El Morador del Umbral y la Iniciación en el Esoterismo Occidental
Diferentes, como distintas son las posturas ante la vida de un mismo individuo en los primeros años de la adolescencia y en su culminada madurez, son los planteamientos ante la realidad de las corrientes Orientales y Occidental de Esoterismo. La primera se centra – ante todo – en la suerte del propio individuo, presuponiendo que el camino de desarrollo de éste ha de redundar, necesariamente – por un proceso de "osmosis” espiritual – en beneficio para el resto de
Coyunturalmente, la mayor parte de los que, en su tiempo, (hace referencia al momento de la primera redacción en, 1980; aunque en el presente, 1996, las cosas, al menos en este sentido, no han variado muy sustancialmente) nos interesamos por la temática esotérica en nuestro país, nos tropezamos con una verdadera saturación de Literatura orientalista, cuyo "Leit-motiv" era la alabanza de la irracionalidad (designada como "Intuición", en forma -probablemente- un tanto precipitada) y la condena más absoluta de la razón y el método sistemático y la investigación. Para aquellas exposiciones, el término "intelectual" era sinónimo de la peor degradación psicológica, figurando en un segundo lugar, por orden de riguroso aborrecimiento, el de "científico".
Debido a que, generalmente, nos aproximamos a esas materias en los últimos años de la adolescencia, en los que se suele experimentar un natural sentimiento de rebelión y repulsa frente a las exposiciones estereotipadas de la realidad que nos suministra e impone el rígido tipo de sociedad en el que, los europeos, hemos venido al mundo, las presentaciones -a primera vista iconoclastas y renovadoras- de este tipo de tendencias, suscitaban un profundo eco en unas psicologías comparativamente más proclives a la ardiente fibra emotiva que a los fríos razonamientos de profunda entraña filosófica o analítico-deductiva. En esa situación, el reclamo ejercido por el llamado a esferas no racionales dentro de la conciencia individual, era atendido con una auténtica fascinación por todos aquellos (en cuyas filas durante un tiempo me alineé) que creían haber encontrado -al fin- la panacea capaz de producir una súbita e instantánea transformación de unas condiciones imperantes que nos ahogaban con su rigidez y materialidad extremadas.
La imagen de prodigiosos "Maestros” orientales, que se aparecerían de forma súbita, en las cornisas de las fachadas, en los alféizares de las ventanas, o en el interior de una habitación cerrada a cal y canto, para transmitimos un mensaje de importancia singular, concerniente al estado de nuestro imparablemente ascendente e individual camino de discipulado 1, era un señuelo sumamente difícil de resistir. Ante las sistemáticas y un tanto infantiles exposiciones desarrolladas en este tipo de libros, uno se "veía" -automáticamente- sometido a una rápida "ceremonia de probación" en el Plano Astral, tal como es relatado en el legendario y epopéyico libro "Los Maestros y el Sendero”; poco después, aceptado por el Maestro, para ser, en un plazo de breves años, constituido en “hijo del Maestro", hecho poco después "Uno con el Maestro", propuesto a
Así, los mismos niños que creímos en los Reyes Magos, nos sentimos sumamente felices al sustituir nuestras creencias infantiles por otras más en consonancia con nuestra edad juvenil, prestigiadas por el aval de miles de fieles adherentes extendidos por todo el mundo. Algunos pensarán que semejante conducta es indicativa, de cierta inmadurez psicológica, y hay algo de cierto en esta sospecha. No obstante, en nuestra defensa, nos permitimos aducir que una personalidad tan poco sospechosa de levedad de juicio y de superficialidad en sus razonamientos, como puede ser la de un Krishnamurti, también fue enredada en estos atrayentes y sugestivos espejismos, durante su infancia y adolescencia.
Cuando -unas líneas más arriba- explico (quizás un tanto apresuradamente) que en los primeros siete años de mí personal "ofrecimiento" (ni tampoco después) me sucedió nada, debo ahora especificar que me refiero a hechos de naturaleza sobrenatural y milagrosa, que yo pudiese razonablemente atribuir a un origen auténtica e inequívocamente "Jerárquico”, conforme a la mitología propia de la literatura esotérico-orientalista. Sin embargo, fui testigo de muchos casos de personas, amigos míos las más de las veces, que caían -uno tras otro-presos de múltiples asechanzas, procedentes de esos otros ámbitos de la realidad que ellos, inadvertida e imprudentemente, habían perturbado con sus aspiraciones y prácticas inarmónicas.
Personas muy próximas -y otras más distantes- fueron objeto de fenomenologías paranormales o mediúmnicas. Conocí a alumnos de las más diversas Escuelas, que se creían en contacto con sus respectivos "Maestros", (de manera muy semejante a como los integrantes de las otrora famosas "Misión Rama" o "Fratellanza Cósmica”, lo estaban con sus “Guías Extraterrestres"). He conocido también a instructores ya maduros, algunos de avanzada edad y provecta figura, que aseguraron haber mantenido estrecha relación con los Maestros Tibetanos, y estar delegados para conferirme una personal misión, y, por último, pero no menos importante -como dicen los ingleses- he recibido (y rehusado en cada ocasión) invitaciones para encuentros con los propios Maestros, e incluso el mismo Sanat Kumara, en Shamballa…
En este punto, sería de la mayor utilidad rogar al lector que tratase, por un momento, de configurar en su mente la presente situación mundial: finalización del Kali Yuga 4 en los comienzos del siglo XIX. Despertar de las facultades de percepción suprasensible desde el primer tercio del siglo XX, y -con ello- la posibilidad de encuentro con el Cristo en el nivel etérico (donde nos espera desde su muerte física en el Gólgota).
¿Cuál es la disyuntiva a la que se enfrenta quien he designado en múltiples escritos como Príncipe del Mundo? Este ser, integrado en realidad por diversas agrupaciones ocultas que rigen los destinos del mundo, afincadas en parte en Occidente, pero con una inmensa importancia en Oriente, ven que se aproxima lo que podría ser el comienzo del fin de su aferramiento y de su predominio sobre la humanidad. Si los hombres conquistan definitivamente su Yo, su individualidad, se hallarían en condiciones de reconocer su naturaleza divina, y producir su libre y deliberada fusión con el Cristo en la atmósfera etérica del Planeta. Esta es una eventualidad que ellos han de prevenir y dificultar por todos sus medios (que son muchos).
La mejor manera consiste en introducir entre los seres humanos ideologías que, o bien niegan taxativamente el mensaje y la importancia del Cristo, o bien lo tergiversen, mediante un complejo plan tendente a sustituir y suplantar al Cristo mediante una entidad etéríca, que se aviene a estos fines pervertidos. Hombres muy avanzados en el terreno oculto, pero que utilizan sus capacidades supranormales para mantener un predominio de poder sobre el mundo físico, pueden (y de hecho lo hacen) proyectar su cuerpo etérico a cualquier parte del planeta, materializarlo, producir toda clase de fenómenos, e inducir ideas e imágenes en las mentes de las personas que adoptan disposiciones receptivas, mediante la práctica de las mal llamadas "meditaciones" de corte pasivo oriental. (Vaciar la mente de ideas. Relajación completa. Recitado de Mantrams. Etc.). O bien en aquellas que no poseen una personalidad firme y autosuficiente, o en la que adolecen de alguna debilidad mediúmnica. Con estos procedimientos, están en condiciones de propagar una ideología propia del pasado, en la que el individuo no goza de ninguna autonomía, y en la que depende para todo de influjos externos: guías, discípulos, Maestros, Choanes, y -hasta en ocasiones- de lo que se designa erróneamente como la propia Alma, cuando no es más que una intromisión sugestiva de una mentalidad más poderosa que la nuestra. Si se reflexiona en esta posibilidad aquí apuntada (quizá en el futuro nos extendamos más en cuanto a la descripción de estos hechos) se recapacitará en cuanto a la conveniencia de prestar atención indiscriminada a tantos textos y supuestos instructores como hoy proliferan por doquier.
Con todo esto, lo que trato de indicar es que estos despliegues (que usualmente se ponen en marcha frente a cualquier persona que intente trascender mínimamente el ámbito físico, al que la humanidad actual está confinada) son trampas, espejismos burdos, cuando pueden ser contemplados a cierta distancia y con la perspectiva del tiempo, pero no tan fáciles de esquivar cuando uno es víctima propiciatoria a la cual van dirigidos. De que uno consiga retener la suficiente lucidez y capacidad discriminatoria como para no aceptarlas en su apariencia, sugestiva y atrayente, dependen sus posibilidades futuras de progreso auténtico.
El ambiente de las sectas y escuelas en lo que -sin suficiente propiedad- podríamos llamar ‘Esoterismo divulgado’, es sumamente confuso, y en sus aguas nadan todo tipo de peces, muchos de los cuales son auténticos devoradores de principiantes incautos e incluso de personas con años de dedicación, cuando estas personas no son capaces de ejercer ese estado de alerta y vigilancia que constituye uno de los primeros y más indispensables requisitos en esta complejísima aventura que es la búsqueda espiritual.
Pero, al mismo tiempo que mar proceloso y desorientador, pronto a tragar en sus profundidades, en terribles y fugaces remolinos, al navegante inexperto, es el mundo del Conocimiento Esotérico, un terreno de adiestramiento, de selección y de prueba; y los hombres que acceden a su madurez, habiendo sido capaces de salvar la multiplicidad de obstáculos colocados en su trayectoria, tienen la opción de divisar, siquiera sea a lo lejos y de manera un tanto difusa, Lo que sí pueden ser los contornos de la verdadera meta. Es por ello que no resulta nada insólito, y más bien se aproxima a la norma que a la excepción, el que el individuo que se introdujo en estas líneas mediante diversas fenomenologías parapsicológicas o ufológicas, e incluso -más directamente- por una corriente esotérica orientalista, llegado el momento de reposo y recapitulación, se replantee su anterior camino, haga un balance y se sitúe frente a la vida, a la realidad, con una nueva postura, y con muy diferentes exigencias.
He escrito abundantemente -y he dado charlas- tratando de exponer la radical diferencia existente entre el Esoterismo Oriental y el Occidental, y cómo la introducción en este último implica algo así como una apertura, una concepción del mundo totalmente diferente de la que la literatura al uso nos tiene acostumbrados. Sin embargo, me consta que experiencias de esta índole son sumamente difíciles de transmitir. Para la persona acostumbrada a la temática de vertiente oriental, es muy duro establecer diferencias y realizar análisis de contraposición y discriminación. El concepto, por lo común no muy bien entendido, del "Universalismo”, termina por conducir al individuo a una especie de inercia, dentro de la cual es capaz de aceptar los planteamientos más contradictorios, con tal de que vengan envueltos en un ropaje de suavidad y dulzura, música, incienso, y la palabra amor pronunciada de forma reiterada.
Este tipo de enfoques repercuten en la consecuente desautorización de toda la cultura occidental a partir de Sócrates; momento en el que la facultad del pensamiento racional y discriminativo se alzó con el papel protagonista en la evolución humana Sin embargo, quien no haya sido capaz de admirar profundamente a Sócrates, entusiasmarse con la elocuencia de los diálogos de Platón, y reverenciar
Para la sensibilidad que únicamente vibra ante lo superficialmente maravilloso (Rayos, Ashrams, Mantrams, Invocaciones, Maestros, Iniciaciones, etc.), y que, sin embargo, queda inerte y sin respuesta ante las mas elevadas realizaciones de pensamiento, como las de Kant, Fitche, Hegel…, no existe lugar para intentar semejante tránsito No podemos olvidar que el Alma humana avanza lentamente, encamación tras encarnación, y que el aspecto sensitivo de esa alma fue cultivado hasta el siglo V a.C. A partir de esa época, y hasta el siglo XV, el aspecto emoción-razón. Es, desde el Renacimiento, que corresponde el desarrollo de la conciencia individual, asentada sobre una inteligencia activa y despierta, suficientemente ejercitada.
Ahora bien, de la misma forma que cada época cultural constituye -en cierta medida-una recapitulación de anteriores períodos, cada etapa de la vida del individuo supone una recapitulación de estadios previos, correlacionados con su primera y segunda infancia, con la adolescencia, y juventud. Hoy en día, el hombre que se mantiene al ritmo de la evolución, debería enfrentarse con el encuentro del aspecto conciencia de su alma, el encuentro con su propio Yo, y ese crucial hallazgo va precedido, inequívocamente, por la pérdida de vista de lo que no es el Yo. Se pierde la identidad falsa, para encontrar la verdadera, por eso esa experiencia implica -de manera ineludible- el paso a través de la nada y el vacío. Una experiencia de semejante envergadura suele asustar a la persona que no ha desarrollado al máximo la totalidad de sus capacidades, y propicia actitudes conformistas y regresivas, que nos retrotraen a períodos ya trascendidos y que nunca volverán en lo futuro, en los que los humanos fueron guiados de la mano por todo orden de Entidades Superiores.
El verdadero desarrollo, tal como corresponde a los momentos actuales, es absolutamente individual y se recorre en la soledad, a la luz del propio espíritu. La única ayuda con la que el individuo cuenta es la del ejemplo, el ejemplo de un Ser que recorrió el mismo camino que debemos seguir cada uno de nosotros. El Ser que ha inspirado -desde un primer momento, en su fundación en d siglo XIII en Europa Central- a la corriente Rosacruz, el Cristo.
Nos extenderíamos mucho más allá de lo que cabe en estas páginas, si entrásemos en minuciosas consideraciones acerca de las peculiaridades de
Dentro de la dificultad siempre implicada en la descripción de procesos de índole eminentemente subjetiva, trataremos de suministrar una idea aproximada de estos hechos, lo cual puede cubrir dos finalidades importantes: primero, arrojar una luz necesaria acerca de las peculiaridades diferenciales de la metodología y camino de desarrollo Occidental y, segundo, exponer la naturaleza de unos hechos que -al margen de lo poco usual de su apariencia- se producen siempre que el individuo realiza un esfuerzo, como ya señalamos, por trascender los ámbitos de experiencia ordinaria de la humanidad, y que, en todo caso, están presentes de forma subyacente, tras los umbrales de la conciencia de vigilia, pero operando de manera decisiva en los niveles sub o inconscientes de la persona, y determinando muchas veces la trayectoria de su conducta futura. El conocimiento de estos Hechos puede ser de gran utilidad, no solamente a las personas que se sienten atraídas por el camino del autocultivo espiritual, sino también para aquellas otras que han hecho de la compresión de la psique humana su profesión o un ámbito de investigación, como pueden ser médicos y psicólogos. Por supuesto, obviamente nos referimos a aquellos que, dentro de estas profesiones, mantienen criterios abiertos y sustentan visiones en una línea que podríamos calificar de Junguiana, en consonancia con los planteamientos simbólicos y arquetípicos de Jung, o bien en una vertiente humanística, como
Muy brevemente vamos a apuntar aquí que, dentro del proceso de desarrollo individual que obedece a la secuencia propuesta por las técnicas de índole Occidental y Rosicruciana, llega un momento en el que las facultades fundamentales del alma humana: el pensar, el sentir y el querer, comienzan a desligarse unas de las otras, como consecuencia de las prácticas asumidas, de tal forma que lo que anteriormente se producía automáticamente, siendo totalmente marginal a cualquier posible control de la conciencia de la persona, se configura como una actividad más, independiente que -en cierto modo- se presenta a si misma a la propia conciencia individual, constituyendo una manera de reto o desafío. Si en la psicología del individuo común, cada pensamiento involucra, al mismo tiempo, un deseo aparejado, (más o menos consciente), de atracción o de rechazo, y una voluntad dirigida -en algún sentido-hacia él, lo que se persigue es la erradicación de estos automatismos y su absoluto control consciente.
Las técnicas Rosacruces ya aludidas, promueven profundas transformaciones en la psicología del individuo, consiguiendo un gradual distanciamiento de estas facultades, hecho que, a su vez, produce repercusiones perceptibles en los diversos cuerpos del sujeto. Cuando estos efectos se traslucen en los cuerpos astral y etéreo, tiene lugar el primero de esos encuentros; y el segundo cuando los efectos se proyectan incluso en el propio cuerpo físico.
Es preciso tener en cuenta la importancia de estos auténticos hitos en la historia global de la esencia nuclear del individuo, aquella historia que trasciende los límites transitorios de las encarnaciones. Cada uno de ellos implica la asunción -por parte de la persona involucrada- de un nuevo ámbito de responsabilidad, hasta ese momento desconocido e insospechado. La naturaleza providencial (si lo queremos considerar así), o las Jerarquías Creadoras, que han ido proveyendo los distintos cuerpos mediante los que el ser humano se conexiona y experimenta con los diferentes ámbitos de la realidad, ha actuado hasta este momento (y desde que el individuo entró en manifestación como ente espiritual diferenciado) como regente y administradora de los contenidos psíquicos del individuo, permitiendo únicamente aquellas alteraciones o perturbaciones, tales como enfermedades o patologías psicológicas, que pudieran cumplir un papel apropiado en el desarrollo global del individuo.
Este -hasta cierto punto- vivía acogido o “llevado en andas", por entidades providentes, por más que él no comprendiese en todos los casos las verdaderas intenciones, se lamentase de la fortuna adversa, e incluso desconociese o negase de forma rotunda, la posible intervención de esos seres. Igualmente el hombre de ciencia de enfoque mecanicista, puede preferir atribuir el riguroso orden existente en el Cosmos al puro azar, pero eso no disminuirá ni en un ápice la necesidad de la intervención de muy diversos órdenes de seres, que regulan y garantizan la permanencia y el cumplimiento de ese equilibrio universal.
Para comprender de forma cabal, la importancia de haber llegado a este hito, podríamos utilizar un símil. Es algo comparable a lo que sucedería si hechos tales como el giro de
En el ámbito individual, estamos describiendo un hecho comparable. Este hecho, es un requisito ineludible e insoslayable, por el que tiene que atravesar toda persona antes de poder tener acceso pleno a la conciencia propia de los niveles superiores de la realidad.
Hasta el momento presente, el individuo ha estado confinado a esa estrecha banda de frecuencias dentro del conjunto del espectro electromagnético, que definen los respectivos umbrales sensoriales, y registraba únicamente los estímulos procedentes del mundo físico tridimensional, tal como sucede a la inmensa mayoría de los hombres normales. Ahora, como consecuencia del trabajo al que se ha sometido y del seguimiento de determinadas normas, los limites de su conciencia se han dilatado, sus barreras se han flexibilizado, y él está -al menos potencial y teóricamente- en condiciones de traspasar el nivel de percepción ordinaria, y abarcar con su conciencia de vigilia estímulos correspondientes a ámbitos de cuatro dimensiones y más. Semejante conquista supone siempre un precio, una contrapartida, y ese precio es el que exige -de manera rigurosa- la entidad a la que se ha venido designando como el Morador del Umbral.
Nadie accede al correcto uso de las llamadas ‘Facultades Superiores’: percepción y acción en mundos de más de tres dimensiones, sin haber demostrado cumplidamente su capacidad de transitar por esos nuevos mundos de forma totalmente equilibrada y armónica, dejando a su paso efectos constructivos, trasluciendo amor y expansión, y produciendo mejora y transformación evolutiva en todo con lo que se conexiona. Esto, necesariamente, implica dos cosas: el haberse enfrentado con éxito con el Morador, y, para que esto sea posible, es indispensable haber vivido una vida plena, en la que el individuo haya sabido hacerse con todos los resortes necesarios para poder manejar sus propios contenidos psíquicos (conscientes o inconscientes) de tal manera que pueda hacer frente -con éxito, cuando menos éxito moral- a cualquier tipo de situación con la que pudiera verse enfrentado.
Esto supone que la persona ha logrado una plena madurez en el mundo físico, y que ha obtenido de él, de la experiencia en su ámbito de tres dimensiones, todo el conocimiento y todas las habilidades que pudiera aportarle.
Aquí hemos llegado a tocar un punto de una importancia clave, cuya trascendencia nunca podría resaltarse lo suficiente. Para, todos los que nos hemos introducido en estos temas desde una perspectiva Oriental, existe una actitud muy errónea, que puede invalidar nuestros mejores esfuerzos si no sabemos corregirla a tiempo, y es la del desprecio del mundo físico, bajo el pretexto de su naturaleza engañosa y transitoria. Generalmente, cuando adoptamos esta postura, estamos únicamente justificando nuestra incapacidad -o nuestro disgusto- para ocupamos de las cosas del mundo físico, ya sea por falta de inclinación o de cualidades. Se trata de un error muy substancial, que han perpetuado algunos textos antiguos, sacados de su marco general de referencia y de la época dentro de la cual podían haber asumido un significado de cierta validez, que ahora nos es completamente desconocido.
Debemos -si queremos realizar el más mínimo progreso en el camino espiritual – y ruego que atiendan bien a esto – es absolutamente indispensable que depongamos cualquier actitud de esa índole. El hombre de hoy no realiza ni el más pequeño progreso espiritual, si no ha germinado primero en el Plano Físico. No podemos pensar, orgullosa e insensatamente (por mas que algunas tendencias nos sugieran -muy capciosamente- hacerlo así, buscando nuestro perjuicio) que
El mundo físico, en el cual las corrientes espirituales -en cierto modo- se cristalizan y parecen perecer e incluso extinguirse en lo que a su apariencia exterior se refiere, es absolutamente indispensable, tanto para el progreso del hombre, como para el conjunto de la obra creadora. Sabemos que
Ahora vamos a hacer una afirmación que a muchos les parecerá un tanto insólita, pero que siempre ha formado parte del patrimonio del Conocimiento Occidental Rosicruciano: las facultades superiores únicamente pueden gestarse mediante el trabajo en el mundo físico tridimensional.
Los mayores esfuerzos, llevados a cabo fuera de ese ámbito, no despertarán ni un ápice la clarividencia, clariaudiencia, ni ninguna de las restantes capacidades que nos abren acceso a otros niveles de experiencia. Es por este motivo que una persona que no las ha gestado -al menos hasta cierto punto- en su experiencia, física, no las posee después de la muerte. Y es por el mismo motivo que la persona excesivamente materialista, que no ha albergado en su ánimo ninguna inquietud por nada que se aparte de lo tridimensional, permanece ciega y sorda a todo estímulo, después de su muerte física. Es un absoluto error creer que una persona, por el simple hecho de abandonar el mundo físico, ya sea en la muerte, o por alguna conmoción, accede inmediatamente a la percepción en otros planos. Si esa persona no gestó los gérmenes de esas facultades, permanecerá insensible en esos otros niveles de la realidad, o bien será víctima de las visiones que le puedan ser impuestas por las Entidades Opositoras, en función de sus propias debilidades y tendencias subconscientes, pero nunca será capaz de registrar verdaderas percepciones de esos mundos.
En contra de lo que apuntan algunas tendencias budistas, en la actualidad igualmente proyectadas fuera de su época y de su contexto, el alma humana no busca la encarnación por la sed de sensaciones y placeres, si no porque (asistida por las Jerarquías Creadoras) reconoce la absoluta necesidad de la experiencia física en orden a su pleno desenvolvimiento.
De la misma manera que el recién nacido ejercita sus facultades de percepción, en base al desarrollo básico que alcanzó mediante el período transcurrido en el claustro materno, en donde se fueron gestando las estructuras de sus órganos sensorios, el alma individual únicamente puede emplear sus facultades de percepción anímica, si las gestó y estructuró de manera apropiada mediante su "inmersión” en el mundo físico tridimensional. El que algunas almas se enreden -de forma provisional- en las limitaciones y trampas involucradas en la materia, únicamente es signo de que la superación de esas dificultades les conferirá la fortaleza necesaria para hacer frente a los obstáculos y problemas, de índole trascendente, existentes en los ámbitos superiores de la realidad. Pero, dicho de forma un tanto anecdótica, ninguna persona puede aspirar a la bienaventuranza del Nirvana, si previamente no ha aprendido a hacer su declaración de Hacienda o arreglar una pequeña avería de cualquier electrodoméstico. No existen tareas pequeñas ni trabajos despreciables, esto lo resaltaron los místicos y conocedores de todos los tiempos, y el individuo que no quiere aprenderlo por las buenas, se verá forzado a dominar esa lección, aunque sea en contra de sus apetencias.
Por consiguiente, si el individuo no ha conseguido el máximo desarrollo en lo que concierne al mundo físico, no puede plantearse las exigencias propias del camino espiritual. Esto constituye un bienintencionado aviso a todas esas personalidades que, inseguras de sí mismas, repudian las exigencias del mundo físico, so pretexto de ser de esa forma "más espirituales". Quienes así proceden, no solamente se incapacitan para obtener ningún progreso, sino que están facilitando notablemente las condiciones para encontrarse con una de las múltiples trampas que las Entidades Opositoras guardan a los buscadores inexpertos y egoístas.
Pensemos -no obstante- que nos encontramos ante una persona que ha luchado por extraer del mundo físico lo mejor que éste puede proporcionar. Que ha vivido su vida atento, aprendiendo de cada situación, y haciendo frente a la dificultad lo mejor que ha sabido. Que ha estudiado, y se ha impregnado del conocimiento universal que nuestra cultura ofrece, aprendiendo los contenidos internos, vivenciales, implícitos bajo los términos conceptuales. Por consiguiente, hablamos de un hombre psicológicamente maduro e intelectualmente cultivado, provisto de una amplia base cultural. Nadie, sin estos requisitos, puede asegurarse que se halle en condiciones de aproximarse – con mínimas garantías de éxito – al Morador en el Umbral. Si alguien lo hace, es porque ha utilizado un "atajo falso", porque ha empleado alguna droga o alguna técnica de concentración o respiración que ha forzado su conciencia más allá que lo que en rectitud le corresponde, y el Morador, forzosamente ha de actuar sobre un individuo, tan irreflexivo y temerario, con una influencia realmente traumática, al objeto de hacerle olvidar semejantes practicas, quizás durante más de una encarnación.
Por lo tanto, y dejando a un lado las prácticas de
Aquí queremos redamar la atención de todas las personas especialmente interesadas en el planteamiento psicológico de estas problemáticas, porque posiblemente serán las más capacitadas para asumir este hecho en toda su trascendencia. Cuando la persona se hace capaz de proyectar -con pleno derecho- su conciencia más allá del nivel tridimensional, uno de los primeros entes con los que se tropieza es el constituido por las propias pulsiones, temores, inclinaciones y complejos. Es decir: el encuentro con las dimensiones más ocultas y sombrías del propio equipo interno, o con lo que las propias acciones erróneas pasadas han hecho de nosotros. Para aquellos poco familiarizados con la literatura esotérica, existe un ejemplo de más fácil acceso en la famosa obra de Oscar Wilde (de quien podría sospecharse una afinidad con estos temas) titulada ‘El Retrato de Dorian Gray‘. Aunque los lectores superficiales pudieran considerar este relato como muestra de la imaginación fantasiosa del autor, con unos toques de morbidez, para propiciar un cierto hálito terrorífico en el lector, lo cierto es que en esa novela existe un contenido de rigurosa verdad, y que, de la misma forma que las acciones deliberadamente malvadas del protagonista del relato, se plasman misteriosamente en el retrato que pintase su amigo artista, existe un nivel psíquico dentro del individuo, en el que se albergan resultados de su conducta, constituyendo una especie de modelo, plástico y cambiante, que representa la cualidad y calidad de la persona como individuo único en el Cosmos. Este modelo recoge tanto los aspectos positivos como los negativos, pero es a los segundos a los que nos interesa referirnos en el tema que consideramos.
No hay dos personas cuyo "modelo psíquico" (o lastre moral’, que sería otra forma de denominarlo) sea exactamente igual, y esto es algo bien conocido por psicólogos, psiquiatras, y, en general, por todos los especializados en esas áreas. Lo que el Esoterismo Occidental agrega sobre ese conocimiento, es la descripción de ese "modelo psíquico" individual como un ente autónomo, existente, operativo, y que puede ser contemplado, y con el que – inclusive -se puede, en determinado momento (éste que describimos) mantener un intercambio de comunicación. La tradicional frase oculta "Conócete a ti mismo”, tenia precisamente este significado: la necesidad de promover en el hombre la clase de desarrollo que le colocaría frente a frente consigo mismo, o con el resultado de sus acciones
Ya Jung, intuyó certeramente la existencia de este ente, su compleja operatividad fuera de los ámbitos de la conciencia vigílica del individuo, y su protagonismo detrás de la mayor parte de la psicopatías y de los tradicionales casos de "obsesión" y "posesión diabólica", por ello insistía en la absoluta necesidad de que el psicólogo conociese a fondo las líneas generales de
La visión del Morador del Umbral como un ente maléfico y diabólico, de terrorífico aspecto y perversas intenciones, inclusive su misma denominación, obedecen a una influencia romántica – con toda la carga de tenebrosidad y decadencia – propia del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, en los que se desarrolló esta terminología; y, por otra parte, a experiencias de personas que se enfrentaron a esa vicisitud sin la necesaria preparación. Contamos con el clásico ejemplo de la renombrada novela ocultista "Zanoni", menos accesible que la mencionada de Oscar Wilde. Zanoni es una obra del inglés, Sir Edwards Bulwer Lytton, reputado como autor ocultista, quien, en este texto en particular, traiciona posiciones -por cierto – sumamente retrógradas y de una misoginia muy poco en consonancia con verdaderos contenidos del Esoterismo Occidental Rosícruciano (que siempre tuvo en la mayor estima la colaboración de la mujer, y que nunca exigió la renuncia al matrimonio a sus seguidores, sino más bien al contrarío). En Zanoni, se hace una descripción sumamente terrorífica del Morador en el Umbral, vinculándolo de una manera un tanto capciosa con el sentimiento de atracción por una mujer, con lo que, automáticamente- se deduce que la mujer es el "foco de perdición" para el buscador espiritual; una de las mayores y más arraigadas falacias, sembradas por las corrientes ocultistas de corte Orientalista.
Lo que sucede al incauto sujeto contemplado en la narración, es que posee un temperamento absolutamente inmaduro, dentro del cual, el hecho de que se sienta atraído por una mujer hermosa (completamente natural y lógico) ni beneficia ni perjudica. La madurez se consigue por el aprovechamiento de la experiencia, no por forzadas e innaturales abstenciones. Si Dios (y la totalidad de las Jerarquías Creadoras, que han tenido su papel en ese complejo proceso) hubiese deseado que los hombres no se uniesen con las mujeres, hubiese inventado métodos de reproducción no sexuales, y no Se habría tomado la molestia de producir la diferenciación de sexos, los cuales se necesitan el uno al otro, y están destinados a (o necesitados de) complementarse.6
Aclarado el punto anterior (sobre el cual ya nos extenderemos más en otras ocasiones) señalaremos que el individuo que en Zanoni fue víctima de la asechanzas del Morador, únicamente cometió el error – muy generalizado por cierto – de pretender ser un superhombre antes de haber llegado a ser sencillamente un hombre, con todo lo que eso significa.
El solo hecho de que – porcentualmente – tengan tan gran significación los adolescentes entre los cultivadores de estas temáticas, es un indicio de la desorientación que existe en la actualidad con respecto a estos asuntos, que tradicionalmente han estado reservados a hombres maduros, tanto en la edad como en el cultivo personal. Si, por desgracia, y como sucede en muchas ocasiones, la persona no preparada, como consecuencia de prácticas irreflexivas propuestas por tantas Escuelas que se designan como Esotéricas, consigue romper la trama etérica que envuelve y protege cada uno de sus chakras o ‘flores de loto’ 7 como se designan en el ocultismo Occidental, y abrir una comunicación con otros niveles de la realidad, se ve expuesta – sin remedio – al acoso de todo tipo de entidades obsesoras y terroríficas, y, las mas de las veces, sufre por la presencia de lo que no son más que sus propios contenidos exteriorizados, cosa que es característica propia del nivel de cuatro dimensiones (el denominado Plano Astral) en el que todo lo interno del individuo se contempla como ajeno, desplegado frente a nosotros mismos, de ahí que, por ese efecto especular, se le entienda, asimismo, como el ‘mundo de los engaños y espejismos’, para los no preparados.
Volviendo al caso de quien se tropieza -a su debido tiempo, y de la forma apropiada-con el Morador, no existe la necesidad ineludible de que el hecho registrado sea terrorífico Más bien se trata de una lógica advertencia que le es hecha al sujeto, por aquella parte de sí mismo que se va a ver particularmente afectada por el nuevo curso que va a asumir su vida en lo sucesivo. Se trata de concienciar a la persona de los riesgos que va a afrontar en un nuevo ámbito de actuación, del cual ignora – en su mayor parte – el funcionamiento de sus leyes y las características propias del ámbito.
El Morador o "lastre moral” individual, debe de comenzar por ser reconocido como algo propio. Esa suele ser la primera señal de la adecuada preparación del individuo para hacer frente a la eventualidad.
La persona no preparada entiende al Morador como un monstruo, con el cual no tiene la menor relación, incapaz de identificarse con lo que interpreta como nefasto. Esto indica que el propio orgullo le imposibilita el reconocerse en sus auténticas dimensiones, incluidas las menos favorables. Una vez aceptada la identificación con el Morador, éste se expone a si mismo como un representante de nuestra historia pasada, y -en muchos sentidos- como un reto, un desafío cara al futuro.
Lo que antes ha estado fuera de nuestra percepción, pasa ahora a radicar dentro mismo de su foco La conciencia vigílica, que anteriormente fuese únicamente receptiva de las señales procedentes del nivel tridimensional de la realidad, ahora se encuentra expuesta – al mismo tiempo – a las impresiones de un nivel de cuatro dimensiones (el que tradicionalmente se ha designado como Astral). En este nivel, lo primero que percibe el individuo son sus propias proyecciones. Es por ese motivo que todo trabajo, toda acción, todo pensamiento y sentimiento que tenga lugar en lo sucesivo, se traducirá en modificaciones perceptibles (favorables o desfavorables, según los casos) de esas imágenes proyectadas en su derredor.
Hay otro camino para entender de una forma más normal y menos proclive a la distorsión, el fenómeno del Morador. Todos los familiarizados con el ámbito de
Conocer las peculiaridades de nuestro subconsciente, saber que todos los seres humanos albergamos en nuestro interior un Ángel y un Demonio múltiple, que, entre otros seres abarca a una entidad Luciférica, una Ahrimanica y una Asúrica, todo ello forma parte tanto del proceso de desenvolvimiento Oculto como de la maduración natural y espontánea del ser humano, aunque, lógicamente, el no preparado en Esoterismo, le dará otras denominaciones a estos seres que contempla, vivos y operantes en su interior.
Todo ello es normal, no es mágico, no es sobrenatural, y, sobre todo, es importante mantener siempre en la mente que les sucede a todos los hombres. Forma parte consustancial de su crecimiento anímico. Conocerse bien a si mismo, en lo bueno, en lo malo y en lo regular, no tiene por qué ser terrorífico ni conmocionante. Más bien constituye una garantía de seguridad, para nosotros y para los que nos rodean.
Cuando alcanzamos este tipo de conocimiento, sabemos bien cuáles son los resultados anímicos de nuestras acciones, y en qué sentido debiéramos realizar ajustes o modificaciones en nuestros mecanismos internos. Estos ‘mecanismos’, aunque funcionan como tales, en realidad son seres dotados de entidad propia y autónoma, si bien no poseen otro cuerpo sustancial que el nuestro, que los alberga y en el que operan como órganos o células, imperceptibles para los sentidos convencionales, pero no para la conciencia alerta o super-despierta. Este cambio en el estado de conciencia se halla descrito en
Cuando en Esoterismo se habla de impersonalidad y de desapego, se hace referencia a la necesidad de descartar los puntos de vista de contenidos emotivos, compulsivos e irracionales, que nos rodean como una muralla imposible de traspasar, e impiden una percepción objetiva de los estímulos tetradimensionales. Estos obstáculos psíquicos y morales, también tienen un sustrato energético, que bloquean el cuerpo etérico, y le incapacitan para operar como instrumento de percepción de los niveles de realidad de más de tres dimensiones.
Debido a la complejidad del tema, dejamos para otro trabajo el tratamiento más acabado de algunas de las implicaciones de estos hechos, así como del posterior encuentro con lo que se ha llamado "Morador en el Umbral Superior" 9, de muy diferente naturaleza, que implica el contenido de nuestra evolución futura. Ahora, únicamente apuntaremos la cabal trascendencia del encuentro con el Morador Inferior, al que aludimos en este trabajo.
No se trata únicamente de la apertura de la propia conciencia a unos niveles a los que ordinariamente no encuentra acceso, sino -de forma, todavía más determinante- de la asunción de una madurez dentro del proceso global de desarrollo espiritual, que se va a reflejar en hechos de la mayor importancia. El Morador confronta al individuo con la materialización efectiva de la historia pasada, le muestra el resultado de sus equivocaciones y de las acciones deliberadamente erróneas, le exige una completa toma de conciencia de esa responsabilidad y de la ineludible necesidad de realizar una compensación que equilibre la desarmonía y la malformación a la que esa entidad (pues el Morador es una verdadera entidad viviente, como ya señalamos) ha sido sometida.
Ahora bien, este trabajo, a partir del momento en el que el individuo traspase el umbral de percepción que es custodiado por el Morador, ha de ser llevado en condiciones muy distintas de lo que lo fue previamente. Hasta entonces, la persona ha estado ayudada por distintos tipos de entidades protectoras, que le han orientado en su actuación y le han inculcado fuerza en sus momentos de desánimo. En el futuro, no podrá contar con ninguna asistencia, con excepción de la que él mismo sea capaz de extraer de su propio contenido como ente espiritual. Ha de ser mediante su autotransformación, mediante la conversión del plomo material en auténtico Oro Solar y espiritual, como el individuo forje su propia luz. Nadie le llevará de la mano. El se alumbrará el camino.
Ni siquiera las entidades gregarias, los Supervisores de Raza, Pueblos y Naciones, le asistirán en su discurrir sucesivo. Ha dejado de formar parte de lo que podríamos designar como "rebaño humano” y se ha convertido en un ente individual y autosuficiente, que librará sus propias luchas. No podrá buscar ningún apoyo fuera de si mismo. Si en un futuro aspira a gozar del derecho y la capacidad de tender la mano a otros más débiles y menos avanzados, ha de conquistar el don de la fortaleza y la decisión inquebrantable y férrea.
El Morador le advierte: si existe la más mínima duda acerca de la propia capacidad para hacer frente a tan ardua situación, el buscador debe postergar su decisión de traspasar el umbral, o únicamente desgracias (para la persona y para el conjunto) podrían cosecharse como resultado de una acción temeraria e irreflexiva.
No obstante, como señalaba Steiner, estas consideraciones no deben desanimar al sincero buscador, que siempre encontrará – si sabe esperar con Fe, esperanza y paciencia – el momento idóneo para su decisión. E igualmente es importante desdramatizar los hitos del desenvolvimiento espiritual, que, si se sigue siempre una conducta recta y tranquila, se produce tan naturalmente como los ciclos naturales en una planta. El hombre despierto no necesita ser ayudado en cada momento por las Entidades Espirituales. O, expresado más correctamente: aunque esa ayuda nunca le ha de faltar, lo que no tendrá será la substitución de su propia responsabilidad. Su desarrollo está en sus manos, pero así como el Sol y la lluvia ayudan siempre a las plantas para que crezcan de forma adecuada, así nosotros tendremos siempre la ayuda que precisemos, más allá de nuestras propias e individuales fuerzas y capacidades, que únicamente a nosotros nos incumbe ejercitar y poner en práctica en cada momento de nuestras vidas.
Como es fácil de advertir, esta perspectiva resulta notablemente distinta de la ofrecida por las corrientes de corte Orientalista, en las que el aspirante, discípulo, e incluso Iniciado, está siempre teóricamente protegido y salvaguardado por padrinos, guías, supervisores, Maestros, etc…. No es difícil comprender que esa perspectiva, lo que está haciendo, es ofrecer como actuales las condiciones que prevalecían hace miles de años, con anterioridad a la venida del Cristo, cuando la humanidad se encontraba todavía en sus infantiles balbuceos.
La realidad en el momento presente, dos mil años después de la introducción del Impulso Crístico en la humanidad, y en pleno desarrollo del aspecto conciencia individual del alma humana, es que el progreso espiritual en los planos internos se realiza de forma absolutamente autónoma, y que las agregaciones que eventualmente pudieran tener lugar, lo son entre individuos realizados, que forman -de esa manera- lo que podríamos designar como una "Colegiatura Oculta" 10
A los ámbitos no perceptibles de la realidad no pueden asomarse niños ni adolescentes (entendido en sentido psicológico y moral), sino hombres auténticamente adultos y responsables. Cualquier invitación que pareciera suavizar esas exigencias, únicamente podría venir del lado de las Entidades Opositoras, quienes buscan la disminución de la conciencia individual y la separación brusca o gradual del indispensable modelo Crístico.
Pedro A. Quiñones Vesperinas
Redacción inicial, 7 de Marzo de 1980
Revisión posterior, 12 de Julio de 1993
Última revisión, 21 de Diciembre de 1996
NOTAS
1 Ningún ocultista o esoterista de la línea positiva, por muy grandes que sean las capacidades conquistadas (y aunque potencialmente estuviese en condiciones de hacerlo) emplea esos recursos para alterar las leyes propias del plano físico tridimensional, en el que las propias Jerarquías Creadoras han confinado nuestra conciencia, con unas finalidades muy especificas. Cualquier hecho anormalmente fenoménico, inequívocamente nos está mostrando una manipulación tendente a influir de manera no honesta sobre nuestro ánimo y nuestra credulidad, impresionándonos con la magnificencia de quien está en condiciones de llevar a cabo cosas que a nosotros nos parecen maravillosas. Lamentablemente, estamos muy erróneamente influenciados por una tradición religiosa "milagrera", en la que se nos ha acostumbrado a la idea de que Dios se manifiesta conculcando sus propias leyes. Debe decirse que esto es absolutamente FALSO, (así, en mayúsculas) Semejante idea procede de la ignorancia y de la incapacidad de quienes deberían ser custodios de la sabiduría de las escrituras sagradas, para comprenderlas e interpretarlas adecuadamente al hombre común. Lo que nosotros entendemos hoy como milagros, no lo fueron en su contexto cultural y temporal, ni los descritos en el Antiguo Testamento, ni mucho menos los atribuidos a Cristo. Quien realizó curaciones que (al margen de su aspecto moral, muy elevado) no diferían en nada de las que realizaban curadores que entonces todavía abundaban. Por ser encamación del Verbo o Segundo Aspecto de
2 Iniciales de Helena Petrovna Blavatsky, autora rusa de gran prestigio en el mundo ocultista, autora, entre otras obras, de la significativa “
3 Agrupación de hombres altamente evolucionados, hasta el punto de alcanzar un estado superhumano y disfrutar de poderes de los que actualmente se designan como ‘paranormales’, a la que se hace alusión reiterada en las obras de dicha corriente espiritual, como verdaderos dirigentes de los destinos de nuestro mundo.
4 Hace referencia a un concepto muy popular en sectarismo, según el cual la historia de la humanidad se divida en ciclos sucesivos, denominados, respectivamente, ‘De Oro‘, ‘Plata’, ‘Cobre’ y ‘Hierro’ En la terminología sánscrita original, a este último se le designaba como ‘Kali Yuga’ o ‘Edad de Tinieblas’, en el cual, la humanidad, por los cambios devenidos en su constitución psicofísica y moral, pierde de vista la existencia de los mundos suprasensibles y se sumerge en el materialismo y en el caos anímico y social. Estos ciclos se dividen en mayores y menores, según su duración y trascendencia. El año 1875 supone la finalización cronológica de un ‘Kali Yuga’ menor, al último al que hemos estado sometidos, aunque todavía dentro de los efectos generales del ‘Kali Yuga’ mayor.
5 Desde el ángulo de una Psicología renovadora y humanística, podríamos encontrar al Morador en el Umbral, expresado intuitivamente en la que Wilhelm Reich designaba como Coraza Caracterial. Esa coraza es la responsable de las limitaciones y las patologías varías de la persona.
6 No queremos que se interpreten esas líneas como una apología de una sexualidad indiscriminada, sino como una reivindicación de una función que -como cualquier otra- el hombre ha de aprender a ejercer de manera armónica y liberadora. El trabajo de Wilhelm Reich, especialmente su obra:
7 Chakras, del Sánscrito Tchakra, que significa – literalmente – rueda. Se refiere a determinadas agrupaciones, semejantes a los ganglios del sistema nervioso y ganglionar, pero correspondientes a un sistema de intercomunicación no perteneciente al nivel físico-denso, sino a un sustrato energético del mismo, no tangible, pero en un 90% paralelo al sistema nervioso físico, que se designa como red de nadis, en el esoterismo hindú, o los vasos de la acupuntura, en la antigua Medicina China. Más recientemente, las emanaciones energéticas procedentes de este organismo, al que en esoterismo se da generalmente el nombre de Cuerpo Etérico, se han puesto de manifiesto con la fotografía Kirlian. Técnica que se utiliza habitualmente en
8 Todo el tema de Parsifal se halla analizado con bastante detalle en el ensayo titulado: "Los Creadores De
9 El encuentro con el Morador Superior del Umbral, que no es otro que el Cristo, se considera en el trabajo titulado: "Muerte Y Resurrección Del Cristo Etérico. Influencias De Las Entidades Opositoras Como Trasfondo En
10 Igualmente expuesto en el trabajo anteriormente mencionado sobre el Cristo Etérico.
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