El Cristianismo, el Cristo Sol y las Iglesias
Existe un antes y un después, un punto trascendental en la transición de los tiempos, que es la aparición de Cristo en persona en el mundo material, y que marca el comienzo de una época
absolutamente nueva y transformadora en
la historia del planeta y de la humanidad gracias al impulso crístico,
indispensable para la correcta continuación evolutiva del ser humano en un
mundo hasta entonces sometido al predominio absoluto de las fuerzas malignas,
demoníacas, antiespirituales, propias del mundo material. Hasta que tal
acontecimiento ocurre, tal y como puede comprobarse en los tremendos relatos
del Antiguo Testamento, todo transcurría dentro de la corriente anímica
sustentada en los parentescos genéticos y sanguíneos estructurados en las
distintas razas, así como en los dogmas y leyes de las religiones.
En la dicotomía de
religión/espiritualidad o materialismo, el Cristo viene a apelar, de forma inequívoca,
a la importancia del individuo por encima de castas, razas o de la sangre, a la
individualidad albergada dentro de la personalidad. Lo que importa es el ser
humano como prójimo, las personas que la encarnación actual nos ha colocado
cerca. El amar al prójimo como a uno mismo comienza por escuchar a los otros
seres cuando quieren comunicar algo, atender a sus preocupaciones y angustias,
anhelos y deseos, etc. frente a las energías de frialdad e incomunicación,
anti-crísticas o asúricas que predominan hoy día, de afirmación de nuestra
auto-importancia exclusiva y excluyente. Y es por ello que puede parecer paradógico el contraste entre el ego
personal dirigido por fuerzas opositoras
inconscientes, y la esencia de la individualidad que preconiza Cristo, el
verdadero “yo”, en el que todos somos parte de todo y de todos, tal como nos ha
mostrado El en su propia vida terrestre y en sus obras, encerrado temporalmente
en un cuerpo de carne y sangre como el de todos nosotros, y de cuyo encierro
separativo y egóico, al igual que Él hizo, nos podemos liberar a través del
reconocimiento de nuestra parte espiritual eterna, con el único requisito de
que seamos conscientes de las energías de trasformación de Luz/Amor del Cristo
en nosotros.
El sentido fundamental
del Cristianismo consiste en la ampliación de nuestra conciencia para
trasformar la realidad de este mundo imperfecto y creador de conflictos, como
una herramienta de trasformación para poner el interés de la humanidad por
encima del propio interés de cada uno, capacidad de realización que todos
tenemos como depositarios de las energías del Cristo, por encima de nuestras
limitaciones e imperfecciones humanas. El Cristianismo, por tanto, no puede considerarse como una religión, sino como un estado de conciencia propio de los que aspiran a vivir en
Cristo, y por ello no se difunde mediante prédicas, sino mediante vivencias
interiores. Además de saber escuchar a los demás deberíamos aprender a hablar
con conciencia, a expresar aquello que tiene un sentido exteriorizar para
comunicar a los otros: ello requiere pensar previamente lo que vamos a
trasmitir, y con responsabilidad hacer honestamente lo que creemos correcto;
que sea nuestro “yo” verdadero, nuestra individualidad, el auténtico
protagonista de nuestro existir en la encarnación, a imagen de Cristo en
nuestra interioridad.
Tal como Cristo nos
anunció es únicamente por el predominio de la parte espiritual sobre la parte
terrenal del hombre como se puede reconocer la realidad espiritual del Verbo en
el interior del ser humano, gracias a que el propio Verbo, generador del
hombre, por libre elección, se hace “Hijo del Hombre”, pasando a integrar, de
manera vital y energetizante, la parte germinal del nuevo Sol Espiritual en el
que habrá de convertirse la humanidad realizada.
En contra de lo que
propugnado, únicamente el hombre individual, con una conciencia libre y
plenamente despierta, podrá posibilitar la realidad de la unidad indisoluble de
todos los seres de nuestro universo, sin intermediación de ninguna religión
instituída, sobre todo si está sumergida en la ambición de poderes y riquezas
materiales.
Nos encontramos en los tiempos modernos dentro de un período oscuro, donde la religión ha sido sustituída por la dictadura de la ciencia, de manera que fundamentalmente el hombre sigue esclavizado a causa de los muros de los dogmas que nos encierran, pues ahora los dogmas de la ciencia se suman a los antiguos dogmas de la religión .Por ello es importante recalcar que la ciencia espiritual no quiere
tener nada que ver con la fundación de una nueva religión, o para dar cabida a
nuevos profetas o fundadores de sectas. La humanidad ha madurado, el tiempo de
los profetas y de los fundadores de religiones se ha terminado. La ciencia
espiritual no quiere usurpar el lugar del cristianismo, ni tampoco establecer
alguna otra cosa en lugar del cristianismo, sino que quiere contribuir a una
comprensión más profunda, más sentida de la cristiandad y de El Cristo.
Por tanto la ciencia espiritual de ninguna manera menosprecia el intento más admirable de los filósofos para determinar el alcance del pensamiento humano y el conocimiento. En cierto sentido, la ciencia espiritual tiene como objetivo desarrollar aún más la forma de pensar que entró en la evolución humana a través de la ciencia natural, y lo hace mediante el fortalecimiento del alma humana, tratando de hacer fructífero y eficaz ese tipo de pensamiento. La forma en que la ciencia espiritual debe proceder difiere de manera significativa, sin embargo, del camino tomado por las ciencias naturales. Y si sobre algo Rudolf Steiner pretendió llamar la atención fue sobre la necesidad de la ciencia espiritual de mostrar al hombre la vuelta hacia el espíritu y el mundo espiritual, tras la oscuridad y el dominio del Mal durante el Kali Yuga anterior, al margen de ningún deseo de fundar una religión de ningún tipo, pues lo que básicamente quiere esa ciencia del espíritu es crear un ambiente más religioso en el sentido espiritual de la vida del alma, con el fin de conducirnos a Cristo como el Ser en el centro de la vida religiosa. Y su mensaje es esencialmente que el alma puede cambiarse a sí misma por completo, y que, a través de la práctica de ciertos ejercicios, el alma puede dar lugar a una mejora infinita de sus fuerzas inherentes de atención y devoción.
“No es por la especulación o por la filosofía, sino por la disciplina devota del alma que el hombre puede emanciparse de su cuerpo” afirmó Rudolf Steiner. Las experiencias de la humanidad en las culturas antiguas -en las de Egipto y China, Persia y la India, Grecia y Roma- eran diferentes de las de nuestro tiempo. En épocas antiguas el alma del hombre vivía en condiciones diferentes a las del hombre de hoy. Al igual que en la vida humana individual las experiencias de la infancia no son las mismas que las de la juventud o la vejez, las experiencias de la humanidad en esas culturas no eran las mismas que las nuestras lo son hoy en día. Y de igual manera el desarrollo humano pasa a través de diversas formas en las distintas edades de su vida. Ahora que la humanidad ha alcanzado la mayoría de edad y el hombre es capaz de pensar por sí mismo, los poderes divinos han entregado al hombre mismo la responsabilidad de una implicación más profunda en la evolución de la Tierra. Los "dioses" han creado al hombre libre, y ahora están al lado del hombre y de la mujer para que entren en el futuro a través de tareas verdaderamente espirituales, como puedan ser, aunque en principio ello pueda no parecer una tarea auténticamente espiritual, la necesidad de reconciliar la ciencia con el arte y la religión, materias que ahora están tirando en direcciones opuestas. Y para hacer que esto sea posible, el misterio tendrá que ser públicamente traído a la luz, y la sabiduría habrá de ser accesible a todos los hombres, pues ya no son materias reservadas para unos pocos privilegiados.
Y es justo en nuestros días, a pesar del aparente caos circundante en
todas las esferas de la vida moderna, justo el momento en que una nueva página
se está abriendo en la historia espiritual de la relación del hombre con los
seres celestiales cuyos impulsos vienen a la luz en la progresión del tiempo.
En el último tercio del siglo XIX, el arcángel Miguel se convirtió en el
Espíritu del Tiempo, poco antes del fin de
Yuga, que como era conocido por los antiguos, llegaría a su fin en 1899. Desde
el principio había sido la tarea de Michael mantener en jaque a las potencias
de las tinieblas, a cuyos líderes se refería Steiner como Ahriman (el antiguo
ser contrario a la luz, la entidad persa Angri-Manyu), Lucifer, y Soradt. A
menudo vemos a Michael representado en el arte medieval como el valiente matador
del Dragón. Pues bien, fue reiteradamente Steiner el que anunció que ahora que
la humanidad ya era mayor de edad y libre, el hombre debía derrocar al
"Dragón" por sí mismo y dentro de sí mismo, en primer lugar mediante
el autoconocimiento de su propio alma y su yo, y siempre mediante la asistencia
espiritual de las fuerzas y poderes divinos que Michael dirige y coordina. La
elaboración de la antroposofía, en cuya transmisión Rudolf Steiner sirvió como
representante humano de Micael, constituye la primera y más importante
herramienta de trabajo y estudio como medio esencial para incrementar la relación
espiritual con lo divino, a la búsqueda de
de su más alto representante el Cristo. Y por supuesto sin crear para ello una
nueva religión, o unos nuevos profetas o sacerdotes intermediarios, sino simple
y sencillamente a través del propio Yo, mediante el estudio, la práctica
meditativa y de autoobservación y la disciplina en la conscienciación y
limpieza sistemáticas del propio cuerpo astral, corrigiendo y constatando las
propias inercias, los propios deseos y hábitos y los propios impulsos más
instintivos e inconscientes, para poder iluminar las lagunas oscuras del propio
alma, y eventualmente ser el dueño y señor (si cabe decirlo) de las fuerzas
internas más subconscientes a las que dirigen precisamente a su servicio las
potencias opositoras y adversas.
El Cristo Sol
En el antiguo Oriente, los hombres afirmaban que la influencia de Sol llegaba a todo el mundo en el curso de su vida, y cuando esto sucedía se convertía en un nuevo ser, pero tal cosa fue cambiando con el correr de los tiempos de forma que para la época de la vida de Jesús de Nazaret la constitución física de otros hombres decayó de tal manera que ya no pudieron recibir la influencia solar en sus cuerpos. Y cuando para los demás esto ya no era posible Jesús fue el último ser humano destinado a recibir la influencia directa del Sol. Hay una pista acerca de esta influencia del Sol en los Evangelios, pero decía Steiner que siempre se había malinterpretado. Los Evangelios nos dicen que cuando Jesús de Nazaret fue al Jordán para ser bautizado por Juan, una paloma descendió sobre Él desde el cielo. Y la paloma es el símbolo de la influencia solar, del Ser del Sol, que entró en Jesús.
En la
antigüedad, antes del comienzo de la historia de los Judios, se veneraba al
Sol, porque el Sol era conocido por ser la fuente de esta influencia
todopoderosa durante la vida terrena de los hombres. Cuando tal influencia dejó
de recibirse, los hombres dejaron de venerar al sol. Antes de la fundación del
cristianismo ya hubo una religión solar en la que el mismo Sol fue objeto de
veneración. Recordemos en tal sentido que Zoroastro dirigía su mirada hacia el
Sol y reconocía en su Luz y su calor la presencia del Dios Solar, Ahura Mazdao,
en su descenso hacia
Tierra. Pues
influencia Sol, y, posteriormente, los hombres pudieron reconocer a Cristo como
el Espíritu del Sol, el Cristo Jesús, descendido sobre
en el sol.
En los
primeros siglos cristianos, Cristo siempre fue llamado el Sol y en los
Evangelios aún se podían encontrar las palabras: "El Sol, el Cristo",
pero más tarde, por una de esas razones misteriosas nunca explicadas, el
significado fue olvidado por completo. Es curioso que en cada misa católica la
esencia corporal de Jesucristo (la hostia) está visiblemente representada y
contenida en
dentro de esa forma característica de rayos solares dorados, pero si alguien se
atreve, decía Steiner, a mencionar su verdadera procedencia solar, puede ser
denunciado por la ortodoxia institucional eclesial como un hereje.
ha considerado que es peligroso proclamar las verdades que tienen que ver con
las estrellas, y por tanto también con el sol.
Los
hombres de los antiguos Misterios, conocidos entre otros nombres como
ocultistas, esfinges, hombres del sol, etc., anteriores al Cristianismo
eclesial, sabían que las influencias divinas y celestiales venían de las
estrellas, y por ello los sacerdotes iniciados tuvieron el cuidado de asegurarse
de que el conocimiento estuviera en manos sólo de los que habían sido sus
receptores en tales Misterios, y sin embargo la sabiduría solar, con el tiempo, se
ha perdido. Y entonces vino Cristo Jesús, quien trajo a la vida y a la tierra
otra vez -pero en una forma nueva- la enseñanza de que el Dios Sol a partir de
entonces debía tener su lugar en
resultado victoriosa el conocimiento de la influencia del Sol, y de hecho la
religión de la antigua estrella en su totalidad, se habría hecho presente de
nuevo en el mundo. Cristo Jesús había traído el gran y
fundamental cambio, colocando ante todo el mundo como una realidad lo que había
sido previamente guardado como un secreto dentro de los Antiguos Misterios
Solares. A partir de entonces habría estado al alcance de todos los seres
humanos la significación de los cultos y misterios solares, pero al no ponerse
posteriormente ningún esfuerzo en su transmisión no se logró la difusión de tal
conocimiento (de hecho cierto emperador romano, Juliano el
"apóstata", trató de introducir la religión de la antigua estrella
una vez más, pero fue asesinado, mientras que realizaba un viaje a Persia).
En realidad lo que pasó con la Iglesia Romana fue que la sabiduría solar que Cristo Jesús había traído de nuevo al mundo fue denunciada como una superstición y como una creencia diabólica, de manera que el mismo medio que podría conducir al hombre al Espíritu y al conocimiento real de lo espiritual fue denunciado y prácticamente exterminado. Y en su consecuencia, a partir de entonces la Iglesia se convirtió en la autoridad suprema para todos los creyentes en la cuestión de cómo y qué deben pensar los fieles religiosos católicos, de forma que podríamos decir sin temor a equivocarnos que no fue a través de Roma como el verdadero cristianismo llegó a Europa, sino que en realidad lo que Roma trajo a Europa fue un cristianismo modificado y en esos aspectos tergiversado, pues lo que expandió fué un cristianismo que aceptó sólo el acontecimiento exterior de Palestina ignorando todo el entorno cósmico y esotérico de tan profundo y trascendental evento.
Habría sido un hecho trascendental, porque si hubiera tenido éxito el intento de Enrique II, la persecución posterior de los herejes y de las herejías nunca habría tenido lugar. Estas persecuciones son simplemente el resultado de la autoridad que se ejerce sobre los pensamientos de los hombres, cuando, en realidad, nadie puede tener la autoridad permanente sobre los pensamientos humanos. La autoridad sobre los pensamientos sólo puede ejercerse cuando un ser humano está sujeto a la influencia del poder mundano, cuando se ve obligado a tener que asistir a escuelas particulares y a ser inculcado en
determinadas doctrinas que obligatoriamente influirán en sus puntos de vista y
en su manera de pensar. Cuando resulta que el mundo de los propios pensamientos
es sagrado por afectar a la esfera del propio Yo y por tanto jamás habrían de
someterse a autoridad alguna de forma obligatoria e impuesta. Ninguna Iglesia
debería de haber trabajado nunca de forma tan dañina imponiendo sus criterios
bajo la fuerza coercitiva de su poder de dominio mundano.
enseñar, libre y respetuosamente, y la respuesta debe venir de los propios
seres humanos en el uso de su propia libertad de criterio y en el ejercicio de
su sagrada capacidad de raciocinio y reflexión. Y posteriormente ninguno de los
intentos realizados a lo largo de la historia de modificar tal estado de cosas tuvo
éxito en la época de las Cruzadas, de forma que los Príncipes y nobles romanos
mantuvieron su poder a capa y espada hasta la actualidad, y es así que la labor
de control de las consciencias y de los dogmas, a través de instituciones
herederas de
Santa Inquisición
recientemente dirigida por el entones cardenal Ratzinger, hoy Papa, han logrado
mantener su poder y su dominio hasta nuestros días.
Es un principio
básico del Cristianismo, que consagra el gran pensamiento proveniente de la
sabiduría solar proclamada por Cristo Jesús, cuya realización práctica hace precisamente
que cada ser humano sea sagradamente libre, aquél que dice ..: "Vosotros conoceréis
…" . Y sin embargo toda esta concepción se ha mantenido en el olvido a
través de los siglos y es por ello que el verdadero cristianismo debe ser redescubierto
de nuevo día a día a través de
Y por eso no es de extrañar que los representantes del cristianismo oficial,
institucional y eclesiástico, se opongan al cristianismo esotérico y solar
expuesto por
que realmente se adhiere a Cristo Jesús y enseña al hombre las mismas
realidades tal y como él las enseñó. Y esto y no otra cosa es lo que hace
todo ello y en su consecuencia no es sorprendente que aquellos que sólo conocen
el cristianismo en su forma actual y oficializada, a menudo tienen una abierta
aversión a esa forma de Cristianismo.
Y sin embargo eso
no quita para que se reconozcan otros logros históricos de ese cristianismo
eclesial, que ha traído un tremendo progreso en la vida social. Es cierto, por
ejemplo que la esclavitud fue abolida poco a poco por influencia suya, entre
otras. O que sin el cristianismo no
habría habido ninguna ciencia como la conocemos hoy en día. Que la mayoría de
los descubrimientos más trascendentes hasta
Edad
era un dignatario de
Iglesia Católica
aprendizaje fueron dependientes de los monjes. Aunque la verdadera historia -la
historia que divide todo el proceso de evolución en
y la post-cristiana- realmente comienza cuando el cristianismo nace. Pero en
todo caso es evidente al examinar la historia que la mayor parte del
pensamiento consagrado en el cristianismo muestra a todas luces que
que el Cristo también representaba, cayó en
desapareció, y ello fue debido únicamente a la influencia de
El centro es el Cristo
Es patente el esfuerzo de las Iglesias por divinizar y exaltar en la figura del Cristo histórico la de su instrumento y vehículo humano, Jesús, generando con ello una confusión y una visión distorsionada del fenómeno crístico, que se evidencia tanto hoy en multitud de congregaciones y sectas cristianas de diverso tipo, sobre todo norte y suramericanas, en sus rituales y celebraciones eclesiásticas.
Y sin embargo es
preciso aclarar y puntualizar en tal sentido quien es quien. Hemos de
considerar a Jesucristo como una entidad doble, compuesta por Jesús de Nazareth
y el Cristo, o Verbo Creador. Jesús de
Nazareth (individualidad de Zoroastro reencarnado, según manifestación de Rudolf Steiner) vive durante treinta años
como tal, hasta que termina su encarnación y deja paso, en el bautismo de Juan,
a la incorporación en él de
Entidad Solar
su cuerpo físico. Por ello un esoterista cristiano, cuando se refiere al
Cristo, no lo hace a la figura de Jesús, sino al Verbo Solar creador de nuestro
Cosmos, que es el Sistema Solar, ámbito de manifestación que le corresponde
como segundo aspecto de
Trinidad
existencia dentro del mismo.
En el pasado, el
hombre sólo podía hacer un contacto real con la esencia divina a través de los
Misterios. Lo que se vivía en los misterios salía luego al mundo en forma de
revelaciones para ser aceptado como cuestiones de fe. En el caso que estamos
considerando de Cristo, el contacto con la esencia divino-espiritual del cosmos
sucedió de tal manera en el hombre Jesús, que fue a través de él que el Cristo
entró en la corriente de la vida de la tierra por un período de tres años.
Luego, en el Misterio del Gólgota, una fuerza que antes vivía fuera de la
tierra se derramó en el mundo. Todos los eventos a través de los cuales Cristo
pasó cuando vivía en el cuerpo de Jesús sirvieron para traer a la existencia
ese Poder Divino al mundo terrenal, la parte terrenal del Cosmos:
a la tierra desde el Cosmos, derramó su esencia en la evolución de
permitió al hombre restablecer su conexión con el mundo espiritual.
Con el bautismo en
el río Jordán algo que antes era experimentado por todos los discípulos de los
Misterios entró en un solo ser humano, y de ese único ser humano ese “algo”, el
espíritu de Cristo, se transmitió a toda la atmósfera espiritual de la tierra,
permitiendo a cada alma humana quedar inmersa en esa energía. Luego este nuevo
impulso entró en la esfera terrestre a través de la muerte y resurrección de
Cristo. Desde el misterio del Gólgota el hombre vive en un ambiente espiritual,
un entorno que ha sido cristianizado, ya que tanto el hombre como el planeta han
absorbido el impulso de Cristo, y por primera vez, desde el momento en que la
evolución humana entró en su descenso, el alma humana podía no solamente revivir
en sí el impulso del Espíritu Crístico, sino que además podía establecer una
conexión con Cristo. Si el hombre no puede crecer más allá de las fuerzas de la
muerte que lleva en sí, la fuente espiritual del origen del hombre ya no puede
ser encontrada en el camino viejo, sino que debe de encontrar un camino nuevo,
a través de la búsqueda de una conexión con Cristo en la atmósfera ahora
espiritual de la tierra.
Ha sido a través de
la ciencia espiritual que se ha tenido acceso a una visión de Cristo que no se basa
en los Evangelios. Por medio de la ciencia espiritual se ha podido percibir que
en el curso de la historia Cristo entró en la evolución de la humanidad, y a
través de ella sabemos que El tenía que vivir una vez en un ser humano para que
se pudiera encontrar un camino que condujera, a través de ese ser humano, a
recrear el clima o atmósfera espiritual de la tierra. Ese ser que vivía en
Jesús de su trigésimo a trigésimo tercer año dió a la humanidad el impulso
necesario para su desarrollo en un momento en que sus fuerzas juveniles, las de
entones muy decadente, estaban comenzando a declinar.
El Cristo asumió, por tanto, una dimensión
humana de forma voluntaria por un periodo de tres años, máximo de tiempo que
puede resistir un cuerpo físico la presencia de las energías Luz/Amor del
propio creador, a pesar de ser el cuerpo más perfecto existente, ya que había
sido preparado durante generaciones dentro de un pueblo creado para ello, como
es el hebreo. Ello se explica por la incompatibilidad de la materia
físico-material anti-crística, (materia
física densa o espíritu muerto, de naturaleza asúrica por tanto) y las energías
espirituales eternas del propio Cristo.
Se confunde por tanto a Jesús con el
Cristo, al Hijo con el Padre, y a ambos con el Espíritu Santo, al creador de
nuestro Sistema Solar con el creador de todo el Universo imaginable, con el
Dios responsable del Cosmos global
todopoderoso y omnisciente, y parece que así lo hace intencionadamente
No es posible, para cualquier mente humana
sana y responsable, el traspasar los límites de nuestro Sistema Solar, que es
la labor de un Dios limitado y enfrentado al problema del Mal, en la creencia,
imbuída por esa Iglesia, de una Divinidad todopoderosa que, inexplicablemente,
incluye el Mal en sus planes (¿Cómo es posible que un Dios omnipotente,
omnisciente y pleno de Amor permita la existencia del Mal, del dolor, de la
enfermedad, y eventualmente de la muerte? se pregunta lógicamente cualquier
mente racional). Por tanto podemos considerar que cada Sistema Solar constituye
un Cosmos propio específico y que no tiene relación con otros sistemas. En un
Cosmos infinito, en el que se nos enseña que nuestro mundo se halla perdido en
la periferia, los actos humanos quedan desprovistos de cualquier dimensión
ética al despojarles de los límites y las referencias que les posibilitan la
concepción moral de la realidad, frente a la moderna concepción
mecanicista. El único ámbito en el que
la mente humana está capacitada para referirse, de manera equilibrada,
anteriormente se restringía a los límites de nuestra esfera terrestre, y por
ello en la concepción mecanicista la mente humana queda desvalida e
incapacitada para poder comprender la realidad con un mínimo sentido de proporción. Con ello el ser humano se encuentra, artificial y tentadoramente, con la
necesidad de encontrar la explicación y el origen de un Cosmos infinito, es decir,
con una divinidad todopoderosa, en donde no tiene lógica, por tanto, el único
problema con el que se enfrenta el hombre: el problema de la existencia del
Mal.
Consideramos, por tanto, que toda dimensión
de la realidad que se sitúe más allá de nuestro Sistema Solar, no concierne
para nada al ser humano actual, trascendiendo absolutamente sus posibilidades
de comprensión, a pesar de las mayávicas (maya) fotografías galácticas
realizadas por ordenador que diariamente se nos facilitan por
podemos pretender interpretar la realidad a partir de una abstracta e
incomprensible supuesta divinidad todopoderosa, irreconciliable con una
correcta visión dualista de dicha realidad en la existencia y lucha permanente
de las fuerzas del Bien frente a las del Mal,
dejarnos fascinar por la información que la ciencia moderna nos suministra de
unos mundos materiales encubiertos por una “glamorosa” nube de “maya”
espectacular acerca de lo que se halla más allá de los límites de nuestra
tierra.
Es en este sentido como hemos de considerar
la comprensión del Dios, o Verbo Cósmico de nuestro Sistema Solar, que es el
único que a nosotros concierne, no todopoderoso, sino limitado, que no ha
podido eludir el problema del Mal, porque, siguiendo a Steiner, era necesario
para su objetivo de creación de una humanidad destinada a convertirse en una
nueva Jerarquía de Dioses creadores libres, a su imagen y semejanza, y con
posibilidad de hacer frente y vencer a dicho problema, una vez realizada.
Equipo de Redacción Revista BIOSOPHIA
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