condición de que ese dios preserve nuestra propia conveniencia. Parece que en casi tres mil años no haya pasado el tiempo.
Afortunada y esperanzadoramente no siempre ha prevalecido la lucha, y así, cuando se ha producido cierto acuerdo y ha habido un pequeño remanso de paz en algún lugar del planeta, bien que haya sido impuesta o aceptada, las aguas han vuelto a sus cauces y si se ha producido el más mínimo hermanamiento o incluso una paz bajo la amenaza de la guerra y de la destrucción, este período ha fructificado en todos los ámbitos de la expresión humana de tal manera, que se vierte un legado sobre la humanidad resonando durante siglos y cuyas reminiscencias podemos admirar aún hoy, tales como las pirámides, tanto las de Egipto como las construcciones sudamericanas o las orientales, o la música, en la pintura y en los avances de la tecnología, pues de aquella computadora ENIAC que dejaba a medias luces a una gran ciudad en Estados Unidos cuando entraba en funcionamiento, a los actuales ordenadores portátiles, tan solo va el paso que separa la utilización de la electricidad de la del magnetismo.
Universalmente se reconoce la labor de los ángeles como mediadores entre lo divino y lo humano, es decir, entre lo que todavía no constituye materia y lo que ya está constituido como tal y es lo que percibimos. Luego esa labor de mediación entre lo que es inmaterial y lo material, implica la existencia de un diseño y su realización, correspondiendo al hombre el diseño y su ejecución al ángel, pero ocurre que interesadamente se asigna la labor del diseño a cierta “voluntad divina” ajena al hombre y asimismo, la tarea del ángel se separa de la tarea humana, de tal manera se separan ambas tareas por las organizaciones interesadas en ello que tan solo queda aquello que preconizan, y es la adoración, el cumplimiento del culto, la inactividad y evitar el movimiento, con la promesa de “contemplar” la gloria de alguna deidad cara a cara, pues incluso en esa recompensa que prometen se evita la acción.
Es decir, anular la acción de la voluntad humana es la base para evitar ese movimiento, sin acción falta la decisión y no hay traslado de cargas eléctricas por lo que no se induce la electricidad, y sin esa electricidad no hay materia nueva ni objetivación renovada, por lo que el proceso evolutivo continúa por los mismos cauces que antaño y se pretende reducir al hombre a la víctima o conejillo de los experimentos de los dioses. Continuamos manifestando el pasado en nuestro presente y si ello nos perjudica culpamos a los demonios.
¿Han cambiado tanto las creencias en tres mil años como para que seamos capaces de vivir sin asesinar y avasallar a nuestros semejantes?, o ¿acaso no continuamos repitiendo en nuestras vidas las mismas circunstancias que se estaban produciendo en las vidas de la humanidad hace tres mil años?, y todo ello por unos pequeños matices para diferenciar a un dios de otro, y que mi culto ha de ser más verdadero que el del otro, cuando nos demuestra la historia que hace más o menos ese tiempo, aquellos seres humanos vivían con menos matices diferenciadores que nosotros ahora y nuestras actuales opiniones arrancan desde el mismo tronco.
Parece pues, que la evolución, y a pesar de todo ello, progresa y es preciso que esto sea así porque también nos rodean auténticas maravillas por doquiera miremos, lo que ha de implicar necesariamente la existencia de seres humanos que han sido y son capaces de concebir un diseño, un proyecto o un propósito de tal pureza, que no puede ser mancillado ni controlado por esos intereses egoístas de la mayoría de nuestras actuales agrupaciones humanas, propósito que está más allá de la limitación del culto a una deidad concreta, porque es un propósito unitario y concebido mediante una conciencia que no puede ser sujetada por las riendas y las mordazas de aquellos que pretenden hacer durar las obsoletas estructuras materiales de antaño depositándolas en el mundo presente.
Si tuviésemos que representar en un símbolo a la evolución humana, incluso a la evolución de nuestro sistema solar o del sistema galáctico y cósmico, lo haríamos con una espiral, ya que los ciclos en los que vivimos inmersos a lo largo de la historia se están repitiendo una y otra vez, y esa espiral puede ascender o descender, y lo que parece fuera de toda duda es que el movimiento resultante de esa espiral se produce en el sentido de que sus anillos son mayores cada vez, a manera de embudo, en el que el pasado se corresponde con el menor diámetro de los círculos espirales y en un plano anterior al plano del presente.
Luego han de existir seres humanos capaces de generar tales diseños que puedan producir tales maravillas, asimismo, existirán unos ángeles con capacidad para ejecutarlos y aquí está la gloria que se promete al final de los tiempos en los cielos de cada religión, sin tener que esperar al día del juicio final, se trata de poder observar esas maravillas concretas y que pasamos ante ellas sin percibirlas, de la misma manera que pasamos ante una flor y, aunque no apreciemos su perfume, la flor continúa llenando el espacio con su aromático y colorido trabajo.
De esa misma manera trabajan estos hombres y mujeres que, sin banderas, símbolos, partidos políticos, religiones o motivos diferenciadores, están generando algún que otro proyecto cuyo resultado puede ser esa flor, una agradable conversación, la confiada mirada de un hijo, la belleza de una estructura arquitectónica, el sentimiento de amistad, la oportuna expresión de una idea mediante la palabra o la exultante maravilla del campo magnético terrestre en contacto con el viento solar para producir una aurora.
Desde el momento en el que existen estas maravillas materiales, tales como la estructura del átomo de radio, la perfecta organización geométrica en la composición atómica de un cristal, la transmisión de ondas sin cables, la forma en espiral de una galaxia o de un ciclón, también de las pepitas del girasol o del vuelo del halcón, las mágicas propiedades de ciertas relaciones numéricas como las de la serie de Fibonacci, las estructuras geométricas de la Última Cena de Leonardo y de la de Dalí, o la del cuadro de las Meninas de Velázquez, la armonía que se percibe contemplando los repliegues que forman los rizos en espiral de la cabeza de Leda, del cuadro de Leonardo y que ha seguido las reglas matemáticas de la espiral logarítmica para dibujarlos, la adoración que tienen los matemáticos por los cinco sólidos platónicos y por el número de oro o razón áurea, o la geometría del Partenón, la estructura fractal del universo en relación con la reencarnación y el sentido cíclico de los acontecimientos, o la base de la música griega que ha perdurado durante siglos y siglos, y todavía mucho más, es porque deberíamos entender que existe un designio, un bendito y puro diseño que, sin duda, es concebido y participado en algún grado por seres humanos que, en la misma pureza que puedan hacerlo los dioses, han sido, son y continuarán siendo capaces de participar en ese propósito que se manifiesta como tales maravillas. Sin credo, pues allí donde exista un credo habrá separatividad, porque provocará la reacción de otro credo. Y todo ello no habría sido posible sin determinada relación entre el hombre y el ángel respecto de esa dualidad formada por el diseño humano y la realización angélica.
Todas ellas y algunas otras constituyen experiencias que pretendemos exponer en un próximo trabajo, dejando claro que dichas experiencias no nos pertenecen a los humanos con carácter exclusivo, sino que son y han de ser compartidas con los ángeles, de cuya colaboración y gracias a ella podemos observar, admirar y contemplar todo lo bueno, y todo lo malo también, que hemos diseñado en el tiempo. De esta manera aprendemos a realizar un mejor proyecto para el futuro sin sacudirnos la responsabilidad de lo malo que hemos causado en nuestro presente, y ya de una vez dejemos de atribuirla a la maligna, orgullosa y egoísta voluntad de un demonio.
Eloy Millet Monzó
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