El Avatar de Acuario y la responsabilidad personal
Vivimos tiempos especiales, de eso no hay duda. Los que pertenecemos o nos movemos dentro del llamado “ambiente espiritualista” percibimos y sabemos que nos encontramos en un autentico “gozne del tiempo”, donde una época va dando paso lentamente a otra.
En muchas culturas, tanto asiáticas, americanas, como occidentales, existe la tradición de que aproximadamente en nuestros días, un gran Enviado o Avatar del Mundo Divino descendería a nuestro nivel, convirtiéndose en el referente espiritual de la Humanidad para esa nueva Era de Acuario que desde mediados del siglo XX está desplazando a la agotada Era de Piscis. El nombre de este Avatar ha variado en cada cultura, yendo del Mesías judáico, al Maitreya budista, pasando por el Madhi islámico y el Cristo cristiano.
Lo cierto es que salvando detalles complementarios todas ellas coinciden en que ese Enviado forma parte de una cadena sucesiva de avatares que, descendiendo desde el mundo espiritual a los planos densos de la manifestación, nos han revelado cada vez un aspecto nuevo de la Divinidad o Causa Espiritual, siendo generalmente esa revelación el punto de partida de una nueva religión que adoptaba un pueblo o civilización determinada.
Además de esta visión histórica, desde 1875, cuando Blavatsky reintrodujo la enseñanza esotérica en Occidente, sobre todo tras los libros escritos por Alice Bailey, inspirados por el Maestro Tibetano, conocemos que en efecto, un altísimo representante de esa Fraternidad de Maestros de Compasión y Sabiduría, que velan por el desarrollo y evolución de la Humanidad y el resto de Reinos de la Naturaleza, descendería del elevado Plano donde reside hasta los llamados planos densos de manifestación (mental, emocional y físico) donde se desarrollan las experiencias del ser Humano. Su objetivo, dar un impulso espiritual que sirviese de “empujón evolutivo” a la Humanidad en su nueva etapa de desarrollo.
Visión Actual
¿Cuál es el panorama actual, ante la perspectiva del advenimiento inminente del Avatar?
Cabe decir que la expectativa generada en los medios y grupos espirituales ha sido enorme desde mediados del siglo XX (sobre todo tras la aparición en 1948 del libro de Alice Bailey “La reaparición de Cristo”). Multitud de personas en todos los lugares del mundo esperan, desean, ruegan y meditan por Su Aparición. Aunque, ¿cuál es la motivación que se encuentra tras ese enorme anhelo de ver Su descenso “de los Cielos”? ¿Qué esperamos que haga Él? Sobre este asunto debemos hacer un honesto examen de conciencia. Basta con analizar lo que los diferentes grupos religiosos espirituales esotéricos dicen al respecto, para darnos cuenta que la aparición del Enviado se espera con anhelo, principalmente por aquello que nosotros no tenemos, y nos puede regalar.
En efecto por los artículos publicados, las oraciones dirigidas y las presuntas canalizaciones recibidas, da la clara impresión que la venida del Avatar de Acuario va a conseguir aquello en lo que nosotros fallamos o fracasamos; que va a auxiliarnos físicamente en la consecución de logros que aún la Humanidad no alcanzó.
De esa manera, consideramos que un “Cristo”, o un “Maitreya” (por utilizar dos nombres por los que se le designa) va a solucionar de un plumazo el problema del hambre en el mundo, proveyendo un equitativo reparto de los recursos a nivel mundial de una manera casi instantánea; que va a instaurar la paz universal, disolviendo por su sola presencia todos los conflictos humanos; que incluso va a provocar un salto “cuántico” a la 4ª dimensión, como si en ese etéreo plano de la física todos nuestros problemas quedaran solucionados. En definitiva, el Avatar ocupa el papel de “papá” o “mamá”, cuando éramos pequeños, que nos solucionaban, en su rol de seres cuasi-divinos, cualquier problema que nos agobiaba como niños.
¿Es acaso esta afirmación muy exagerada o errónea? ¿No es cierto que esperamos Su aparición como una tabla de salvación a nuestras angustias e imperfecciones? ¿Por qué pensamos que Su manifestación será así?
Acuario y Piscis
Las grandes religiones de los últimos dos mil años, principalmente el judaísmo, cristianismo e islamismo han transmitido un modelo de “Salvador” Divino, que vendrá al final de los tiempos a instaurar el Reino de Dios en la Tierra. Los buenos se salvarán y los pecadores serán condenados. Esta visión puramente mesiánica se basa claramente en el concepto de culpabilidad que han imprimido estas religiones en el ser humano; de esa manera, el Enviado desciende entre nosotros para expiar colectivamente nuestros pecados, para reconciliarnos con lo Divino, para restablecer la Unión con lo superior, cortada hace mucho tiempo a causa de nuestras “malas” acciones.
Deberemos ser conscientes que esta visión pertenece a la era de Piscis, que durante dos mil años ha influido sobre la Humanidad, manteniendo la visión de épocas pasadas basada en una función paternalista de lo superior sobre lo inferior, de lo Divino sobre lo Humano. Corresponde a una fase infantil de la Humanidad que, incapaz de regirse por si misma, de darse normas de progreso, relación y evolución, recurría a lo Alto para implicar ayuda, dirección y salvación. En definitiva, el niño lloroso suplicando al Padre o a la Madre…
Adoptar la posición infantil del que espera recibir y no dar es algo anacrónico en la actualidad del ser humano. La Era de Acuario viene a certificar la libertad de la Humanidad. Y sabemos que la Libertad solo puede ejercerse plenamente cuando se asume desde la madurez, desde la responsabilidad.
No es la época de esperar que Dios Padre auxilie a su Hijo-Humanidad sin que esta no ponga las bases de su propia “salvación” y por tanto evolución. Somos una joven Humanidad, pero que ha alcanzado su madurez, la posibilidad de ir, poco a poco, diseñando su destino. Aunque sobre todo se espera de nosotros que seamos “co-redentores” de este Planeta, que asumamos nuestro papel de Hijos de lo Divino y ayudemos a evolucionar a todos los Reinos de la Naturaleza. La Luz que con lentitud vamos emitiendo de forma colectiva e individual sirve para iluminar las zonas de sombra de los reinos subhumanos, para “salvarlos” literalmente de la baja vibración de los planos inferiores y orientarlos hacia los planos del Espíritu.
Bajo esta premisa la visión que hay que tener sobre el Avatar cambia de perspectiva. No se trata de esperar que nos salve, sino de encontrarse manos a la obra, ayudándole en su labor, como un joven hijo ayuda a sus padres en el negocio familiar.
Además, aunque esperemos que nos ayude en la solución de nuestros problemas (y en parte es cierto, ya que Él Viene a impulsarnos espiritualmente), no es realista pensar que va a instaurar un reino de alegría, justicia y perfección. El niño debe aprender solo a andar; el niño debe aprender él mismo a montar en bicicleta; nadie puede examinarse por nosotros para obtener el carné de conducir… En esa línea de adquisición propia de cualidades, el Avatar no puede solucionar nuestros conflictos y falta de cualidades por nosotros. Por mucho que quiera. Las correctas relaciones humanas, la justicia, el fin del hambre y la pobreza, etc., vendrá determinado por el aprendizaje que la Humanidad vaya haciendo, muy lentamente, a través del sistema de prueba y error. La Naturaleza no juega a saltos, no puede subvertir la ley de Causa y Efecto, no puede elevarnos a la 4ª dimensión cuando el ser Humano gestiona tan imperfectamente las tres dimensiones en que nos movemos.
Y el profundo Amor de los Seres Superiores Espirituales no puede conseguir que evitemos el aprendizaje necesario en nuestra evolución. Aunque el dueño quiera profundamente a su perro o a su gato, no puede hacerle hablar ¿o sí?
Además no olvidemos que el libre albedrío no puede ser influenciado ni alterado por una intervención superior. Cualquier actuación consciente y voluntaria de un reino superior sobre el inferior tiene el inviolable límite de no intervenir en contra de los deseos del ayudado o si este no lo pide. De ahí se deduce que una intervención arbitraria o contra el karma de la Humanidad es imposible de realizar por parte de la Fraternidad de Maestros o cualquier Entidad Espiritual Superior.
La Humanidad ya sabe andar. Debe asumir con responsabilidad el puesto que ocupa y dar los primeros pasos, No necesita llorar y mirar hacia arriba esperando un apoyo que la salve de caerse. Cualquier tentación en ese sentido es volver a épocas pasadas, retornar a etapas ya superadas, y eso es precisamente ir en contra de la evolución.
Alguien ha dicho que el mal es toda fuerza aplicada en contra del Plan Divino de Evolución. Es provocar la inercia que paraliza, que impide en definitiva arrancar a “andar” al niño que ya sabe, aunque le da miedo.
Por tanto, cualquier deseo de recibir ayuda de lo alto, permaneciendo inmóviles y paralizados esperando la solución de nuestros problemas, sin ser conscientes de que ya somos adultos, de que lo que debemos hacer es colaborar con los Planes Divinos, es ser cómplices de las “fuerzas oscuras” que intentan evitar el desarrollo evolutivo de nuestro planeta.
Una visión sana
¿Nos hemos planteado que quizás la energía del Avatar ya puede estar con nosotros? ¿No estaremos cayendo en la misma miopía que la de los fariseos judaicos, que hablaban del futuro Mesías cuando lo tenían delante?
Hay que ser valientes, y sobre todo visionarios, En vez de esperar la aparición de un Ser Divino que nos salve, y principalmente nos elija dentro de su grupo selecto de discípulos, tenemos que manifestar el coraje que dimana de la seguridad en la innata divinidad del Ser Humano. Hay que buscar la Energía de la Nueva Era en nuestro propio corazón, donde tal vez se está ya manifestando con intensidad. Quizás el Avatar de Acuario haya decidido manifestarse en esa íntima caverna de cada ser humano, que es cada corazón, para llegar por igual a toda la Humanidad. Y desde allí nos anima a ser mejores, más perfectos, a luchar por mejorar el mundo y sus problemas, porque nadie lo hará por nosotros.
Hay que desbrozar nuevos caminos; ser creativos y pacientes. El desarrollo de la Humanidad ha necesitado de millones de años, y aún necesitará de mucho tiempo, antes de que “dimensiones cuánticas” nos acojan. Mañana seguirán muriendo niños de hambre y diarrea, continuará habiendo guerras, maltrato familiar y desempleo. Y es nuestra responsabilidad ir generando condiciones para su desaparición.
El Avatar de Acuario nos trae libertad, aunque libertad plena, libertad para adherirse al Plan con total madurez. El impulso espiritual que nos aporta tiene que ver con la unión individual de cada ser humano con su propio Yo
Superior, con su Maestro Interno, su Alma. Y de esa unión debe surgir el Ser Humano Nuevo, que diseñe las nuevas condiciones del mundo.
No hay que esperar; hay que trabajar, para que el día que Aparezca, no nos encuentre suplicando, sino ofreciendo los frutos de nuestro esfuerzo, voluntad y creatividad.
No debemos esperar una aparición majestuosa que nos obnubile y haga cambiar radicalmente al Ser Humano. Si así fuera los telediarios le dedicarían fugaz atención, antes de pasar a la información deportiva. En pocos días sería una realidad más, sin capacidad de provocar realmente un cambio en nuestra conciencia. Seguiríamos teniendo que pagar una hipoteca, no dejaríamos de llevarnos mal con ese vecino o nuestro hijo nos seguiría planteando problemas.
El Avatar nos señala un camino y nos da ciertos instrumentos para que lo recorramos. Pero no trae el autobús para llevarnos. Eso nos corresponde a nosotros.
Javier Martínez
Sociedad Biosófica
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