La Luz
Se presentan en este artículo las concepciones sobre la naturaleza substancial de la luz, tanto en la perspectiva de la Física como de la Ciencia Oculta
La luz en la perspectiva esotérica
En nuestra concepción ocultista, la luz en sentido lato y restrictivo es el “Akasha” o “Ánima Mundi” en sus infinitas graduaciones y condensaciones, según los Planos de Consciencia Manifestada. En cualquiera de esos Planos (del Gran Septenario), el está presente y fluye libremente, pudiendo no obstante, y en simultáneo, ser transitoriamente individualizada.
Es importante recordar que de acuerdo a la Ciencia Espiritual, el Universo tiene una naturaleza septenaria, es decir, Siete Planos de diferente frecuencia vibratoria, de diferentes cualidades en su respectiva frecuencia, de diferentes cualidades en su respectiva sustancia, de diferente sutileza y densidad. Sobre este punto fundamental, nos remitimos a los artículos “Unidad, Trinidad y Septenario”, y “La Electricidad”, publicados respectivamente en el nº 2 y en el nº 4 de esta Revista Biosofía.
En los Planos inferiores y más densos, donde nuestra actual existencia está focalizada, la luz se manifiesta (bajo nuestra percepción) como una pulsación y una “radiación” emitida por todos los cuerpos, independientemente de su grado de materialidad y de si se trata de lo que la Biología llama materia orgánica o inorgánica1. En un sentido más riguroso y abarcante, es la propia respiración y la radiación de todas las unidades de vida en todos los 7 Planos de la Manifestación.
Ella integra la consciencia global del Cosmos, ya que en la perspectiva ocultista, el Espacio-Tiempo (Akasha) –matriz y sustancia de todo lo que existe- es Consciencia Pura2 y satisface toda “distancia”. En verdad no constituye una simple metáfora decir que la luz es conocimiento (consciencia) y está en todas partes, aunque en la inmensidad nocturna del “cielo” parezca invisible. De hecho (bajo nuestra percepción), es invisible e incorpórea, hasta el momento en que interacciona con otro cuerpo físico. Entonces (en esa interacción, y a causa de ella), se corporifica y se torna activa y visible, por condensación y por reflexión.
Tomemos como ejemplo nuestro Sol –la mayor y más básica fuente de luz que irradia todo el Sistema-. A pesar de que esa luz llega ininterrumpidamente a todos los recodos del Sistema Solar, alimentando y sustentando toda su existencia, en la noche estamos (aparentemente) rodeados de oscuridad. Un astronauta que estuviese a cierta distancia de la Tierra, podría confirmar que alrededor de esta, el característico color índigo de las noches del cielo estrellado la engloba y se perpetúa en todas las direcciones. No obstante, cuando la mitad del globo en que nos encontramos está frente al sol, percibimos la luz; para nosotros, todo el espacio que media entre el Sol y la Tierra está inflamado de luz; todo nuestro horizonte está impregnado de ella. Todo se explica por ser la luz vibración (esto es, potencia en movimiento), inherente a la Vida Solar, ofreciéndole resistencia nuestra presencia terrestre, interceptando su movimiento (su pulsar). Interactuamos con ella y la reflejamos, corporizando (densificando) la luz –aunque visto desde la distancia, nuestro globo permanezca enteramente envuelto en la oscuridad-.
La otra condición para que la luz pueda manifestarse es la de una forma restrictiva –es decir, condensada y localizada- como reacción “autocombustiva” en la cuál el cuerpo etérico3 y el cuerpo químico4 se devoran mutuamente, en un proceso que puede ser instantáneo, más o menos demorado, o extremadamente retrasado en el tiempo, dependiendo del potencial energético. Ejemplos de ello sería una simple hoguera (que durará activa mientras subsista la vitalidad etérica en el interior del cuerpo químico consumible); el fenómeno de activación luminosa derivada de la lenta consumación etérica verificada en los filamentos del tungsteno de una bombilla; la luminiscencia provocada por la succión etérica de la atmósfera a consecuencia de una deflagración nuclear o incluso de una simple explosión en un ambiente saturado de gas inflamable (que provoca un abrupto vacío y una violenta alteración y desplazamiento de presiones); y evidentemente, en el fenómeno de irradiación luminosa de cada estrella que tintinea en nuestro Universo, irradiación largamente sustentada de acuerdo con el potencial energético –y de ello su lentísima combustión- de cada una de ellas.
En el caso de nuestro Sol, estamos dentro de su campo magnético y somos literalmente bañados e impregnados por su vida, participando de ella. Es más, imperceptiblemente para nosotros, en la ínfima proporción que nos cabe en este reparto de vida activa, estamos siendo consumidos a través de esa prolongada combustión.
Naturaleza pulsante y propagatoria de la luz
El Akasha, visto en su globalidad, se encuentra en perpetua ebullición (vibración): se mueve dentro de sí mismo, lo que equivale a decir que se mueve sin desplazarse, ya que fuera de él no hay manifestación (Acción o Exteriorización Divina).
Ya en otros contextos identificamos el Espacio-Tiempo como el Akasha (Akasha, la raíz o sustrato y esencia de la Materia). Imaginemos la semejanza de que hicieron gala grandes sabios de la antigüedad –Tales de Mileto, Pitágoras, Anaxágoras, Plutarco, Demócrito, Heráclito, etc.- al afirmar que el Espacio-Tiempo está repleto de una especie de corpúsculos (a los que llamaban eones). Los corpúsculos –esa colectiva vida ígnea- que impregna el espacio homogéneo y libre, vibra sin propagarse (se encuentra ubicuamente en todo el Universo); los que “rellenan” e incorporan circunstancialmente la materia (materia en el sentido de densificación molecular del Akasha) se desplazan incesante y velozmente entre las diversas unidades “materiales” (individualizadas) inherentes a cada Plano. En el espacio libre, obedecen a una vibración en contención5.
En el seno de la materia condensada obedecen a un movimiento de propagación o irradiación –la llamada entre las partes separadas que tiendan permanentemente a la unidad-.
Evidentemente no existe materia sin su soporte o sustrato espiritual, y la propia materia se presenta sobre innumerables graduaciones de densidad, las cuales se interpenetran (a semejanza de una esponja colmatada de agua; agua que a su vez es compenetrada por el aire; aire que a su vez es compenetrado por el éter…). Así la luz radiada dimanada por los cuerpos es de naturaleza simultáneamente vibratoria y propagatoria, porque toda la materia es afectada e infundida por el espíritu (el impulso, la Razón, el Orden y el sentido del Ser), en su manifestación activa o vital6: el Espíritu fecunda el Akasha, o en conocida frase bíblica, “el Espíritu de Dios se mueve sobre las Aguas Primordiales…” (Génesis, I, 2).
En el Cosmos Manifestado las energías individualizadas sufren una desvirtuación: son metamorforseadas y ”acuñadas” por el propio índice vibratorio (de consciencia) de las unidades de vida que las polarizan y circunscriben.
El Tiempo y el Espacio son indisociables, como las dos caras de una misma moneda. Constituyen dos aspectos –que se complementan- de la Energía Una y Universal. Por esa razón los filósofos antiguos eligieron un solo termino, “eón”, para referirse a la misma unidad espacio-temporal.
En los mundos llamados “de la Forma” (correspondientes al Cuaternario Inferior), todas las energías son de naturaleza electromagnética, si bien en este Plano Físico, en términos comparativos, las radiaciones cósmicas y las gamma, por ejemplo, se puede caracterizar como de naturaleza esencialmente eléctrica. Cuanto más “material” es el plano de su expresión vibratoria, más la cualidad magnética se sobrepone a la cualidad eléctrica.
En verdad, en relación a los Planos de Manifestación en los cuales el Ser Humano tiene percepción directa, distinguimos que en las propiedades electromagnéticas de radiación “anímica”, la componente cualitativa designada como magnetismo es inherente a la energía circunscrita en un cuerpo material, es decir, a la fuerza de inercia o paralización temporal (que potencia la interacción atractiva ente los diferentes cuerpos, y así la tendencia de “catapulta” o “disparo”, que esta en el origen del “movimiento de propagación”);la componente cualitativa llamada “electricidad”7, alude con más propiedad a las vibraciones de Energía Universal en su estado homogéneo y libre (no conglomerado o individualizado).
A escala de nuestro Universo Material, nos inclinamos a considerar que las radiaciones cósmicas y gamma, así como muy probablemente la energía recientemente identificada y denominada “landa”8 se sitúan en el extremo eléctrico del espectro electromagnético.
Las ondas electromagnéticas en que se expresa el electromagnetismo (y en modo progresivo, predominantemente sobre la cualidad eléctrica), son concretamente los rayos X, ultravioletas, térmicos y luminosos, infrarrojos, los microondas y las ondas de radio.
Ver, interpretar y obtener conocimiento, y solo se puede ver a través de la Luz
En suma la luz puede ser considerada el vehículo para la aproximación y la identificación con el conocimiento –ella es el transporte del Conocimiento-. Es de este modo la ligazón, la comunicación y la unión entre las miriadas de seres o formas de vida, la sangre y la vitalidad del propio Universo.
Isabel Nunes Governo
Vicepresidenta del CLUC
La luz en la perspectiva de la Física
“Todo debería ser tornado tan simple
cuanto fuera posible, aunque no más simple.
(Everything should be made as simple
as possible, but not simpler)”
Albert Einstein
Una naturaleza ondulatoria
La Luz es una forma de energía que se manifiesta como ondas electromagnéticas9 de determinadas frecuencias.
La frecuencia de las ondas electromagnéticas (Fig. 1) varía desde las conocidas ondas de radio (las de menor energía), siguiendo después las microondas, la radiación infrarroja, la luz, la radiación ultravioleta, los rayos x, hasta finalmente los rayos gamma (las ondas electromagnéticas de mayor energía). Esta secuencia de ondas es conocida por “espectro de radiación electromagnética”. Llamamos luz a la radiación visible, es decir, al conjunto de frecuencias que son perceptibles a la visión humana –las que corresponden al espectro y colores del arco iris-. Frecuencias diferentes de radiación luminosa son interpretadas por nuestros ojos como colores diferentes. El rojo posee la frecuencia más alta (mayor energía) del espectro visible, y el violeta la más baja (menor energía). La luz blanca, como la luz solar, es una mezcla de todos los colores del espectro visible, con predominio de alguno de ellos. De la energía irradiada por el Sol y que llega a la superficie terrestre, cerca de la mitad es luz visible, aproximadamente un 3% es ultravioleta y la parte restante es radiación infrarroja.
Figura 1 – Representación de una onda electro-magnética en propagación. Como se puede ver, la onda está compuesta por dos ondas sinusoidales: una eléctrica (E), cuya intensidad varía en la vertical, a medida que la onda se propaga, y otra magnética (B), cuya intensidad varía en la horizontal
Una naturaleza corpuscular
La luz es de naturaleza ondulatoria, tal como se dice. Al interactuar con la materia, la luz solo puede dar o recibir energía en pequeñísimas cantidades, como si ella estuviese también constituida por “partículas” de energía. Cada una de esas hipotéticas “partículas” es denominada como “quantum de luz” o “fotón”. La energía de un fotón (Ef.) es dada por la relación Ef = hf, siendo “f” la frecuencia de onda electromagnética a la que el fotón está asociado, y “h” una constate universal de proporcionalidad, conocida por “constante de Planck”. La interacción entre la luz y la materia se hace por tanto a través del intercambio de un número determinado de fotones.
Una cuestión que traspasa los siglos
Las discusiones sobre la naturaleza de la luz, concretamente sobre su carácter ondulatorio -definido entre otros por René Descartes (1596 – 1650), Robert Hook (1635 – 1703) y Christiaan Huygens (1629 – 1695), o corpuscular –principalmente sustentado por Isaac Newton (1643-1727)-, estuvieron en el origen o en el desenlace de importantes descubrimientos científicos entre los siglos XVII y XX, en el dominio de la Física.
El carácter ondulatorio del fenómeno luminoso solo quedó debidamente demostrado con las contribuciones, prácticamente simultaneas, de Thomas Young (1773 – 1829), en Inglaterra, y de August Fresnol (1788 – 1827), en Francia. La naturaleza eléctrica y magnética de esas ondas fue descubierta en 1861 por James Maxwell (1831 – 1879) cuando este se apercibió de la coincidencia entre las velocidades de propagación de la luz y de los campos electromagnéticos. Finalmente fue en el curso de experiencias realizadas por Heinrich Heitz (1857 – 1894) para verificar la aplicabilidad de las leyes del electromagnetismo de Maxwell a los fenómenos luminosos cuando, en 1905, adaptando una anterior idea de Max Planck (1858 – 1947), Albert Einstein (1879 – 1955) propuso la hipótesis de la existencia de “cantidades discretas” de energía, los “cuantos de luz” o “fotones”.
Solo en 1925, con el establecimiento de la mecánica cuántica en bases firmes, fue posible percibir claramente el significado físico de la hipótesis de Einstein. La solución encontrada está hasta hoy en perfecta concordia con la experiencia: la luz es una onda –aunque no una onda mecánica- que convierte energía en materia. A esta altura se cumple la ley que rige el paso de la luz, en fotones, hacia la materia, o de la materia hacia la luz: E = n veces Ef (n es el numero de fotones y Ef la energía de cada una). Los Fotones no son partículas convencionales, ya que no están confinadas a un volumen específico en el espacio y el tiempo. Están siempre asociados a una onda de naturaleza electromagnética con uno de los colores característicos del espectro visible.
La luz es por ello como un “dos en uno”, aunque precisamente porque se trata de un fenómeno cuántico, unas veces parece manifestarse como uno, y otras como otro10.
Dos importantes propiedades
Entre otras, la luz tiene 2 propiedades particularmente importantes:
1. La energía luminosa se propaga a través del espacio vacío11. Este hecho contrasta con otras formas de energía, como la sonora, cuyas ondas necesita de un soporte material como el aire para propagarse.
2. Un haz de luz trasporta información de un lugar a otro del espacio. Esa información se refiere tanto a la fuente de la luz que la emite, como a cualquier objeto que la haya parcialmente absorbido, reflejado o refractado, antes de llegar al observador. La velocidad a la que la luz se desplaza, cerca de 300.000 Km. por segundo, es una constante universal, y según la teoría de la relatividad de Einstein, ninguna otra señal portadora de información podrá desplazarse en el espacio vacío a una velocidad superior a la de la luz12
¡Hágase la luz!
De acuerdo con el estado actual del conocimiento científico, la luz es generada por el movimiento de partículas cargadas, concretamente electrones, uno de los constituyentes fundamentales del átomo, y por tanto de la materia.
La mayor parte de las fuentes luminosas emite luz proveniente del movimiento de los electrones atómicos. Como es sabido, los electrones circundan los núcleos atómicos, ocupando solo ciertos patrones energéticos denominados orbitales, y a cada orbital corresponde un valor específico de energía. Si el electrón está en el orbital al cual corresponde el nivel de energía más bajo, no irradia energía; pero si el átomo es excitado13, el electrón puede posteriormente perder la energía adquirida, liberándola bajo la forma de un fotón, o sea, de luz.
Las fuentes de luz usuales difieren entre sí por el modo como suministran energía a los electrones en movimiento. Si la energía viene del calor, la fuente es denominada como incandescente. Es el caso de la luz proveniente de una vela, del sol, de las estrellas, de las lámparas incandescentes. Si se proveen de otra fuente, tal como la química o la eléctrica, la fuente se denomina como luminiscente. Es el caso de los materiales fosforescentes, por ejemplo, y de los fenómenos naturales como la aurora boreal.
Liliana Ferreira
Licenciada en Física.
Doctorada en Física de la Radiación
Profesora Universitaria
1 Designación cuyas aplicaciones, en lo que respecta al concepto de vida, no son en gran medida compartidas por la Ciencia Esotérica. Esta cuestión se abordará en otro momento.
2 Ese océano de conocimiento se encuentra como “en latencia”. Solo se manifiesta y actúa cuando es individualizado o “encapsulado” (en una porción limitada, por supuesto) por una entidad (individual o colectiva; en este último caso, un planeta, o un sistema solar, por ejemplo).
3 Cuerpo Etérico –corresponde al Linga Sharira, o Cuerpo Modelo o Patrón, al doble astral de las obras de H.P. Blavatsky, de A.P. Sinnet y de otros autores teosóficos de finales del siglo XIX. Se encuentra definido en el ensayo “La Constitución Integral del Ser Humano”, en el nº 3 de la Revista Biosofia. Cabe recordar que el Éter del que hablan los ocultistas desde hace milenios no debe ser confundido con el hipotético Éter que los científicos, que en los siglos XVIII y XIX y el inicio del XX, admitieron existir.
4 Cuerpo Químico, constituido por sustancia de los niveles más densos y mensurables del Plano Físico.
5 El carácter pulsante de la Luz se hace expreso en su alineamiento y en su fluir por las líneas de fuerza de matriz akásica de cada Plano del Septenario. Insistimos en la metáfora, ya utilizada, de un movimiento de ebullición.
6 Fohat, en el Ocultismo Oriental. Sobre Fohat consúltese “La Doctrina Secreta” y el “Glosario Teosófico” de H.P. Blavatsky; “Dios, Hombre y Universo”, de I.K. Taimni; “Cartas de Luxor”, “El Séptimo Circulo” y “La Invocación Universal”, del Centro Lusitano de Unificación Cultural, y “Unidad, Trinidad y Septenario”, en el nº 2 de la Revista Biosofía.
7 En último análisis, la electricidad, en su estado puro, es ubicua (no localizada ni compartimentada), pudiendo así deducirse que es atributo del Espíritu. Su pureza va disminuyendo a medida que se aleja de los Planos Primordiales, aunque ya mezclada es, con todo, predominante (sobre la componente magnética y telúrica) y comparativamente libre en los 1os subplanos de cada Plano Cósmico.
8 Ya antes predicha (la “constante cosmológica” de Einstein, en el primer cuarto del siglo XX…). Según los modernos científicos “se trata de una fuerza oscura, emanada del espacio vacío, y que impregnó el Universo, contrariando (venciendo) la fuerza de gravedad”. Para el ocultista ese espacio vacío es el punto de transición hacia los planos suprafísicos –siendo por tanto que el vacío solo es aparente.
9 Una onda es un fenómeno periódico a través del cual se propaga la energía, mediante una perturbación del medio de propagación (como es el caso de la oscilación de las moléculas del aire, permitiendo la propagación del sonido) –onda mecánica-, o bien a través de la oscilación de un campo, como es el caso de la variación de intensidad de los campos eléctricos, y magnéticos que constituyen las ondas electromagnéticos (Fig. 1). Un campo es una región del espacio donde se hace sentir la acción de una fuerza, como por ejemplo la fuerza eléctrica (campo eléctrico), la fuerza magnética (campo magnético) o la fuerza de la gravedad (campo gravitatorio).
10 Curiosamente la naturaleza dual no es una característica específica de la luz. De hecho el físico francés Luis de Broglie (1892 – 1987) mostró que también la materia, cuya naturaleza corpuscular no plantea duda, tiene desde el punto de vista cuántico un carácter ondulatorio. Los corpúsculos de materia manifiestan por tanto comportamiento ondulatorio: a cada uno de ellos está asociada una onda de determinada frecuencia, relacionada matemáticamente con la cantidad de movimiento del corpúsculo.
11 Se designa por espacio vacío el espacio donde la densidad de materia (bajo forma de partículas, átomos o moléculas) es tan baja que la presión medida es nula. Debido a la ausencia de materia, el vacío no permite la propagación de ondas mecánicas, dado que éste se propagan a costa de la variación de densidad de la materia del medio, aunque permite la propagación de fenómenos de naturaleza eléctrica y magnética, como es el caso de la luz, una vez que en este tipo de ondas la gradación que varía a lo largo de la propagación es la propia intensidad de los campos eléctricos y magnéticos que la constituyen (ver nota 1).
12 La velocidad de propagación de la luz en los materiales es siempre inferior a la velocidad de propagación de la luz en el vacío.
13 Un átomo es excitado cuando uno o más de sus electrones absorbe energía, pasando a ocupar orbítales de energía más elevada. La energía calorífica, por ejemplo, puede excitar el átomo.
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